Como bien dice mi parceiro Lalo Mir, la única ventaja que tengo cuando pongo música es mi edad. Tengo los años del rock, crecí con eso, lo cual a esta altura no deja de ser un bien de uso inigualable.
Generacionalmente nos sucedió que a todo llegamos desde el rock, desde Hitchcok hasta Tolouse Lautrec, de Debussy a Rene Lavand, el universo empezaba en Pescado Rabioso o los Beatles para acabar en la Berlín de preguerra.
Lo que de por sí estaba incluido en el rock de forma inherente era el blues.
Muddy Waters cantaba en lo 50´s “The blues had a baby and they named it Rock´n Roll”. El rock nació del blues, acelerando los compases y manteniendo la actitud. Lo bueno de que te guste el rock es que de movida te va a gustar el blues, suena inconcebible separarlos.
En este oscuro y pintoresco lugar del mundo, obviamente casi diría, el blues es iniciático y vital al mismo tiempo. Al ser una música elemental, como la bailanta, es comprendida inmediatamente. La diferencia se sostiene en el mensaje y el virtuosismo musical que son básicos en el blues y ausentes en lo otro.
Los comienzos del blues se remontan a la década del 30 del siglo pasado.
Hay quienes en este berretín de ubicar precisamente un comienzo nebuloso al nacimiento del blues se sitúan en 1936, cuando el guitarrista y cantante Robert Johnson le vende en una encrucijada su alma al diablo para que le de el secreto de su música. Dicen que el demonio le pasa los tres tonos básicos del blues, ahi va Robert con sus 25 años, dos matrimonios, un hijo y su guitarra a grabar un par de sesiones que dejan una veintena de canciones hoy clásicas de todo clasicismo, toca en algunos lugares causando verdaderos revuelos de la gente reaccionando ante esos ritmos hipnóticos, se asoma un poco al éxito si se quiere, y se muere a los 27 años. Convirtiéndose en el primero de unos cuantos geniales músicos (otros no tanto) que se mueren a los 27 años en pleno éxito.
Morirte a los 27 años no te hace genio pero te pone en un panteón de celebrities muertas tempranamente, que siempre rinde en términos de fama. Brian Jones, Jimmy Hendrix. Janis Joplin, Jim Morrison, Gram Parsons, Kurt Cobain, Amy Winehouse, Sid Vicious, todos apagaron la luz y entregaron el equipo a esa edad, y el primero fue Robert Johnson.
Hay gente que estudia el fenómeno.
Yo no.
En Buenos Aires siempre hubo espacio para el blues, si bien por acá se escuchaba más el blues inglés que el americano. Los Yardbirds, John Mayall & The Bluesbreakers, Alexis Korner Blues Incorporated donde empezó Charlie Watts antes de juntarse a los Rolling Stones, mismo Led Zeppelin y Eric Clapton sobre todo, eran escuchados acá. Pero sobre todo Cream.
Cream eran Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce. Ellos eran amigos que ganaban todas las encuestas en sus instrumentos, guitarra, batería y bajo respectivamente, y un día formaron Cream sentando el primer antecedente de Power Trío del que se tenga registro.
El registro inicial del blues en este país lo tiene Manal, que inspirados en Cream manejaron como primer nombre Ricota, aunque afortunadamente para todos al final decidieron llamarse Manal. Hasta ahí se notaba la injerencia del blues inglés en nuestro ADN musical.
Quizás sucedió que el blues original, norteamericano, con raíces profundamente afroamericanas, era mucho más diverso, por añadidura también más complejo, más abarcativo, a todas luces más interesante digamos.
Mas trabajoso para digerir.
Robert Johnson era de Mississippi, hijo de esclavos. De allí también surgieron Muddy Waters, BB King, Albert King, John Lee Hooker y Elmore James, todos grandes nombres en la cartelera del blues más genuino. Un blues de solista más una mínima banda, en todo caso.
Por allí cerca, en Georgia, nació Ray Charles, único, distinto. Creador de " Georgia on my mind” para decir algo.
