La Artillería Antiaérea en Malvinas: estallidos ensordecedores, Sea Harriers en llamas y héroes caídos

La cronología y los dramáticos relatos del bautismo de fuego de los artilleros del Ejército en Puerto Argentino. Los bombardeos británicos sobre el aeropuerto, el ataque a los aviones enemigos y cómo fue vivir en Alerta Roja permanente

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Director de tiro Skyguard que, después, fue alcanzado por un misil anti-radiación. En la foto, se ven el teniente Dachary, el sargento primero Blanco y los soldados Diarte y Llamas, fallecidos en esa acción
Director de tiro Skyguard que, después, fue alcanzado por un misil anti-radiación. En la foto, se ven el teniente Dachary, el sargento primero Blanco y los soldados Diarte y Llamas, fallecidos en esa acción

Con el paso del tiempo, los hechos heroicos y los puros sentimientos, que son el motor de las proezas, parecen desvanecerse en la neblina del olvido o en la frialdad de los textos históricos… Pero, gracias a la generosidad de los Veteranos de Guerra que comparten sus vivencias, podemos hoy tender puentes que mantienen viva la memoria de una causa que como Nación nos une.

1 de mayo. Noche cerrada, frío intenso, viento leve pero gélido, oscuridad total. Pozo de zorro del perímetro defensivo detrás de la torre de control del Aeropuerto de Malvinas: el cabo Horacio Martínez junto a un soldado cubren el supuestamente rutinario turno de guardia.

04:30 h. Comienzan a escuchar un sonido cada vez más intenso que va acercándose. Lo identifican inicialmente como la ya habitual aproximación de un avión Hércules a la pista. Pero Martínez sabe (porque así ha sido instruido) que en la guerra no hay rutina y poco o nada es habitual. Por eso, se mantiene atento a la vez que, con palabras calmas, tranquiliza al soldado. De repente, el cielo se ilumina y un estallido ensordecedor parece rajar la tierra. El piso todo tiembla y, a continuación, otras tantas explosiones van configurando a su paso un camino de fuego, estruendo, turba y barro en toda la zona del aeropuerto.

La adrenalina fluye en cada uno de los combatientes. Martínez también puede sentirla y, a pesar de los estruendos, la confusión inicial y las llamas, observa cómo cada artillero corre a su puesto de combate.

Lo que esa noche Martínez no sabía era que, ya desde el 30 de abril, el grueso de la fuerza de tareas inglesa se había reunido a unos 400 kilómetros al noreste de Puerto Argentino y que su comandante, el vicealmirante Sandy Woodward, ubicado en el HMS Hermes, buque insignia de la flota, tenía órdenes de iniciar el ataque al día siguiente, en el marco de la Operación Corporate.

Por su parte, en las Islas, a órdenes del teniente coronel Héctor Lubín Arias, el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 (GADA 601), reforzado con personal y medios del GADA Mixto 602 y la Ba “B” del GADA 101, se encontraba desplegado en la zona de Puerto Argentino, proporcionando una eficaz cobertura al aeropuerto, a las instalaciones logísticas, a los puestos de comando y comunicaciones, a la artillería de campaña y a las unidades de infantería emplazadas en el perímetro defensivo.

Estaba presente también en las Islas y con idéntica misión la artillería antiaérea de la Fuerza Aérea y de la Armada Argentina. Es por ello que, en Puerto Argentino, se constituyó el Centro de Información y Control (CIC), que dirigió la mayoría de los ataques de la Fuerza Aérea y operaciones de búsqueda y salvamento, proporcionó ayudas de aeronavegación, coordinó las acciones de las armas y radares antiaéreos, y monitoreó todas las operaciones.

Desde este CIC se impartieron, para todos los sistemas de armas, claras y precisas reglas de empeñamiento (ROE), que aseguraban que el fuego se ejecutase solo contra las aeronaves identificadas como hostiles y hacían, además, que se respetara rigurosamente el Derecho Internacional Humanitario, tanto de las tropas enemigas como de la población local, hecho que, al día de hoy, es reconocido por las Fuerzas Armadas británicas y la Cruz Roja Internacional.

Sistema de misiles Roland del GADA Mix 602.
Sistema de misiles Roland del GADA Mix 602.

Lejos de lo que se cree, la mayoría de las armas antiaéreas del Ejército representaban el máximo estado del arte para la época por su modernidad y calidad. Esto, sumado al alto nivel de instrucción y profesionalismo de sus oficiales, suboficiales y soldados, permitió que, en poco tiempo, se consolidaran como un eficaz y letal sistema.

