El 1º de Mayo de 1974 por la mañana, centenares de colectivos procedentes de todo el interior del país fletados con dinero de la organización Montoneros llegaban a su punto de encuentro, la Facultad de Derecho. En esos momentos, el Presidente Juan Domingo Perón inauguraba las sesiones del Congreso Nacional. En su discurso trazaba las bases del Modelo Argentino que presentó “a consideración de todos los argentinos de buena voluntad”. A la militancia de JP-Montoneros no le interesaba escuchar a Perón, venían con una sola consigna: cuestionar a un gobierno del cual eran parte.
El Perón de 1973 no era el del 55. Dejaba atrás dieciocho años de exilio, de humillaciones y persecuciones sufridas y volvía en la inteligencia de cerrar la grieta del peronismo-anti peronismo. Convocó a sus viejos adversarios: Balbín, Frondizi, Solano Lima. Reconstruyó lazos, y propuso debatir un conjunto de ideas sobre las que una mayoría de argentinos pudiese coincidir. A eso le llamó Modelo Argentino.
“Nuestra Argentina necesita un proyecto nacional, perteneciente al país en su totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si entonces comparáramos nuestro pensamiento, obtendríamos un gran espacio de coincidencia nacional. (…) Como presidente de los argentinos propondré un modelo a la consideración del país, humilde trabajo, fruto de tres décadas de experiencia en el pensamiento y en la acción. Si de allí surgen propuestas que motiven coincidencia, su misión estará más que cumplida.”, expresó.
“El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: el capitalismo y el comunismo. Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permiten concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno. (…) Alguna vez prediqué la armonía como categoría fundamental de la existencia humana; sigo creyendo en ella como condición inalienable para la configuración de la Argentina que todos anhelamos. Esa básica consonancia excluye la violencia e implica comprender que el único camino para la construcción fértil es partir de ideas, valores y principios, cuya práctica concreta no cercene el cauce de la paz.”
“Esto no distorsiona en absoluto la vocación de cambio del Justicialismo, concretado en este modelo argentino; ya he afirmado que la doctrina es revolucionaria en su concepción, pero pacífica en su realización.”(…) Surge, también, una experiencia importante para nuestros países: hay sectores internos cuyos objetivos coinciden con los de los imperialismos. Obviamente, la capacidad de decisión de estos sectores debe ser debilitada o anulada.”
Perón retomaba los viejos conceptos de justicia social, desarrollo industrial independiente, e incorporaba los nuevos desafíos de los cuales nadie hablaba hace 47 años: la ecología y las nuevas tecnologías.
“Creo que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, (...) y de la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esa marcha, a través de una acción mancomunada internacional.”(...)
“La sociedad que anhelamos para el futuro debe comprender que el problema científico tecnológico está en el corazón de la conquista de la liberación. Sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace imposible.” (…) En los centros de más alta tecnología se anuncia, entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de casas harán sus compras desde sus hogares por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos.”
Esta frase parece hoy una obviedad. Pero recién 20 años después (en 1995), tuvimos Internet en la Argentina. Y, en 2003, las amas de casa hicieron sus compras por medios digitales. En estas cosas pensaba Perón 50 años atrás; mientras muchos jóvenes creíamos que era un anciano, detenido en el tiempo de sus glorias pasadas.
Mientras Perón hablaba en el Congreso, en los colectivos fletados por la organización Montoneros. aparte de sus militantes ya decididos a gritarle su bronca, venían cientos de simples simpatizantes peronistas motivados por ver y escuchar a su líder. Solo los gremios y la JP-Montoneros tenían organización y recursos para movilizar gente desde todo el país.
Sobre ese 1º de Mayo quedó plantado el paradigma: “Perón nos echó de la Plaza”. Pero los sucesos de la plaza no fueron una sorpresa, fue el desenlace de una historia previa. En la historia, un error común, es quedarse en la imagen de un hecho, y desconocer el antes y el después de un acontecimiento.