Distinto al blues de Texas, más dinamitero, de enormes guitarristas. Jimmie y Stevie Ray Vaughan, Johnny y Edgar Winter, Janis Joplin, Big Mama Thorton, Lightnin´Hopkins y sobre todo, sobre todos, Freddie King, un genio al que Eric Clapton le debe más que a JJ Cale me atrevo a afirmar con sólidos fundamentos.
Yendo al norte de los estados, como Ray Charles en el sur, otro diferente fue Jimmy Hendrix.
Jimmy nació en Washington, aunque podría haber nacido en cualquier lugar, Hendrix es el mejor guitarrista de la historia, venerado por todos los que vinieron después, en todos lados, desde Prince hasta Ricardo Mollo.
Hendrix está fuera de cualquier catálogo.
Fuera de serie.
No obstante, cerca de ahí está Chicago, que siempre fue considerada la plaza más trascendente del blues americano. La meca, la tierra prometida.
Chicago respira música, cualquiera que haya estado lo nota desde que llega. El blues de Chicago terminó siendo el más venerado. Un blues de banda, como el de Memphis, pero que veía bien un frontman dotado. De aca surgieron Buddy Guy, Howlin´Wolf, Willy Dixon, la divina Koko Taylor, Magic Slim, el genial Otis Rush o los Blues Brothers nada menos.
Como extravagancias podemos incluir a Taj Mahal, hijo del pianista de Ella Fitzgerald, que fusionó el blues con el Calypso y el jazz, algo que empezaba a usarse en los primeros tiempos de la década del 60´s, que fue determinante para el inicio del soul. Otra linda página para explayarse en un futuro.
Y a los californianos Canned Heat, gordinflos de jardinero y pelos locos que fueron tan geniales como dispersos. John Lee Hooker los adoptó como hijos artísticos, grabando juntos unos discos sensacionales.
De todas estas cosas hablábamos con el entrañable y recordado Adrián Otero. Un hermano para mí. Porque como decía García Marquez, solo hay una cosa más linda que la música, hablar de música. También he platicado estos temas obviamente con Pappo, con Black Amaya y con Ricardo Tapia de La Mississippi. Y con Javier Martínez o Willy Quiroga.
Sucede que el blues es importante en nuestras vidas. Siempre está el blues presente, donde haya una guitarra eléctrica, o donde haya un poco de poesía urbana.
El rock argentino desde su inicio tuvo mucho buen blues.
Con Los Gatos y Almendra convivían Manal, líricamente los mejores, y Vox Dei.
Un par de años después, ya entrando en los 70´s, hacen su aparición triunfal Pappo´s Blues, Pescado Rabioso con “Blues de Cris”, y un párrafo especial para el primer disco solista de David Lebón, que tiene “Copado por el diablo”, una de esas canciones que aún hoy pinchás en la radio o en cualquier evento social y alguien se trastorna.
Hacia finales de esa década aparecen Botafogo, guitarrista que compartió mucho con Pappo, y Claudia Puyo, eximia vocalista todoterreno.
Los 80 ́s fueron todo de Memphis La Blusera, ya nos ocuparemos de cómo en la década más pop del rock argentino una banda de blues se las arregla para crecer y transformarse. Pero fue en los 90´s que el blues se consagró como ritmo popular en argentina.
El 5 de octubre de 1990 toca en Buenos Aires por primera vez Eric Clapton. Una semana después tocaba acá mismo David Bowie, pero un par de semanas antes había estado en el Luna Park BB King.
Pappo y Memphis abriendo los shows pusieron al blues argentino en la tapa de las revistas más vendidas. Es tiempo de la llegada de dos agrupaciones muy especiales, La Mississippi Blues Band y las Blacanblus.
La Misissippi llegaba de Florencio Varela, liderados por Ricardo Tapia, vocalista buenísimo, mas Gustavo Ginoi en la guitarra y el Negro Tordó en la batería principalmente, empezaron haciendo covers en inglés hasta que empiezan a componer y aun hoy dan cátedra.
Las Blacanblus eran cuatro mujeres que cantaban genial. Cristina Dall era la pianista y una de ellas era Deborah Dixon, palabras mayores ambas. Subidas al éxito de “4 mujeres y un maldito piano” se popularizan hasta ser cabeza de festivales de jazz y blues por todo el país.
