Hace medio siglo, fue el hombre más poderoso de la Argentina: Juan Perón lo impuso como ministro de Bienestar Social del gobierno que, el 25 de mayo de 1973, le devolvió la democracia al país. Perón había designado, a dedo -no existía entonces Twitter-, a su secretario personal, Héctor J. Cámpora como candidato a triunfar con toda seguridad en las elecciones del 11 de marzo. También había impuesto al vicepresidente, Vicente Solano Lima. Y, entre otras designaciones, entronizó a José López Rega al frente del ministerio que iba a manejar el bienestar del país.
Todo duró nada: cuarenta y nueve días. Un golpe palaciego impulsado por Perón barrió con Cámpora y con Solano Lima del gobierno, que renunciaron para que Perón fuese elegido presidente; quitó del medio al sucesor constitucional de ambos, el presidente del Senado, Alejandro Díaz Bialet, a quien le inventaron un viaje al exterior sin sentido, y así asumió la presidencia provisional Raúl Lastiri, presidente de la cámara de Diputados y yerno de López Rega: estaba casado con su hija Norma.
A partir del gobierno de Perón, que se convirtió en el hombre más poderoso de la Argentina, López Rega fue segundo en orden de importancia. Manejaba la caja de aquel gobierno, tenía contacto directo con Perón y su mujer, María Estela Martínez, “Isabel”, que era vicepresidente. A la muerte de Perón, el 1 de julio de 1974, su viuda fue presidente y López Rega volvió a su sitial de todopoderoso ministro, sindicado y acusado de ejercer una fuerte influencia sobre la viuda del General.
En aquel país convulsionado, López Rega, o “Lopecito”, como lo llamaba Perón con cariñoso desprecio, gobernó a la par de Isabel, dirigió una banda terrorista de ultraderecha, la Triple A, que nació como Alianza Antimperialista Argentina y enseguida pasó a ser Alianza Anticomunista Argentina, a la que se le contabilizaron cerca de dos mil asesinatos de opositores políticos, figuras de izquierda, sindicalistas, legisladores, intelectuales y artistas en aquél país violento de los años 70 en los que actuaban varios grupos guerrilleros, entre ellos el peronista Montonero y el trotskista ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
Ex cabo de la Policía Federal, amante del esoterismo, las ciencias ocultas, la astrología, los zodíacos multicolores, vegetales y musicales y de la búsqueda de la Luz Divina a través de las radiaciones de los planetas, se hizo nombrar comisario general, llevó al país al desastre en menos de un año, cayó en desgracia, huyó de la Argentina con un nombramiento de “embajador plenipotenciario” en ninguna parte, estuvo prófugo durante once años, fue capturado en Estados Unidos en 1986, extraditado ese mismo año y encarcelado en las dependencias del Servicio Penitenciario que funcionaban entonces en Viamonte entre Cerrito y Libertad, frente al Teatro Colón. Murió el 9 de junio de 1989, hace treinta y tres años.
¿Quién fue éste personaje que quiso ser tenor y terminó por dirigir una banda criminal, que era miembro de una logia umbanda con raíces en Brasil y llegó a cogobernar con la viuda de Perón en uno de los instantes más peligrosos de la historia contemporánea argentina?
Rastrearle la historia es difícil. López Rega plantó decenas de pistas falsas, inventó cargos que no tuvo, historias que no vivió y actividades que jamás cumplió. Nació, eso sí es verdad, el 17 de octubre de 1916, una fecha que veintinueve años después sería mojón del peronismo, en una casa de la calle Tamborini al 3700, en el barrio de Saavedra. Cursó hasta cuarto grado en la escuela José Félix de Azara: no hay más registros de sus estudios posteriores. En sus breves años como ministro, cuando reinventó su pasado, dijo haber estudiado en el colegio inglés English Higher Grade School, aunque no hay registros de su dominio de ese idioma. También dijo que cantaba muy bien y que su ambición era ser tenor para representar en el teatro Colón al Duque de Mantua en “Rigoletto”, la ópera de Giuseppe Verdi. Dijo también que había intentado enseñarle a cantar a Aurelia Tizón, “Potota, la primera mujer de Perón, pero tampoco hay registros de que López Rega haya conocido al entonces capitán en 1937.
En 1942 López Rega se casó en la Santísima Trinidad, de Saavedra, con Flora Josefa Maceda, con quien tuvo a su hija Norma. Fue peón en la fábrica textil Sedalán, se asoció a la Escuela Científica Basilio y fue cantor, sí, pero no en el Colón, sino en el club “El Tábano”, de Saavedra, donde animó algún baile de barrio, un tanto lejos del drama de la pobre Gilda y su padre bufón de la corte en Mantua.
