El martes 6 de abril por la tarde la revista Gente apareció un día antes en los kioscos. En su tapa se publicaron las fotos de soldados argentinos apuntando con sus armas a marines ingleses, con las manos en alto, en señal de rendición o tirados boca abajo en el pavimento.
"No los subestimamos, pero pueden pasar el papelón del siglo", dijo una fuente naval argentina, cuando comentó el envío de la flota británica a las Malvinas.
Más tarde, el general de brigada Ramón J. Camps dijo que la flota inglesa estaba integrada de "chatarra".
"Un solo submarino atómico está en condiciones de hacer papilla a toda la flota argentina", pareció responder una fuente de la inteligencia británica desde Londres, según publicó Clarín el miércoles 7 de abril.
Desde Washington, Ronald Reagan anunció la gestión pacificadora de su país en el conflicto del Atlántico Sur.
El miércoles 7, el general de brigada Mario Benjamín Menéndez asumió en Puerto Argentino como gobernador de las islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur. La ceremonia fue transmitida desde el Town Hall por cadena nacional de radio y televisión, aunque por desperfectos técnicos las imágenes no se vieron y sólo se escuchó el audio. Con la presencia del Ministro del Interior, general Alfredo Saint Jean, el juramento se lo tomó el comandante del Teatro de Operaciones, general Osvaldo García. Estuvieron presentes en la ceremonia una delegación representativa de la dirigencia política, sindical y empresaria de la Argentina.
El mismo día, Gran Bretaña declaró que "las naves de guerra argentinas que se encuentran dentro de las 200 millas náuticas de las Islas Malvinas, después de las 04.00 GMT del lunes 12 de abril, corren el serio riesgo de ser atacadas".
El bloqueo inglés se ponía en marcha. La Argentina respondió estableciendo oficialmente el "Teatro de Operaciones del Atlántico Sur" (TOAS), bajo la jefatura del vicealmirante Juan José Lombardo y convocó a las reservas de las FF.AA.
El jueves 8, el secretario de Estado d elos Estados Unidos Alexander Haig llegó a Londres, dando comienzo a su gestión de asistencia. Habló con Margaret Thatcher cerca de cinco horas. Más tarde dijo que se había quedado "impresionado con la firme determinación del gobierno británico" de recuperar las Malvinas.
En síntesis, en un memorando para el presidente Ronald Reagan, fechado el 9 de abril, informó que "la primer ministro está convencida de que ella caerá si (nos) concede cualquiera de los tres puntos básicos que envió al Parlamento:
* Inmediata retirada de las fuerzas argentinas.
* Restauración de la administración británica en las islas.
* Preservar la posición de que los isleños puedan estar capacitados para ejercer la autodeterminación”.
Mientras en Buenos Aires los voceros oficiales dejaban trascender que las maniobras militares del Reino Unido eran un “bluff” para negociar con mayores posibilidades de réditos, en Washington los embajadores de los 10 países de la CEE pidieron el retiro de las tropas argentinas de las Malvinas.
En una decisión que ampliaba los preceptos soberanos de la Argentina en las islas, y antes de que llegara el mediador Haig, a partir del jueves 8 los comerciantes de las Malvinas fueron obligados a recibir moneda argentina. Hasta ese momento la libra malvinense o el dólar eran las únicas formas de pago en los negocios.
"Las autoridades argentinas solicitaron a los comerciantes que reciban el dinero argentino, al cambio del momento", informó la agencia TELAM. En Buenos Aires, los propios argentinos no sabían cuál era el cambio del "momento".
El 9 de abril de 1982, a las 19 horas, se reunieron en la sede del Estado Mayor Conjunto, sobre la avenida Paseo Colón, los integrantes del Comité Militar con la presencia del canciller Nicanor Costa Méndez.
Al negociador argentino se le impusieron condiciones de acero –que aceptó- y para asegurarlas bien los integrantes del Comité Militar (COMIL) analizaron las "Bases para la Negociación a ser expuestas ante el Sr. Haig" – según se dice en la Memoria de la Junta– preparado por "el Equipo de Trabajo integrado por los funcionarios de más alta jerarquía de la Cancillería y tres los oficiales superiores".
El documento tiene 8 páginas donde se asentaron los fundamentos históricos y políticos de la decisión del 2 de abril. El trabajo, entre una veintena de puntos -algunos claramente extorsivos- aconsejaba decirle al Secretario Haig que:
-El "vuelco de la opinión pública o buena porción de ella en contra de quienes defienden una causa impopular, como es el colonialismo, de un país europeo en América" podría conducir a que "EE.UU. y Occidente perderían un importante aliado en el Atlántico Sur", porque "la actitud estadounidense de apoyar a Gran Bretaña podría ser hábilmente explotada por China y la URSS a su favor".
-"Este conjunto de circunstancias no sólo perjudicará el diálogo Norte-Sur, sino que, más grave aún, empujará a una nación como la Argentina a un área no occidental, con todo lo que ello implica en el ámbito político internacional, teniendo en cuenta el peso que puede tener la República Argentina en América Latina, lo que significaría el resquebrajamiento, hasta incluir la ruptura del sistema de seguridad hemisférica occidental".
