La república Argentina ha dado grandes arquitectos a nuestra región y al mundo: César Pelli, Amancio Williams, Mario Roberto Álvarez, Emilio Ambasz, Justo Solsona, Alberto Prebisch, Norberto Silva, Jorge Mario Jáuregui, Jorge Bunge, Alejandro Bustillo, Angel Guido, Enrique Jan, Laura Spinadel, Delfina Gálvez Bungue, por citar algunos.. y también recibió desde otros países a premiados arquitectos: Juan Antonio Buschiazzo, Mario Palanti, José Canale, Vittorio Meano, Ernesto Vespignani, Francisco Tamburini, Carlos Agote, Alejandro Christophersen, Francisco Salamone y muchísimos más.
Aquí hablaremos del último de los mencionados: Francisco Salamone. Este arquitecto nació el 5 de julio de 18979 en Leonforte, Sicilia, al sur de Italia. Hijo de otro arquitecto, Salvatore Salamone y Antonia D´anna, llegó a la Argentina a los 9 años. Luego de cursar sus estudios de primaria ingresó al colegio Otto Krause, donde obtuvo el título de maestro mayor de obras. Luego continuó sus estudios en la Universidad de La Plata y los completó en Córdoba. Se casó con Adolfina Vlieghe de Croft y tuvo cuatro hijos. Falleció a los 62 años, el 8 de agosto de 1959.
Hasta acá su línea de vida social. ¿Qué construyó Salamone que puede distinguirlo de los mencionados arquitectos en el inicio de esta nota? Cada uno de los citados ha creado obras de arte que traspasaron las generaciones, cada uno representó un momento de la historia y algunos se adelantaron a su época generando no pocas controversias. Salamone es uno de estos.
Al comienzo de su labor estuvo inspirado por el Art-Decó, y realizo algunas obras basadas en este estilo. Entre ellas podemos ver el tanque de agua del matadero de Alta Gracia, el ingreso al parque de Venado Tuerto y el Monumento y las farolas de la plaza de Alberti, en la provincia de Santa Fe. Pero su propia firma con su estilo se esbozará por primera vez en la renovación de la plaza Centenario, el Matadero y la fachada del edificio de la asistencia pública de Villa María en la provincia de Córdoba, obras de 1935.
Salamone será contratado por el gobernador de la provincia de Buenos Aires Manuel Fresco que ocupó el sillón de Dardo Rocha desde 1936 a 1940. La visión de Fresco era la visón de la época, la construcción de grandes e imponentes edificios que dieran realce a la chatura de la región bonaerense, impulsar con la obra pública la región hacia el futuro. De los pueblos, lo único que se veía a lo lejos eran los campanarios de la Iglesias. Pero con la llegada de Fresco en la gobernación y de Salamone en la construcción, eso cambió radicalmente.
En el tiempo récord de 4 años construyó 60 obras en 25 municipios de la provincia de Buenos Aires. Sus obras están regadas por toda la provincia: Salliquelló, Adolfo Alsina, Gonzales Chaves, Azul, Saldungaray, Rauch, Laprida, Coronel Pringles, Balcarce, Tornquist, Guaminí, Saavedra Epecuén Alberti, Coronel Mon, Cacharí, Chascomús, los Pinos, san Agustín, Chillar, Escobar, Casbas, Garré , etc..
La gran mayoría eran edificios municipales, delegaciones, fachadas de cementerios, plazas, mataderos, mobiliario urbano y algunas obras privadas. Sobre todo en el sudoeste bonaerense. Aunque también realizó obras en Córdoba: Las Varillas, Villa María y Alta Gracia. Muchos solo fueron proyectos que nunca se realizaron, como ser los portales de los cementerios de Chascomús, Lezama y Carmen de Patagones, o los edificios municipales de Azul, Lobería y Daireaux.
La obra de Salamone no fue reconocida sino hasta hace muy poco, porque como un arquitecto avanzado a su época, fue olvidado por sus contemporáneos. Aunque sus obras no pasan inadvertidas. Imaginemos como era el transcurrir de la vida en ciudades o pueblos tranquilos como Azul, Saldungaray o Alberti. Casas bajas de estilo italiano o alguna neo-colonial, con amplios patios. Y caminatas tranquilas en la siesta cotidiana. Y súbitamente en medio del pueblo se clava, como un flecha blanca, un edifico modernista que sería la municipalidad. O el portal del ingreso al cementerio, que en lugar que un nártex de columnas dóricas o jónicas coronado con ángeles o una Virgen Dolorosa, nos recibe un ángel gigantesco rodeado de estructuras símil flamas de fuego con una espada amenazante, el cual se ve desde todo el pueblo de casas bajas (el portal del cementerio de Azul). Es obvio que su obra, en un principio, no gustó.
Los edificios pensados para ser mataderos municipales parecen facones clavados en la tierra. Y en sus municipalidades casi todas, poseerán una torre bastante altas y de color blanco, parecían flechas que se lanzaban al espacio. En la mayoría de las ciudades o pueblos las torres de los edificios municipales eran más altas que los campanarios de las iglesias.