Fue agente de la Federal, consigna en Tribunales, adscripto a la seccional 23 luego, con destino en la residencia presidencial de la calle Austria, donde hoy funciona el Instituto Nacional Juan Perón de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas. Allí murió Eva Perón el 26 de julio de 1952. López Rega dijo haber sido secretario de la segunda esposa de Perón, pero su nombre no figura en ningún documento oficial de la época ni fue recogido por los historiadores que escribieron biografías de Eva Perón. Una foto lo muestra en el estribo del auto de la custodia que lleva al entonces presidente Perón: sobre esa foto, López Rega edificó el imperio de su vida. Dejó la Policía en abril de 1962, días después del derrocamiento de Arturo Frondizi, y se fue a Brasil interesado en la macumba, la umbanda y el candomblé.
Ese fue el año en el que escribió uno de sus libros: “Astrología Esotérica – (Secretos develados)”. No es una obra modesta: son setecientas treinta y cinco páginas en las que el autor plantea la búsqueda de la luz divina, entre muchas otras cosas. Lo que sigue es un fragmento textual que respeta incluso las mayúsculas con las que López Rega suponía que daba énfasis a su texto: “¡No he jurado CALLAR ante nadie y por el contrario mi misión es la de servir a la HUMANIDAD a plena cara descubierta! ¡Ya he manifestado claramente que nada de lo escrito es mío, dado que MI ALMA LIBRE Y MI CONCIENCIA CRISTICA me dictan que, el patrimonio que de DIOS he recibido es como una donación que el PADRE desea que se reparta entre todos sus HIJOS componentes de toda la CREACIÓN! ¡Guardar secretos y esconderlos del conocimiento mundial, lleva siempre a brindar un exagerado poder a determinadas personas o grupos, que como simples seres humanos son pasibles de caer en falta y apropiarse de los mismos en provecho propio, olvidando a sus HERMANOS! ¡Mis ojos tienen la facultad triste y dolorosa de perderse en los PLANOS y en las dimensiones de los TIEMPOS!; pasado, presente y futuro; pero mi boca sólo puede mencionarlo en parábolas incomprensibles para el idioma humano, y he podido comprobar cuanta mentira se desliza por nuestros propios labios cuando la ocasión se presenta (…)”
Así transcurre el libro.
¿Cómo llegó López Rega a la residencia de Perón en su exilio español? Es difícil de dilucidar. Una versión afirma que el mayor Pablo Vicente lo envió a España por ser miembro de la Logia Anael. Otra versión, tal vez al más probable, es que el mayor Bernardo Alberte, que había sido edecán de Perón, lo presentó a Isabel Perón durante su viaje a la Argentina en 1965: Perón había enviado a su mujer para limitar el proyecto del sindicalista metalúrgico Augusto Vandor y su idea de llevar adelante “un peronismo sin Perón”. Vandor sería asesinado en 1969. Una tercera versión pone al gran maestro de la Logia Anael, José Cresto, como la persona que puso en contacto a Isabel Perón con López Rega.
La logia, o el llamado “peronismo de la resistencia” acaso hayan visto en López Rega a un hombre capaz de informar a Buenos Aires las actividades, el pensamiento, la intimidad del general exiliado. Si fue así, el error fue tremendo. Instalado en el chalet “17 de Octubre”, en el 6 de Navalmanzanos, en el barrio madrileño de Puerta de Hierro, López Rega o bien calló, o bien informó a quién quiso. Hay sospechas, pero no pruebas, de que mantuvo informado al entonces embajador de Estados Unidos en Madrid, Robert Hill, un espía de la OSS, la organización que precedió a la CIA como central de inteligencia de su país. Hill sí conoció a Perón y a López Rega en Madrid y, a los pocos meses del primer regreso de Perón al país, el 17 de noviembre de 1972, el presidente Richard Nixon nombró a Hill embajador en Buenos aires, donde se mantuvo hasta después del golpe militar del 24 de marzo de1976.
Que “Lopecito” vigilaba, no era un secreto. Jorge Antonio, el hombre de negocios de contacto muy cercano con Perón, prefería ver al general a solas o en la tradicional cafetería “Nebraska” de la Gran Vía, lejos de los oídos de López Rega, que funcionaba entonces como secretario, valet, mayordomo, ujier, bedel y asistente del general y de su tercera esposa. El propio Perón debía sospechar de su untuoso secretario porque, cuando quería intercambiar con un visitante sobre algún asunto delicado, lo invitaba a pasear por el jardín de la residencia y no en la casona, sospechada de albergar micrófonos indiscretos.
En el gobierno de Perón y, luego en el de su viuda, López Rega viajó dos veces a la Libia que gobernaba el dictador Muhammar Khadafi para firmar un acuerdo de intercambio de granos argentinos por petróleo libio. El ministro celebró esa firma como un triunfo personal. Pero legisladores de la entonces Juventud Peronista denunciaron que el acuerdo no había existido, que el país había pagado el petróleo a casi el doble del precio de mercado y que el ministro había recibido enormes comisiones que oscilaban entre los diez y treinta millones de dólares.
Fue un allegado a López Rega, también fascinado por la astrología y el esoterismo, quien desató el primero de los grandes ajustes económicos de la historia contemporánea. Celestino Rodrigo, en lo que se conoció luego como “El Rodrigazo”, devaluó el peso el cien por ciento, aumentó las tarifas entre el ciento setenta y el doscientos por ciento, aumentó la nafta el ciento setenta y dos por ciento y el dólar, que costaba diez pesos, pasó a valer veintiséis. Todas las medidas fueron tomadas el 4 de junio, fecha de la revolución que en 1943 había facilitado el acceso de Perón a la vida política.