Al mismo tiempo el Comité Militar decidió reforzar con más tropas las Malvinas, antes de que comenzara a regir el 12 de abril el bloque anunciado por Gran Bretaña.
Destinó a Malvinas: Batallón de Infantería de Marina Nº 5, Batallón Antiaéreo, la Brigada de Infantería X y la Compañía de Ingenieros Anfibios, entre otros. Y a través del Acta Nº 10 "M"/82 se autorizó "el minado defensivo en la zona de Malvinas".
"De general a general"
El 10 de abril de 1982, cerca del mediodía, Leopoldo Galtieri se encontró con Haig para hablar "de general a general, puesto que hay una hermandad entre los hombres de armas y muchos valores en común que hacen que la conversación franca sea más fácil entre nosotros", dijo Galtieri.
Luego realizó una introducción en la que sostuvo, entre otros conceptos, que "el 2 de abril se recuperó lo que sabemos legítimo y por más que Gran Bretaña envié la flota naval y 5.000 Marines, los esperaremos con todos los honores. El Reino Unido intenta repetir su actitud colonial del siglo pasado y como en los años 1806 y 1807, el pueblo argentino responderá con algo más que aceite hirviendo, ya que lo hará con todo su poder militar".
El Secretario de Estado escuchaba atentamente mientras el general Vernon Walters le traducía. Luego, Alexander Haig comenzó agradeciendo el recibimiento privado y, según consta en la Memoria de la Junta Militar, "se refirió a haber comprendido la lucha argentina contra la subversión que sus predecesores no entendieron; reconoció los sacrificios y concesiones argentinas; indicó que sabía de las decisiones de la URSS a partir de 1978 por la debilidad demostrada por los EE.UU.; agregó que los militares argentinos condujeron con éxito la lucha antisubversiva a pesar de la irracional e ilógica crítica internacional; aseguró no haber provisto a Gran Bretaña de información y se manifestó de acuerdo con la operación argentina desde el punto de vista militar".
Galtieri manifestó que se había ordenado una operación incruenta en la medida de lo posible a efectos de evitar daños a ciudadanos británicos y que por ello las bajas habían sido sólo argentinas.
Haig a renglón seguido habló de los problemas existentes en México, Nicaragua y El Salvador y que apreciaba que la relación de su país con la Argentina era buena y que no permitiría que "1000 pastores escoceses provocaran una alteración en el continente" y por último agradeció en nombre del Presidente Ronald Reagan la "cooperación argentino norteamericana".
Sin identificar esa cooperación, está claro que se refería al grupo militar argentino que "asesoraba" desde Honduras a los "contras" que peleaban al régimen sandinista.
Galtieri aprovecho para contarle que había llegado a la Argentina el embajador de Cuba pero que todavía no había conversado con él, y Haig respondió que el interés cubano por el caso Malvinas “aumentaba la tragedia” de lo hecho por Margaret Thatcher; que sin embargo, la Señora Thatcher era el líder vigoroso que apoya a los EE.UU. en la actualidad y que se la había arrinconado en el caso Malvinas.
Luego el Secretario Haig mencionó que la posición que había adelantado la Señora Thatcher constituía un ultimátum. Que, como primer paso, era necesario emprender la retirada de las fuerzas argentinas, pues sin retirada no habría ningún tipo de negociaciones. Adelantó que frente a esta postura, él había informado a la Señora Thatcher que EE.UU. no podía apoyarla.
Luego, Haig dijo que si la flota británica continuaba avanzando las emociones crecerían y el conflicto escaparía de todo control. Asimismo señaló que él creía tener las bases para la solución del caso, agregando que no podría volver a Londres con una proposición de soberanía argentina, pues sería rechazada. Por ello consideró que el tema de la soberanía no habría que mencionarlo. Galtieri manifestó que no era materia de negociación la soberanía argentina y que cualquier otra cosa podía ser objeto de ella.
Galtieri adelantó una advertencia: "Le diré sólo una vez y luego no volveré a repetirlo. En cuanto a la Argentina concierne, no existe ninguna duda con respecto a nuestra soberanía en las islas. Estamos dispuestos a negociar sobre cualquier otro punto".
La respuesta del Secretario de Estado fue que si insistía en la permanencia de un gobernador argentino en las Malvinas, habría guerra. Y que en ese caso los británicos "poseían una fuerza mayor que la de los argentinos y que lograrían una victoria en caso de desatarse las hostilidades".
Galtieri previno que el conflicto podía extenderse porque “comprometía a muchas naciones” y “que habría que estudiar la posibilidad de supuestos hundimientos por submarinos… siempre sería adjudicado a Gran Bretaña pese a que lo podría efectuar o la URSS o la República Popular China”.
