La desesperación que se escucha en el audio que revela Infobae es el retrato del desamparo de Víctor Calvo y su esposa en aquella madrugada. El hombre, con 50 años recién cumplidos, había sufrido un malestar y llamó al número de emergencias de su obra social, Osdepym. El médico no aparecía. Hubo varios llamados, incluso el propio Calvo explicó sus síntomas por teléfono, compatibles con un cuadro cardíaco. “Está tomado como una urgencia. Se encuentran en zona”, le respondieron. Después de 40 minutos y pese a que se trataba de un “código rojo”, un hombre vestido de médico de la empresa UrgencyDom se presentó en la casa, le tomó los signos vitales y después de algunas vueltas le hizo un electrocardiograma. Al ver el resultado, le dijo que con tiempo fuera a un centro de salud. Y, resistiendo a los pedidos del paciente, le avisó que él no podía llevarlo porque la ambulancia tenía “Covid”.
Cuando se estaba yendo, ese “médico” le avisó a la esposa del paciente que estaba teniendo un infarto. A los pocos minutos, Calvo y su esposa intentaron por sus propios medios llegar a un centro de salud. Ya era tarde. Calvo, que había entrado en un cuadro de ansiedad y estrés por esa atención, se desmayó en plena calle. Pese a las tareas de reanimación, falleció un rato después. El tiempo perdido fue fatal. Según las pericias médicas, sólo tenía un uno por ciento de chances de morirse. Cualquier ayuda a tiempo lo hubiera salvado. Lo que la familia de Calvo detectaría poco después, por su propia investigación, era la razón de por qué lo habían abandonado: el hombre que fue a la casa no era médico.
Pero en la madrugada en que sucedió todo, aquel 1 de diciembre del 2020, Laura Fechino, pareja de Calvo, no sabía esa verdad. Solo sabía que su pareja estaba teniendo un infarto, que el supuesto profesional que lo había visto no lo había querido llevar en la ambulancia y que su marido se terminaba de desplomar en medio de la avenida Libertador y Blanco Encalada, en pleno Belgrano. Necesitaba ayuda urgente.
La calle estaba desierta. Apenas pasaban autos. Los vecinos llamaron desesperados al 911 pidiendo una ambulancia. Llegaron a aparecer seis patrulleros. “911, ¿cuál es su emergencia?”, dijo la operadora pasados 10 minutos del 2 de diciembre. “Por favor”, dijeron del otro lado. “Señora, dónde es su emergencia”, repitió la operadora. “No, no, no... La policía. La concha de la lora”, se oyó con ruido ambiente y voces de fondo. “Señora, me escucha”, pidió la operadora.
La comunicación se cortó. Al minuto, entró otra llamada de una vecina de la cuadra. “Buenas noches, una ambulancia del Same podrán mandar (...) Libertador al 6200”, dijo. La operadora pidió precisiones, si había habido un accidente con un ciclista o le podía dar alguna otra referencia. “No, no tengo idea. Yo estoy en mi casa y empecé a escuchar gritos. Me asomo al balcón y veo una persona tendida en el medio de la calle. Acaba de llegar un patrullero... Ambulancia es lo que se necesita”. “Ya doy aviso señora”, respondió la operadora. Así se siguieron repitiendo los llamados.
Mientras tanto, la esposa de Calvo también llamaba al 911 y a la operadora del grupo Emerger para que la ambulancia que se terminara de ir volviera. “Escuchame, la ambulancia me dejó para ir al médico... Se acaba de desmayar, está teniendo otro infarto; por favor mandame la ambulancia ya”. La operadora le responde: “Bueno señora, aguárdeme por favor”.
“Aguárdeme no puedo, ya”, insiste la pareja del paciente. Ahí la operadora le dice: “Señora, le dijeron a la ambulancia que usted llevaba al paciente, por eso se retiró la ambulancia”.
“Mentira, me dijo que no me podía llevar por el Covid. Mentira. Me dijo que no era urgente. Mandamela ya”, grita la mujer. “Bueno señora, no me grite. El móvil ya va ir para allá”, le vuelven a responder del otro lado de la línea. “No entendés que se está muriendo mi marido... Está tirado en medio de Libertador”. La operadora repite: “Bueno señora, no me grite. Ahí va el móvil, enseguida”
“Más allá de que la operadora desconocía lo que realmente había sucedido en el domicilio de Calvo, sorprende la ausencia de empatía al solicitar en reiteradas oportunidades que Fechino no le gritara sin contemplar que estaba presenciando la muerte de su pareja. Pero lo destacable es que desde ese momento se le había comunicado la alegada negativa al traslado, lo que no resulta plausible ante el comprobado accionar de quien se presentara como médico en su domicilio y los denodados esfuerzos de Fechino para salvar la vida de su pareja”, escribió el juez Edmundo Rabbione en el fallo al que accedió Infobae.
Lo de la ambulancia con Covid fue la excusa que encontró ese falso médico para poder irse pronto. ¿Acaso un médico que había tenido contacto con coronavirus sin protección podía estar atendiendo a un paciente? ¿Acaso un médico que terminaba de verificar que un paciente estaba cursando un infarto podía dejarlo solo, sin darle medicación y derivarlo urgente a un centro de salud? Todas las declaraciones tomadas en la causa descartan esa posibilidad. Al menos, para las responsabilidades de un profesional.
En todo momento se perdió un tiempo precioso. El primer registro al contacto de urgencias de la obra social se registró a las 22:46 hs del 1 de diciembre de 2020. Ahí se reportó que Calvo presentaba dolor en el pecho y sudoración fría. Le dijeron que estaban enviado una ambulancia. A las 23.26 llegó al lugar Juan Nicolás Olivares García, diciendo ser el médico Adalberto José Ochoa Díaz (M.N. 151.395).
