Un comercio casi centenario: el tradicional bazar El Mundial de Tres Arroyos, un legado de familia

Norma Prado y Juan Carlos Spinelli son los actuales dueños de este icónico local de artículos de gastronomía, fundado el 18 de mayo de 1929 en la localidad bonaerense. Desde hace 28 años tomaron las riendas del bazar y respetaron, además de su arquitectura, los principios comerciales que les fueron inculcados por generaciones

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El salón del local El
El salón del local El Mundial, en Tres Arroyos (Marcela Vázquez)

Adentro del bazar El Mundial hay olor a madera y a café. Ese aroma de los pisos de pinotea y los estantes que alguna vez pertenecieron al local de Harrod’s de la porteña peatonal Florida se funden con el que sale de los pocillos ingleses que dejó Daniela (una de las chicas que trabajan allí) sobre la mesa. Esta esquina de Chacabuco y 9 de Julio, en Tres Arroyos, tiene una vasta colección de artículos de gastronomía: fuentes, vasos, platos, pavas y ollas de un acero tan inoxidable como la historia del lugar. Todo aquí parece de otro tiempo, hasta el haz de luz que ingresa por las dos puertas vidriadas y los tres ventanales y les da brillo a las copas; y las listas de precios escritas con máquina de escribir.

En la oficina el estilo no cambia: hay cuadros, un reloj antiguo y una foto blanco y negro de la Estanciera que hasta hace poco pertenecía a Juan Carlos Spinelli y Norma Prado, los dueños. Por ahí andan Luciano (el sobrino de Juan Carlos) y Juan Antonio, los dependientes.

Muchos años atrás

La historia del lugar es maravillosa, y habrá que agradecer que todavía continúe escribiéndose. El papá de Norma, Francisco Prado, comenzó a trabajar como cadete desde el día de su inauguración, el 18 de mayo de 1929. Tenía 13 años. El local se fundó cuando uno de los hermanos Urquiza Urdampilleta decidió instalarse en Tres Arroyos y abrir una sucursal de la tienda familiar El Mundial de Bahía Blanca. Después de 26 años, Francisco pudo comprar el fondo de comercio. Ya estaba casado con Leta Durando, la mamá de Norma. “Nosotros vivíamos en una casa a unas cuadras, cuando yo tenía dos años nos vinimos a vivir acá”, cuenta. Y agrega: “Mis padres, para adquirir el fondo de comercio, llegaron a vender muchos de los regalos que habían recibido cuando se casaron”.

Juan Carlos Spinelli y Norma
Juan Carlos Spinelli y Norma Prado, los actuales dueños del bazar El Mundial (Marcela Vázquez)

En ese tiempo, la mercadería llegaba desde Buenos Aires por ferrocarril y en el camino se llenaba de pasto, tierra y todo lo que el tren hallaba a su paso. Las tías, hermanas de su mamá, los ayudaban los sábados y domingos a limpiar cada objeto antes de ponerlo a la venta. “Era un trabajo diferente al que tenemos ahora”, recalca la mujer. “Mis padres, de a poco y como podían, iban juntando el dinero para poder comprar el edificio donde funcionaba el negocio, que aún pertenecía a los anteriores propietarios. Lo que no fue fácil, porque el dueño no se los quería vender”. Mientras tanto, lo alquilaban. No obstante, y para no sacar un crédito que haría comprometer como garantía la casa de sus padres o la de sus suegros, don Prado ahorró durante 10 años, poniendo dinero todos los meses en el Banco Nación. Y finalmente el sueño se cumplió.

La casa donde vivía Norma con sus padres formaba parte del gran inmueble donde funciona el local y estaba construida en forma contigua. Lo que hoy es la oficina era uno de los cuartos de la casa. El actual depósito era un gran patio interno donde crecía una parra y tenían una bomba de agua “a la que había que darle y darle”, recuerda Juan Carlos, esposo de Norma y actual copropietario. “Cuando me portaba mal me mandaban a la bomba”, dice Norma. La arquitectura, sin embargo, fue conservada a lo largo de los años y los mismos vecinos están atentos a que así sea, no quieren que cambien la fachada.

Francisco y Leta Prado, los
Francisco y Leta Prado, los dueños históricos, el 18 de mayo de 2003 (Marcela Vázquez)

La llegada de Juan Carlos Spinelli al bazar El Mundial

El primer empleado de Francisco fue Joaquín Omar Aristemuño. Tenía 14 años cuando arrancó. Era el vecino de enfrente y trabajó hasta que se jubiló. “Lo tenemos muy presente, era una persona muy cariñosa”, dice Norma y agrega: “Acompañó a mis padres hasta sus últimos momentos”.

