El viernes 30 de abril, Margaret Thatcher asistió a una cena electoral en Bedfordshire y pasó la noche en Milton Hall. Durante la mañana, recibió una llamada telefónica a la hora el desayuno en la que le dieron las novedades en Malvinas. Ella dejó Milton Hall, apuntando: “Me fui sabiendo que teníamos un día tenso por delante”. La llamada telefónica le indicó que la pista de aterrizaje en Puerto Argentino (Port Stanley) “había sido bombardeada por un avión Vulcan con éxito”.
La decisión de hundir al ARA General Belgrano se tomó en Chequers, segunda residencia de los primeros ministros, el domingo 2 de mayo. No hay nada en los archivos privados de la Primera Ministro sobre esa decisión, aparte de una carta del Jefe de Estado Mayor del Ejército, Bramall, diciendo que había sido un “gran placer y privilegio pasar la tarde allí”, agradeciéndole su “liderazgo decisivo”. Luego de terminada la guerra, a través de un acta de secreto militar con vigencia hasta el 14 de junio de 2072, el gobierno británico no desclasificó ningún documento que tratara sobre las horas anteriores y posteriores del hundimiento de la nave de guerra argentina.
Margaret Thatcher fue acusada por la oposición de su país de realizar la acción de guerra con fines electorales. Por su parte, del lado argentino y del Secretario de Estado norteamericano Alexander Haig, se asegura que la iniciativa bélica, junto con el hundimiento, sumergió la propuesta de paz peruana. Ella aseguró que: “Ordené atacar el Belgrano porque el crucero suponía una amenaza para nuestra fuerza de choque, y mi obligación como primera ministra es, antes que nada, defender la vida de nuestros soldados”.
Lo real es que, mientras se intentaba recrear un espacio de negociación, el 2 de mayo, tras treinta horas de persecución, el submarino nuclear Conqueror hundió al Crucero Belgrano. Con una tripulación de 1.093 tripulantes, la acción provocó la muerte de 323 tripulantes.
Se vivía una situación de conflicto armado, pero fue hundido fuera de la zona de exclusión. “No estaba en capacidad para participar en operaciones de guerra”, observará el contralmirante (RE) Horacio Mayorga, en su libro No vencidos. Hay otras opiniones, otras miradas, sobre lo que sucedió al Crucero Belgrano. Como se verá, para el almirante (RE) Enrique Molina Pico el buque participaba de una acción de guerra. Para el brigadier (RE) Ernesto Crespo, en su Informe: “Experiencias recogidas en las operaciones de la Fuerza Sur en el conflicto de Malvinas” la pérdida del buque merece otras reflexiones: “La Fuerza Naval se dedicó a luchar por objetivos de política interna nacional y de conservación de sus propios elementos, no dedicando más que el mínimo esfuerzo al conflicto de Malvinas. La única unidad naval de superficie perdida fue en circunstancias confusas, en la que se arriesgó la unidad más vieja de la flota, sin una adecuada protección, en pos de una aventura que ya había sido abandonada en el momento de su hundimiento (al respecto abunda en detalles el almirante Woodward en su libro sobre el crucero General Belgrano)”.
El 30 de abril el vicealmirante Juan José Lombardo, comandante del Teatro de Operaciones Atlántico Sur, ordenó desplazar la flota para un ataque a la Royal Navy mediante una operación de pinzas. El “Grupo Norte” –Grupo de Tareas 79.2- estaba formado, entre otros buques, por el portaviones 25 de Mayo -que llevaba seis aviones A-4- y los buques ARA Hércules, ARA Santísima Trinidad y el destructor ARA Py (que había sido utilizado en la Segunda Guerra Mundial). El “Grupo Sur”-Grupo de Tareas 79.3- se conformó con el ARA Crucero General Belgrano, los destructores ARA Bouchard, y el ARA Piedra Buena y el petrolero Puerto Rosales.