Comencemos por recordar que Perón había propiciado que los jóvenes de la “tendencia revolucionaria”, mayoritariamente referenciados con FAR y Montoneros tuvieran su cuota de poder en el nuevo gobierno. Los gobernadores de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Salta, San Luis, Santa Cruz y Formosa eran hombres con distintos niveles de acuerdos con la tendencia; el Ministerio del Interior, el Ministerio de Educación, y las universidades nacionales estaban en manos del mismo sector.
Pero, el proyecto de la cúpula de FAR y Montoneros nunca terminó de coincidir con el que Perón había concebido para esa etapa. En noviembre del 73 Firmenich expresó ante sus cuadros medios que “la ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología porque nosotros somos socialistas (…) para nosotros la Comunidad Organizada, la alianza de clases es un proceso de transición al socialismo. (...) La contradicción con Perón es insalvable. La solución ideal sería que Perón optara por admitir que la historia va más allá de su proyecto ideológico y que nosotros somos los hijos objetivos del Movimiento Justicialista; y que resignara su proyecto ideológico, adecuándose a esa realidad. Perón sabe que nuestra posición ideológica no es la misma que la de él, y de ahí que tiene una contradicción que vaya a saber como la resolverá.”
Aunque eran parte del gobierno constitucional, Montoneros nunca abandonó su accionar armado; solo que sus enemigos dejaron de ser los militares, y pasaron a ser los otros sectores del peronismo, en especial la dirigencia sindical.
El 25 de septiembre, dos días después que Perón ganara su tercera presidencia por el 62% de los votos, Montoneros asesinó al secretario general de la CGT Jose Ignacio Rucci. Según Juan Gelman: “Lo de Rucci se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda.” A partir de ese momento, la relación de Montoneros con Perón tomó un tinte cuasi mafioso. Porque tirar un cadáver para sentarse a negociar es una práctica común de la mafia. Sin embargo, Perón los siguió recibiendo en público y en privado.
En enero del 74, el gobierno mandó al Congreso un proyecto de modificación del Código Penal. Se intentaba frenar a la guerrilla del ERP, que, aprovechando la derogación de las leyes represivas, de julio a diciembre de 1973 habían realizado 185 atentados, en promedio uno por día. Los diputados que respondían a Montoneros se opusieron a los cambios. Perón los recibió, los escuchó pacientemente y les explicó la necesidad de las reformas. Por orden de Firmenich, ocho diputados renunciaron a sus bancas.
Durante el mes de febrero se sucedieron una serie de reuniones de Perón con los distintos grupos de JP en las cuales participaron los Montoneros. El 26 de abril, Perón los recibió nuevamente. Alberto Molinas, de Montoneros, habló sobre el acto del 1º, advirtiéndole que: “a la Plaza de Mayo van a concurrir todas nuestras organizaciones, que se van a expresar en sus canciones y estribillos”. Luego, criticó largamente a la “burocracia sindical” y a otros sectores y pasó un listado de reclamos al gobierno. Finalizó diciendo que iban a ir a la Plaza en función de la promesa que Perón había hecho el 12 de Octubre: “cada 1ª de Mayo voy a presentarme en la Plaza de Mayo, para preguntarle al pueblo si esta conforme con el gobierno que realizamos”. El 30 de abril, Montoneros publicó una solicitada convocando a la Plaza de Mayo, con el listado de exigencias al gobierno peronista.
Mucho antes de que Perón pronunciara la palabra “imberbes”, Montoneros ya tenía decidido ir a la Plaza a cuestionar su gobierno. Esa concepción incluía la idea de confrontarlo y vaciar el acto. No existió esa situación inesperada y sorpresiva, que describen algunos, en la que un Perón ofuscado echó a los jóvenes de la Plaza.
Montoneros invirtió importantes recursos para movilizar asistentes desde todo el país. Grandes columnas de colectivos confluyeron en Acceso Norte desde la mañana y fueron a concentrar en la facultad de Derecho en la Avenida Figueroa Alcorta, desde donde marcharon.
