Entre los vagones de un viejo museo ferroviario en el límite entre Haedo y Morón, un auto bordea un paredón blanco que nadie pensaría lleva a alguna parte. Recién al llegar al final del muro se divisa la primera barrera y un puesto de guardia. Se avanza bordeando las vías del tren Sarmiento y a los pocos metros un nuevo control hace preguntas, justo antes de llegar al lugar donde la Asociación Argentina de Recreadores de la Segunda Guerra Mundial tiene su búnker.
La memoria es la mejor forma de no repetir los errores y la historia, como la memoria del mundo, la única capaz de garantizarlo. Es en parte por eso que en 2014 un grupo de coleccionistas de militaria empezó a darle forma a una idea que cruzaba la investigación, el conocimiento y la estética de un mundo que ya no existe, pero que todavía está ahí. El de las guerras del pasado.
“En mi caso cuando era muy joven me interesó el tema bélico, el tema histórico. En ese momento, los años ‘70, Vietnam no era tan importante para nosotros pero sí lo era la Segunda Guerra y yo con 15 años empecé a estudiar el tema. Los más jóvenes creo que tuvieron otros disparadores, la película Rescatando al soldado Ryan o la serie Band of brothers, eso es lo que a ellos les generó la necesidad de empezar a investigar”, le explica Flavio Bertini, uno de los referentes, a Infobae, sobre los orígenes de este grupo que tiene miembros que van de los 14 a los 75 años.
Son arquitectos, vendedores de diarios, estudiantes del profesorado de historia, de criminología, farmacéuticos o desocupados. Argentinos con raíces eslavas, españolas, ucranianas, entre otras, compartiendo un interés que entrecruza la pasión, la rigurosidad histórica y la investigación. Su misión es contar la guerra a partir de un par de botas, una chaqueta, antiparras, un entramado poco común, charreteras, cantimploras, el dedo en que llevan puesto el anillo o un paquete de cigarros. Lejos están de promover reivindicaciones bélicas o de incentivar apologías de guerras. Se entrenaron en responder estos cuestionamientos: su propósito es enseñar la importancia de las guerras en el devenir de la historia.
“El recreador lo que hace es mostrarte la historia viva de un período de la humanidad. Nosotros nos especializamos en Segunda Guerra Mundial, pero también recreamos Malvinas y Vietnam”, dice Flavio, aunque también es verdad que el interés histórico no es el único que mueve a los recreadores. A muchos de ellos los acompañan también sus historias personales.
En su lecho de muerte el abuelo de Arnoldo Ibáñez le confesó a su esposa que había peleado como divisionario español para el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. “Mi abuelo quemó todo: pasaporte, uniforme, chapa de identificación y escapó. Sólo quedó una foto de él como soldado y es con esa foto con la que yo confeccioné mi uniforme”, cuenta Arnol, que tenía apenas seis años cuando su abuelo murió.
Matías Nicolás Kaczor es también el Teniente aliado norteamericano, Matt Baker. De parte de su papá su familia es ucraniana y por eso, dice, creció escuchando historias de guerra. Su tío abuelo fue prisionero en Auschwitz Birkenau, el campo de exterminio más grande del nazismo, al que llegó con sólo 16 años, tras ser capturado por la Gestapo (policía secreta alemana) por contrabandear libros. Actualmente, varios de sus primos segundos, combaten en suelo ucraniano.
El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania también impactó en el mundo de los recreadores. “En Europa, que están mucho más cerca de lo que está ocurriendo, se suspendieron un montón de recreaciones. En algunos momentos en los que se recrea o se caracteriza al ejército soviético, hoy por hoy no está tan bien visto. La gente que ve el evento está más sensible”, comparte Flavio.
“Me parece que la gente es la que va sintiendo cosas e indudablemente te va diciendo ‘esto sí’ y ‘esto no’. Es un momento para cuidarse, para estar atentos, principalmente porque hay gente que la está pasando muy mal”, agrega, con la conciencia de que la recreación tiene mucho de sensibilidad y que los temas que tocan, duelen.