Ni hablemos del efecto hipnótico de los solados de la plaza San Martín de Azul, que al caminar por ella parece que el piso se mueve con nosotros. Es difícil encasillar al estilo de Salamone dentro de alguna escuela arquitectónica: modernista, fascista… aunque en realidad son fusiones de muchos estilos. Nada de clasicismo Italiano o francés: no habrá volutas, archivoltas, putinis, columnas estípites, cariátides, etc… Sus paredes no tendrán movimientos con molduras ni rosetones. Con la excepción de una casa particular construida en Mar del Plata tarea realizada para el Sr. Emilio Canzani en 1954, de estilo clasicista con cuatro columnas jónicas y con un gran frontis clásico.
Aunque entre todas sus obra, destacan algunas que salen de su estilo, retomando un arte latinoamericano neo-colonial, como ser el edificio de la municipalidad de Chascomús y las delegaciones municipales de San Agustín, Cabas, Garré y Miranda.
Aunque no diseñó ninguna iglesia o templo de alguna confesión religiosa, sí lo hizo con muchos crucifijos que se encuentran en los cementerios o en los ingresos a las ciudades o pueblos, que son fácilmente identificables. No hay en ellos alguna expresión de dolor o muerte; son figuras de rostros angulosos y cuerpos geométricos. En la portada del cementerio de Laprida concebirá la segunda cruz más grande de Sudamérica, de 33 metros de altura, con un Cristo Crucificado de 11 metros de alto, ejecutada por el artista Santiago J. Chierico. La primera escultura más grande de un Cristo es la del Cristo Redentor del Corcovado en Rio de Janeiro. Y para dar envergadura a su obra modificó el ingreso al cementerio.
La primera contratación que recibió fue por parte del intendente Hortensio Miguens, de la localidad de Balcarce. La tarea a realizar allí era amplia: construcción del matadero municipal, el portal del cementerio y de las delegaciones municipales en pequeñas localidades del partido, la plaza central de Balcarce, el corralón municipal y la escuela Normal. El diseño de la plaza fue una obra de gran envergadura, consistió en una gran terraza circular con un salón de té que rodeaba una pirámide coronada por la figura de la libertad. Los habitantes de la ciudad la denominaron “la torta”. Tenía 15 metros de diámetro por 3,5 de alto. En 1945 fue demolida. Todas las obras fueron inauguradas en 1937.
Para el cementerio de Azul también solicitará al municipio la modificación del ingreso al mismo, el cual antes se ubicaba a mitad de la cuadra por la calle Balcarce y lo pondrá en una esquina, así de esa forma de podrá admirar su obra desde varios ángulos. Y esta obra de 21 metros de altura y 43 de frente posee varios hitos para la arquitectura. La palabra RIP (Requiescat in pace, descanse en paz en latín) ubicada detrás del ángel, es la más grande del mundo. La escultura del arcángel san Miguel, guardián de las puertas de cielo, también es la más grande del mundo.
La obra del portal de ingreso del cementerio de Saldungaray merece un análisis aparte. Dicha obra está integrada por el atrio de acceso, la capilla, las dependencias de servicio y las galerías de nichos. Representa una rueda, originalmente translúcida, por la cual se podría observar el cielo. Pero no se logró ese efecto, entonces se cerró con mosaicos de un azul profundo en el cual se debería haber colocado una estrella con la forma de las constelaciones del lugar. Esa tarea no se llevó a cabo. Mide 18 metros de diámetro y enmarca una cruz en la cual ubica, exclusivamente y sola, la cabeza de Jesús crucificado, la cual es copia de la del Cristo crucificado del portal de Laprida. Acá también cambio el sentido del ingreso al mismo, que se ubicada en un lateral, por eso las construcciones de los panteones y bóvedas de las familias fundantes del lugar han quedado desfasadas del ingreso al mismo y casi en la mitad del pequeño cementerio. Si observamos la bóveda de la familia Saldungaray, construida en 1911, veremos que se adecuaba a la moda de la época: se realizó totalmente en estilo art Noveau o modernismo catalán.
Saldungaray es un pueblo pequeño para el cual Salamone diseñará muchas obras. Entre los años 1937 y 1938 creará la delegación municipal, el mercado municipal, el mobiliario y el mástil en la plaza, el matadero municipal, los puentes sobre el arroyo Rivera y sobre el río Sauce Grande y el portal del cementerio, que se observa desde todo el pueblo.
El portal del cementerio de Saldungaray es redondo, pero si se fijan bien posee la forma estilizada de un plato de la ruleta. ¿Por qué Salamone elegiría esa forma para el ingreso a un cementerio?, ¿pensaba, acaso, que la vida era como un eterno retorno, y de allí su forma? No. Salamone era muy asiduo al casino, y en alguna de sus idas al este observo muy bien la ruleta y la rediseñó y le otorgó a su obra esa forma. Otro detalle interesante es que como eran muchas las obras que Salamone había diseñado y debía moverse por buena parte del territorio bonaerense y muchas veces para llegar a los pueblos no había buenos caminos, aprendió a manejar aeroplanos y se compró uno. Así llegaba con rapidez a todas sus obras que se realizaban en la región.
