El 3 de junio de 2002, Miguel Alejando Betros —pintor y decorador de profesión— caminaba por la avenida Cabildo, a la altura del 4718, cuando se desplomó instantáneamente. Una bifera que cayó de un quinto piso (aunque las pericias, por las características del edificio, se realizaron con la altura del séptimo), le dio de lleno en la cabeza, provocándole graves heridas: una fractura de cráneo y la pérdida de todos sus dientes superiores. La Justicia ordenó indemnizar al peatón herido, en ese momento, con la suma de 270 mil pesos.
En abril del 2022, recorriendo las calles de Salvador de Bahía, me llamó la atención un restaurante con el nombre: La Boca. Me acerqué a la caja, en donde se encontraba un hombre de unos 50 años, y le pregunté si podía utilizar los sanitarios del lugar. Ni bien lo escuché hablar le pregunté:
—¿Argentino?
Y la respuesta rápida fue:
—¡Sí!
A partir de la confirmación, una batería de preguntas lo aturdieron.
A 20 años de aquel hecho inédito, Infobae se encontró con Miguel Alejandro a miles de kilómetros del país y nos contó a qué se dedica hoy. Habló sobre qué pasó con su causa judicial y, feliz, nos contó sobre su cambio radical de vida.
—¿Qué hace trabajando en este bar?
—Estoy acá en el restaurante desde el 2014, hace 8 años. La primera vez que visité Salvador fue en 1995 y desde entonces supe que iba a venir a vivir acá. Volví para Argentina, pero mi deseo era más fuerte que yo. Es más, quise hacer una regresión astrológica, porque siento que yo tengo algo acá. Y bueno, en 2014 tomé la decisión, me vine y me ocupé del lugar, porque el dueño, que era amigo, tuvo un accidente, viajó para Argentina y falleció allá. Yo me hice cargo del restaurante hasta el día de hoy.
Luego de esa respuesta, él me pregunta a mí qué hacía yo ahí; le conté que era periodista y sus ojos se abrieron como dos faroles. Casi como en secreto me dice: “Yo allá en Argentina soy conocido por un accidente que tuve. Muy conocido”.
—¿Cuál?
—Me cayó una churrasquera de un séptimo piso.
¡Sos el hombre de la churrasquera! exclamé sorprendida. Y le conté que recuerdaba el caso a la perfección, porque en ese tiempo yo trabajaba en el noticiero de Canal 9 y ese accidente fue cubierto, no solo por tratarse de un hecho insólito, sino porque logró sobrevivir a semejante impacto, que le dejó -según la justicia- una “incapacidad para la masticación del 82 por ciento y de la fuerza de trabajo del 45 por ciento”. En caso lo llevó adelante la jueza civil Virginia Simari y el hecho sucedió -dice el expediente- cuando la empleada doméstica del departamento (donde un inquilino vivía con sus dos hijos) “encontró ropa en la pileta del lavadero y sobre ésta un cesto cuadrado chiquito dado vuelta, a la altura de la ventana que se encontraba abierta. Arriba estaba colocada la churrasquera... la plancha de metal se zafó del mango y se coló por la ventana”. Por el accidente, la empleada no fue condenada civilmente, pero si el inquilino por la negligencia de poseer un artefacto defectuoso.
—¿Qué pasó con su caso? -Le pregunté ya respuesta de la sorpresa.
—Mi abogado era Gregorio Dalbón, con eso te digo todo. Terminó el juicio, y hasta el día de hoy me están pagando los intereses de los intereses. Me están pagando a los puchos, como decimos nosotros. A lo mejor en el 2030 me terminan de pagar todo lo que fue esa indemnización irrisoria: 400 000 pesos.
—Como argentino, ¿cómo ve hoy al país desde lejos?
—Como cuando me fui, pero peor. Políticamente peor. Creo que no va a cambiar mucho. Para que cambie Argentina tiene que pasar algo, tiene que dar un vuelco de 90 grados y no creo que pase nunca.
—¿Vienen muchos argentinos acá para hacer turismo?
—Bastantes.
—¿ Qué es lo que más le sorprende cuando los escucha hablar?
—Vienen y quedan maravillados con el lugar. Con la playa, con todo el paisaje. Ahora lo que hablamos es, bueno, el otro día vino una pareja argentina, que vinieron con la tarjeta y dijeron: “Bueno, gastamos, vamos a disfrutar acá y cuando volvemos, cuando llegamos a Argentina, vemos cómo pagamos”.
—¿Qué le cuentan del país?
—Y, un poco lo que siempre vivimos en Argentina, la crisis política. Cuando estaba en Argentina leía, escuchaba muchos programas políticos y, lamentablemente, va empeorando la situación y se formó como una bola de nieve por toda la corrupción.
—Cambiando de tema. ¿Qué pueden encontrar en su restaurante los argentinos que visiten Bahía?
—Acá estamos haciendo todo lo que es comida bahiana. Pero la idea es, a partir de mayo, empezar a hacer comidas argentinas. Como comíamos en Argentina, por ejemplo, queremos hacer milanesas, traer un poquito de la cultura de Buenos Aires para acá. También, quiero hacer una vez por mes tango. Ya tengo profesor y profesora. Ahora tengo que hablar con el consulado argentino a ver si hay un cantante de tango acá.
—¿Qué es lo que más se consume?
—Cerveza. Después, tira-gosto, que son como un tentempié.
—Además de encontrar su lugar en el mundo, ¿encontró el amor acá?
—Sí, hace dos años.
—¿Qué tienen las bahianas que no tienen las argentinas?
—Que siempre están alegres. Que siempre están con una sonrisa en la cara. Es así. Es energía, mucha energía.
—¿Volvería a vivir en la Argentina?
—Yo siempre voy a ser argentino. Mi corazón es argentino. Lo que pasa es que uno se cansa de hacerse mala sangre y vivir al día. Acá uno se olvida de eso. Acá no se piensa en el dólar. No se piensa en mañana, en cómo tener el dinero, se piensa en vivir.
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