La muerte de Belgrano: los médicos que lo atendieron, una autopsia reveladora y los dientes que avergonzaron a dos ministros

Se cumplen 202 años de la muerte de Manuel Belgrano, que pasó desapercibida a raíz del caos político que entonces se vivía. La historia de los médicos que lo atendieron, los resultados de la autopsia que le realizaron y la vergonzosa manipulación de sus restos

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Manuel Belgrano fue uno de
Manuel Belgrano fue uno de los promotores de la Revolución de Mayo y las circunstancias lo llevaron al campo de batalla

No hubo caso. Por más que sostenía haber nacido en Connecticut, ser católico y soltero y no tener más bienes “que los cortos muebles de su arte”, y que había viajado para estudiar la flora y fauna, los españoles estaban convencidos de que era un espía inglés. No había tomado partido cuando estalló la revolución de Mayo en 1810, y ejercía su profesión de médico y de naturalista en Rosario de Lerma, en Salta.

Joseph James Thomas Redhead había nacido en Edimburgo en 1765 donde se había graduado de médico. Luego de un extenso periplo formativo por Europa, llegó a Buenos Aires alrededor de 1803. En 1806 viajó a Potosí donde se ocupó de suministrar la vacuna contra la viruela y tres años después había elegido una finca en las afueras de la ciudad de Salta para vivir.

Organizó un herbario, donde cultivaba especies para el tratamiento de enfermedades. Enseñaba cómo preparar medicamentos en base a hierbas y así evitar las boticas y farmacias que vendían el mismo preparado pero mucho más caro. Este clínico y obstetra introdujo la costumbre de hervir agua y verterla tibia en una bañera para que allí las parturientas dieran a luz. También estudió la naturaleza del lugar, especialmente cuestiones relativas a la minerología y topografía. Escribió Dilatación progresiva del aire atmosférico, que publicaría en Salta en 1819, dedicado a Belgrano.

Estando en el norte y cuando el general peruano Pío Tristán, que peleaba para los españoles, ya lo tenía entre ceja y ceja, buscó refugio en el campamento de Belgrano, transformándose en su médico personal y también en su amigo. Estuvo en las batallas de Tucumán y Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, desempeñándose como médico del ejército. Luego de los combates, atendía por igual a heridos de ambos bandos. Fue testigo privilegiado del encuentro entre Belgrano y San Martín en la posta de Yatasto el 30 de enero de 1814.

Frente de la casa de
Frente de la casa de Manuel Belgrano. Allí nació el 3 de junio de 1770 y moriría 50 años después. (Archivo General de la Nación)

Lo trató de su paludismo con un medicamento elaborado en base a la corteza del árbol de quina y estuvo a su lado en las circunstancias más difíciles, cuando su salud empeoró notoriamente.

A mediados de 1819, cuando estaba ya muy enfermo, el Director Supremo José Rondeau dispuso que el ejército de los Andes y el del Norte se plegasen a la lucha contra los caudillos provinciales. San Martín no le hizo caso y Belgrano ensayó una marcha hacia el sur pero ya estaba muy enfermo y delegó el mando en su segundo, Francisco Fernández de la Cruz. Le pidió a Güemes que le mandase a Redhead, entonces a su servicio. El salteño accedió de inmediato.

En Tucumán, en medio de un motín que instaló en la gobernación a Bernabé Aráoz, terminó preso. Fue gracias a su médico que se salvó que no colocasen grillos a sus miembros muy hinchados por la hidropesía.

En esa provincia tenía intención de encontrarse con María Dolores Helguero y Liendo, madre de su hija, Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Ya tenía otro hijo, Pedro Pablo, nacido en 1813 producto de una relación con Josefa Ezcurra, que lo criaría Juan Manuel de Rosas.

Manuela Mónica, la hija de
Manuela Mónica, la hija de Belgrano. Con el tiempo, ella viviría con sus tíos en Buenos Aires. Y también mantendría un vínculo con su medio hermano, Pedro Pablo

No tenía dinero. El Estado le debía 18 sueldos y la fortuna de 40 mil pesos con que lo habían premiado por sus triunfos de Salta y Tucumán, los había donado para la construcción de cuatro escuelas a construirse en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Tan entusiasmado estaba que el 25 de mayo de 1813 elaboró un reglamento para dichas escuelas. No llegaría a verlas. La de Tarija se hizo en 1974, la de Tucumán, en 1998 y la de Jujuy, en 2004. De la de Santiago del Estero no se tiene noticia.

Con los dos mil pesos que su amigo José Celedonio Balbín le prestó, en febrero de 1820, emprendió su viaje a Buenos Aires. Sufría de hidropesía, de problemas cardíacos y de riñones. A ese viaje, para él fue una tortura, debiendo hacer paradas por demás, lo acompañó Redhead y un par de ayudantes. Llegó a la ciudad en marzo de 1820 y se estableció en la casa paterna, sobre la calle Pirán, donde había nacido el 3 de junio de 1770.

Redhead convocó a John Sullivan, un colega para asistir a su ilustre paciente. Sullivan era un irlandés de 23 años nacido en Dublín cuando llegó a Buenos Aires en 1817. Se había formado como médico cirujano en el Colegio Real de Cirujanos de Londres. El 10 de abril de 1820 comenzó a atender al ilustre paciente y participó de todas las consultas.