Enfrentado a los gremios, abandonado por el poder militar, que ya había decidido dar un golpe, López Rega tuvo que huir del país. Antes, su poderosa custodia, que viajaba armada con ametralladoras israelíes Sten y con panes de trotyl en los baúles de los Ford Falcon verdes, los primeros que aparecieron ligados a la represión, fue desarmada en la quinta presidencial de Olivos. Amparado por la presidente, con un nombramiento inexistente, López Rega viajó con dos de los jefes de la triple A, los comisarios Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales, llegó a Brasil, siguió viaje a Madrid y se perdió en las sombras.
En diciembre de 1975, la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires envió un informe al Departamento de Estado titulado: “Terrorismo de extrema derecha desde López Rega”. En ese informe, el vicejefe de la misión en Buenos Aires, Joseph Montllor afirma: “El ex ministro de Bienestar Social, José López Rega fue ampliamente sospechado de controlar y proteger al terrorismo de ultraderecha nucleado en la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) hasta su expulsión del país. Esa campaña de terror declinó el lapso que siguió a su expulsión, lo que da credibilidad a esos cargos. Sin embargo, independientemente de su participación directa, el surgimiento de López Rega en el escenario político argentino no generó este terrorismo, ni su partida le puso fin. De nuevo a aparecido desenfrenado, y la AAA ha vuelto, aunque no en el nivel anterior de actividad. Como informé antes, el tipo de actos terroristas fueron, y son, ejecutados por varias entidades: la policía, escuadrones de matones sindicales fuerzas policiales y militares retiradas y algunos “free lancers” oficialmente inspirados y dirigidos. De hecho, si hubo una organización AAA como tal, con una estructura importante y una estrecha cadena de mandos, es una pregunta que sigue abierta. Sea como fuere, los resultados no son menos mortales. Si bien el grado de participación oficial en sus actividades es actualmente difícil de evaluar, está fuera de toda duda que todavía existe una participación oficial”.
Años después de su huida, López Rega fue localizado en Suiza y, más tarde en un piso de la Torre Lucayan, en Freeport, isla Gran Bahama. Tenía también residencia en Miami donde vivía con María Elena Cisneros, una pianista simple y anodina, a la que el ex ministro le había facilitado grabar algunos discos. Para entonces, la estructura de la Triple A que era para la Embajada de Estados Unidos una pregunta sin respuesta, había sido denunciada por ex miembros del propio grupo terrorista: todas ligaban a López Rega y al ministerio de Bienestar Social con los atentados criminales ocurridos entre 1973 y 1976.
De hecho, una denuncia militar elevada en 1975 por el jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, coronel Felipe Sosa Molina, al jefe del Estado Mayor del Ejército, general Jorge Videla, revelaba que uno de sus oficiales había sufrido un desperfecto en su auto sobre la Avenida del Libertador, y había sido socorrido por gente que le confesó pertenecer a la Triple A: era el editor de la revista El Caudillo, que dirigía López Rega y era el órgano de prensa oficial del Partido Justicialista.
El FBI no le había perdido pisada a López Rega durante su estada en Miami y en Bahamas. Un intento de renovar los pasaportes de la pareja alertó al consulado en Miami y, en 1986, el gobierno de Raúl Alfonsín decidió pedir su detención y extradición. A cargo de todo estuvo un agente del FBI, George Kiszynski, un hijo de polacos que había crecido en Argentina. Fui uno de los periodistas que cubrió la detención de López Rega y, según me reveló el agente del FBI Paul Miller, fue Kiszynski quien habló primero con la Cisneros en Miami y, luego, por teléfono con López Rega en Bahamas. El agente del FBI le dijo que su pedido de captura era inminente, algo que no era tan cierto, y le recomendó viajar de inmediato a Miami: “No le recomiendo las cárceles de Bahamas”. López Rega dijo entonces: “Bueno está bien, mándeme un avión”.
Entre los numerosos asesinatos cometidos por la Triple A figuran el del abogado, y diputado nacional en el momento de su asesinato Rodolfo Ortega Peña, el de Julio Troxler, ex subjefe de la Policía de Buenos Aires, que en 1956 había sobrevivido a los fusilamientos de José León Suárez durante la sublevación peronista contra la Revolución Libertadora. La Triple A atentó contra el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, en la que fue la “presentación en sociedad” del grupo terrorista, también atentó contra el entonces rector de la UBA Raúl Laguzzi, un hecho en el que murió el hijo del rector, Pablo, de cuatro meses. La Triple A también asesinó, entre otros, al abogado Alfredo Curutchet, al pensador marxista Silvio Frondizi y a su yerno, Luis Mendiburu.
Cercado por la diabetes, casi ciego e hipertenso, López Rega murió en la cárcel, mientras estaba procesado. Nunca fue condenado.
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