Claudio Corazza y S.I.T. son un padre y una madre que fueron separados de sus hijos por maniobras de sus respectivas ex parejas, pero que lograron recuperar el vínculo filial y reparar el daño. Sus casos son muy diferentes pero tienen puntos en común: el amor, que les dio la paciencia para tolerar el sufrimiento y la arbitrariedad, y el haberse cruzado con jueces que, pese a la lentitud del engranaje y a otros obstáculos, supieron establecer la verdad y hacer justicia.
Corazza tiene hoy la custodia de su hijo, luego de haber sido separado arbitrariamente de él por casi 4 años; S.I.T. no es la madre biológica del niño por el cual batalló, pero se amparó en la figura de progenitor afín que contempla el Código Civil argentino: ella convivió con ese hijo del corazón y con la madre biológica del niño durante 5 años y eso creó un vínculo que ni S. ni el pequeño quisieron perder.
“Los expedientes (de los juzgados de familia) son cementerios de órdenes de restricción y en el medio no se investiga nada”, denunció la doctora Fátima Silva, abogada de familia, en una jornada organizada por la asociación Infancia Compartida sobre “Impedimento Vincular como Maltrato Infantil y Violencia Psicológica”.
En su exposición, Silva destacó que la justicia ha empezado a tomar conciencia de la problemática de las falsas denuncias y del impedimento de contacto, fruto de la manipulación de un padre o una madre que, generalmente en el contexto de una separación conflictiva, utiliza al hijo como herramienta para dañar al ex cónyuge.
La abogada citó por ejemplo un informe reciente del Ministerio Público Tutelar que señala que de “las distintas modalidades de influencia en el discurso de los niños, surge el concepto de inoculación que se produce cuando los adultos responsables de la crianza infunden ideas distorsionadas de la realidad en el psiquismo del niño, cuyo proceso de individuación se encuentra a cargo de quien ejerce esa influencia”.
“Alienación, influencia, manipulación… llamémoslo como queramos, pero que sucede, sucede”, sentenció Silva, subrayando la gravedad del fenómeno y su efecto en el psiquismo infantil.
Silva citó otro informe, de la Cámara Nacional Civil, sala J, de diciembre de 2021, que dice: “Se presenta la alienación parental cuando un hijo rechaza sin razones justificadas a uno de los progenitores como consecuencia de acciones de descalificación, abiertas o encubiertas, promovidas por el otro, de buena o mala fe, destinadas precisamente a lograr ese rechazo”.
La abogada aclaró que la alienación parental no es un “síndrome”, palabra de la cual se toman los que niegan que exista el impedimento de contacto en base a falsas denuncias y manipulación de los niños, que terminan asumiendo el discurso del progenitor.
“Alienación es una palabra que está en el diccionario: significa ausencia de la percepción de la identidad propia”, dijo Silva.
“Existe una enorme cantidad de denuncias que no sabemos si son ciertas o no”, agregó, porque “en la mayoría de esos expedientes no tenemos un trabajo concreto y claro” para “saber si esas órdenes de restricción deben ser o no continuadas”.
Esta es la realidad que viven muchos padres, madres e incluso abuelos, que ven de pronto cortado el vínculo con sus hijos o nietos por plazos tan extensos que equivalen a una condena y causan un daño difícil de reparar.
Una medida de la extensión de este problema es la proliferación de asociaciones de progenitores que padecen estas obstrucciones y que buscan la fuerza en la unión. De hecho, este lunes 25 de abril, Día internacional de lucha contra el maltrato infantil, se reunirán desde las 17 horas en la Plaza de Mayo para exponer su problemática.
Ahora bien, hay jueces que no han esperado señalamientos de instancias superiores, como los que cita Fátima Silva, para actuar en consonancia con la ley y dictar medidas que implican reparación. Aquí, dos historias con final feliz. En especial para los menores involucrados.
