Cuando sus piecitos alcanzaron el pedal del bombo, Joaquín Monzón Suppi dejó de lado la batería para niños que le regalaron a los dos años y le pidió a Nelson, su papá, que lo dejara tocar la suya. Lo dejó. Desde ese momento, Joaquín, de 4 años no pasa un solo día sin tocar las canciones que sabe de memoria en su instrumento favorito.
Según cuentan sus familiares, es tanta su devoción por la batería, que cuando no está sentado tocándola, hace percusión sobre la mesa o en el aire, pero siempre hace música; incluso cuando está en la salita del jardín.
“Aprendió mirando, observando cómo tocaba yo o los demás bateristas que veía en los ensayos, y le gustó. En casa tenemos varios instrumentos, pero le gustó este”, cuenta Nelson Monzón (39), baterista en dos bandas de Paraná, Entre Ríos, y dueño de un bar donde por las noches hacen música en vivo.
El orgullo de la familia
El fanatismo de Joaquín por la batería no sorprendió a nadie. Criado en una familia musical, exhibió su gusto por las melodías y los ritmos desde muy pequeño. En el jardín, las maestras al notar los movimientos del niño le dijeron a su papá que es evidente que se trata de algo que vino con él. “Debe ser porque la mamá estando embarazada iba a vernos en los ensayos o cuando tocábamos, creció en la panza escuchando música”, dice divertido el paidre y admite qué es lo que más lo sorprende de su hijo.
“Siempre estuvo muy pegado a mi, desde chiquito, y comencé a llevarlo conmigo a la sala de ensayo cuando nos juntábamos con las bandas. Un día noté que miraba con mucha atención a los bateristas. Se fijaba cómo le pegaban a los platillos, a los toms, cómo agarraban los palillos, todo lo que hacían. Como le gustó tanto me pidió una batería para él y como tenía cerca de un año y medio, le compré una plástica y chiquita, de esas que venden en la juguetería ¡y empezó a hacer lo mismo que había visto! Después quiso una más grande hasta que me pidió tocar la mía y no paró más. ¡Está con la batería en la cabeza!”, cuenta.
Como padre, Nelson dice que se siente más que orgulloso porque su hijo está desarrollando un talento innato y como músico reconoce las aptitudes que el niño tiene y lo alienta.
“Por suerte en Paraná hay un jardín de música, porque las escuelas son para nenes mayores a 6 años, y ahí lo voy a mandar. Que vaya y disfrute, que aprenda todo lo que tenga ganas de aprender. Y si cuando sea grande cambia de instrumento o deja de gustarle la música, hará lo que él elija y siempre va a estar bien”, dice de cara al futuro.
El hombre, que es administrador de empresas además de dueño del bar que visitan todos los músicos de Entre Ríos y quienes llegan a la ciudad, comenzó en el camino musical a los 16 años. Fue autodidacta y más tarde tomó clases de batería con un músico conocido. Actualmente, toca en dos bandas.
“Con Saint Peace hacemos covers de los clásicos de los 80´s y los 90´s, en inglés y también en castellano. Y con Carnaval Monumental música de carnaval, al estilo de los Auténticos Decadentes”, explica.
Un poco apenado, pero tomando la situación con gracia, Nelson cuenta que quien a veces no la pasa del todo bien en casa es Carla, la mamá del pequeño.
“Si lo dejamos, está todo el tiempo tocando la batería. No mira dibujitos y si pide el celular es para ver videos de música, es algo que aprendió solo. Parecería que lo único que tiene en la cabeza es la batería porque no tiene límites y cuando estamos conversando con la mamá no nos escuchamos porque a veces se pone a tocar solo y canta —se ríe— La mamá es su primera fan y lo alienta mucho porque ve que él lo disfruta muchísimo”, finaliza.
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