Los océanos son esenciales para la vida en la Tierra. Aunque muchas veces son olvidados por la humanidad, cubren más del 70% de la superficie del planeta, producen aproximadamente el 50% del oxígeno que respiramos y sostienen una extraordinaria biodiversidad.
Además son los grandes reguladores del clima del mundo, por su capacidad de regular la temperatura y de almacenar gases de efecto invernadero. Sin embargo, su poder no es infinito. Tienen un límite de hasta dónde pueden cumplir este rol sin que sus condiciones físicas y químicas cambien, impactando negativamente sobre la salud de sus especies y ecosistemas.
Estas son varias de las razones por las cuales es necesario trabajar en la conservación de los ecosistemas marinos y en evitar la contaminación de las aguas. Si bien el plástico es una de las amenazas más urgentes, la explotación económica de los mares y la suba de la temperatura media global también amenazan al planeta azul.
El Mar Argentino no está ajeno a estos peligros, incluso se quiere aumentar la presión humana con más exploración petrolera off shore. Es por eso que hay una iniciativa, denominada Agujero Azul, que busca, al menos conservar buena parte de una riqueza marina inigualable.
El Agujero Azul es una zona de aguas internacionales que se ubica aproximadamente a 500 km al este del Golfo de San Jorge, en la Patagonia argentina. Allí, la plataforma continental argentina se extiende más allá de la Zona Económica Exclusiva (ZEE), que se expande hasta las 200 millas náuticas de la costa, lo que la hace un área relativamente de poca profundidad en el contexto de las aguas internacionales. Tiene un rol ecológico central porque brinda importantes áreas para el desove y alimentación de mamíferos marinos y aves. Es también el hogar de numerosas especies comerciales y lugar de alimentación para la emblemática ballena franca austral y otras en estado de conservación vulnerable, como el cachalote, el rorcual y los albatros.
Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de Océanos de Greenpeace explicó a Infobae: “Los océanos cumplen un rol fundamental en la mitigación del cambio climático, garantizan la salud de los ecosistemas, ofrecen seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas en todo el mundo. El trabajo científico en coordinación con el activismo y las políticas de protección a nivel global deben articularse para garantizar océanos sanos”.
En abril pasado, la ONG ambientalista organizó una expedición a la zona junto a dos científicos: Valeria Falabella, Directora de Conservación Costero-Marina de Wildlife Conservation Society Argentina (WCS Argentina) y Martín Brogger, científico del CONICET y especialista en especies bentónicas.
Falabella, señaló que, en la Argentina ninguno de los frentes productivos se encuentra protegido, al igual que varias áreas clave que han sido identificadas. “El 30% de las especies se encuentran amenazadas y se concentran en el sector costero bonaerense y el frente del Río de la Plata. Las áreas marinas protegidas que existen no alcanzan para proteger la heterogeneidad de ambientes y ecosistemas de nuestro mar”, dijo Falabella y recordó que nuestro país no ha logrado alcanzar las metas asumidas internacionalmente de protección del 10%. Pero además indicó que “existe evidencia de que un 10% es insuficiente”. Argentina no cuenta siquiera con un mapa de los ecosistemas del Mar Argentino.
En la Cámara de Diputados se impulsa un proyecto para proteger esta zona frente las costas patagónicas. Sin embargo, no ha habido mucho avance. ¿Por qué es tan importante? Las plataformas continentales son las zonas más productivas ya que en las profundidades menores a 200 metros la luz ingresa en las aguas favoreciendo la vida. En el gigantesco acantilado submarino que marca el fin del continente, en el llamado Frente del Talud, se encuentran dos masas de agua: la corriente de Malvinas y las aguas de la plataforma continental provocando un fenómeno conocido como surgencia. Así, masas de agua profundas frías y ricas en nutrientes ascienden a la superficie generando un verdadero “supermercado” de nutrientes en el fitoplancton y el zooplancton de lo que se alimentan, por ejemplo, mamíferos como las ballenas o los tiburones.
“La creación de Agujero Azul proporcionaría múltiples beneficios: proteger ecosistemas marinos que actualmente no se encuentran representados dentro de nuestros espacios marítimos protegidos, prohibir la pesca de arrastre de fondo sobre estos ecosistemas frágiles y sobre los que operan mayormente flotas extranjeras, y contribuir así a las metas de conservación”, indicaron en la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Buena parte de la amenaza reside en la cantidad de barcos que depredan la zona ilegalmente. “No podemos seguir permitiendo que se tiren al mar cientos de miles de toneladas de alimento cada año. Hay consenso sobre cuáles son los problemas y hasta reconocemos las soluciones. Contamos con regulaciones, planes nacionales de acción, proyectos de ley de trazabilidad - que permitirían recopilar información clave de la pesca desde el barco hasta el consumidor final - para asegurar la legalidad del proceso, ensayamos medidas para mitigar el daño a las especies en peligro y tecnología nueva para mejorar la información pesquera. Necesitamos capitalizar estas iniciativas y catalizarlas trabajando en conjunto”, reforzó Fernando Miñarro, director de conservación de Vida Silvestre.
La explotación hidrocarburífera que se planifica frente a las costas bonaerenses también es una gran amenaza para nuestra diversidad marina. “Los bloques con permiso para exploración se localizan en un área clave para la estructura ecológica y funcional del mar argentino y de la región. Esto por supuesto es una mala noticia, considerando que la prospección sísmica genera intensas explosiones acústicas bajo el agua que pueden ser registradas a miles de kilómetros de distancia, por lo que este tipo de ruido en el mar afecta las funciones biológicas esenciales de peces, tortugas, aves y mamíferos marinos. Los efectos potenciales sobre la fauna marina son diversos e incluyen desde lesiones graves hasta la muerte, además de los impactos negativos que la actividad puede generar sobre otras actividades socioeconómicas relevantes, como la pesca o el turismo basado en el avistaje de fauna marina”.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en el mundo cerca del 90% de las grandes especies marítimas de peces han disminuido y el 50% de los arrecifes de coral se encuentran en grave estado debido al cambio climático. Además, cada año se vierten 13 millones de toneladas de plásticos al mar, poniendo en peligro no solo las especies marinas sino nuestra salud.
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