El 14 de mayo de 1814 la flota que comandaba Guillermo Brown partía hacia Montevideo mientras era calurosamente saludada por los porteños desde techos y azoteas. El irlandés iba a bordo de la Hércules, su nave insignia, una fragata de 36 cañones. Los boquetes abiertos por las balas de cañón, vestigios del combate de Martín García, habían sido tapados con cueros de vaca y convenientemente rellenados.
Con sus barcos reparados en la Ensenada, puso proa hacia Montevideo, el último bastión realista en el Río de la Plata. Desde el 20 de octubre de 1812 las fuerzas patriotas mantenían un sitio sobre la ciudad.
El 1 de marzo de ese año director Gervasio Posadas había nombrado a Brown jefe de la escuadra y le había otorgado el grado de teniente coronel, con un sueldo de 80 pesos mensuales. Este irlandés había llegado a Buenos Aires por 1809 y había desarrollado actividades comerciales entre esta ciudad y Montevideo. Además, hacía viajes periódicos a Inglaterra, donde había quedado su familia. Cuando pudo comprar algunas pequeñas naves, se inició en el comercio de cueros y frutas entre los puertos rioplatenses. Compró una quinta en la zona de Barracas que con los años sería conocida como “Casa Amarilla” y a comienzos de 1813 finalmente pudieron viajar su esposa y sus hijos.
En una oportunidad, los españoles le confiscaron en Montevideo dos barcos y obligaron a sus tripulaciones a empedrar las calles de la ciudad. Brown no olvidó nunca esta afrenta.
Cuando fue convocado por Posadas, a punto de cumplir 37 años, hubo que formar una escuadra casi desde cero, echando mano a buques mercantes que eran adaptados para transformarlos para la guerra. Hubo cortocircuitos entre el marino y Juan Larrea y del norteamericano Pío White, encargados de conseguir los barcos. Tuvieron discusiones a la hora de elegir a los capitanes y los criticaba por la imprevisión y la falta de apoyo.
También hubo dificultad para reunir los hombres. Tomó lo que se pudo encontrar en el puerto y hasta algunos fueron que habían sacado de la cárcel. Muchos de los capitanes eran extranjeros, como los ingleses Elías Smith y Richard Leech, el irlandés Santiago King, o el norteamericano Benjamín Seaver, que en un momento intentó disputarle el mando a Brown. También figuraba el uruguayo Pablo Zufriategui, al mando de la goleta Fortuna.
El 11 de marzo esta flota había tenido su bautismo de fuego en el combate de Martín García. En las primeras embestidas, Brown fue rechazado. La fragata Hércules terminó con 82 perforaciones de bala en su casco. Finalmente el 15 se apoderó de la isla, luego de un desembarco a bayoneta calada. En el combate de Martín García perecieron los capitanes Seaver y Smith.
Debió significar mucho esta victoria para el irlandés. A su segunda hija, nacida en 1815, la bautizó como Martina García Rosa Josefa Estanislada de Jesús.
Parte de la flota española, al mando de Jacinto de Romarate, el marino con mayor prestigio en la ciudad, remontó el río Uruguay, y quedó en Arroyo de la China (actualmente Concepción del Uruguay) frente a Fray Bentos. Romarate había peleado en las dos invasiones inglesas; en la primera había sido herido y en ambas ascendido.
Hacia allí Brown envió una pequeña flota que el 28 de marzo los enfrentó. Murieron los oficiales Thomas Norther y Pedro Samuel Spiro, un griego que desapareció cuando su buque voló por los aires. Spiro, que estaba a bordo de la Carmen, con 44 hombres, un tercio de negros, simuló un naufragio. Su intención fue la de volar la nave insignia de Romarate, plan que fracasó por la suba la de marea. La Carmen fue el blanco de un intenso fuego que significó el trágico final de Spiro quien ocho días antes se había casado con María Troli, de 14 años.
Brown y su escuadra se situaron frente al puerto. Su estrategia era lograr llevar a los buques enemigos a aguas profundas, interponerse entre ellos y el puerto para atacarlos. Estaba frente a la pequeña bahía del Puerto del Buceo, el lugar que las fuerzas invasoras inglesas al mando de Samuel Auchmuty habían elegido para desembarcar en 1807.
Las fuerzas de Brown estaban compuestas por la fragata Hércules; las corbetas Céfiro, Belfast, Agradable y Halcón; el bergantín Nancy; las sumacas Itatí y Trinidad; las goletas Esperanza, Juliet y Fortuna; la balandra Carmen y la cañonera Americana. Más tarde se agregarían los faluchos San Martín y San Luis.
Por su parte la escuadra española, a cuyo frente estaba el capitán de navío Miguel de la Sierra, comandante del Apostadero de Montevideo, contaba con el queche Hiena, con las corbetas Mercurio, Neptuno y Mercedes; la goleta Paloma; los bergantines San José y Cisne; la balandra Potrera; el lugre San Carlos y el falucho Fama.
Del enfrentamiento participaron 8 buques patriotas contra 11 realistas. Las alternativas fueron seguidas con atención por los pobladores de Montevideo.
El 14 Brown enfiló hacia la isla de Flores y los españoles lo siguieron durante dos horas, cayendo en su trampa. Cuando el almirante consideró que estaban lo suficientemente lejos del puerto, los buques patriotas dieron la vuelta y se desató un violento intercambio de artillería por cerca de media hora. Los españoles lograron capturar al falucho patriota San Luis. Ese día terminó sin un claro vencedor.
El 15 no estuvieron dadas las condiciones para pelear por el fuerte temporal que se desató. El 16 por la tarde con el tiempo mejorado Brown, a bordo de la sumaca Itatí, encabezó el ataque. Sufrió la fractura de una pierna por el retroceso de un cañón y fue llevado a la Hércules desde donde, entablillado, continuó impartiendo órdenes. Las naves realistas San José, Neptuno y Paloma fueron obligadas a rendirse. El resto de la flota, encabezada por la Mercurio huyó hacia las aguas seguras de Montevideo y los barcos que no tenían en condiciones, fueron incendiados.
En la mañana del 17 todo había terminado. El 19 los repiques de campana en Buenos Aires anunciaron, a las seis y media de la tarde, la victoria.
El 23 Brown entró al puerto de Buenos Aires, con tres barcos capturados y con 417 prisioneros, entre oficiales y marineros. Había dejado al mando del bloqueo al escocés Oliverio Russell. Al día siguiente, llegaron los barcos patriotas. Habían capturado una enorme cantidad de armas, municiones y cañones.
Finalmente el 23 de junio Montevideo se rindió. El 6 de julio, recién cuando supo que la ciudad había caído, hizo lo propio Romarate, quien se trasladó a Río de Janeiro y regresó a España.
Luego de esta victoria, Brown recibió el grado de almirante.
Desde Cuyo, José de San Martín dijo que el triunfo de Brown había sido lo más grande que hasta entonces había logrado la revolución iniciada en 1810. Fue el fin del predominio español de las aguas del Río de la Plata.
Desde 1960, se instituyó el 17 de mayo como el Día de la Armada y evoca una de las tantas hazañas de ese genial irlandés, que se cansó de dar lecciones de valor, arrojo y temeridad.
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