Para los habitantes de Saldungaray, nada era sorpresa. Doña Conce Aramberri (así la conocían todos) no manejaba automóvil, y para cualquier trámite importante debía que salir del pueblo. Ella tenía, además, parientes en Tres Arroyos a los que visitaba asiduamente. Miró al cielo, vio la avioneta de Salamone ir y venir y soluciono el problema. Su hermano, Antonio Aramberri Abreg, sacó la licencia para volar, y se la prestaba a Conce. Y así ella comenzó a surcar los aires Saldungarences y Arroyences. Los habitantes del pueblo ya sabían que cuando oían una avioneta acercarse, o era Doña Conce o era Salamone. Las vueltas de la vida harán que la hija de Concepción Aramberri; Susana Fernández Deniro será una de la mayores patrimonialistas de la cultura de la provincia de Buenos Aires y uno de sus nietos, Lucas, arquitecto.
En Salliquelló, otro pequeño poblado de la provincia de Buenos Aires, construirá el ingreso al cementerio. La inspiración del mismo resultada obvia: es una copia de la imponente cruz que cubrió en su totalidad el momento de los Españoles ubicado en los parques de Palermo de la ciudad de Buenos Aires cuando se celebró el congreso eucarístico internacional en 1934, cuyo delegado fue el cardenal Eugenio Pacelli, luego Pio XII. Copia de esa misma estructura se volvió a realizar en el mismo sitio durante la visita del Papa Juan Pablo II en 1982 que ofició una misa a la cual concurrieron más de un millón de personas.
Sus obras estaban tan bien construidas que el matadero de Villa Epecuén, cuyo poblado desapareció bajo las aguas de la laguna homónima, se mantuvo en pie y hoy sigue siendo el único edificio íntegro y sobreviviente del cataclismo hídrico.
Que haya diseñado, dirigido y construido 60 obras en 25 municipios en el plazo de cuatro años, marca el nivel de idoneidad no solo de Francisco Salamone, sino que cuando los gobiernos desean hacer obras para el bien común, y que serán perdurables en el tiempo se pueden lograr. Y estamos hablando de principios de S. XX. Muy lejos de las tecnologías que poseemos hoy.
Al culminar su tarea en la Provincia de Buenos Aires, se instaló junto a su hermano Ángel en la ciudad de Buenos Aires. Allí realizaron encargos particulares, sobre todo para Córdoba. Y en Tucumán, la pavimentación de rutas. A raíz de estas tareas, el gobierno militar de ese momento le entablará un juicio en 1943 y emigrará al Uruguay, donde permaneció dos años, hasta que es sobreseído.
En 1948, junto con sus hijos creará una sociedad a la que denominará SAFRRA, y gracias a la ley de propiedad horizontal podrá realizar varios edificios en la ciudad de Buenos Aires. Se instalará en un petit hôtel de la calle Uruguay 1237 y allí será visitado por sus amigos y personalidades de la talla del arzobispo de Buenos Aires Mons. Fermín Lafitte, el escritor Arturo Capdevilla, El historiador Ricardo Levene, etc.
Como relatamos al comienzo de esta crónica, murió muy joven, a los 62 años, el 8 de agosto de 1959, casualmente el mismo año de la muerte de sus amigos Mons. Lafitte y Levene. Sus restos estuvieron sepultados en el cementerio de la Recoleta y luego fueron trasladados al Jardín de Paz.
Luego de muchos años, su obra es reconsiderada y valorizada mediante el Decreto N. º 12854 del 20 de diciembre del 2001 que, en su artículo N.° 1 declara Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires a los bienes muebles e inmuebles, cuyos proyectos y ejecuciones de obra fueran realizados por el ingeniero arquitecto Francisco Salamone. En el año 2004, a través del Decreto 132, la provincia de Buenos Aires analiza: “el acelerado proceso de empobrecimiento que viene sufriendo la riqueza monumental y artística que conforma nuestro patrimonio, demanda la adopción de medidas a nivel gubernamental para establecer políticas oficiales capaces de imprimir eficacia práctica a las medidas proteccionistas vigentes y de promover la reevaluación del patrimonio monumental”. Se crea el “programa de preservación de obras públicas de ingeniería y arquitectura para la puesta en valor, preservación y recuperación de edificios monumentales y patrimoniales de la provincia de Buenos Aires”. Muchas de las obras de Salamone ingresan a este programa y son puestas en valor. Los edificios municipales de Alberti, Pringles y Pellegrini, el matadero de Tres Lomas y el Portal del Cementerio de Laprida y Saldungaray forman parte de estas obras valorizadas.
La obra de Salamone debe ser recuperada y su legado arquitectónico merece ser custodiado, restaurado y conservado como un ejemplo para nosotros y para las generaciones futuras y en ellas ver plasmado que cuando hay intención y ganas de crear obras para la sociedad, estas se pueden lograr.
Fuente: “La obra de Francisco Salamone en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires (1936-1940), de Luis P. Traversa, Fabián H. Ioloro y Graciela A. Moilinari, para la colección “Historias del Sudoeste Bonaerense”
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