Debió haberse llamado “El sátiro”. Era la traducción correcta. Pero se la conoció como El Satario o hasta como El Sartorio. Hacía referencia, ineludiblemente, a un sátiro engendrado en la piel de un fauno, esa criatura híbrida y mitológica de la tradición romana con la parte superior del cuerpo de un hombre y la inferior de una cabra. Está en un bosque, camina entre los pastizales hasta que se esconde detrás de un árbol. Desde allí, oculto y libidinoso, observa a seis ninfas que conversan, se ríen y juegan, hasta que advierten la presencia de un ser pecaminoso. Intentan huir pero es demasiado tarde. El hombre que encarna al diablo rapta a una de ellas. Y la pervierte. Se practican mutuo sexo oral, intercambian varias posiciones hasta que las otras cinco van al rescate de su amiga.
Es el fin de la acción, y el principio de las especulaciones. En una cinta que dura 272 segundos (algo más de cuatro minutos y medio), vive la leyenda: la primera película porno de la historia es una realización argentina. El film se habría filmado -la primera de sus incógnitas- en la ribera de Quilmes o en la ribera paranaense de Rosario. Es, en su estética, avanzado a su época: comienzos del siglo XX. Incorpora por primera vez planos detalles a los genitales de los actores. “Si efectivamente se hubiera filmado acá en la primera década del 1900, no me cabría duda de que fue filmada por un extranjero con bastante experiencia en el medio”, sostuvo a Infobae Andrea Cuarterolo, doctora en Historia y Teoría de las Artes por la UBA, estudiosa del cine silente latinoamericano. “Hay un montaje complejo que alterna planos cortos y largos, hay movilidad en la cámara e incluso una marcada sofisticación en el tema que tiene puntos de contacto con la mitología, la pintura y la alta cultura en general”.
La película incluye diversas escenas, un disfraz elaborado, variedad de locaciones y un montaje refinado. “Teniendo en cuenta que el género pornográfico adoptó desde sus inicios un premeditado anacronismo y hasta un deliberado tono amateur como forma de reforzar su reputación ilegal, este film constituye una verdadera excepción al punto de ser descrito como ‘el más bello film porno anterior a 1970′”, detalló Cuarterolo.
Las primeras películas porno de la historia eran historias cortas, destinadas a un público masculino de élite, que se reunía en clubes de caballeros dados a llamar “smokers”, por el humo espeso de los cigarrillos que allí se fumaban. Se proyectaban también en forma clandestina en cines improvisados, en peluquerías y prostíbulos, y solo tenían acceso hombres de alta alcurnia. Las actrices, en su mayoría, eran prostitutas. Los productores que venían del viejo continente quedaban cautivados porque se parecían a las mujeres europeas, pero cobraban como argentinas. Los hombres, por su parte, preferían ocultarse detrás de disfraces y papeles pecaminosos.
La información es exigua e imprecisa. No hay datos sobre sus realizadores, ni sobre sus actores. En su artículo Fantasías de nitrato. El cine pornográfico y erótico en la Argentina de principios del siglo XX, Cuarterolo puntualiza: “En el mercado latinoamericano era raro que se hicieran más de cinco copias de un negativo y con frecuencia se trataba de copias únicas que, para recuperar la inversión, se vendían a precios sumamente elevados”. Por su parte, el periodista Hernán Panessi, en su libro Porno Argento, dice: “El hecho de que los directores, los camarógrafos y los productores usaran seudónimos inverosímiles y chispeantes denota el gesto irreverente que desde el principio acompañó a la pornografía. Así transitaron nombres como E. Hardon (E. Sigue Duro), Will B. Hard (Will Sé Duro), A Wise Guy (Un Tipo Sabio), She Will (Ella Lo Hará), entre otros”.
Hay vacilaciones, cuestionamientos, contraposiciones que no terminan de desarticular el mito: que la primera película porno de la historia se llamó El Satario y se filmó en Argentina.
La incansable discusión en torno a su origen
"Cuando empecé a investigar este tema, lo que más me interesaba rastrear era de dónde había salido esa idea absolutamente instalada de que el primer film porno era argentino", señaló Cuarterolo. "No me cerraba lo que me decían algunos de que se trataba de una típica fanfarroneada argentina porque era algo que venía de larga data y que sostenían incluso investigadores extranjeros especializados en el género".
¿Es una leyenda con una base verídica o es una certeza con una base legendaria? Hay distintas teorías en torno a la fecha y lugar de realización de El Satario. Una de ellas nace a partir del relato de Kurt Tucholski, un periodista y escritor alemán, que vio en 1913, en Berlín, un film porno con un argumento similar al presunto argentino. Sin embargo, en el análisis de su narración se encuentran disidencias: se refiere a ninfas que chapotean en el agua (cuando no hay) y de escenas muy inocentes; un paralelismo insolvente.
A su vez, la teoría que sostiene la mayoría de los especialistas, que sitúan a la película entre 1907 y 1912 en Argentina, surge a partir de dos libros del investigador Kurt Moreck. Tanto en 1926 como 1930, Moreck escribió que Buenos Aires era un centro neurálgico en la producción de cine condicionado, que el negocio estaba en manos de alemanes que luego distribuían sus films en Europa y Sudáfrica.
Según Cuarterolo, es imposible establecer precisiones: “Podemos hacer todas las hipótesis que queramos pero no hay ninguna prueba de que la película se haya filmado en la Argentina ni que sea tan temprana como sostienen los investigadores y menos aún de la nacionalidad de su productor”, zanjó.
Para muchos, como Patrick Robertson en Film Facts, la primera película pornográfica oficial es la francesa “A L’Ecu d’Or ou la bonne auberge”, filmada en 1908; la narración de un soldado exhausto que concreta una cita con una doncella. En los registros oficiales, le sigue la alemana “Am Bend”, de 1910, una cinta que muestra a una mujer masturbándose y luego intercala escenas sexuales de ella con un hombre.
Sin embargo, El Satario pudo haber sido realizada en 1907, antes de la francesa y alemana. De hecho, Internet Movie Database (IMDB) la sitúa como la primera. La opinión de los historiadores del género son variadas: Luke Ford sostiene que se rodó en 1907. Otro investigador de peso, Joseph Slade, dice que, con seguridad, se halla entre 1912 y 1913 ya que se trata de una parodia del ballet “L’après-midi d’un faune” (La siesta de un fauno), que conmocionó París en su estreno. El protagonista de entonces, que representaba a un fauno, simulaba una masturbación encima de una ninfa que buscaba escapar.
De acuerdo a Cuarterolo, la investigadora argentina que fue más lejos en el análisis del film, la teoría de Slade es “la mejor pensada”. Una suerte de homenaje a la visita de Nijinsky -el protagonista del ballet- que se casó en Buenos Aires. Un agasajo por parte de un director alemán con estudio en Capital, que rodaba en el puerto de Rosario con marineros y prostitutas de la zona, pero así y todo no es sólido ya que se basa en el relato de Tucholski, que según la especialista, no se refiere a El Satario.
Están los optimistas y los escépticos en torno a la leyenda. En el segundo grupo entra Dave Thompson, autor Black And White And Blue, un intento exhaustivo por reconstruir la historia de la pornografía. Consultado por Infobae sobre si creía que El Satario era el primero, respondió: “¡Definitivamente no!”.
Sus investigaciones indican que es un film mexicano rodado entre finales de 1910 y principios de 1920, durante el período post-revolucionario, cuando la imagen del diablo teniendo sexo desafiaba los designios de la iglesia. “Creo que el aspecto religioso es el más interesante. Había un montón de películas como esta hechas en México cuando el país fue modernizado por el presidente (Venustiano) Carranza. Eran películas casi de propaganda que decían: ‘Mira lo hipócrita que ha sido la iglesia y mira cómo trata a la gente’”, comentó Thompson.