Juan Carlos Spinelli también fue empleado de don Prado: “Yo terminé 6to grado, porque tengo hasta ahí. Mis padres, a pesar de que no eran de buena posición me preguntaron si quería seguir estudiando y yo les dije que no. Entonces había que trabajar.” Recuerda que un día salió con su mamá al centro para hacer algunas compras. Juan Carlos tenía 12 años en ese entonces. Ambos se pararon en la vidriera de El Mundial: “Acá quiero trabajar”, le dijo a su mamá. Así que entraron a preguntar. “No sé si era para despistar o porque realmente lo necesitaba mi mamá pidió un colador de alambre, y pudimos ver cómo era el bazar por dentro. Hablamos con la que después sería mi suegra, nos pidió que le dejáramos los datos”.

La fachada actual del bazar
La fachada actual del bazar El Mundial, en Tres Arroyos (Marcela Vázquez)

Aristemuño, el empleado del bazar, pronto se iría al servicio militar así que se acercó a la casa de Juan Carlos para decirle que sus patrones querían hablar con él. “Él se fue al servicio militar y yo el 1 de febrero de 1954 empecé a trabajar. Recuerdo que iba de pantalones cortos. En ese tiempo Norma tenía 8 años.” “Juan tenía las piernas largas y flaquitas” dice Norma. Pasados los años a él también le tocó hacer el servicio militar. Lo hizo en Mar del Plata. Se fue a la Marina dos años, estuvo en la escuela de submarinos. “Incluso anduve en el que se hundió”, dice por el ARA San Juan. Antes de partir comenzó el noviazgo con Norma, y la iba a ver a Tres Arroyos todos los fines de semana. En el año 1967 se casaron y sus padres les hicieron un departamento sobre la losa que hoy hace de techo del depósito, antiguo patio. Más tarde, en 1994, Don Francisco formó una SRL donde estaban incluidos los tres, 33% para cada uno. Finalmente, en el año 2006, Don Prado se retiró y quedaron a cargo su hija y su yerno.

A través de los años

En un principio, los viajantes se acercaban al bazar con muestras de la mercadería que ofrecían. Llegaban a Tres Arroyos en tren y desde la estación los llevaba un mateo. “Por ahí en una valija traían 80 tacitas distintas”, recuerda Juan Carlos y agrega: “estaremos hablando de la época de los 60″. A partir de allí se hacía el encargue. La mercadería venía de Buenos Aires y mayormente era nacional, eran muy contadas las cosas que se conseguían importadas en ese momento. “Papá siempre se inclinó por comprar todo de fábrica y nosotros intentamos seguir con la misma costumbre”, dice Norma. Juan Carlos agrega un dato: “Desde que cerró Hartford, hace más o menos 25 años que no hay una fábrica de loza en la Argentina, o es porcelana o es cerámica. Muchas fábricas cerraron sus puertas”.

El interior del bazar, en
El interior del bazar, en la actualidad (Marcela Vázquez)

A lo largo de los años la pareja recibió invitaciones para participar de muchos eventos, uno de ellos fueron los 50 años de la fábrica Verbano en Capitán Bermudez, Santa Fe. Fueron cuatro días en los que pudieron recorrer toda la fábrica. “Nosotros tenemos compra directa con ellos”, dice Juan Carlos y agrega: “A los viajantes, económicamente ya no les conviene venir, estamos a 500 kilómetros de Buenos Aires. Ahora las compras se hacen por mail, por whatsapp o por teléfono”.

En el período que Don Francisco aún estaba a cargo del comercio, poco a poco le fue deslindando a Juan Carlos la tarea de compras. “Llegamos a tener 120 proveedores hace 10 años, y yo tenía que hacer cuatro o cinco pedidos por día”, recuerda. Llegó un momento que además de los artículos para gastronomía en El Mundial se vendían cuadros, espejos, relojes, artículos de electricidad y veladores que armaban ellos mismos. Ahora en búsqueda de no abarcar tanto y estar un poco más tranquilos procuran centrarse sólo en los artículos para gastronomía.