Según las cámaras de seguridad del edificio, el supuesto profesional se retiró a las las 00:02 hs del 2 de diciembre de 2020, “es decir, casi 40 minutos, para medir la saturación de oxígeno, temperatura y presión de Calvo, efectuarle algunas preguntas, practicarle un electrocardiograma, retirarse diciendo había sufrido un infarto agudo de miocardio, necesitaba un cateterismo y negarse -varias veces- a trasladarlo a un hospital”. El juez sostuvo que “se evidencia un tiempo excesivo para tan poco en una supuesta atención médica de un paciente con el cuadro descripto”.
Fechino señaló que en ese momento, ante la indicación de que su pareja había sufrido un infarto agudo de miocardio y la férrea negativa de quien tenía el poder de trasladarlo, no podía decirle otra cosa. “Si reaccionaba de otra manera Calvo podía escucharla y agravarse su situación: ante un paciente en su estado era importante mantenerlo tranquilo, pero el accionar de aquel hombre generó lo contrario (indignación, enojo) en el paciente. Calvo y Fechino decidieron concurrir por sus medios a un hospital para lograr que aquel tuviera la atención médica necesaria que estaban reclamando desde las 22:49 hs. Vívido es el relato de Fechino en cuanto al nerviosismo del que eran presa en su domicilio ante la situación que se venía extendiendo y mientras buscaban los elementos para salir a la calle y conseguir transporte”, se señaló.
Apenas bajaron a la calle e intentaron conseguir un taxi, Calvo se desplomó en plena avenida Libertador. En ese contexto se da el audio que reproduce Infobae.
Cinco minutos después, según los registros aportados por la firma Claro, Fechino recibió dos llamados el 2 de diciembre de 2020, a las 00:17 hs (duró 23 segundos) y a las 00:18 hs (se prolongó 43 segundos) desde un teléfono desconocido. Era el hombre que se presentó en su domicilio como médico: intentaba convencerla de que tanto ella como Calvo se habían negado al traslado. Ese llamado después resultaría clave para poder atrapar a ese falso médico.
“Para aquella persona lo importante no era la situación de peligro de muerte que estaba transitando Calvo en la vía pública, a quien había examinado, por casi cuarenta minutos, escaso tiempo antes; ni informarse de lo que estaba sucediendo para actuar rápidamente a su llegada. Lo relevante para ese hombre era instalar en la mente de Fechino que ella y su pareja se habían negado a ser trasladados -escribió el juez en el procesamiento-. Mientras los médicos continuaban su denodado esfuerzo para salvar la vida a Calvo, a las 00:25 hs arriba la ambulancia reclamada por Fechino”.
“De la ambulancia descendió el mismo hombre que había examinado a Calvo en su domicilio, quien se dirigió a Fechino y reiteró su frase: “Ud. me dijo que me fuera”. Los médicos continuaban realizando los masajes cardíacos de reanimación, pero Calvo seguía sin pulso. Lo subieron a la ambulancia y trasladaron al Instituto Cardiovascular de Buenos Aires”, sostiene la reconstrucción de la causa judicial. “No estaba el médico con nosotros”, declaró la médica Andreina Azpelicueta, quien en la ambulancia intentaba salvar la vida de Calvo. Es más, cuando lograron llevarlo al centro asistencial el supuesto médico viajó adelante, con el chofer. Lo único que les dijo fue que el paciente decía tener dolor en el pecho. Pero Laura se había quedado con el papel que mostraba el electrocardiograma: ahí se veía que ya estaba en proceso de infarto. Ese documento, sin embargo, desapareció misteriosamente.
Uno de los puntos sobre los que tomó nota el juzgado es que, en su declaración, la médica afirmó: “No me pareció una ambulancia de UTI, de emergencia” y señaló que para eso “necesitaría estar un poco más equipada”. Es más: la profesional señaló que “había un desfibrilador que no funcionaba, por eso necesitábamos monitorear en forma inmediata al paciente”, quien estaba cursando un paro cardiorrespiratorio. Cuando Fechino, en su rol de querellante, pidió el secuestro de la ambulancia, la Justicia lo descartó. A ella no la habían dejado subir en la ambulancia y llegó al Instituto Cardiovascular de Buenos Aires minutos después. Ahí le avisaron que era un cuadro complejo, que iban a hacer todo lo posible.
En ese momento, se le acercó aquel hombre que se presentara como médico en su domicilio y volvió a decirle: “Usted me dijo que me vaya”. Laura empezó a insultarlo y una amiga suya le dijo al hombre que se fuera. Fue la última vez que lo vio.
“El accionar acreditado de quien se presentara como médico en el domicilio de Calvo le privó de una verdadera oportunidad para salvar su vida, llevándolo así a su muerte”, dijo el juez. “No solo porque se aguardaba la llegada de un profesional de la salud en quien depositar sus temores respecto de su estado para que lo guiara hacia la solución; sino también porque al arribo de quien se dio a conocer como tal, hubo una excesiva demora en la realización de los exámenes necesarios para determinar el real estado de Calvo -provocando ansiedad e irritabilidad en el paciente que era contraproducente-, agravando el cuadro sin una real atención medica”. A eso hay que agregarle la negativa al traslado. Hasta el propio Calvo se dio cuenta que necesitaba atención urgente. El falso médico mintió el cuadro que presentaba para aliviar la gravedad de la situación.
Para el juez quedó claro que la única razón por la cual demoró la atención de Calvo fue “por el egoísta fin de no ser descubierto en cuanto a que no era médico y estaba actuando como tal. Así, Olivares García hizo desperdiciar a Calvo minutos vitales para salvar su vida”.
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