Creó la primera película argumental argentina, se hizo millonario, pero terminó picando entradas de cine

Mario Gallo fue uno de los precursores del cinematógrafo en Argentina, una innovación que causó sensación mundial. Responsable del primer film con argumento realizado en el país en 1909, “La Revolución de Mayo”, tuvo una vida increíble de dinero y poder, pero un triste final en el que sólo buscó sobrevivir. Las sorprendentes anécdotas de las películas que filmó

Mario Gallo había nacido en Italia; era músico, tocaba muy bien el piano y en Buenos Aires, donde decidió radicarse, fue uno de los precursores del cine (Fotografía gentileza Gerardo Gallo Candolo)

“En los tiempos en que me inicié se nos tomaba por locos”, admitió Mario Gallo, ya cuando el olvido y los tiempos de privaciones habían llegado para quedarse. Considerado en buena ley uno de los precursores del cine en nuestro país, había hecho a pulmón, un número importante de películas. Una de ellas es “La Revolución de Mayo”, fue estrenada un día como hoy pero de 1909.

Gallo era un músico nacido el 31 de julio de 1877 en Bisceglie, comuna de Barletta, de región de la Puglia, Italia, Había llegado al país en 1905 como maestro de coro de una compañía de operetas. Cuando sus compañeros emprendieron el regreso a su país, él se quedó.

En los cafetines del centro se ganaba unos pesos tocando el piano, ya que era un eximio ejecutor. De carácter abierto y campechano, se relacionó con el ambiente intelectual y bohemio porteño.

En la familia se especula que, en un viaje que había hecho a Francia, adquirió los conocimientos de fotografía con los célebres hermanos Lumière. Lo cierto es que en Buenos Aires se largó a filmar noticieros y documentales, como el de “Plazas y monumentos de Buenos Aires”, registrando la flamante Plaza del Congreso.

Para afianzar lo que consideraba un negocio floreciente, se asoció con el vizcaíno Julián de Ajuria, un empresario y comentarista de películas con el que fundaron la Sociedad General Cinematográfica Limitada, dedicada a alquilar y distribuir películas extranjeras, junto a documentales y noticieros de producción nacional, que se exhibían en las salas que surgían en la ciudad. “Todas las grandes personalidades desde Mitre posaron para mis noticiarios”, se enorgullecía.

En un comienzo, tenía un pequeño estudio en la calle Cuyo 1171 y luego se mudó a otro en Cangallo 1078.

"La Revolución de Mayo" de Mario Gallo

La primera producción cinematográfica en la ciudad había ocurrido el 18 de julio de 1896 en el Teatro Odeón, ubicado en Esmeralda y Corrientes. Mediante un kinetoscopio, se pasaban cortos de los hermanos Lumière, material que traían Eustaquio Pellicer -quien fundaría la revista Caras y Caretas- y el empresario teatral Francisco Pastor.

Los insumos podían adquirirse en el local que el belga Henri Lepage tenía sobre la calle Bolívar, que trabajaba con el austrohúngaro Max Glücksmann.

Debió soportar las bromas y la incredulidad de sus amigos cuando les contaba de sus proyectos de armar un estudio en serio para producir películas, como las que había visto en Europa.

No se desanimó ya que estaba decidido a vivir de eso. En el negocio atendido por el romano Atilio Lipizzi compró una máquina de proyección y varias películas. Con su coterráneo, que había llegado al país en 1904, se habían hecho amigos cuando se conocieron en un pueblo del interior, donde pasaba películas y Gallo tocaba el piano. Entre ellos hablaban en italiano.

Instaló su estudio en la calle Cangallo y armó su propia empresa cinematográfica, cuando muchos creían que nunca lo lograría

Con el material adquirido, Gallo se fue a Chivilcoy e instaló en el Teatro Español el primer biógrafo que tuvo la ciudad. Al parecer, la idea original era ir a La Plata, pero una huelga en el teatro local lo hizo buscar otro destino.

En ese pueblo bonaerense estuvo tres meses, lo suficiente para adquirir experiencia y dinero para “largarme a mayores empresas”, explicó.

Con Lipizzi se propusieron hacer películas sobre temas históricos. Dijeron que era la forma que tenían para mostrar su agradecimiento al país que los había cobijado. Se les ocurrió hacer una sobre José de San Martín, pero se acobardaron por la magnitud del personaje. “Piú grande”, coincidieron.

Por 1908 con una moderna cámara Pathé, se largaron a filmar. Existe una diferencia sobre cuál fue la primera película con argumento. Para algunos fue “La Revolución de Mayo”, aunque en su momento el propio Gallo aseguró que había sido “El fusilamiento de Dorrego”.