Como aficionado a la música, Sullivan solía ejecutar el clave, algo que a Belgrano lo distraía. Se contaba con los dedos de una mano la gente que se acercaba a visitarlo. “Se vio abandonado de todos el general Belgrano, nadie lo visitaba, todos se retraían a hacerlo”, se lamentaba Balbín, tal vez uno de los pocos amigos que le quedaban.

Murió a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820 en una Buenos Aires anárquica y asolada por la guerra civil, que llegó a tener ese día tres gobernadores distintos: Ildefonso Ramos Mejía, Estanislao Soler y el Cabildo. Solo los que cinco días después leyeron el Despertador Teofilantrópico Místico Político del Padre Francisco de Paula Castañeda, se enteraron de su muerte.

La muerte del creador de
La muerte del creador de la bandera, solo acompañado por sus hermanos y unos pocos amigos

Su cuerpo fue llevado al convento de Santo Domingo. Allí el doctor Sullivan le practicó una autopsia. En su informe, relató que sacó mucho líquido de su abdomen y que halló un tumor en la región del epigastrio derecho, cavidad que contiene el estómago, el lóbulo izquierdo del hígado, la cabeza del páncreas y parte de la aorta torácica.

El hígado y el bazo estaban agrandados, así como el corazón al que describió como “de dos puños”. Sullivan propuso quitarlo para estudiarlo pero no se lo permitieron.

Al médico le llamó la atención los pulmones, del tamaño de una mano y que flotaban en líquido. Según consignó el médico irlandés a Redhead, dijo que éste no se había equivocado al diagnosticar hidropesía a partir de un trastorno hepático.

Exhumación de los restos de
Exhumación de los restos de Belgrano. En esa bandeja fueron depositados

El cuerpo fue vestido con el hábito de los dominicos y, en un ataúd de pino cubierto con un paño negro, fue tapado con cal y enterrado en el atrio del convento de Santo Domingo el 27 de junio. Como mármol de su tumba, se usó la de un mueble de uno de sus hermanos.

El domingo 29 de julio de 1821 el gobierno de Martín Rodríguez quiso enmendar el olvido y Belgrano tuvo los funerales que merecía. A las 9 de la mañana el cortejo partió de su casa, a metros del Convento de Santo Domingo, donde un año y 39 días antes había sido sepultado. Participaron brigadieres y coroneles, seguidos por autoridades civiles y eclesiásticas. En cada esquina se detenían para un rezo. A lo largo del recorrido, las tropas llevaban los atributos de luto en sus uniformes, en sus armas y en sus banderas. Desde la madrugada de ese día, cada media hora en el Fuerte, con su bandera a media asta, se disparaba un cañón. El ambiente de respeto lo completaba el lento tañir de las campanas de las iglesias que tocaban a muerto. Las actividades se habían suspendido, los comercios permanecieron cerrados y no había gente en las calles.

Carruaje que perteneció a Belgrano.
Carruaje que perteneció a Belgrano. (Archivo General de la Nación)

A Redhead se le pagó tres mil pesos, parte con alhajas y muebles. Belgrano, en homenaje a esa amistad que tenían, le había obsequiado un espléndido reloj de bolsillo de oro y esmalte, con cadena de cuatro eslabones con pasador, con el monograma Belgrano grabado, obsequio del rey Jorge III de Inglaterra. Fue robado de la vitrina del Museo Histórico Nacional en 2007.

Sullivan pasó a la familia de Belgrano 305 pesos y 4 reales en concepto de honorarios, de los cuales 100 pesos correspondían a la autopsia. En un primer momento desistió del pago, pero cuando se enteró que el gobierno había girado el monto de sueldos atrasados, insistió en la cuestión. Domingo, el hermano del fallecido, le respondió que le reclamase a Redhead, que era quien lo había traído. El tema terminó en una demanda judicial que el médico ganó.

Sullivan permaneció en Buenos Aires. En 1828 se casó con María Simeona Beascoechea y murió en su casa del Retiro el 19 de octubre de 1835.

Redhead estuvo un año ejerciendo en el Hospital de la Residencia y volvió a Salta en el carruaje de Belgrano. En esa provincia continuó atendiendo a la familia Güemes. Falleció el 28 de junio de 1847 en su quinta que estaba ubicada en lo que hoy son las calles Tucumán y Florida. Sus restos descansan en el cementerio de la iglesia de los Cerrillos.

Mausoleo de Manuel Belgrano, en
Mausoleo de Manuel Belgrano, en el Convento de Santo Domingo. Desde 1903 sus restos descansan allí. (Fotografía Revista Caras y Caretas)

La placa de mármol de la tumba de Belgrano fue cambiada en 1865 por otra que consiguió el jefe de policía Cayetano María Cazón. El 20 de junio de 1903, con gran pompa, se inauguró el mausoleo en Santo Domingo. Cuando el 4 de septiembre del año anterior se removieron los pocos restos que se encontraron, los ministros del interior Joaquín V. González y de guerra Pablo Riccheri se llevaron dos dientes del prócer ante la atónita mirada del cura párroco Modesto Becco, que sostenía en sus manos una bandeja de plata con los despojos, que se deshacían apenas se manipulaban. “Los ministros odontólogos”, se burló la revista Caras y Caretas. Lo dibujaron a Belgrano asomándose a la tumba: “¡Hasta los dientes me llevan! ¿No tendrán bastante con los propios para comer del presupuesto?”

“Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la nación”, reclamó el diario La Prensa en un comentario que, a 202 años de su muerte, parece no haber perdido actualidad.

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