Los tiempos cambian

“Cuando empezó la moda del microondas yo me fui interiorizando y empezamos a traer los artículos aptos. Había que explicarle a la gente, porque le vendían el artefacto y arreglate después”, dice Norma. Es así que empezaron a traer vajilla especial. También apareció el teflón. “Nos tuvimos que aggiornar a medida que iba evolucionando la gastronomía”, reconocen ambos, y resaltan también que una de las cosas que se ha perdido en la actividad comercial en general es la atención personalizada, que es lo que a ellos los sigue caracterizando. “A las clientas, a veces, hasta le doy recetas. La gente acá está acostumbrada a eso, a que realmente se le venda, no que se le despache. No me convence el ‘anda y fíjate’”. Por su parte, Juan Carlos agrega: “Si en un negocio de ropa me dicen que mire en el perchero yo ni me arrimo”.

El local tiene el encanto
El local tiene el encanto de las tiendas de antaño. Ya no quedan tantos bazares como este de Tres Arroyos (Marcela Vázquez)

El canal 2 de Tres Arroyos hace unos años atrás emitía un programa de cocina, a cargo de Olga Noblia. Como los televidentes desconocían que tipo de vajilla era la apropiada para los distintos platos que preparaba Olga, Norma en su negocio los asesoraba en forma personalizada. “Esos servicios en otra parte no se dan”, dice. Respecto a los cambios tecnológicos y la función de asesoramiento sostiene Juan Carlos: “La cocina al principio fue a kerosene, luego a gas, ahora hay eléctrica, de inducción y de convección. A raíz de eso tuvimos que aprender muchas cosas. No todo sirve para todo: hay fuentes aptas para microondas, para freezer o para lavavajillas”.

La gran compra de vajilla inglesa y la guerra de Malvinas

Empezaba la década del 80 y la pareja solía ir a Capital Federal a hacer compras a las casas de importación. “El momento que yo más disfruté del negocio fue el gran cambio que se dio en el rubro con los productos importados. Me compraba la revista Claudia y otras revistas lindas más que nada para mirar la vajilla, veía todo eso blanco, el cristal liso, todo tan sobrio”, dice Norma.

El bazar en pleno funcionamiento.
El bazar en pleno funcionamiento. Parte del mobiliario perteneció a la tienda Harrod's, de Buenos Aires (Marcela Vázquez).

Eran de ir a las exposiciones que se hacían primero en la Rural y últimamente en Costa Salguero. Jornadas de muchas horas viendo lo que era tendencia y poder llevar esos productos a su local. En uno de esos viajes a Buenos Aires fueron a ver a uno de los importadores, Don Eduardo Sanguinetti, conocido de los padres de Norma, en la calle Sarmiento. Habían ido con una de sus hijas, que en ese momento era una nena chiquita. El vigilador la miraba preocupado por alguna posible rotura. “No se preocupe por la nena, no va a romper nada, nació en un bazar”, le dijo Juan Carlos. En esa oportunidad compraron unos platos ingleses, unos azules con dibujos de carruajes, que también venían en rosa, y verde con marrón, entre otros artículos. Cuando volvieron al hotel se pusieron a sacar cuentas y se dieron cuenta que habían encargado por un valor bastante importante. Don Francisco, no obstante, les dio el visto bueno. Comenzó la guerra de Malvinas, y pronto llegó el pedido a Tres Arroyos. “No lo desembalen” ordenó Don Prado, y agregó: “No quiero ver un solo plato inglés, lleven todo al sótano”. La gran inversión permaneció muchos años guardada hasta que Francisco dio la orden de ponerlo a la venta. “La gente estaba muy enojada con todo lo que ocurría en la guerra”, recuerda Norma, por eso su papá no quería saber nada con esa mercadería.

Una tradición familiar

“Cuando era chiquita esta esquina era más linda, había más árboles, yo solía andar en bicicleta por las calles empedradas mientras mis padres por las noches baldeaban las veredas, había que prevenir las pestes que invadían la ciudad, entre ellas la poliomielitis.” Esa niña, con el correr de los años, hizo honor al esfuerzo de sus padres por tener el bazar, con unas características de las que quedan muy pocos. Hace dos años, Norma recibió un reconocimiento por parte de la Cámara de la Economía por ser la mujer con mayor trayectoria en Tres Arroyos. Ella con 78 años y Juan Carlos con 80, aún no piensan en retirarse y continúan actualizándose. Ahora son sus nietos quienes los ayudan con las nuevas tecnologías. El Mundial es un emprendimiento que aún tiene mucho para dar, y ellos ya se sienten parte.

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