Ese 1 de mayo a las 04:30, el sonido que Martínez escuchó desde su puesto era el avión Vulcan XM 607, que había despegado de la isla Ascensión y lanzó 21 bombas de 1.000 libras cada una sobre la península del aeropuerto de Puerto Argentino. A pesar de haber sido detectado por nuestros radares de vigilancia aérea, el Vulcan descargó sus armas desde gran altura. Fueron afectadas principalmente las instalaciones logísticas; pero solo se produjeron daños menores en la pista, que continuó operable.

06:30 h. Amanece en cercanías del aeropuerto. Frío tremendo y, ahora, una persistente y gélida llovizna penetra hasta los huesos de los artilleros antiaéreos que, en sus puestos de combate, están alertas escudriñando el cielo y el horizonte.

En Sapper Hill, 6 km al SO de Puerto Argentino, el sargento primero Jorge Zelaya, que se desempeña como apuntador óptico, repasa una vez más los procedimientos de adquisición y disparo dentro de su puesto de tiro de misil Roland. Su sección se encuentra brindando protección antiaérea al radar de vigilancia. Bajo el estado de Alerta Roja, está atento a la pantalla tratando de visualizar cualquier aeronave en actitud de ataque.

Ya ha superado la frustración inicial de no haber podido combatir esa incursión del Vulcan que atacó el aeropuerto durante la madrugada porque las bombas fueron lanzadas lejos del alcance de sus misiles. Pero también experimenta los nervios lógicos y las ansias de quien se preparó toda su vida para entrar en combate y sabe que ello ocurrirá de un momento a otro. No obstante, gracias a su profunda y detallada instrucción en las técnicas de operación del material, logra controlarse y mantenerse enfocado.

07:35 h. Martínez, que continúa en su puesto, observa pequeños puntos a ras del mar que, a gran velocidad, se aproximan desde el NO al aeropuerto de Puerto Argentino. Esta vez, el incursor está a punto de entrar dentro del alcance de nuestros sistemas de armas y Martínez piensa: “Ahora es nuestro momento”. Efectivamente, el enemigo pronto sabrá que es el momento de la Artillería de Defensa Aérea Argentina.

Los cañones Oerlikon, siguiendo en forma automática las órdenes de los directores de tiro Skyguard, giran bruscamente hacia esa dirección, y hacen lo propio los tubos lanzadores de los misiles que están defendiendo el aeropuerto: el blanco está adquirido; pocas posibilidades tiene de superar ese aluvión de fuego y metralla que está a punto de desencadenarse. Ahora, lo que Martínez escucha es el agitado tableteo del cañón antiaéreo mezclado con el estruendo de la salida del misil, y observa trazos lumínicos y zigzagueantes estelas que buscan neutralizar el ataque aéreo enemigo. El primer Sea Harrier es derribado: estalla en llamas y se precipita al mar en pequeños fragmentos. Dos aviones escoltas son también alcanzados por los cañones y se alejan dejando tras de sí una espesa columna de humo negro. El alma de Martínez grita: “¡Viva la Patria!”.

Sistema Oerlikon Contraves perteneciente al GADA 601.
Sistema Oerlikon Contraves perteneciente al GADA 601.

07:45 h. Desde Sapper Hill, se observa el ataque aéreo sobre el aeropuerto. El operador de radar detecta un eco que se aproxima a su posición. El corazón de Zelaya aumenta notablemente sus latidos porque no tiene dudas de que, frente a sus ojos, aparece uno de los Sea Harrier que acababa de descargar sus bombas y había evadido (hasta el momento) el fuego antiaéreo. Sus músculos se tensan para permitirle actuar con rapidez y precisión: dos cualidades indispensables para combatir a un avión que se aproxima a 300 metros por segundo.

La aeronave enemiga vuela al ras del suelo imposibilitando ser adquirida por el radar del puesto de tiro Roland. El jefe de Pieza, entonces, pasa el control al apuntador óptico, que debe realizar el seguimiento del blanco en una pantalla mediante un joystick.

Zelaya lo tiene ya adquirido; sabe que no se le escapará y, una vez en alcance, aprieta el pedal de disparo. Ruido. La cabina tiembla notablemente; la pantalla se nubla por el fuego y el humo del misil que sale. Por menos de un segundo, pierde de vista el blanco; pero sabe que debe esperar, mantener la puntería en la misma dirección… Hasta que al fin la pantalla se aclara y ¡ahí está nuevamente!

