Celestino Rodrigo: el “infarto económico” que llevó al Rodrigazo y aceleró la decadencia de Isabel Perón

El 2 de junio de 1975 asumió como Ministro de Economía, pero duró solo 49 días. Llegó al poder con el apoyo de López Rega y dio a conocer su plan: aumentó la paridad del dólar un 100%, la nafta 175%, electricidad 75% y otras tarifas en igual o mayor medida. Las góndolas de los supermercados quedaron vacías y los sindicatos hicieron el primer paro a un gobierno peronista. Cuando se fue, todo era caos

Celestino Rodrigo

Juan Domingo Perón confesó, una vez, que Alfredo Gómez Morales “combina una buena dosis de sensatez con conocimientos que lo hacen insustituible en Economía y Finanzas. No ignora cuánto vale, pero tiene cierto pudor intelectual y no cree que ‘sirve para todo’”.

Cuando asumió como ministro el 21 de octubre de 1974, Alfredo Gómez Morales siempre se negó a hacer el inventario de la gestión de José Ber Gelbard. Aunque en su intimidad hablaba de la poca austeridad que la había caracterizado. Nunca llegó a tener el poder político para cambiar la situación. Cansado, al final renunció.

A fines de mayo de 1975 las comisiones paritarias (alrededor de 500) habían terminado las discusiones obrero-patronales, fijando los nuevos convenios colectivos de trabajo, entre otras cuestiones, los sueldos. En realidad debían comenzar a regir el 1º de junio, pero todos se negaban a homologarlos (38 % de ajuste) por temor a quedarse cortos con los precios. Tenían razón. Presentían un terremoto. Con el público y decidido apoyo de José López Rega, el lunes 2 de junio arribó Celestino Rodrigo a la Casa Rosada para hacerse cargo de la cartera de Economía. Como avizorando su futuro llegó desde Caballito en subterráneo para asumir como Ministro de Economía.

Los títulos de los diarios con las medidas económicas de Celestino Rodrigo

Dos días más tarde, el miércoles 4 de junio de 1975, con la colaboración técnica de Ricardo Zinn y Pedro Pou, dio a conocer su plan, lo que se conoció como “el rodrigazo”: aumentó la paridad del dólar un 100%; la nafta 175%; electricidad 75% y otras tarifas en igual, o mayor, medida. Las góndolas de los supermercados quedaron vacías debido al acaparamiento de los productos.

Si no hiciéramos esto, dijo Rodrigo, la mejor industria del país sería la importación de máquinas para fabricar papel moneda. Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien”.

En otro momento, como señalando a Gómez Morales y al sindicalismo, afirmó: “Los argentinos no tomamos conciencia de la crisis mundial y seguimos un camino dislocado de irrealismo, continuando con la falsa ilusión enfermiza de prosperidad.”

La ciudadanía quedó paralizada. La primera en reaccionar, ese miércoles a la tarde, fue la diputada nacional por la Fuerza Federalista Popular, María Cristina Guzmán, quien pidió la inmediata presencia del ministro en la Cámara Baja. Antonio Tróccoli, presidente de la bancada radical, y los otros bloques desecharon la moción. Sin embargo, luego de una reunión del Comité Nacional del radicalismo, a la que asistió Ricardo Balbín, el viernes 6 de junio, se da a conocer una declaración en cuyos dos primeros puntos se critica la política económica y en el tercero expresa: “En estas condiciones debemos señalar que no se fortalece la unidad nacional, el gobierno tiende al aislamiento y se abandonan la concertación y el diálogo por las decisiones unilaterales”. En otras palabras, el radicalismo entendía que estaba concluyendo la estrategia del diálogo. El mismo 6, la presidenta María Estela Martínez de Perón anunció un aumento del salario mínimo del 65%: de 2.000 pesos nuevos, ascendió a 3.300.

Alberto Rocamora, Ricardo Balbín, Isabel Perón y Juan Alberto Vignes en Olivos

Los once días que mediaron entre el jueves 5 de junio (en que se da a conocer el plan) y el lunes 16 (día del encuentro Perón-Balbín) fueron febriles, con la dirigencia sindical rechazando las medidas y la temperatura política en aumento. Además, varios de los actores principales estaban fuera del escenario. Los sindicalistas Lorenzo Miguel y Casildo Herreras habían viajado a Ginebra para participar en las reuniones de la Organización Internacional del Trabajo.