Más algunos aderezos que sumaban bastante al auge, programas de radio como “Levi´s Midnight” que estaba en Rock&Pop los sábados a la noche donde se pasaban a veces 3 horas de blues desde Howlin´Wolf hasta Días de Blues de Uruguay. Era mio, y aun hoy estoy poniendo música en la misma radio en el mismo horario 30 años después gracias a ese impresionante impulso. Tanto fue que un par de años después directamente lo sponsoreaba el sello de blues de Chicago Alligator Records, que trajo en tres años más de 40 shows a la ciudad.
También sumaban a la fiebre blues lugares como El Samovar de Rasputín, en La Boca, regenteado por el capo Napo Napoleone, amigo y cocinero, que dejó de ser un cambalache para abrir hasta la madrugada con un picante escenario abierto donde tocaban todos, desde Pappo hasta Eric Clapton o BB King, que se sorprendían de todo lo que pasaba ahí adentro.
La banda de la casa era La Napolitana que contó en sus filas a Jorge Pinchevsky, Hubert Sumlin el creador de “Little Red Rooster” o Gaby Carámbula. Otra historia que merece ser contada.
Bueno, todo eso era el blues en Buenos Aires.
Y un apartado para los que más alto llegaron a nivel popular, Memphis La Blusera.
Desde Mataderos una auténtica bluesband. Grabaron su primer disco antes de hacerse famosos, ganando un concurso en un programa de TV, de ahí los productores de la placa son Floro Oria Cantilo, histórico productor de programas juveniles y Ricardo Kleiman, el dueño de la sastrería Modart que cada tanto hacía estrellas a algunos jovenes que ni lo habían soñado.
Ese disco fue impresionante, “Alma bajo la lluvia”, con ese tema que es de las más hermosas poesía nacidas con música, además estaban ahi “Moscato Pizza y Fainá”, “Blues del estibador” y “Blues de las 6 y 30″. Mejor no podían debutar.
Liderados por Adrián Otero, uno de mis tipos favoritos, cantante, compositor y alma del grupo, más el gran Emilio Villanueva, el saxo de La Paternal como le gustaba aclarar siempre, y el Ruso Beiserman, bajista y coautor de muchos temas.
Tuvieron muchas épocas, más éxitos, bajones y subidas, noches inolvidables, otras descartables, porteños de gran estirpe, Adrián era un intelectual adicto a las buenas costumbres y las malas adicciones. Cariñoso y divertido, en plena platea de Velez Sarsfield comentando una jugada te salía con Macedonio Fernández.
Me decía que grababan como en Memphis pero en el escenario parecían de Chicago. Gracias a él conocí la música de Chuck E. Weiss, el amigo de Tom Waits con el que la mujer de Tom Waits no lo dejaba salir. Autor que conmovía, quizás su canción más popular termine siendo “La flor mas bella”.
“Ella es la flor mas bella
Vagando por las estrellas
Brilla más que el sol.
Baila
Y se dibuja en la bruma
Cuando se pierde la bruma parece flotar.
Ella es la de la tierra de mujeres divinas
Ella es argentina, como ella no hay.
Si llegara a besarte con su boca de fuego
Un loco deseo te haría olvidar.
De todas esas tristezas
Y crueldades del mundo
En un solo segundo de felicidad.
Ella es la flor mas bella
Vagando por las estrellas
Brilla mas que el sol.”
Este tema se popularizó cuando Marcelo Tinelli la subió todas las noches a su rating de entonces. La música es del Ruso Beiserman, la letra de Adrián Otero, dedicada a su madre.
Hace 10 años que se murió Adrián, hace 17 que se murió Pappo.
Lo de siempre, el rock argentino ha perdido demasiados generales para que todo pueda estar normal.
Hoy el blues está muy para atrás, lejos. Cada tanto le pasa, después vuelve hermoso, siempre. Todo esto es material de discusión, afortunadamente. Desde mi, no dudo que habrá mucho blues en el futuro. Si alguno tiene dudas, puede probar escuchar al afro/canadiense Othman Wahabi.
De nada.
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