Paco Gisbert, periodista especializado español, sí ingresa en el grupo de los crédulos. Considera que El Satario se filmó en Argentina, a principios de siglo XX, aunque aclara a este medio: “Yo no hablaría de la primera porno de la historia, sino de la más antigua que se conserva. Es prácticamente imposible saber cuál fue la porno más antigua de la historia”.
Tras la copia de El Satario
Durante mucho tiempo, hubo un mito instalado -uno más- en torno al filme. Decía: “La única copia que queda de la película está en manos de un coleccionista español anónimo que no la quiere compartir”. El mito quedó desmentido. En realidad, la película se encuentra al resguardo del Archivo Fílmico del Kinsey Institute, la colección más amplia de stag films -películas rodadas en forma clandestina, de primera parte del siglo XX-.
Es una copia en 16 mm. de 320 segundos de duración que, en primer lugar, el instituto fechó entre 1930 y 1932 y se la asignó al mítico cineasta ruso Sergei Eisenstein durante su periplo mexicano debido a su sofisticación visual. Después la procedencia sería modificada basándose en los textos de Moreck. Hoy el catálogo lo sitúa en Buenos Aires entre 1907 y 1912.
Desde el Instituto Kinsey, en Indiana, confirmaron a Infobae: “Tenemos una copia de El Satario y es probable que sea una copia de una impresión que es la forma en que el Instituto recogió gran parte de su colección de stag films”. Sobre su procedencia no ahondaron en detalles: “La información que lo atribuye a Buenos Aires en 1907-1912 se habría basado en los mejores documentos disponibles para el catalogador de la época. Esa es toda la información que podemos brindar”.
La copia vio la luz gracias al sello estadounidense Something Weird Video, especializado en hallazgos del inframundo cinéfilo, en 1970, cuando se editó la compilación "The history of pornography", cuya reseña destaca que tienen al film porno más antiguo existente.
Lisa Petrucci, la actual presidenta de Something Weird, le contó a este medio: “Encontramos los elementos originales de la película The History of Pornography hace muchos años, pero nunca estuvimos en contacto con El Satario en sí. El dueño original del sello (Mike Vraney) falleció, así que no sé de dónde sacó la película, que se hizo en 1970 y salió en video casero en los ‘90″.
A Argentina llegó tiempo después, en octubre de 2013, cuando Cristian Sema, responsable del sitio Raro VHS, dio con una copia de The History of Pornography. “Intenté comprar el documental por la página de Something Weird hace algunos años, pero tuve problemas para hacer el pedido, si mal no recuerdo porque no hacían envíos al exterior. Terminé consiguiendo una copia digital. El que colecciona películas raras generalmente también sabe dónde buscarlas”, comentó el coleccionista.
Primero la impresión original de El Satario. Después copias de ella. Decenas o cientos de copias. “Una razón por la cual tantas de las películas que sobreviven son de tan mala calidad es que son copias de copias de copias”, explicó Dave Thompson. “Puede haber cientos de diferentes copias circulando y cualquiera de ellas pudo haber llegado al Instituto Kinsey. Y cualquier otra pudo haber llegado a Something Weird. No creo que sean la misma impresión”.
Para el investigador británico, más que por qué es tan difícil que se conserven tan pocas películas de la época, se debería indagar en cómo sobrevivieron las que todavía hoy circulan. Los films rompieron todas las leyes de entonces. Cuando un smoker era intervenido por la policía, las copias se destruían. Cuando eran interceptadas en el correo, el remitente terminaba tras las rejas. La simple posesión de un film condicionado era un delito. Todas las copias tenían el mismo destino: el incinerador.
Pese a la infinidad de restricciones, un siglo después, los 4 minutos 32 segundos que engloban la leyenda se encuentran a disposición. Con sus muchos mitos y sus pocas certezas.
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