En este trabajo, el catalán Salvador Rosich tuvo el papel del militar fusilado y el actor uruguayo Eliseo Gutiérrez el de Juan Lavalle. Fue filmada en un local de Corrientes y Uruguay y el guión fue escrito por José González Castillo, el padre de Cátulo Castillo. Duraba entre 11 y 12 minutos, y fue proyectada por primera vez el 24 de mayo de 1908.

Fotograma de la película "La Revolución de Mayo", estrenada el 23 de mayo de 1909

Gallo era el hombre orquesta. En todas sus películas, operó la manivela de la filmadora, se ocupó de confeccionar los decorados, del vestuario de los actores e interesaba a empresarios a invertir en el negocio.

El 23 de mayo de 1909 estrenó en el Teatro Ateneo, en Corrientes 699, esquina Maipú, “La Revolución de Mayo”. La sala, una de las más elegantes de la ciudad, había sido inaugurada el 17 de febrero de ese año y en sus primeros años funcionó como cinematógrafo. Sería demolida en 1936 para ensanchar la calle Corrientes.

Sus intérpretes fueron Eliseo Gutiérrez y el chileno César Fiaschi. Eran tiempos en que los artistas, actores de teatro, les parecía increíble cobrar por actuar frente a una cámara fija, sin público presente.

El film se toma ciertas licencias, como la de incluir a José de San Martín en los debates, cuando en realidad el militar llegó al país casi dos años después. Aparecen Cornelio Saavedra y French y Beruti repartiendo las famosas cintas, el famoso reclamo del pueblo que quería saber “qué se trata” y un final con un “Viva la República”.

Las imágenes están acompañados por cuadros de texto que guían al espectador en el relato.

La película dura cinco minutos y es evidente cómo el viento mueve la tela sobre la que se pintó el frente del cabildo o la sala donde ocurrieron los hechos.

Mario Gallo junto a su hijo Carlos, fotografiados en el Jardín Zoológico, por 1925 (Gentileza Gerardo Gallo Candolo)

Las películas sobre evocaciones históricas se sucedieron, ya que eran bien recibidas por los espectadores y la crítica. Cuando filmaron “La batalla de Maipú”, la hicieron en los terrenos donde actualmente se levanta el estadio de River Plate. Para ello, se contrataron a soldados argentinos, que se pusieron en la piel de los granaderos, mientras que residentes españoles interpretaron a los realistas. Al parecer, los extras se tomaron el papel demasiado en serio y la filmación concluyó en una gigantesca trifulca. Gallo terminó en la comisaría dando explicaciones y muchos de esos noveles actores debieron ser hospitalizados. El propio Gallo corrió con todos los gastos.

Tanto en esta película como en “Güemes y sus gauchos”, tuvieron dificultad en hallar actores que supieran montar a caballo. Debieron repetir varias veces en la batalla de Maipú la toma del abrazo de San Martín y O’Higgins, porque se caían de los animales.

Recreó el drama de Camila O’Gorman; filmó “Muerte civil” con el actor italiano Giovanni Grasso; “Bajo el sol de la Pama”, y muchas más. Hizo también dos largometrajes, uno “En buena ley”, estrenada en abril de 1919 e interpretada por Silvia Parodi, Olinda Bozán y Juan Hernández, en la que invirtió 80 mil pesos, una verdadera fortuna para la época. La otra película fue “En un día de gloria”, estrenada en 1922.

Se había casado con María Esther Lobato, con quien tuvo tres hijos. Había amasado una fortuna de la que no le quedó nada. Las fiestas que organizaba para agasajar a sus amigos, el dinero que prestaba y no se preocupaba en reclamar, y un incendio que destruyó su laboratorio, provocado supuestamente por un socio que buscaba cobrar el seguro, lo dejó al borde de la ruina.

Acostumbraba a vestir bien y a cuidar su apariencia, y nunca quiso alejarse de la industria. Sin embargo, muchos de los amigos de antaño no estuvieron para tenderle una mano, y sobrevivía con lo que podía. Se lo veía en las boleterías del cine picando entradas o recorriendo distribuidoras realizando controles, cobrando por día.

Falleció el 8 de mayo de 1945 a los 67 años. Todas sus películas se perdieron, salvo la que evoca la Revolución de Mayo, hallada de casualidad entre pilas de viejas latas de filmes. Fue restaurada y se volvió a proyectar en 2009. El 23 de mayo, la fecha de su estreno en un teatro que hace décadas no existe más, se conmemora el día del cine nacional, en honor a los sueños de ese inmigrante italiano que, a pesar de todo, se la jugó entero por reflejar la vida en imágenes.

* Agradecimiento especial al periodista Gerardo Gallo Candolo, nieto de Mario Gallo, quien facilitó testimonios y documentación de su abuelo.

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