Unos años más tarde de finalizado el conflicto argentino-británico, el almirante Harry Train, comandante de la Flota del Atlántico de la Armada de los Estados Unidos de Norteamérica, y simultáneamente Comandante Supremo Naval de la OTAN, durante el período de la guerra de las Malvinas, hizo la siguiente observación, publicada por el Boletín del Centro Naval (Buenos Aires, marzo de 1987): “El Operativo Rosario fue planeado e inicialmente ejecutado como una ‘invasión diplomática’. Como un aguijón de las atascadas negociaciones con los británicos sobre la soberanía de las islas. La operación nunca fue intentada como una operación de combate”.
En otras palabras, desde el 2 de abril hasta el 1º de mayo de 1982, la Argentina se enfrascó en una batalla donde sus combates se libraban en los pupitres del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en la Organización de los Estados Americanos, mientras el Reino Unido de la Gran Bretaña dispuso, al margen de las escaramuzas en los organismos internacionales, la movilización de sus efectivos y reservas para una dura batalla militar.
Durante el mes de abril la gran atención de la Junta Militar se depositó en lo que ocurría en Nueva York, Washington, Lima y Londres. En esas semanas cualquier declaración estaba permitida, ya no. Con el paso de las semanas, crecía en el Comité Militar un clima de sorpresa y desazón frente a acontecimientos que no podía dominar, porque sobrepasaban a sus integrantes. Ahora comenzaba otro mes de conflicto y los discursos quedaron atrás.
“El enemigo está dispuesto a pegar y pega fuerte”, dijo Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de facto, durante la reunión del gabinete del 3 de mayo, pedía “prudencia” a sus colaboradores y observó que el cambio del panorama nacional e internacional de la Argentina podía implicar que temas como el de las “privatizaciones puedan sufrir postergaciones”. El último concepto es coincidente con otro que Galtieri me expresó el 29 de julio de 1982: “Yo, a lo que jugué fue a la alternativa de la no intervención de Estados Unidos. De allí que, en una conversación con (Nicanor) Costa Méndez, una vez desatada la guerra, le dije: ‘Se da cuenta doctor, se me quemaron los papeles. Yo lo traje a usted al gabinete para hacer una cosa y salimos haciendo otra totalmente diferente’”.
El 1º de mayo se inició la guerra. Entró en vigencia el día “D” para Gran Bretaña. A través del Mensaje Militar Conjunto Nº 26, Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo entendieron que la hora de las palabras había terminado. En esas horas, los resultados de los sondeos indicaban que la sociedad estaba dispuesta a ir a la guerra si era necesario, y la guerra estaba “ad portas”.
Según el relato de la Junta Militar “seis buques británicos se acercaron a Puerto Argentino ejecutando fuego naval sobre la ciudad mientras el almirante británico John Forster “Sandy” Woodward intimaba a rendición, lo que fue rechazado por el Gobernador Militar en las islas Malvinas, general Mario Benjamín Menéndez, esto fue comunicado por parte telefónico al Estado Mayor Conjunto en Buenos Aires.”
Nada se dice en el informe de la Junta Militar de la Operación Black Buck, el ataque británico con 21 bombas de 1.000 libras desde un bombardero Vulcan al aeropuerto de Puerto Argentino –que había despegado de la Isla Ascensión y reabastecido en el aire en seis ocasiones por aviones cisterna Víctor K.2.- ni del desembarco de patrullas del Servicio Aéreo Especial y Naval Especial para marcar “blancos” ya que carecían de apropiadas fotografías satelitales o aéreas.
La Junta Militar no va a sostener lo mismo: “El cable informativo 2172, del día 3 de mayo, y el Mensaje Militar Conjunto Nº 39 sostenían que ‘enemigo recibe información satélite sobre posición diurna y nocturna todas unidades superficie propias’”. Los buques ingleses HMS Glamorgan y HMS Arrow fueron tocados pero prontamente continuaron en la batalla. El Glamorgan sufriría daños severos hacia el final de la guerra cuando lo impacto un Exocet dirigido desde Puerto Argentino. Los argentinos perdieron varios aviones de combate y los ingleses aceptaron haber sufrido averías en un Harrier que fue reparado.
A partir de este día los comunicados para mantener informada a la ciudadanía dejaron de ser emitidos por la Junta Militar, cuyos últimos tres comunicados 39, 40 y 41 dieron paso a los primeros comunicados del Estado Mayor Conjunto, elaborados por “especialistas” en acción psicológica y oficiales de Inteligencia.