Los dos casos que se incluyen en esta nota se han resuelto favorablemente, pero a la vez confirman la existencia de las falsas denuncias y de abogados que las promueven, que las sugieren a sus clientes como táctica en casos de divorcios conflictivos.
Claudio Corazza, un transportista santafesino, se separó de la madre de su hijo en 2016, cuando éste tenía 4 años. La pareja vivía en Santa Fe capital pero luego de la separación la mujer se mudó a Santo Tomé, una localidad cercana.
“Veía a L., mi hijo, todos los días y tenía buena relación con la madre. En 2017, alquilo incluso una casa en Santo Tomé. Yo pasaba por allí repartiendo con el camión, y paraba a saludarlo, y los sábados me lo traía a casa”, contó Corazza a Infobae, en charla telefónica.
Todo iba bien, e incluso festejaron juntos el cumpleaños n°5 de L., hasta que la mujer inició una relación sentimental con un hombre de Alta Gracia, Córdoba, que se vino a vivir con ella a Santo Tomé. “Ahí empecé a tener problemas para ver a mi hijo. Y un día ella me manda un mensaje al celular de mi trabajo diciendo que, por razones laborales de la pareja, se tenían que ir a vivir a Neuquén”, cuenta Corazza.
Cuando el sábado siguiente fue a buscar a L., su ex le dijo que el nene lloraba porque no quería ir con él. Que le había pasado “algo”, le dijo. En cuanto al viaje al sur, Corazza le comentó que se estaba asesorando. “En eso se asoma L. a la puerta, y yo veo que estaba bien -cuenta Claudio-, ‘no está llorando’ le digo a ella, y él viene, me saluda, lo alzo y le digo ‘vamos a casa’, y ahí se da vuelta y la mira a la madre. Entonces lo bajo y le digo a ella ‘¿no será que vos me lo estás alejando para irte?’ Ella me pide mi whatsapp para avisarme si L. cambiaba de opinión”.
Corazza se lo dio y volvió a su casa, un trayecto de 20 minutos, y al llegar recibió en su teléfono la foto de la denuncia por violencia de género que su ex le acababa de hacer. “Que le levanté la voz y no sé qué mentiras más -recuerda- y al mes de que se le venció esa denuncia, me hizo otra por maltrato al menor, cuando yo ya hacía casi 3 meses que no veía a mi hijo”.
“Un día que vi a L. jugando con sus primos en la vereda -parte de su familia vivía a la vuelta de mi casa-, les dije a mi vieja y a mi hermana que lo fuesen a saludar. Entonces la madre de L. llamó a la policía y consiguió una restricción para toda mi familia. Ella decía que el nene no quería estar conmigo, que me dibujaba y después me tachaba”.
Con buen tino, la jueza del juzgado N° 5 de Santa Fe pide entrevistar a L. Cuando el nene vio a su padre lo abrazó y dijo que estaba esperando que éste lo fuese a buscar. “La jueza al ver y escuchar a L. me da el régimen de visita y yo pedí que fuese en un shopping, yo pagaba el remise para L. y su madre. La primera vez no fue y presentó un certificado trucho de que mi hijo tenía angina. Apareció recién el 4° sábado, con toda su familia, su nueva pareja y las tres hijas que tiene de anteriores relaciones, mayores que L. A mí eso no me importó”.
Pero esa fue la última vez que vio al niño. Al siguiente fin de semana, el remisero le informó que en la puerta de la casa de su ex había un cartel de alquiler. “Cada sábado que ella no se presentaba yo la denunciaba en la comisaría de Santo Tomé. Esa vez, les pedí que fuesen a verificar si mi hijo estaba en la casa. No tenían móvil, me dijeron. Los llevo, propuse. No, no podemos ir en un auto de civil…”
Caída la primera denuncia, la madre de L. había hecho otra por abuso. “Me citaron de la comisaría de la mujer y me llevaron a sacar fotos y pintarme los dedos; me dieron un trato horrible, como si hubiese sido un degenerado. Me quejé: ‘No soy un delincuente ni un abusador; todo es porque a ella se le ocurrió denunciarme’. Por esa acusación mi abogado pidió una Cámara Gesell donde L. habló bien de mí, y gracias a Dios se confirmó que a mi hijo nadie lo abusó.”
