Esta es la pequeña historia de la primera banda formada en este pintoresco paraje del universo que podría ser tildada de Supergrupo. Aunque su vida fue corta, no causó revuelo más allá de las huestes del rock, y ni siquiera se editó su único disco en formato de Compact Disc. Tal vez no era el momento, quizás no se comprendió su mensaje o en una de ésas su aparición no fue más que un gran palazo en el agua.
Ahora bien: nadie que haya visto o escuchado a La Banda en su momento salió ileso. Musicalmente, uno de los conjuntos más dotados de la historia de la última mitad del siglo pasado que pudimos disfrutar.
La Banda fue el primer disco grabado y editado en el país por el enorme, en todo sentido, Rubén Rada. Un sexteto integrado por lo mejor de cada casa, soñado, que tocó bastante por poco tiempo. Unidos por el gran uruguayo que se había afincado en una Buenos Aires que lo adoptó enseguida como propio hacía un par de años.
Estoy hablando de 1980. Lo de siempre, que siempre también aburre por lo inevitable. 1980 fue un año complicado en este alejado rincón del mundo. Para variar.
Desde mi, en diciembre de 1979 vuelvo a la vida civil, después de dos años en el servicio militar obligatorio. Prolongada estadía que me gané gracias a mi poca tolerancia al despotismo. Me recargaron el servicio así que desde febrero de 1978 hasta noviembre de 1979 estuve afuera de la vida, soportando a mis 18 años más infierno del que podría esperarse. Con Videla en el gobierno, pasé la colimba con un mundial de fútbol, el conflicto en el sur con Chile, la venida del enviado papal, levantamientos militares sorpresivos, limpiando la morgue del hospital militar, entre movilizaciones y maniobras de combate. La parte buena era que yo tenía un casco con una cruz roja adelante, así que no me bailaban como a los demás, aunque por otro lado era el que tenía que salir corriendo ante cualquier accidente con heridos.
De manera que cuando volví al barrio con la cabeza hecha una licuadora, donde no quedaban ni amigos, ni novia, ni pizzería ni nada, me encontré solo en las calles desiertas por las noches, tratando de dilucidar qué haría un hombre de verdad ante semejante panorama.
Así que lo primero fue rajar del barrio para el centro, y lo segundo fue buscar alguien que me conociera de alguna radio y recomenzar lo que había empezado en 1977 apenas salido de la secundaria, que era una pequeña carrera como disc jockey, para finalmente ponerme en onda con lo que había.
Así me llega La Banda.
Algunos chicos que frecuentaban la Galería del Este, a esta altura mi segundo hogar, estaban fascinados con La Banda, que así se llamaban.
Los habían visto debutar en una fecha que tuvo León Gieco, sólo él y su guitarra, sobre el fin del año anterior en La Rural. Me contaban que terminado su set, León presenta a esta nueva banda de amigos asegurando que Rubén Rada era un músico increíble. Y sí.
Eran todos músicos de Jazz&Pop, el legendario boliche de la calle Chacabuco en San Telmo, propiedad de los músicos Nestor Astarita, Jorge “Negro” González y Gustavo Alessio. En Jazz&Pop uno podía encontrarse en el escenario al Chivo Borraro, a Chick Corea o a Ney Matogrosso, mientras abajo estabas codo a codo copa de vino mediante con Litto Nebbia, Spinetta o Federico Manuel Peralta Ramos mismo. Nadie que haya conocido el antro podría ni siquiera intentar olvidarlo.
Bueno, los de La Banda eran algo así como del elenco estable del lugar.
Eran años donde aquí existía el jazz rock, un híbrido made in Argentina, una batea inexistente en cualquier otra capital del mundo. En Buenos Aires, el fervor por grupos como Return to Forever de justamente Chick Corea con Stanley Clarke al bajo, o Weather Report de Joe Zawinul más nada menos que Jaco Pastorius y Wayne Shorter, era descomunal, algo nunca antes visto. Sobre todo teniendo en cuenta que escuchar esos discos no era una tarea distendida digamos.
El deslumbramiento que el estilo había disparado en Charly García y Luis Alberto Spinetta -entre muchos otros cabezones de nuestra vernácula música-, disipaba nubes. En las encuestas a nivel mundial también de ese año, eran las bandas que lideraban las preferencias de los iniciados.
Que a fin de cuentas son los únicos que marcan caminos nuevos. El terreno para que un grupo como La Banda hiciera pie estaba ideal.
En plena dictadura, las cosas se ponían difíciles para el arte disruptivo básicamente. Cualquier cosa que no estuviese en el catálogo de actividades sanas y permisibles para las estrechas mentes militarizadas que nos mandaban se veía en dificultades para expresarse. La censura era terrible, pero peor era la autocensura. Sobre todo teniendo en cuenta que aquí, como en cualquier estado autoritario, todo aquello que no está prohibido es obligatorio. Así que la aparición de esta superbanda fue todo un temblor de piso.
Los vi por fin una noche en Music Up, boliche en un primer piso en Corrientes y Callao. Decían que era del genial bandoneonista Rodolfo Mederos, siguiendo en la línea de Jazz&Pop de boliches de músicos. También eran habitués de Jazz&Pop, de los teatros de San Telmo donde siempre terminaban con el show en la calle, tocaban en todos lados con un público que no paraba de crecer.
Un solo disco hicieron. Que solo salió en vinilo y en cassette. Nunca en CD. Producido por un histórico, Oscar López, que según me contaron vino un tiempo de USA para encargarse de esto. Con la mejor versión de “Malísimo” de Rubén Rada, una de las más bellas canciones que se hayan escuchado en escenarios porteños. Tema que el mismo Negro se encargó de grabar varias veces en otros tantos discos. Aunque jamás lograría el Groove de éste.
Es que La Banda era cosa seria. Seis superhéroes musicales para la pendejada de la época, dignos de un Marvel pentagramado.
Me encontré hace unas semanas con Rubén Rada, cada vez que nos encontramos me surgen dos discos que me afinaron los oídos indeleblemente. Uno es “Las aventuras de Fattorusso y Rada” que grabó con Hugo Fattorusso para Melopea el sello de Nebbia que tiene la brillante “Santanita”, un hermoso homenaje a Carlos Santana de ambos. El otro es “La Banda”, fue uno de los primeros shows que vi vuelto a la vida post servicio militar, además de uno de los primeros discos que compré en el mismo tiempo. Rada siempre me dice que son dos de sus mejores obras siempre.
Desde lo musical, “La Banda” es un disco de rock hecho por músicos provenientes del jazz, lo cual le otorga un refinamiento y una dedicación que a veces es ausencia en álbumes del género. La tapa misma remite a una de Paul McCartney & Wings, “Band on the run” justamente, aunque Rubén siempre adjudicó a la casualidad el parentesco. Y siempre lo admite con una sonrisa muy de él.
La Banda estaba integrada, además de Rubén Rada, por el divino Jorge Navarro, pianista que pasó varios años recorriendo escenarios y clubes en USA, de la camada que partió hacia el hemisferio norte para cambiar algunos colores del jazz americano, esa avanzada argentina que incluía al Gato Barbieri, Lalo Schiffrin y Jorge Dalto -el pianista que le daría a George Benson el toque sofisticado que le faltaba en los arreglos-. El bajista de La Banda fue Ricardo Sanz, que integró la banda de Spinetta, la de Dino Saluzzi y el octeto que grabó en el Olimpia de París con Astor Piazzolla. Luis Cerávolo es un baterista excepcional que compartió con Sanz las bandas de Piazzolla y Spinetta además de tocar bastante con Baby Lopez Furst y con Manolo Juárez. Mientras que los vientos de La Banda estaban a cargo de Benny Izaguirre -trompetista que acompañó muchos años a Chico Novarro y hasta fue parte de “Bicicleta” de Serú Girán- mas Bernardo Baraj, que tocaba en Alma y Vida, quizás el punto más alto y popular de lo que llamaríamos JazzRock, y que también fue parte de la banda de Spinetta, grabó Sanata y Clarificación -obra monumental del 72 de Rodolfo Alchourron- para un año después ser parte de otra gema discográfica “Muerte en la catedral” de Litto Nebbia. En las guitarras contaron con dos grandes músicos invitados: Daniel Homer y nada menos que David Lebón.
Con todos esos laureles colgando de las paredes, La Banda da a luz su único disco, que tiene en “Rock de la calle” su momento radial, y en “Malísimo” su trascendencia. Rubén Rada siempre reconoce que la letra de “Malísimo” es la mejor que hizo.
Puedes, puedes, puedes ver el mar
Puedes ver la luz, puedes más, tú puedes.
Contar las estrellas, guardar la más bella
Remontar las nubes para no verlas jamás.
Puedes, puedes, puedes divagar
Puedes dar a luz, o matar si quieres
Vestirte de reina, gobernar la tierra
Y elegir el hombre más hermoso para amar.
Y si quieres puedes tu donar la vida
Al servicio puro de la humanidad
Pero nunca lograrás ni siquiera mi amistad
Y eso, yo se, te tiene mal.
Cuando tengas todo el mundo ya en tus manos
Y tu cuerpo salte de felicidad
Yo te arruinaré el final
Porque a mí no me tendrás.
Y eso, yo sé, te va a matar.
Rubén Rada fue uno de los mayores aportantes al rock argentino, le dio candombe uruguayo, jazz de estirpe, no hay que olvidar que fue parte también de OPA con los hermanos Fattorusso, con Airto Moreira que los acercó a Miles Davis y a Herbie Hancock, le dió alegría y baile callejero a unos rockers porteños que estaban de capa caída en esos duros años ‘70 y principios de los ‘80, más preocupados en mantenerse libres y vivos que en desarrollar una carrera más global, que eso nos tocaba a todos.
La Banda, por su parte fue una pincelada de refinados arreglos que se mezclaba con nuestros rockers, para que los chicos que estábamos atentos a todo lo que nos sacara de la mediocridad habitual nos acercáramos a los buenos sonidos del mundo, que se nos hacían lejanos y encantadores.
La vida me acercó muchas veces a Rada, a Jorge Navarro, a muchos de estos tipos que admiré siempre desde la primera vez que pisé Jazz & Pop, y agradezco a la providencia el hecho.
Escucharlos es amarlos, y tratarlos es necesitarlos siempre.
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