“Altamente entrenados y altamente motivados”. Así definía a los combatientes argentinos, quien fuera en 1982 ministro de la Marina de los EE.UU., John Lehmann.
— ¿Cómo viviste tu bautismo de fuego?, — le pregunto al soldado artillero Pablo Stella.
Me sorprende su respuesta.
— Muy divertido. Fue un espectáculo más que interesante. Cuando salgo del refugio, veo pasar misiles a pocos metros, aviones, fuego antiaéreo, deflagraciones. Un panorama infernal.
— ¿Divertido? Ni miedo, ni angustia...
— En Malvinas hubo tantas guerras como soldados. La mía la vivi así. El combate fue la parte que me dio menos problemas, lo más entretenido, divertido, interesante. Me hacía dar cuenta que estaba allí por una razón.
El conscripto Stella tenía 19 años e integraba la dotación de la Batería A de la 3ra Sección del GADA 601. Su posición estaba al sureste de Puerto Argentino. Le pido que me defina su misión.
— Negarle el espacio aéreo al enemigo. Derribar aviones no era un objetivo, sino la consecuencia de ello. Y es una misión tan rápida, tan fulminante. Es un relámpago. En cinco minutos de combate se sublima toda la actividad de un par de días.
— ¿Y el instinto de autoconservación?
— Te olvidas de él, de tu propia protección. Yo había leído mucho de la Segunda Guerra Mundial, pero era un estudiante secundario más, no tenía esa devoción, ese sentido de Patria, que puede tener un militar profesional, que recibió una formación en tal sentido.
— A vos te llevaron a la guerra...
— Me llevaron, sí, pero lo notable, es que una vez ahí, uno aprende un montón de cosas y empieza a querer a la Patria de una manera diferente.
— ¿Cómo es eso?
— Aprendí a estar dispuesto a defenderla hasta perder la vida. Eso lo aprendí en la guerra. Fue cuando me di cuenta que eso mismo había sido hecho por otros antes que yo, en otras circunstancias y lugares. Ellos habían hecho a la Argentina grande, y yo no podía ser menos.
— Y gozabas haciéndolo.
— Me gustaba la parte de la acción, realmente me apasionaba. No me daba pánico, ni mucho menos. De hecho, el 13 de junio estábamos recibiendo fuego de artillería terrestre y naval en forma cruzada sobre nuestra posición. Con un camarada, nos encontrábamos bombeando combustible para los radares, que seguían operando y veíamos pasar la munición, parados sobre varios miles de litros de Famitol, es decir de nafta super del Ejército, totalmente absortos ante el espectáculo y despreocupados del riesgo. Tuvo que venir el jefe de Sección a obligarnos que tomáramos cubierta.
— Hubo polémica sobre cuantos Harrier fueron derribados el 1 de Mayo.
— Lo importante es que los británicos encararon el 1 de Mayo como una excursión y tuvieron que pagar un costo muy elevado por ella. La prueba está en que después de ese día cambiaron diametralmente su forma de operar, nunca más se animaron a ese tipo de operaciones masivas, dentro de la cota de baja altura, que era la zona de defensa específica que nos había sido confiada.
— Y nunca pudieron destruir la pista.
— Ni alcanzar ningún otro objetivo rentable. Por lo menos hasta los primeros días de junio, cuando lograron cablear y poner en servicio bombas guiadas por láser. Recién ahí pudieron tener un poco más de precisión para lanzar desde fuera del envolvente de nuestras armas, que era entre 4000 metros y los 6250 del alcance de nuestro misil Roland.
— Se dice que sólo teníamos armas obsoletas.
— El sistema de armas de defensa aérea que tenía nuestro ejército en Malvinas era de los más moderno que existía en material de defensa de tubos del mundo, con excepción de los EEUU. Nuestras armas eran más modernas que los sistemas que poseían lo aviones enemigos para neutralizarlas. Por eso no tenían manera de penetrar nuestro envolvente, sin ser alcanzadas por la formidable, enorme potencia de fuego que poseían los cañones de 35 mmm, guiados por esa maravilla de la época que era el director de tiro Sky Guard. Era lo más moderno.
— Hasta el 3 de junio, en que cayeron los artilleros Dachary, Diarte, Blanco y Lamas.
— Ese día los Vulcan cumplieron su misión. Nuestros hombres le plantearon al misil enemigo el combate que debían, pero no pudieron eliminarlo. Cumplieron su misión hasta el último momento. Ellos sabían positivamente que el enemigo estaba en las corridas buscando nuestro radar, no fue un blanco de oportunidad. El Vulcan ya venía con los misiles cargados, sintonizados en la banda que se pretendía ubicar. Por eso tiran los misiles en la banda del radar Cardion Alert MKII I/O del Ejército Argentino y otros misiles en la banda de nuestros directores de tiro, que es mucho más corta. El director de tiro avisa a los operadores, que ha sido lanzado un misil antiradar. Pero confiando en su altísimo entrenamiento de defensa aérea, nuestros artilleros intentan batir ese blanco. Y no se pudo.
— Tenían la oportunidad de escapar, y no lo hicieron.
— Sí. De hecho, en otras unidades, al prenderse esa alarma, los operadores salían y buscaban cubierta, por las dudas, pero estos cuatro siguieron combatiendo, a pesar de que sabían que el misil se dirigía a ellos. Tenían tiempo para abandonar el director de tiro y no lo hicieron, porque eran conscientes que nuestra misión no era esconderse. Y pasaron a la Historia de manera legendaria.
El conscripto Pablo Stella no sólo aprendió a amar a la Patria en Malvinas. Después de la guerra volvió al Ejército para formarse adecuadamente con el fin de defenderla. Hoy es subteniente de reserva.
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