Es por eso, en parte, que el grupo tomó hace ya tiempo una decisión a pesar de la verdad histórica: tapar las cruces esvásticas. “Esta todo censurado por una decisión grupal, el fin de la Asociación no es politizar, aunque sea históricamente correcto mostrar el uniforme en su totalidad, elegimos no mostrarlo porque podría ofender a alguien”, explica Santiago Parisi, en la piel de Wolfgang Wehner, un subsargento alemán de la guerra temprana.
Los recreadores, además, tienen presente y son muy cautelosos respecto de las consultas que les llegan acerca de sus uniformes. Saben que esta información, en manos equivocadas, podría ser perjudicial, por ejemplo en el caso de llegar a grupos que promueven o reivindican movimientos fascistas. En Argentina, la ley N°23.592 sobre actos discriminatorios decreta en su artículo tercero la pena de un mes a tres años de prisión para quien participe de una organización o realice propaganda de ideas de superioridad racial. Divulgar o vender este tipo de simbología, podría considerarse que infringe la ley.
Esta semana el grupo estuvo pintando una caseta de guardia alemana. No la hicieron para ellos, la construyeron porque el próximo 13 de agosto estarán en una exposición en La Rural y piensan en que la gente pueda sacarse una foto. A pesar de esto la estructura, los materiales, la pintura, el diseño y los colores, responden a una verdad histórica infranqueable que ellos ya hicieron parte de su rutina.
“Una vez recreamos una foto del conflicto de Malvinas y era tan realista que la terminamos encontrando circulando en grupos de veteranos, como si realmente la imagen hubiera sido sacada en 1982″, cuenta Flavio, que lleva como alterego el nombre de Conrad Berter, un soldado alemán.
Los uniformes, los accesorios, las telas, las medallas, las armas, se buscan en tiendas virtuales, ferias y casas de resagos militares, con ojos de historiador. Lo que no se consigue se fabrica, se construye, se confecciona, un trabajo de artesanía a cargo de cada integrante del grupo, que luego someterá la pieza a la evaluación de sus compañeros. Los que pueden darse el lujo, compran piezas originales. La recreación es un gusto caro.
“Este casco estuvo en la guerra en Europa. Lo conseguí de forma excepcional, fue porque un coleccionista argentino un día decidió abocarse únicamente a cascos argentinos y se deshizo de todo el resto de su colección. Se dio entonces que yo pude hacerme de este”, cuenta Jorge Velásquez, ya dentro de los borceguíes de George Miller, uno de los Rangers norteamericanos que actuaron el 6 de junio de 1944 en las playas de Normandía.
En otros casos las piezas les llegaron heredadas y caben en un bolsillo, como en el caso de Alejandro Longobardi, que del mueble personal de su abuelo, piloto de la Fuerza Aérea italiana durante la guerra, sacó una “multiherramienta”, antecedente de la navaja suiza. De lo que a simple vista parece un mango de madera virgen, el recreador saca un picahielos y varias hojas de acero, que hoy son parte de su caracterización. “Para mí es el recuerdo de alguien a quien yo quería mucho”, comparte.
Los recreadores no sólo participan de exposiciones y muestras. Este domingo, 29 de mayo, por ejemplo, viajarán hasta un campo en Ingeniero Alan, cerca de Berazategui, para una sesión fotográfica. A eso se suman experiencias alejadas de los flashes, las miradas y las preguntas históricas, como irse a acampar o a escalar caracterizados. Se llevan carpas de la época, uniformes y lo hacen simplemente por el gusto de pasar el día en la piel de un soldado, de mirar el horizonte bonaerense pensando que se trata del frente de Vorónezh y aprender.
“Agregar al trekking el uso de indumentaria de hace 80 años a veces suma dificultad, pero también te enseña por ejemplo cómo se humedece el paño de lana con la nieve o que las polainas son útiles. Está bueno conocer cómo se enfrenta el uniforme a las adversidades”, cuenta Leonardo Arko, que al igual que muchos de sus compañeros, siente que convirtió el hobbie de la recreación en una responsabilidad. “Ahora siento que enseñamos historia y de alguna forma estamos obligados a enseñarla bien”, dice.
Durante sus incursiones en exteriores, en caso de cruzarse con algún civil a destiempo que los saque con una mirada de extrañeza de 1945 y los traiga de vuelta y sin escalas al 2022; la respuesta es siempre la misma: “Estamos filmando un documental”.
Los recreadores argentinos
Fotos Alejandra Leston
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