En el momento más álgido del conflicto, la madre de L. llegó a acusar de abuso al sobrino de Claudio, un niño de 12 años. La denuncia fue desestimada rápidamente, pero tuvo que intervenir la justicia de menores… y el mal trago para toda la familia es fácil de imaginar, además del daño que semejante acusación puede causar a un adolescente.
A Claudio, la jueza -”que nunca me cortó el vínculo”, aclara él- le da un nuevo régimen de visita. Tenía que retirar a L. de la casa de su ex suegra. “Cuando a mi ex la notifican de que yo el sábado empezaba a verlo, ella fue a la escuela de L. y lo retiró. Y ahí no supe más nada de mi hijo. Nadie me sabía informar de su paradero ni de cómo estaba. Entonces tomé contacto con Infancia Compartida, y empezamos con mi hermana a salir en los medios y a hacer viral mi caso. Así logré localizar a mi hijo. Una vecina me informa que estaba en Alta Gracia, me manda una foto. Yo hago un video en Facebook pidiendo por mi hijo. La madre replica acusándome de cosas falsas y hasta le hace grabar un video a mi hijo diciendo que yo lo abusé”.
Así pasaron meses, durante los cuales Corazza seguía protestando, subiendo videos y organizando marchas, reclamando el regreso de su hijo.
Hasta que, en diciembre del 2020, la jueza le da la tenencia del niño. “Entonces la madre de L. se enloquece y viene a Santa Fe y me hace una perimetral, en enero de 2021″.
Este es uno de los momentos más absurdos de este caso: las denuncias contra Corazza se habían caído por inexistencia de delito; la madre se llevó a L. sin autorización de la justicia y no notificó su paradero; por todo esto, la justicia le dio la tenencia al padre. Pero, aun con todos esos antecedentes, la mujer logró que una jueza dicte una perimetral…
“Fui a hablar con la jueza que le firmó la perimetral y no supo decirme por qué lo hizo; le mostré la resolución de la tenencia y me dijo que no lo sabía…”
Desde que su ex se llevó al niño, Corazza iba todos los días al juzgado para averiguar dónde estaban, pero no le daban ninguna respuesta. Él, en 20 minutos, averiguó todo por Internet: la escuela a la que iba L., los números de la madre del niño, los de la comisaría y del juzgado de Alta Gracia. Pero la mujer nunca se presentaba. Desde Santa Fe, ordenaron que se hiciera el traslado del menor, y desde Córdoba contestaban que no porque Corazza tenía denuncias… todo basado en la sola palabra de la madre.
“Hubo un tira y afloje de jueces -recuerda él-. Hasta que llegó el día en que los trajo un patrullero. En septiembre de 2021″.
“Fue duro el primer encuentro después de casi 4 años -recuerda hoy Claudio Corazza- Al principio me dijeron ‘no te lo podés llevar enseguida porque está muy manipulado’. Finalmente nos reunieron a los tres, para que L. viese que su madre y yo estábamos en buenos términos. Ahí ella le dijo ‘tenés que estar feliz porque mamá está bien con papá’. Tuvimos tres salidas juntos y fue entonces que ella me confesó que todo había sido idea de su abogado, para que me metieran preso dos años y ella se pudiera ir tranquila a Córdoba…”
El equipo interdisciplinario que entrevistó a L. a su regreso, le contó a Corazza que el niño empezó repitiendo los argumentos de la madre, pero cuando logró soltarse, cambió totalmente de discurso. Los especialistas también concluyeron en que era mejor para el niño estar con su padre, confirmando la decisión de la jueza.
Un día L. le preguntó: “¿Vos le mandaste la policía a mi mamá para que la metan presa?” Él tuvo que explicarle que las cosas habían sido al revés. Y le preguntó si se acordaba que había grabado un video. Sí, se acordaba. Me contó que la mamá le decía que dijera esas cosas…”
“Ahora, desde septiembre, L. está feliz, le va bien en la escuela, yo no le corté el contacto con la madre, acá a tres cuadras viven los primos por parte de su mamá, con los que juega; con mis ex cuñados nos llevamos bien, ellos siempre estuvieron de mi lado.”
Aunque su caso está resuelto, Corazza sigue acompañando al grupo de padres, madres y abuelos autoconvocados de Santa Fe reunidos por el padecimiento común de la obstrucción de los vínculos con sus hijos o nietos.
“MAMÁ ME DIJO QUE HASTA QUE LOS ABOGADOS DIGAN NO TE VOY A PODER VER”
“¡Pero no eran los abogados los que impedían el contacto!”, dice S.I.T. al comentar lo que le decía J., su hijo del corazón, durante el tiempo en que no pudieron verse.
“Yo inicié una relación con la mamá biológica de J. en 2013. Duró 5 años. Desde el primer año convivimos con J., que entonces tenía 3 años. Durante el tiempo de convivencia, me hice cargo de su crianza, educación, salud, todo lo que hacía a su bienestar integral y se creó un vínculo afectivo y un lazo genuino y amoroso entre nosotros”.
En 2018, vino la separación, pero S.I.T. le planteó a la madre de J. continuar el vínculo con el niño porque además J. también manifestaba ese deseo. La madre acepta y acordaron días y horarios, una suerte de régimen de visita, por el cual ella retiraba a J. de la escuela algunos días y a veces el niño se quedaba incluso a dormir en su casa. “Continuamos la vida habitual pero cada una en su domicilio”, dice S.
“En ocasiones, J. manifestaba su deseo de permanecer más tiempo conmigo; a su mamá eso no le gustaba mucho, y ahí empiezan las obstrucciones del vínculo, el querer un poco manipularlo. Cuando se daban estas situaciones, ella me marcaba que su mamá era ella y que las decisiones las tomaba ella, y obviamente es respetable pero no estaba escuchando el deseo del niño, que para mí era lo prioritario, porque J. no estaba expresando algo que lo pudiera poner en riesgo, sino sólo su deseo de compartir situaciones cotidianas y más tiempo conmigo”, dice S.
Cuando vino el primer año de pandemia, la mamá de J. decía que no era docente y que no podía hacerse cargo de educar al nene. S. se ofrece a educarlo en su casa.
“Ella lo aceptó y J. estaba feliz. A ella siempre le pesó mucho el tema económico, porque yo siempre sostuve la economía familiar. Y cuando estuvimos separadas, continué solventando todos los gastos del niño. Pero cuando ella en el 2020 inicia una nueva relación de pareja y su economía mejora, empieza a obstruir aún más el vínculo; a querer hacerme a un lado, y yo lo veo a J. muy angustiado, expresándome, ya tenía 9 años, tenía voz, las situaciones que no deseaba presenciar: ‘Cuando yo le digo que me quiero ir con vos, ella me dice que no, que entonces arme los bolsos y me vaya a vivir directamente con vos, que no la vea nunca más’. Ella extremaba los deseos de J., pero él sólo era un niño que quería pasar tiempo con las dos, ¡es lo más sano! No deseaba no ver más a su mamá, todo lo contrario, yo siempre promoví que se comunicara mejor con ella”.
Cuando J. empezó a expresar esa angustia, S. habló con la madre del niño, pero ella no reaccionó bien. “Que no me meta, que es su hijo y que agradezca que lo podía ver, fue su respuesta”, dice S.
Entonces, a principios del 2021, S. propuso hacer un acuerdo a nivel legal, fijar días y horarios para ordenarse mejor. Ella buscaba también de ese modo evitar la extorsión afectiva que la madre le hacía a J. como decirle, cuando él quería esta con S., “pero mirá que si nos vamos al circo vos no vas a estar”.
“Era una manipulación constante -recuerda S.- Yo le proponía ir a la playa, a Monte Hermoso, y él me decía ‘no, mi mamá me dijo que quizás hoy vamos…’ y al otro día no iban a ningún lado. Eran situaciones improbables que ella le ponía en la cabeza para que él tuviera miedo de perderse algún plan estupendo. J. empezó a percibir esa manipulación y se empezó a enojar y ahí su mamá se puso peor. Entonces, cuando le propuse hacer el acuerdo, me dijo que no, que de ninguna manera, porque yo no tenía ningún derecho sobre el nene”.
Pero estaba equivocada. Los artículos 672 al 676 del nuevo Código Civil contemplan la figura del progenitor afín: si el niño tiene un vínculo afectivo continuo y recíproco con el adulto, y éste quiere hacerse cargo de su bienestar general y el niño también responde a ese vínculo y lo tiene como un referente afectivo, existe el derecho a sostener ese vínculo, explica S.I.T.
“Ese fue el término que utilizó la jueza a cargo del caso: dijo que yo que soy ‘un referente afectivo muy importante en la vida de J.’ En febrero del año pasado, iniciamos una demanda de comunicación con mi abogado, porque es un derecho del progenitor afín el tener comunicación, más aun si el menor lo expresa. No obtuvimos respuesta durante dos meses, hasta que ella dijo que no me dejaba ver al niño porque yo ponía en riesgo su bienestar… Pero no presentó ninguna prueba para sostener eso. Nosotros, en cambio, mostramos todos los certificados de que yo lo llevaba al médico, de la vacunación, de la escuela, de que desde el jardín yo siempre estuve autorizada para llevarlo y retirarlo”.
A S.I.T. le sobraban pruebas de su vínculo con J. Iban juntos de vacaciones y cada 3 meses a La Plata de donde ella es oriunda a visitar a su familia. “Él los llama abuela, tío, está completamente integrado, pasaba hasta un mes con nosotros en vacaciones y yo tenía las fotos y hasta los pasajes. Y la autorización que me firmaba la mamá en cada viaje. ¿De qué riesgo podía hablar si me dejaba al nene un mes entero?”
— Al judicializarse el tema ¿cuánto tiempo pasaste sin ver a J?
— De febrero a julio. En respuesta a mi demanda ella dice que quiere llegar a un acuerdo, pero en el zoom de mediación dio marcha atrás, no quiso llegar a un acuerdo, y la jueza la tuvo que frenar porque se puso muy violenta verbalmente. Su abogado también la frenó porque ella se iba hundiendo en un discurso y propuso acordar entre abogados. Se cerró el zoom y por tres semanas no tuve noticias. Mi abogado estaba preparando todo para iniciar el juicio. Yo tenía muchas pruebas de mi vínculo con J. Vivimos en un pueblo (de la provincia de Buenos Aires), acá nos conocemos todos. Finalmente, llega la propuesta de ella: una vez por semana una hora, porque el nene tenía muchas actividades. Una mentira.
— ¿Qué hicieron entonces?
— Yo le decía a mi abogado que lo de una hora una vez por semana era inaceptable, un chiste. Yo estaba muy inestable emocionalmente, muy enojada, susceptible, sensible por toda la situación, pero mi abogado, sensatamente, me dijo “Pensá que es una puerta para empezar a verlo”. Hizo que yo entendiera, que no me ganara la ansiedad de querer volver de inmediato a la cotidianeidad, y me dijo “pensá que si vamos a juicio, vas a pasar dos años más o menos sin verlo...”
— ¿En ese momento no podías verlo para nada?
— De hecho, me lo cruzaba, vivimos en un pueblo. A la tarde, cuando llegaba de trabajar, me daba una vuelta por la canchita a la que sabía que iba y en tres, cuatro, oportunidades pude hablar con él. Estaba muerto de miedo, miraba a los costados. Me decía: “Mi mamá me dijo que hasta que los abogados digan no te voy a poder ver”. Como si los abogados fuesen el impedimento… Al contrario, estaban resolviendo la problemática. El discurso que él tenía era ese y yo le decía “tené paciencia, se está haciendo todo lo posible para que nos podamos volver a ver”, le preguntaba por la escuela, le decía que jugara mucho con sus amigos. Intentaba llevarlo a esos temas, al deporte, al juego, a los amigos, porque en la casa le debían estar todo el día con el discurso…, porque me hablaba en términos judiciales.
— ¿La madre no se enteraba de esos encuentros?
— Una vez pasó con el auto, nos vio en la canchita y frenó, lo llamó y se lo llevó. Eso yo lo expresé en un escrito como muestra de la obstrucción del vínculo. ¿Por qué se lo lleva si estoy hablando, si no estábamos haciendo nada malo. El abogado me dijo “intentá, por ahora, no ir, porque puede también que te ponga una denuncia falsa, que busque alejarte aún más con algo judicial”. Me tocó un abogado divino, que me supo contener, porque por momentos me ganaba la ansiedad como cuando me hicieron esto de verlo una vez por semana. Le decía a mi abogado: “No lo aceptemos, yo quiero que él esté conmigo cuando quiera; está todo el día en la calle, lo veo yo, deambulando en el pueblo”. Pero acepté la propuesta. Durante tres semanas, vino una vez por semana, una hora…
— ¿Cómo fueron esas visitas?
— Me conmocionó mucho la primera vez que vino. Entró a casa y empezó a revisar todo, las alacenas… “¿Qué pasa J.?”, le pregunto, y me dice “nada, quería ver que estaba todo como cuando me fui”. De hecho, estaba su pieza armada, su placard, su ropa, todo. Fue lugar por lugar y es lo que menos me hubiese imaginado que iba a hacer apenas llegara. Él quería saber que su espacio estaba. Sus puntos de referencia en casa. Cuando viene por tercera vez, me dice que la mamá le había dicho que quizás ahora iba a empezar a poder venir cuando quisiera. A mí eso me sorprendió mucho: “¿Pero qué pasó?” Y me dijo: “Pasa que mamá se separó y volvimos a casa”.
— ¿Hoy podés verlo normalmente?
— Sí, es como haber vuelto al inicio: ella no impide por completo el vínculo pero genera situaciones de obstrucción que son llevaderas. No obstruye rotundamente, al punto de impedir que el nene venga, como pasó antes. La situación es, por momentos, dificultosa porque no le gusta que J. permanezca mucho tiempo en mi casa, pero aceptó que viniera de vacaciones conmigo este verano y me dejó llevarlo a La Plata. Él siempre pasaba Navidad con su mamá y Año Nuevo conmigo y lo aceptó también este año.
— ¿Cómo está el niño hoy?
— Lo veo re bien, cuando en aquel momento lo veía con mucho miedo, muy inseguro, no quería empezar ninguna actividad deportiva. Hoy es totalmente diferente. Cambió muchísimo su actitud. Él siempre había sido de proponer el plan: “vamos a la playa, vamos a pescar, ayudame con la tarea” y cuando empezó a volver, venía con miedo, miraba el reloj… Salíamos al patio a jugar al fútbol y él “¿qué hora es? ¿qué hora es?” porque sabía que a las 7 tenía que volver. A la vez, asesorada por mi abogado y también por Infancia Compartida, grababa los encuentros, porque yo vivo sola, sabía que también me podía perjudicar eso. Que ella dijera “S. hizo tal cosa con el nene…” Entonces me dijeron “grabalo” porque lamentablemente le ha pasado a un montón de compañeros. Te pueden inventar cualquier cualquier cosa y después es tu palabra contra la de ellos, porque al niño no lo escuchan. En mi caso no lo escucharon nunca, nunca.
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