Aquel día el primer teniente Mariano Velasco y el alférez Jorge Barrionuevo eligieron bien las bombas que iban a llevar: las españolas BR-250 de 500 libras. Las de 1000 libras, pensadas para romper pistas y bunkers, penetraban el casco de los buques ingleses y pasaban del otro lado sin explotar. El buen tiempo de ese 25 de mayo permitía un vuelo muy bajo, lo cual aumentaba el factor sorpresa. No tenían radar altímetro, pero Velasco calcula que se desplazaban a 10 metros sobre el mar.
Velasco divisó al poderoso destructor Coventry y a la fragata Brodsword a unos 15 kilómetros de distancia, ubicados a la izquierda, a las 10 horas de la esfera del reloj, como definen los pilotos las posiciones. Para hacer el viraje hacia el blanco tenía que levantar su A4B: el radar británico lo captó. Y el piloto reparó en que la proa del buque enemigo se cubría de humareda: le habían disparado un misil. Entonces giró 45 grados a la izquierda, voló bajo durante 15 segundos y luego retomó su curso. Había conseguido despistar al Sea Dart.
- ¿Cómo te diste cuenta de eso?
- Advertí que su traza era divergente, porque se desplazaba oblicuo y yo veía su estela. En cambio, si ves al misil como un punto, es que viene convergente, hacia vos.
El misil Sea Dart había perdido la señal, volaba cabeceando, subía y bajaba. “Era imponente, de varios metros de largo, pasó por mi costado a unos 200 metros”.
Velasco y Barrionuevo observaron como sus camaradas Pablo Carballo y Carlos Rinke atacaban a la Broadsword, que se mantenía inmóvil. En tanto que el Coventry maniobraba frenéticamente tratando de ofrecer la menor figura posible a los cazadores argentinos. “Evolucionaba con una agilidad impresionante, parecía una lancha, al tiempo que nos tiraban con cañones, ametralladoras e incluso fusiles. Los piques levantaban chorros en el agua, salpicaban como una ballena que sale del agua para respirar.”
En un recurso desesperado, los británicos hasta prendieron sus sistemas de iluminación para tratar de entorpecer la visión de los atacantes. Todo fue en vano.
Velasco le pegó al Coventry con las tres bombas en la línea de flotación. Las de Barrionuevo, empero, se trabaron. Y ahí se suscitó un intercambio entre los cazadores que quedará en la historia:
Barrionuevo: ¡Dio perfecto usted, señor! Era una CL42. ¡La vi clarito!
Velasco: ¡Huiiijaaaaaa!
Barrionuevo: ¡Pegó en la trompa; las tres habían explotado muy bien!
Carballo: ¡Qué golazo, carajo!¡Eso! ¡Vamos pendejo, vamos pendejo, viva la Patria!
Velasco: ¡A ver como explotó esa puta!
Décadas después, el verdugo del Coventry me dice: “No debí haber gritado eso, lo que pasa es que después de una hora de silencio de radio, estalla el micrófono”. En esa circunstancia… ¿quién honestamente podría echárselo en cara?
Además fue un desquite, aunque Velasco no lo toma así. Esa misma mañana el Coventry había derribado los aviones de los capitanes Hugo Palaver y Jorge Osvaldo García y el 9 de mayo abatió a la tripulación del helicóptero Puma de Ejército -Fiorito, Di Motta y Buschiazzo- que trataba de rescatar a los náufragos del pesquero Narwal.
Lejos de sentir su misión como venganza, el entonces primer teniente después de la guerra se comunicó con los sobrevivientes del Coventry y les expresó tanto su respeto, como sus condolencias. “Yo sólo buscaba destruir el arma”, me aclara.
En los 20 minutos en que los cazadores llegaron de vuelta al continente, el destructor ya se había hundido. Y sin embargo, los ingleses sostienen haber sufrido tan sólo 19 bajas mortales. Velasco no lo cree así. “Eran más de 300 tripulantes, es muy raro. Hay gente que no logró salir, se puede ver en las fotos que las balsas no pudieron ser alistadas, muchas están a bordo mientras el buque es una hoguera gigantesca. De todos modos, eso no es lo importante”.
- ¿Cómo era volar hacia la flota?
- Hay miedo, pero uno se siente muy cobijado en el avión. Es una fusión hombre-máquina. No se oyen ruidos del exterior, es una burbuja aislada donde uno se siente muy a gusto. Y la adrenalina te da más empuje, más visión, funcionan mejor todos los órganos.
- ¿Y la fe?
- Te daba mucho apoyo para cumplir una misión por una causa sumamente justa. Nosotros teníamos las misas, comulgábamos, estábamos en paz.