Tal como lo había hecho en enero, el miércoles 11 de junio de 1975, López Rega tomó distancia viajando a Río de Janeiro, con la excusa de estar mal de salud: “La emoción me hace subir el azúcar y el azúcar me está terminando la vida, pero con todo gusto lo haría las 24 horas del día, si supiera siempre que esto sería una forma de expresar al país. Señores, las conversaciones, los versos y las guitarreadas ya no caminan más.”

El líder sindical Lorenzo Miguel (NA)

El lunes 16 de junio por la tarde, en Olivos, la presidenta Isabel Martínez de Perón se entrevistó con Ricardo Balbín, con las presencias de Alberto Rocamora y el canciller Juan Alberto Vignes, a cargo de la firma del ministro López Rega. La cita duró casi dos horas, en las que el jefe radical expuso casi sin encontrar respuestas de la dueña de casa. Repasó los temas que creía importantes, a saber: la política universitaria, el papel dirigista de la Secretaría de Prensa y Difusión, el drama de la intervención del brigadier (R) Raúl Lacabanne en Córdoba y, sin nombrarlo, las actividades de López Rega, “El microclima”, como denominó Balbín al espacio de incondicionales que se había creado alrededor de la presidenta. Meses más tarde se hablaría de “entorno”.

Con respecto al microclima, luego trascendió que, en un momento, el canciller Vignes le dijo al visitante que su visión era “muy pesimista”.

—Su opinión no es la mía... vea, por respeto a la señora no me levanto y me voy - respondió Balbín.

—A la presidenta la aplauden en la calle... - comentó Vignes.

—Sí, los trescientos que le juntan todos los días cuando sale de la Casa de Gobierno. Pero llévela al cine y que vea si la aplauden cuando aparece en los noticiarios.

Durante la conversación, Balbín observó que la Presidente no respondía. Lo hacían los ministros del Interior o el canciller. “El diálogo sin respuesta no tiene sentido. Señora, si no hay cambios, me resultará muy difícil volver”. Dicho esto se retiró.

El 17 de junio, el título de La Razón fue: “Se generaliza el 45 %. En otras palabras, el gobierno se negó a otorgar aumentos más arriba de éste índice (muchos superaban el 70 %). La UOCRA con Rogelio Papagno a la cabeza marchó sobre la Plaza de Mayo. Lo mismo hizo el 24 la Unión Obrera Metalúrgica con Lorenzo Miguel quien salió al balcón con Isabel de Perón. Luego, Miguel partió a Suiza. Celestino Rodrigo se mostró inflexible a las presiones de la dirigencia sindical. Desde Ginebra, Miguel dijo telefónicamente “evidentemente hay quienes quieren hacer equivocar a la señora presidente”.

En junio el costo de la vida se elevó a 21 por ciento y en julio el treinta y cinco.

El viernes 20 de junio, López Rega retornó a la escena oficial. La Presidenta va a Aeroparque para darle la bienvenida y por la tarde le organizó un té en Olivos con todos los ministros. Según las crónicas de la época, el ministro de Bienestar Social, dijo: “Mi salud está bien. He retornado con ánimo y fuerza renovadora para darles duro a quienes no quieren colaborar con la Patria; y a los que tengan la cabeza dura les vamos a encontrar una maza adecuada a su dureza: el quebracho de la Argentina es muy bueno”.

El lunes 23, López Rega se reintegró a sus funciones. Como era ministro de Bienestar Social y secretario privado (coordinador del gabinete) fue citando a los distintos ministros para que le rindieran informes de sus áreas.

El viernes 27 de junio, columnas obreras llenan Plaza de Mayo reclamando por los aumentos salariales, con fuertes críticas a López Rega, el centro de todos los insultos.

“A mediodía, la Casa Rosada queda al cuidado de la Casa Militar. La señora de Perón se va a almorzar con José López Rega a Olivos. La plaza comienza a llenarse de gente, sus cánticos eran agresivos, pero a nadie se le ocurrió acercarse a la Casa Rosada para entrar o golpear sus puertas”. Según me contó el capitán de navío Martínez, “en esas horas, desde la residencia presidencial, me llama López Rega. Estaba con la Presidenta al lado, se podía escuchar su voz”:

—¿Qué tal? ¿Cómo esta todo por allí? - me preguntó

—Mire, acá hay mucha gente y las opiniones están divididas.

—¿Están divididas?

—Sí, la mitad de la plaza lo putea a usted y la otra mitad a (Celestino) Rodrigo”.

