Si hay un tema poco conocido y estudiado es el de la intelectualidad femenina española de comienzos del siglo XVI, es decir, en momentos históricos de enorme trascendencia por tratarse de las décadas posteriores al descubrimiento de América en 1492.
El desconocimiento generalizado sobre las más de trescientas personalidades que descollaron intelectual y académicamente hace cinco siglos acaso obedezca a dos grandes causas, fáciles de comprender. La primera, la vigencia desde hace varias décadas de la Leyenda Negra antihispánica, que, contra los hechos documentados, ha pergeñado un libreto según el cual nada de lo que los pueblos iberoamericanos heredamos de España resultaría digno de ser recordado. La segunda, más reciente, un feminismo pretendidamente hegemónico para el cual, también contra hechos fácilmente acreditables como los que veremos, la mujer sólo habría logrado su emancipación apenas en los últimos lustros. La realidad, como suele ocurrir en tantos aspectos de la vida, suele ser más compleja y admite infinidad de matices.
En general los nombres de Sor Juana Inés de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús son conocidos. Dos religiosas españolas que además brillaron en términos literarios. Lo que permanece aún bajo un cono de sombra (quizás deliberado, por las razones expuestas) es la respuesta a la siguiente pregunta: ¿fueron las nombradas las excepciones a una regla de presunta postergación intelectual de las mujeres españolas de hace cinco siglos? ¿O fueron muchas las mujeres que descollaron en distintas disciplinas?
Una apretada síntesis de algunos de los nombres emblemáticos permite descubrir que ambas religiosas no fueron la excepción sino parte de una pléyade de prestigiosas mujeres que actuaron en muy diversos ámbitos culturales de entonces.
Beatriz Galindo (1465-1535) fue figura cabal del humanismo español. Debido a su facilidad para la gramática sus padres decidieron que fuera alumna en la famosa Universidad de Salamanca, en donde descolló por su dominio del latín, idioma en el que escribía y razón por la cual se la apodó La Latina.
Galindo también manejaba con fluidez el griego, lo que le posibilitó familiarizarse con las obras de Aristóteles. Por su erudición fue llamada a la Corte y llegó a ser maestra de cinco reinas: la propia Isabel I de Castilla, y sus cuatro hijas, Juana (también de Castilla), Catalina que sería luego reina de Inglaterra, e Isabel y María, ambas reinas de Portugal.
Juana de Contreras (1522-1560), dotada de una inteligencia excepcional que le permitió ser políglota, conociendo el latín, el griego, el hebreo, el árabe, entre otras lenguas. Incursionó hábilmente en filosofía, poesía e historia. Su poema Syntra fue luego traducido a varias lenguas.
Cristobalina Fernández de Alarcón (1576-1646), reconocida poetisa, ganadora de numerosas justas y certámenes con sus sonetos, quintillas y poemas. El célebre Lope de Vega la frecuentó y se refería a ella como la “musa antequerana” por ser Antequera su lugar de residencia. Fue parte de toda una generación de mujeres destacadas a las que se conocía como las “puellae doctae”, expresión que traducida del latín al castellano significa “muchachas doctas”.
Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614). Si Hollywood estuviera en España seguramente su vida azarosa e intrépida habría sido llevada a la gran pantalla. No es para menos. Nacida en un hogar aristocrático, vestía sencillamente y su religiosidad impregnaba su vida cotidiana. Al punto que llegó a formar una asociación religiosa con los miembros de la servidumbre del hogar de su tío donde residió por varios años. Parte de su herencia la donó para fundar el Colegio inglés de Lovaina, en la actual Bélgica. Eran años de tensión entre España e Inglaterra, por cuestiones políticas pero con un trasfondo religioso. El Reino Unido había prohibido el culto católico y muchos ingleses huyeron (de ahí la creación de un colegio para sus hijos en la actual Bélgica) y los que decidieron quedarse, o no tenían opción de huir, eran perseguidos y en muchos casos condenados a muerte. En ese contexto, nuestra heroína ingresó clandestinamente a Inglaterra a ayudar a esos fieles perseguidos. Conoció la cárcel y murió en Londres tras una larga enfermedad.
Isabel de Villena (1430-1490) si bien vivió durante el siglo XV la incluimos en esta sintética lista de mujeres que sobresalieron intelectualmente en aquellas épocas. Fue monja de la orden de las clarisas. Escribió Vita Christi (Vida de Cristo), libro de espiritualidad cristiana (de mucha demanda en la época) que por su estilo literario y profundidad doctrinal llegó a ser referencia en los ambientes religiosos de su época. Llegó a ser abadesa del convento donde vivió toda su vida en la ciudad de Valencia. Breve aclaración: no obstante que en la actualidad existen muchas órdenes religiosas femeninas dentro de la Iglesia Católica, en aquella época, de una piedad popular mucho más extendida socialmente, las abadías eran focos no sólo espirituales sino también culturales de gran relevancia. Por tanto, el cargo de abadesa no sólo revestía importancia puertas adentro de la orden de la que se tratara, sino que ostentaba una importancia social que hoy acaso nos resulte difícil de imaginar.
Son solo unos pocos ejemplos de una lista que resulta extensa y que habla a las claras sobre el nivel cultural y educativo de la mujer española al momento del descubrimiento de América, algo inédito en la Europa de entonces. Otro dato claro que viene a refutar prejuicios e ignorancia: la vida religiosa de las consagradas, lejos de cerrar las puertas del conocimiento, claramente fomentaba su más cabal desarrollo. Tantos ejemplos resultan contundentes a este respecto.
Vicente Sierra, en genial síntesis de estas cuestiones, señala en Así se hizo América, que “es verdad que no se procuró de manera especial llevar a la mujer a las altas especulaciones del intelecto en el orden de la cultura, pero tampoco hubo prejuicios que cerraran sus puertas a las altamente dotadas. No se procuró llevar a la mujer a regir el Estado, pero tampoco se prohibió que lo lograra.”
Es cierto. Si hubo un pueblo europeo que no tuvo prejuicios respecto del rol fundamental de la mujer, ese fue el pueblo español. Y eso se notó en otros órdenes de la vida social, más allá de lo cultural. María de Toledo y Ana de Borja ejercieron -cierto que por circunstancias excepcionales- el cargo de virreinas, de Santo Domingo y del Perú, respectivamente. Es decir que no fueron virreinas por ser esposas de un virrey, sino que lo fueron por ejercicio pleno del cargo más importante en América en ese momento. Por otra parte, fue una española, Isabel Barreto, la primera mujer en la historia de la navegación en ostentar el título de Almirante.
No debe olvidarse que lo que suele llamarse Monarquía Española, consolidada luego de siglos por el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, durante los primeros años no se verificó en una fusión gubernamental de ambos reinos, razón por la cual Isabel era reina no por estar casada con Fernando, sino que era la soberana de Castilla y aún casada siguió siendo ella quien gobernaba esa parte de España.
Para finalizar, y en particular relación con América, el citado historiador Vicente Sierra es contundente en una afirmación interesante: “Durante el período hispano se registran más mujeres en altos cargos de Gobierno que durante el período independiente″.
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