Ahora son la destreza y la decisión de Zelaya contra la capacidad de giro de la aeronave y la pericia del piloto enemigo. El avión comienza a realizar maniobras evasivas; pero el misil sigue cada una de ellas respondiendo a los precisos movimientos desde el puesto de tiro. Finalmente impacta sobre el lateral derecho del Sea Harrier, que cae en llamas cerca de la costa.

Estas acciones de pronta y certera respuesta (que marcan la primera apertura de fuego para repeler un ataque inglés) demostraron que no resultaría fácil alcanzar el objetivo de destruir la pista de aterrizaje. Y así fue que la defensa aérea se tornó un blanco de alta prioridad para el comandante británico.

Es por eso que, diariamente, las posiciones antiaéreas recibieron fuego naval, y el empleo de los Harrier quedó limitado a misiones de reconocimiento y eventuales bombardeos fuera del alcance de nuestros cañones, con una consecuente y notoria pérdida de efectividad.

Esto requería estar en Alerta Roja casi permanentemente. No había descanso ni tampoco protección, ya que las cabinas de operación de radares y directores de tiro no tenían ningún blindaje.

La misión de la artillería antiaérea se centra en la protección de los objetivos materiales y el despliegue de los medios de la fuerza terrestre. Esta finalidad se cumplió acabadamente al mantener operativo el aeródromo de Puerto Argentino (entre otros objetivos), y fue lograda con un alto grado de efectividad que se tradujo en siete derribos comprobados:

1 Mayo, Sapper Hill: un Sea Harrier (Mat: XZ452) derribado por un misil Roland

1 Mayo, Puerto Argentino: un Sea Harrier (Mat: XZ453) derribado por un cañón 35 mm

4 Mayo, Goose Green: un Sea Harrier (Mat: XZ450) derribado por un cañón 35 mm

27 Mayo, Goose Green: un Harrier (Mat: XZ988) derribado por un cañón 35 mm

29 Mayo, Puerto Argentino: un Sea Harrier (Mat: ZA174) derribado por un cañón 35 mm

30 Mayo, Monte Kent: un Harrier (Mat: XZ463) derribado por cañón 35 mm

1 Junio, Puerto Argentino: un Sea Harrier (Mat: XZ456) derribado por un misil Roland

Parte del fuselaje y cola del Sea Harrier derribado.
Parte del fuselaje y cola del Sea Harrier derribado.

Los Martínez y los Zelaya relatan con emoción sus vivencias y experiencias de combate, pero también con un dejo de tristeza y nostalgia, pues muchos de los valientes que lucharon con estoicismo junto a ellos hoy no están, y sus cuerpos descansan en Malvinas, en la turba del cementerio de Darwin:

* Soldado Ricardo M. Gurrieri: fallecido el 25 de mayo de 1982 a causa del estallido de una bomba de 500 libras con espoleta de retardo que había lanzado un avión inglés y que se encontraba en el lugar sin detonar.

* Teniente Alejandro Dachary, sargento primero René Pascual Blanco, soldado Oscar Daniel Diarte y soldado Jorge Llamas: fallecidos el 6 de junio de 1982 por el impacto de un misil anti-radiación (tipo Shrike), atraído por la emisión magnética del director de tiro Skyguard.

* Soldado Diego Belinzona, soldado Claudio Romero y soldado Marcelo Planes: fallecidos el 13 de junio de 1982 alcanzados por el fuego de la artillería inglesa.

* Cabo Adrián Bustos: fallecido el 10 de mayo de 1982 en el hundimiento del Buque ARA Isla de los Estados en el estrecho de San Carlos (único que no se encuentra enterrado en Darwin; su cuerpo aún no fue identificado).

Testimonios de acontecimientos extremos, vividos por los protagonistas bajo una situación de combate, como son los de los hoy suboficiales mayores (RE) Veteranos de Guerra de Malvinas Horacio Oscar Martínez y Jorge Zelaya. Tan conmovedores y duraderos que, escritos, se hacen perpetuos en las almas de quienes no los vivenciamos, pero podemos sentirlos como propios. De ese modo, los que regresaron encuentran el regocijo de trasmitir el “ser patriota”, junto con la identificación eterna de quienes quedaron en cuerpo fundidos con la tierra, para ser parte de las Islas, del Continente y de la plataforma submarina que, indiscutiblemente, son suelo argentino.

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