Al caer la tarde, cuando se acallaron las consignas “Isabel coraje, al brujo dale el raje”, Adalberto Wimer, en reemplazo de Casildo Herreras, entró encabezando la delegación sindical en Olivos a conversar con la Presidenta. Luego de escuchar las exigencias sindicales, Isabel Perón, en una audiencia televisada en directo a todo el país para amedrentarlos, respondió: “Muy bien señores. Como yo tengo mi opinión formada, ruego que regresen a sus gremios, llevando la seguridad de que el problema queda en mis manos exclusivamente y que, mañana, daré a conocer mi respuesta a todo el país. Eso es todo”.

Isabel Perón y parte de su gabinete en la Casa de Gobierno

La respuesta como lo había prometido vino al día siguiente, sábado 28, con un discurso televisado en cadena, al que las fuentes adjudicaron su autoría a Julio González. Se la veía al lado de José López Rega y Raúl Lastiri, cansada y nerviosa: “La producción nacional ha decaído. La especulación pareciera no tener límites... durante 18 años de exilio desfilaron ante el general Perón muchos miles de personas de todos los sectores políticos y gremiales del país. Uno de los argumentos más escuchados fue ‘mi general, si usted retorna solucionaremos las dificultades económicas del país trabajando gratis una hora más por día para ayudarlo’ “.

Al despedirse de la tele audiencia dejó caer una disyuntiva: “Medite el pueblo argentino, serene su pensamiento y luego decida, si toma una vez más el camino de la liberación nacional que lo lleve indefectiblemente al destino de grandeza que merece”.

En medio del reclamo sindical y el rechazo del plan económico, con el fin de “facilitar la tarea de la señora presidente”, el gabinete en pleno presentó la renuncia.

José López Rega quedaba como Secretario Privado (luego se explicitó que lo reemplazaba Julio Carlos González). En su lugar, en Bienestar Social fue designado Carlos Villone, y se confirmaba a Celestino Rodrigo, Cecilio Conditti (Trabajo), Oscar Ivanisevich (Educación) y Juan Alberto Vignes (RREE). Antonio J. Benítez juró en la cartera de Interior; Ernesto Corvalán Nanclares la de Justicia y Jorge Garrido en Defensa.

Como si no hubiera ocurrido nada, Celestino Rodrigo (Economía) continuaba defendiendo su plan a través de una cruda radiografía de la situación, destacando que había desaparecido la inversión productiva y que no había inversión privada, resaltando que las empresas extranjeras estaban analizando abandonar la Argentina.

Celestino Rodrigo viajando en el subte

La polémica se trasladó al Parlamento aquella primera semana de julio. La Cámara de Diputados interpeló al gabinete económico, ante el silencio de la bancada oficialista. Fueron maratónicas sesiones de más de 12 horas.

A las 23.20 del viernes 4 de julio, el presidente del bloque justicialista, Ferdinando Pedrini, dijo: “En estos momentos se ha decretado un paro general por 48 horas”. Mientras el ministro de Economía, Celestino Rodrigo, se levantaba de la sesión para atender la crisis que se avecinaba, Pedrini les recriminó a los diputados que querían seguir interpelándolo: “Déjenlo que se vaya. ¿Para qué seguir pegándole?”.

Era la primera vez en treinta años que el sindicalismo peronista le hacía un paro a un gobierno de origen peronista. La respuesta del gobierno no se hizo esperar. Desandando el camino, en la madrugada del martes 8, el ministro de Trabajo, Cecilio Conditti, ratificó las paritarias sin topes y derogó el decreto que previamente las había anulado. Como gesto, la central sindical dispuso que “a efectos de contribuir al fortalecimiento de la economía nacional y particularmente brindar una solución al problema salarial de los trabajadores del sector estatal, proceder a donar al Estado el jornal de un día al mes”. Como era de prever, el ofrecimiento no se llevó a cabo.

El 17 de julio, Celestino Rodrigo renunció, poniendo fin a sus 49 días de gestión en el Ministerio de Economía. Previo interinato de Corvalán Nanclares, el 22 juró Pedro Bonani, un ex funcionario de Perón en su primer y segundo período presidencial, vinculado al sector financiero, alejado de la política en los últimos veinte años. Sólo duraría 21 días. Lo sucedió, interinamente, Corvalán Nanclares, a la espera del arribo de Antonio Cafiero, que en esos momentos se desempeñaba como representante ante el Mercado Común Europeo, en Bruselas.

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