Con los primeros enfrentamientos militares apareció una pública declaración de los dirigente justicialistas Deolindo Felipe Bittel, Ángel Federico Robledo, Benito Llambí y Ernesto Corvalán Nanclares en la que expresaban su aspiración de que “las Fuerzas Armadas, depositarias activas hoy del mandato libertador de San Martín y Bolívar sintiéndose acompañadas por todo el pueblo argentino y el de las demás naciones de América presenten batalla y tomen represalias, devolviendo golpe por golpe, hasta escarmentar debidamente al invasor.”
“Francis Pym llegó a Nueva York antes de una operación británica masiva sobre Malvinas. Mientras, se desarrollaban acciones aisladas. Aquí declaró que la semana pasada había viajado a Washington para negociar con (Alexander) Haig en su rol de ‘mediador’, pero que ahora viene a verlo ya como ‘aliado’. Si no hay una respuesta diplomática argentina para el lunes 3, entonces podría comenzar una operación mayor. (Eduardo) Roca dice que no tiene instrucciones de Buenos Aires. Ya se han producido dos bombardeos de los ingleses a las islas”, anoté en mi libreta en esos tensos días de 1982. “La misión ante la OEA no tiene instrucciones a qué atenerse”, me dijo el embajador Raúl Quijano.
Sábado 2 de mayo: “Se estuvo a punto de llegar a un arreglo sobre la última propuesta de los Estados Unidos. El almirante Anaya empujó para endurecer la posición argentina. El gobierno no desea convocar al TIAR, nuevamente, porque teme que se produzca un enfrentamiento entre Latinoamérica y los Estados Unidos. Galtieri está muy dubitativo sobre qué camino tomar. Considera a los Estados Unidos un país amigo y Costa Méndez cree que la futura negociación diplomática contará con la participación de los Estados Unidos. Yo dije que eso nos mantendría desarmados y con los brazos caídos. Para Galtieri es muy difícil la posición, porque los americanos eran los amigos de ayer. Se habla de la posibilidad del retiro de (Esteban) Takacs”, comentó en “off the record” el embajador ante la OEA, Raúl Quijano, el 2 de mayo de 1982.
El embajador Eduardo Roca se fue al cine a ver El tambor de hojalata, una película alemana basada en una novela de Günter Grass. Estaba perdido, a los tumbos. “Imaginate -me dijo un alto funcionario de la Cancillería- vino para hacer migas con los norteamericanos y ahora va a tener que andar corriendo negros por los pasillos. No está preparado anímicamente (ni intelectualmente) para eso. Anoche se presentó una nota en las Naciones Unidas denunciando la agresión británica. Si no hay muchas víctimas será más fácil negociar. Por el momento los ingleses están realizando ataques tácticos, pequeños. Los pilotos británicos tienen orden de bombardear puntos militares, no tropas. Hay una posibilidad de una iniciativa diplomática. Podría haber en las próximas horas un sutil mensaje, por la puerta de atrás, de los americanos, para tratar de alcanzar una negociación diplomática. Se habla de posibles cambios en la Junta Militar”.
El tembladeral del embajador Takacs: 21.20 horas del 2 de mayo de 1982. Anoté en mi libreta: “La Argentina presentó una nota de protesta a los Estados Unidos. Todo esto dejará profundas huellas en la relación argentino- norteamericana. Esteban Takacs contaba hoy que no hubo comunicación con las autoridades norteamericanas. ‘Los canales están cortados, no hay comunicación’, me dijo hablando por teléfono. No entendía la posición de Washington. Está sorprendido: ‘¿A qué juega la Armada? No estoy muy claro. No he recibido instrucciones’. Takacs, no participa de las decisiones, sólo transmite órdenes. Da la impresión que está consciente de su situación y que piensa que su cabeza está en juego, se gane o se pierda”.
La confusión reinaba entre los negociadores argentinos en los Estados Unidos, cuando desde Lima entró un cable del embajador argentino, contralmirante Luis Pedro Sánchez Moreno: “Hoy, dos de mayo, a 18.05 horas fui citado por el señor canciller quien me relató resumidamente las negociaciones cumplidas por el presidente Fernando Belaúnde Terry, el primer ministro Manuel Ulloa y el canciller Arias Stella con el Excelentísimo Señor Presidente Galtieri y Vuestra Excelencia, haciéndome entrega de la propuesta que —díjome— estaba en consideración de la Junta Militar”, informó por cable “S” nº 503 “Muy Urgente” el embajador en Lima, Sánchez Moreno, un oficial hiperactivo a quien sus compañeros de promoción llamaban “Fideo Eléctrico”.
Estaba por comenzar la gestión peruana de una nueva propuesta de paz y el drama del hundimiento del crucero ARA General Belgrano.
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