El 2 de mayo fue hundido el Crucero Belgrano por el submarino nuclear Conqueror, comandado por Chris Wreford Brown. Años más tarde, el comandante de la Armada Argentina, almirante Enrique Molina Pico (1994-1996) fijó una posición oficial, durante un diálogo con el autor de esta nota: “Decir que el hundimiento del crucero ARA Belgrano fue un ‘crimen de guerra’ es faltarles el honor militar a los que murieron. Fue una acción de guerra, no un crimen de guerra. Todos los que estábamos en el mar, en plena guerra, teníamos un sobre en el que se establecían los considerando de la ‘Zona de Exclusión’, decretada por el gobierno británico, y se prevenía que ‘el gobierno de Su Majestad se reserva el derecho de atacar a cualquier nave o aeronave que considere un peligro para sus fuerzas’”. Se entiende afuera de la “Zona de Exclusión”.
El día que hundieron al crucero Belgrano, la Junta Militar se reunió en la sede del Estado Mayor Conjunto a las 19 horas, con el canciller y los oficiales que integraban el Comité Militar. En la Memoria de la Junta se deja constancia que “el canciller Nicanor Costa Méndez detalló la oferta peruana y su análisis, resolviéndose que se contestaría, en principio, en forma afirmativa al Presidente Belaúnde del Perú pidiéndole la adecuación de algunos detalles de ciertos puntos de los siete que contenía la propuesta. Mientras se realizaba la mencionada reunión se recibió el despacho naval que confirmaba el hundimiento del Crucero ARA Belgrano, sin que se especificaran aún las bajas producidas…”.
El almirante Anaya quedó entre apesadumbrado y enfurecido.
―¿Qué carajo está haciendo el Belgrano en ese lugar?, preguntó el brigadier Basilio Lami Dozo.
―Venía de una misión, respondió el jefe de la Armada.
Cuando finalizó la reunión del Comité Militar, “los miembros de la Junta Militar siguieron reunidos” (sin el Canciller, se dice en la Memoria) poniendo sobre la mesa lo que había quedado de la propuesta de Belaunde Terry. Alrededor de las doce y media de la noche se decide aceptarla y que los tres “edecanes” de Costa Méndez (Iglesias, Moya y Miret) viajen a Lima para comunicar la decisión. Basilio Lami Dozo me confiará años más tarde: “Desearía cambiar ‘deseos’ por ‘intereses’ de los pobladores. Si se oponen aceptamos ‘deseos’.” También estaban en juego dos conceptos: “puntos de vista sobre los intereses” o “puntos de vista concernientes a los intereses” (así consta en la Memoria).
―Negro ¿estás de acuerdo?, se le preguntó a Anaya. El problema era la palabra “deseos”.
Entre lágrimas, Anaya dijo:
―No me queda otra que aceptar.
Finalizada la reunión, Lami Dozo le dice al brigadier José Miret: “Mañana te vas para Lima”. Y, seguidamente, se va al Edificio Cóndor a descansar. Cerca de las 2 de la madrugada lo despiertan con un llamado telefónico de Leopoldo Fortunato Galtieri, para preguntarle si no se podía “demorar” la respuesta al gobierno peruano, teniendo en cuenta la conmoción que se había producido en la Armada con el hundimiento del crucero Belgrano. Había estallado una fuerte discusión dentro del almirantazgo, cuando Anaya expuso lo que venía de decidir en la Junta Militar con la propuesta peruana. Después Anaya llamó a Galtieri para decirle “tengo un problema con el almirantazgo”.
En ese diálogo con Lami Dozo, Galtieri le explica: “Hablé con Belaúnde Terry y le dije que por lo del Belgrano debíamos esperar un poco más”.
Lami Dozo le responde: “Leo, esto no es lo que acordamos”.
El brigadier José Miret –ante la contraorden- no viajo a Lima, pero sí lo hicieron Moya e Iglesias.
