Las elefantas ‘Pocha’ y ‘Guillermina’ llegaron a su nuevo hogar en Brasil

Luego de una travesía de cinco días donde atravesaron unos 3600 kilómetros por tierra para llegar a un santuario

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Dejaron para siempre la fosa que ocuparon en el Ecoparque de Mendoza: Pocha, la madre, estuvo allí unos 50 años y Guillermina, la hija, 23, toda su vida
Dejaron para siempre la fosa que ocuparon en el Ecoparque de Mendoza: Pocha, la madre, estuvo allí unos 50 años y Guillermina, la hija, 23, toda su vida

El santuario de Mato Grosso, en Brasil, es ahora la casa de las dos elefantas del exzoo mendocino: ‘Pocha’ y ‘Guillermina’. Allí disfrutarán de una nueva vida, le dicen adiós al cautiverio para gozar de la libertad y la naturaleza.

Este espacio de más de 1.500 hectáreas de naturaleza pura es el único santuario de elefantes acreditado en Sudamérica. El lugar presenta un bioma apropiado para la especie, con recintos completamente naturales disponiendo de matorrales y áreas abiertas cubiertas de vegetación. Cada área tiene dimensiones muy amplias (entre 40 y 400 hectáreas cada una).

Las elefantas partieron desde Mendoza el sábado por la tarde en un camión y viajaron, cada una, en una caja especial que pesa alrededor de 5 toneladas y mide 5 metros de largo, 2 metros de ancho y 3,20 metros de altura, que les brindó un traslado cómodo y seguro en la travesía, que contó con el aval del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).

Las elefantas dejaron el exzoo de Mendoza para disfrutar de una nueva vida de libertad
Las elefantas dejaron el exzoo de Mendoza para disfrutar de una nueva vida de libertad

Ambas cajas contaban con una cámara para monitorear a cada una y evaluar su estado de manera constante. Se trabajó con ambos animales en un proceso de acostumbramiento supervisado por sus cuidadores para evitarles inconvenientes.

Al mismo tiempo fueron acompañadas por una comitiva de entrenadores, veterinarios y cuidadores del Ecoparque Mendoza y del Santuario de Elefantes Brasil (SEB), responsables de cuidar y garantizar la seguridad, el bienestar y la integridad de los animales durante todo el viaje, informaron desde el gobierno mendocino.

Luego de una travesía de cinco días donde atravesaron unos 3600 kilómetros por tierra para llegar a su nuevo hogar, los animales fueron recibidos por el nuevo equipo de especialistas que se encargarán, de ahora en más, de brindarles una mejor calidad de vida junto a otros elefantes.

Su nuevo hogar cuenta con más de 1.500 hectáreas de naturaleza pura es el único santuario de elefantes acreditado en Sudamérica
Su nuevo hogar cuenta con más de 1.500 hectáreas de naturaleza pura es el único santuario de elefantes acreditado en Sudamérica

Ambas compartirán el espacio con otros ejemplares de su especie. Entre ellos Mara, trasladada en 2020 desde el Ecoparque porteño, quien había vivido más de 50 años explotada a costa del divertimento humano y en soledad; allí por fin es parte de una manada.

El hecho representa un hito importante para el equipo del Ecoparque, no solo por cambiarle la vida a estos animales, sino también porque significa la culminación de años de trabajo y servicio dedicados a salvaguardar la fauna.

Después de seis años de trabajar incansablemente hoy se cumple una de las metas más importantes en la gestión que es volver a darles una vida digna Pocha y Guillermina, como lo venimos haciendo con los más de mil animales que ya hemos trasladado del Ecoparque a diversos santuarios, reservas y espacios aptos para garantizar una vida digna”, comentó el secretario de Ambiente y Ordenamiento Territorial de provincia, Humberto Mingorance, quien se encuentra en el vecino país.

La historia de las elefantas

Pocha llegó de Londres y Guillermina nació en el que fue el Zoológico de Mendoza, donde pasó su vida hasta el día de hoy junto a su madre y Tamy, su padre, otro de los elefantes africanos que vive en el Ecoparque y que posteriormente será derivado al mismo santuario junto a Kenya.

El sábado a las 19:00, dejaron para siempre la fosa que ocuparon en el Ecoparque de Mendoza: Pocha, la madre, estuvo allí unos 50 años y Guillermina, la hija, 23, toda su vida.

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