- Llevabas un rosario en tu mira…
- Volábamos con el rosario, yo tenía la imagen de la Virgen de Loreto, protectora de los aviadores. Así y todo, cuando de cuatro pilotos volvían dos, era jodido. En mi escuadrón de A4B perdimos 10 aviones, el único que se salvó de los alcanzados, fui yo.
- Un 25 por ciento de bajas…
- Sí, un poco más que el porcentaje del coronavirus...
El 27 de mayo, con cuatro bombas cada uno, Carballo, Rinke, Velasco y Ossés debían atacar las instalaciones británicas en Bahía Ajax.
Volando sobre el estrecho de San Carlos, “Cobra” Velasco escucha la advertencia de Carballo: “¡Guarda que nos están tirando!”. Y cuando llega a la bahía, un misil pasa entre él y su numeral Ossés. Se apresta a lanzar sus bombas, cuando siente impactos de cañones en el ala y el fuselaje. “Era como si golpearan al avión con un martillo”, compara. Descarga sus mortíferas BR-250 sobre los contenedores, helicópteros y depósitos que ve en tierra, pero su numeral le advierte que tiene fuego en la raíz de su ala izquierda. Al vuelo del intrépido Halcón le ha puesto fin el buque de asalto anfibio Intrepid.
“Eyéctese, Mariano”, lo urge Carballo. El avión puede explotar en cualquier momento, pero el primer teniente, que está volando sobre el agua, prefiere elegir -con parsimonia provinciana- dónde se va a eyectar y a qué velocidad. Pone rumbo este hacia el continente y ve por el espejo retrovisor que hay mucho humo en el ala. Recién cuando está sobre la Gran Malvina, se eyecta y el silencio de la cabina es súbitamente reemplazado por el ruido ensordecedor del motor y de la explosión del cohete eyector.
Descendiendo en su paracaídas, ve como debajo de él explota su máquina. Al tocar el suelo, se tuerce un tobillo y se lastima la columna. “Pero me ordené física y psíquicamente y comencé a caminar”. Lo hace, con el pie morado, tiritando de frío y sin alimentos, durante tres días y dos noches: 45 minutos de movimiento por 15 de descanso. Hasta que llega a un refugio. De ahí lo rescata una patrulla argentina que lo lleva a Puerto Howard, tras lo cual es embarcado en el buque hospital Bahía Paraiso.
- ¿Cómo pudiste sobrellevar esa odisea?
- El ser humano tiene fortalezas ocultas que desconoce y que aparecen ante las situaciones críticas de peligro. Sacás fuerzas de donde no tenés. Y algo sobrenatural, que para mí es Jesús Dios, es la brújula que te guía. Sumale el pilar fundamental que es tener una familia. Tenía dos niñas de 3 años y de 10 meses y experimentaba el terror de un padre ante la eventualidad de no poder proteger a su cría. Eso moviliza enormemente.
Velasco habla con una triple tonada: mezcla de puntana, riojana y cordobesa. Este hijo y nieto de agricultores es de Traslasierra, el pago del Cura Brochero.
- ¿La guerra quita caretas?
- Si. Antes de la guerra había unos cuantos que parecían leones y luego se transformaron en palomas.
- ¿No querían salir en misiones?
- Siempre encontraban excusas…
- ¿Cómo fue tu posguerra?
- Algunos mandos se volvieron desmalvinizadores.
- La envidia.
- Y sí. Es que cuando había alguna visita, todos querían hablar con el teniente, el combatiente. Y había superiores que estallaban: “¡Qué tanto Malvinas, dejen de hablar del tema!”. Eran los de mala leche, al buen nacido no le molestaba. En vez de nutrirse de la experiencia… Cuando vino a visitarme a Córdoba Neil Wilkinson, el artillero que me derribó, llamé diez veces al Estado Mayor y a la V Brigada, para que aprovecharan lo que él pudiera contar. No me atendían el teléfono.
- ¿Y cómo ves el futuro de la causa Malvinas?
- La causa es irrenunciable. Absolutamente todos los argentinos deben unirse alrededor de ella. Y entonces presionar diplomáticamente.
- Nadie escucha a un país que está desarmado…
- Pues hay que bajar los aviones de Malvinas de las plazas y arreglarlos.
- ¿En serio?
- ¿Por qué no? Tenemos técnicos extraordinarios para hacerlo…
Si David Hart-Dyke, capitán del Coventry -quien testimonió que “los argentinos desplegaron su alto grado de destreza en vuelo y su fanático valor”,- escuchara estas palabras, probablemente sentiría un sudor frío recorriéndole la espalda.
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