Del diálogo entre Galtieri con el mandatario peruano, reflejado en la Memoria de la Junta Militar, surge la frase textual: El presidente Galtieri le dijo a Belaúnde, el 3 de mayo, a la madrugada: “Todo esto, señor Presidente, se ha visto tremendamente afectado y trastocado por la actitud británica al torpedear el crucero General Belgrano, para nosotros fuera de las 200 millas que, además, no aceptamos del Reino Unido, y evidentemente esta situación particular no solamente no favorece sino que el gobierno argentino no está dispuesto, ante esta presión militar, preferimos morir de pie que vivir arrodillados a aceptar ninguna negociación relacionada con la paz en el Atlántico Sur en estas condiciones”.
La noticia fue conmocionante: “La Armada se retira de la negociación. Nos hundieron el Belgrano”, dijo Anaya al canciller, teniendo como testigos a Galtieri y Lami Dozo, se relata en Malvinas, la trama secreta. Tras el hundimiento del crucero Belgrano, la Flota de Guerra de la Armada Argentina se replegó en Puerto Belgrano.
El jefe aeronáutico, en un relato grabado, me relató:
―¿Por qué retiras la flota? Aguijoneó Lami Dozo a su colega Anaya.
―Porque se descalibró el instrumental.
―¿Y cuándo la traes? (al Teatro de Guerra).
―Cuanto antes.
El mismo día, 2 de mayo, también es atacado el aviso ARA Alférez Sobral, muriendo su capitán y siete tripulantes. El 4 de mayo, la respuesta argentina llegó a través de sus aviones equipados con misiles franceses Exocet de la Armada y aviones de la Fuerza Aérea Argentina, al hundir al destructor HMS Sheffield. Cómo se hundió y quiénes los hundieron aun es hoy un tema de debate y competencia entre la Armada y la Fuerza Aérea.
En esos días de gran confusión, durante un encuentro entre el almirante Anaya y sus asesores con el diplomático argentino Oscar “Buda” Torres Ábalos, el jefe naval le comentó: “Siento el aliento de la flota inglesa en la nuca”. Y que la Task Force “intentará establecer una cabeza de playa, hacerse fuertes, levantar su bandera y luego negociar”. Al decir de Torres Ábalos, a Anaya “se lo veía preocupado, cagado… tienen munición para tres días de enfrentamiento”. En un aparte, uno de los asesores le dijo que “una de las motivaciones para la ocupación (de Malvinas) había sido el ‘blanquear’ los errores cometidos en los seis años de gobierno”.
Mientras tanto, cuando no había quedado totalmente descartada la gestión de Fernando Belaúnde, desde Nueva York, otro peruano, el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, ofreció una gestión de buenos oficios que fue aceptada por la Argentina y el Reino Unido. La iniciativa se presenta con la forma de un “Aide-Memoire”, en la que se propone que “la Argentina comience el retiro de sus tropas de las Islas Malvinas (Falkland Islands) y el gobierno del Reino Unido el redespliegue de sus fuerzas navales y comience su retiro de la zona de las Islas Malvinas (Falkland Islands).” El punto 2º considera que “ambos gobiernos comiencen negociaciones para procurar una solución diplomática a sus diferencias” y “ambos gobiernos revoquen sus respectivos anuncios de bloqueos y zonas de exclusión, y pongan termino a todos los actos de hostilidad.”
“A fin de participar en las negociaciones, el jueves 6 de mayo, viajan a Nueva York el subsecretario Enrique Ros y el secretario (Roberto) García Moritán”, según el “Cronograma de los hechos”, un trabajo realizado en la cancillería por la Dirección Antártica y Malvinas.
Al día siguiente, viernes 7, Gran Bretaña amplió el bloqueo naval a 12 millas del litoral marítimo argentino, y tomó la decisión de trasladar las fuerzas de infantería que estaban en la isla Ascensión al frente de guerra. Era un claro mensaje de que se pensaba en un desembarco.
SEGUIR LEYENDO: