Sebastián Fuenzalida tenía 11 años cuando escuchó a Angélica Lucero en una crisis de llanto. “¿Qué le pasa, mami?”, le preguntó intentando consolarla. “¡Lloro por Stella, una hermana que tenés y que murió!”, respondió afligida la mujer.
Quedó petrificado. Desconfió del motivo del llanto y solo atinó a decirle a Silvia, su hermana mayor: “¡Algo le pasa a mamá! ¡Dice que tiene una hija que se llama Stella! ¡Está delirando!”.
En ese momento, Silvia le contó la historia de la que poco y nada se hablaba en casa: “Mamá tuvo una hija que se llamaba Stella Maris y es hermana nuestra”, le dijo. Sebastián quiso saber más y buscó indagar, pero debido a las crisis repentinas de Angélica, y el posterior Alzheimer, sus intentos por armar el rompecabezas le llevó años y jamás pudo completarlo porque es muy poco lo que se sabe de ella.
“¡Mi mamá tuvo una vida muy dura y esta es una de las partes más tristes. Siempre se puso muy mal al hablar de su pasado y lo evitaba, pero un día me contó que Stella nació el 25 de diciembre 1957 en la localidad de San Martín y que allí vivían junto a Carlos Pérez, el papá. Uno o dos años después, mi mamá consiguió trabajo en la ciudad de Mendoza y acordaron que él cuidaría de la beba mientras ella trabajaba y que regresaría todos los fines de semana para estar juntas y llevarla a pasear. Un día regresó a la casa y no los encontró. Tocó timbre y nadie respondía. Una vecina le dijo que la familia se había mudado hacía unos días. Nunca más supo de ellos.
Con los años, Angélica rearmó su vida, conoció a su segundo marido y nacieron Silvia, Viviana y Sebastián. Unos 15 años después de ver a Stella por ultima vez, supo que su hija regresó al viejo pueblo para buscarla y que no la encontró. Hecho que renovó las esperanzas de un reencuentro, aunque siguieron pasando los años. Un día, leyendo el diario se enteró de que fue una de las diecisiete víctimas del derrumbe del Edificio Cóndor, la sede de la Fuerza Aérea Argentina, ocurrido el 5 de diciembre de 1980. Quedó devastada.
La reconstrucción de la historia
Desde 2019, Sebastián Fuenzalida (41) —profesor de inglés, padre de tres hijas, Paula, Constanza y Larissa— intenta saber qué pasó con su hermana. Aunque siempre respetó el silencio de su madre, no se había dado cuenta de que la angustia que él sentía se debía a no saber nada sobre Stella: ¿con qué historia creció siendo una niña?, ¿qué pensaba en la adolescencia de su madre?, ¿sabría que tenía hermanas menores...?, ¿llegó a saber que él nació dos meses antes de que la fatalidad le arrebatara la vida?
A modo de calmar esos fantasmas en su cabeza, Sebastián inició sesiones de una terapia alternativa (biodescodificación), que requiere de los datos de todo su árbol transgeneracional para así indagar en las emociones más profundas que podían verse afectadas por cargas del pasado.
“Armé mi árbol y puse los nombre de toda mi familia, y el de Stella, porque es mi hermana, es mi familia; y ahí me di cuenta que no sabía nada de ella y quise conocer su historia: saber quién fue, cómo creció, qué estudió... Como mi mamá ya no podía hablar de ella comencé a preguntarles a mis tías. Una de ellas, que murió el año pasado, me contó todo lo que sabía. Que también era poco”, precisa.
Esa tía vivía en General Alvear y solía visitar a Angélica en la ciudad de Mendoza. Sebastián estaba con ellas en el momento que su madre saca unas viejas fotografías muy bien guardadas. Le muestra una: “Ella es Stella”, le dice y le entrega la foto de una beba.
“No quise hacerla sufrir, solo tomé la foto y la guardé, pero empecé a indagar con esa tía. Busqué en internet qué pasó con el Edificio Cóndor, eran solo datos, yo quería saber si ella estaba ahí. El año pasado fui al diario Los Andes, de Mendoza, y a la Legislatura para buscar en la hemeroteca y encontré notas del 6 de diciembre donde figura entre las víctimas y se dice que murió con 22 años″, cuenta el empleado bancario.
Según lo que siguió indagando con sus tías, Stella habría tenido un hijo o una hija unos años más grandes que él. “Debe tener unos 45 años y le tocó, al igual que a mi hermana, crecer sin su mamá. No sé qué le contaron de su abuela. Pensando en eso, decidí, por insistencia de mi esposa Desirée, compartir mi historia en el grupo de Facebook. Ahí conté que quiero encontrar a mi sobrino. Sé que mi hermana al menos tuvo un hijo. Deseo hablarle y cuando pueda viajar a Buenos Aires, quiero visitar la tumba de Stella en el Cementerio de la Chacarita, donde fue sepultada, o si ya no está ahí que alguien que sepa me diga dónde está”, manifiesta.
Sebastián se apena al pensar que Stella regresó por su madre y que no la encontró. “No sé muy bien cómo fue eso. Una tía que sí estaba en San Martín se enteró que la buscaba porque tampoco la vio... Eso habrá sido entre 1975 y 1980, en esos años no había manera de dar con una persona, pocos tenía teléfono de línea en las casas. No es como ahora que buscás en Facebook y listo”, compara.
“Ahora mi mamá tiene 84 años y está muy cuidada, no sabe que estoy buscando los datos del nieto que no conoce. Mis hermanas apoyan la búsqueda y también quieren saber qué pasó con él, cómo es su vida. Ojalá pueda leer esta historia y sepa qué fue lo que pasó. Ojalá quiera contactarme. Stella murió en Buenos Aires, quizás su familia siga allí”, finaliza.
*Quien tenga datos sobre la descendencia de Stella Maris Pérez de Pinto puede contactar a Sebastián al e-mail sebassmoj@gmail.com
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