El acto tenía características de fiesta, con artistas populares. La JP-Montoneros gritaba tapando a los cantantes: “No queremos carnaval/Asamblea popular”. Cuando llegó el momento de la coronación de la reina del trabajo, fue Isabel la encargada de coronarla. Las columnas la abuchearon y corearon: “No rompan más las bolas/Evita hay una sola”.
Ante cada mención de algo que tuviera que ver con los gremios, estallaba la consigna: “Se va acabar/se va acabar la burocracia sindical” y “Rucci, traidor, saludos a Vandor”. Se estaba cumpliendo la advertencia que Alberto Molina en nombre de Montoneros le había hecho a Perón: “la gente se va a expresar con sus canciones y estribillos”.
La consigna predominante de Montoneros era: “Qué pasa/qué pasa General/está lleno de gorilas/el gobierno popular”. Cuando Perón salió al balcón, pidió silencio con las manos, y arrancó con su discurso. Dijo: “Compañeros”, una, dos, tres veces… Pero lo seguían interrumpiendo con el “qué pasa general”. En medio de ese cántico que no lo dejaba hablar, soltó su primera frase: “Hoy hace diecinueve años que en este mismo balcón y en un día luminoso como este, hable por última vez a los trabajadores argentinos…”, los bombos y el “qué pasa general” impedían escucharlo. Dijo una frase más, que no llegó a ser escuchada por nadie en la Plaza y, ya enojado, soltó: “pese a esos estúpidos que gritan….”.
A partir de allí, la plaza se convirtió en una batahola de empujones, palos y trompadas entre las columnas sindicales y las de Montoneros, que producida la provocación iniciaban la retirada de la plaza. Fuera del “corralito” de sogas de la columna de JP-Montoneros la mayoría de los asistentes se quedó hasta terminar el acto. Entre ellos el padre Carlos Mugica y don Arturo Jauretche. Bajo las columnas del Cabildo con el grupo de la JP La Plata encabezado por Carlos Negri, también se quedó, apoyando a Perón en la plaza, el entonces joven militante Néstor Kirchner.
Esa noche en la Facultad de Derecho donde se concentraban los militantes llegados del interior, se pudo escuchar de boca de algunos líderes montoneros una frase medio en serio, medio en broma: “esta noche la conducción de Montoneros saca un comunicado expulsando a Perón del Movimiento”.
Era lo que en realidad pensaba la cúpula de la organización. Que el pueblo había abandonado a Perón y al peronismo, para “adoptar la identidad política superadora del Peronismo que es la identidad Montonera”. Así lo manifestaron en un documento publicado en el Evita Montonera de octubre del 76 (ya en medio de la debacle producida por la represión) : “El primero de mayo de 1974, en la Plaza de Mayo, coreando el nombre de Montoneros, la mayoría del pueblo allí presente se retiró enfrentando la política errada del Gral. Perón. Allí en ese hecho, se manifestó la frustración y el agotamiento del peronismo y el nacimiento de su identidad transformadora.”
La verdad era otra. A partir de ese 1º de Mayo de 1974, fue el pueblo peronista el que se alejó cada vez más de los Montoneros, que luego de pasar a la clandestinidad en septiembre del 74, se convirtieron en un aparato armado, con mucho dinero, muchas armas, pero huérfanos de acompañamiento popular.
Lamentablemente, el discurso que dio Perón esa mañana quedó tapado por el entredicho con Montoneros. Habló del Modelo Argentino. Son palabras de mucha actualidad. Pasaron 48 años de que el anciano líder le dijo a sus viejos adversarios: “Es un verdadero milagro el que podamos ahora dialogar y discrepar entre nosotros, pensar de diferente manera y estimar como válidas distintas soluciones, habiendo llegado a la conclusión de que por encima de los desencuentros, nos pertenece por igual la suerte de la Patria, en la que está contenida la suerte de cada uno de nosotros, en su presente y porvenir.”
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