Esto se dijeron, “de general a general”:
Galtieri: Sr. General, hablando como militar le digo que es conveniente que no nos cerquen. Como profesional usted sabe que si es cercado deberá romper el cerco.
Haig: Pero yo sé que eso significaría hacer algo de lo que usted no participa ideológicamente.
Galtieri: Precisamente por eso reitero la necesidad de que no nos cerquen.
A renglón seguido Nicanor Costa Méndez hizo referencia a los años de negociación y a que en 1968 se estuvo a punto de llegar a un acuerdo acerca de la soberanía, pero fue interrumpido por el jefe de la delegación de los EE.UU.
Haig: Nada de esto tiene que ver. El tema es político tanto en Londres como en Buenos Aires. Es necesario buscar una solución en ambas capitales. Y agregó: "Los hechos son así".
A las 12.52 en un helicóptero militar que despegó del helipuerto de la Casa de Gobierno, Haig y Dick Walters se retiraron hacia el Aeropuerto Metropolitano y de allí en automóvil hasta la residencia del embajador Schlaudeman.
En el ínterin el piloto sobrevoló la Plaza de Mayo por “sugerencia” de las autoridades argentinas para que pudieran observar el apoyo que suscitaba la causa de Malvinas. En el ánimo de Haig el espectáculo provocó una reacción contraria.
El embrujo del balcón de la Casa Rosada
A las 13.20 Galtieri salió a uno de los balcones de la Casa de Gobierno, acompañado por sus principales colaboradores y pronunció un discurso. En un momento, parte de la multitud comenzó a corear:
“A gritar, a gritar, si quieren las Malvinas que las vengan a buscar”.
Y frente a las exigencias de la multitud, Galtieri atizó el conflicto:
"Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. En esto tenemos la solidaridad de varios pueblos americanos que están decididos a dar batalla con los argentinos".
Antes de iniciar sus encuentros en Buenos Aires, la mirada de Alexander Haig, sobre Galtieri, sus colaboradores, su régimen y la Argentina era algo que a la distancia tiene mayor valor y ayuda a comprender lo que habría de suceder.
En pocas palabras, el mediador entendía que el presidente argentino se encontraba en una posición difícil que trataba de solucionar una situación que él no había creado. "La aventura de las Malvinas era una operación eminentemente naval, concebida e impuesta a la Junta." Una operación planificada secretamente, tal es así que "cuatro de los cinco comandantes del Ejército no estaban en antecedentes de la inminente invasión".
"Cuando Galtieri se encontró ante el hecho consumado, y una situación imposible de mantener, trató de preservar el honor y la seguridad de su país, cuidando al mismo tiempo de salvar su propia situación para no perder el poder y caer en desgracia, carecía de autoridad. […] A pesar de su actitud arrogante no era un hombre libre, ni política ni diplomáticamente", escribió más tarde el Secretario Haig en sus Memorias.
Las condiciones argentinas
El 10 de abril por la tarde las negociaciones entre los funcionarios del Palacio San Martín y la delegación estadounidense se desarrollaron a partir de un documento que elaboró el Departamento de Estado al iniciar su gestión de buenos oficios.
Luego de numerosas horas de reuniones, en el Palacio San Martín y en la Casa de Gobierno, Alexander Haig dejó Buenos Aires el domingo 11 a las 9.30 de la mañana, tras escuchar misa en la iglesia del Santísimo Sacramento. Viajó a Londres para considerar con el gabinete británico los puntos conversados. Los títulos de los diarios expresaban el momento que se vivía: “No se llegó a ninguna solución aunque el diálogo se mantiene”, resaltó La Nación a toda página en su edición del domingo 11 de abril.
En Ezeiza el canciller argentino le entregó un papel que contenía los 5 "puntos básicos" argentinos. Según relató Alexander Haig en sus Memorias, Costa Méndez "me entregó un papel. Contenía algunos pensamientos propios, me dijo. Esperaba que los leyera en el avión. Una vez en el aire, hojeé los papeles que me entregara. Contenían opiniones contrarias a lo que habíamos logrado en la Casa Rosada la noche anterior".
Las principales exigencias del canciller argentino eran:
1- El gobernador de las Islas debe ser designado por el gobierno de Argentina. La bandera deberá continuar flameando en las islas.
2- Deberán otorgarse seguridades al gobierno argentino que al finalizar las negociaciones se reconocerá la soberanía argentina. Cualquier fórmula que implique que la soberanía está siendo negociada debe ser evitada.
3- El proyecto de acuerdo debe ser compatible con los elementos mencionados anteriormente.
Después de leerlos, Haig le dijo a Costa Méndez telefónicamente que creía que la presente situación podía determinar la caída tanto del gobierno inglés como del argentino y le reiteró su “grave preocupación por una posible convocatoria del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) porque esto causaría graves problemas a su gobierno”.
El encuentro de Galtieri con el embajador cubano
El embajador castrista Emilio Aragonés Navarro llegó a Buenos Aires el 9 de abril y al día siguiente a las 13.45 entró al despacho personal de Galtieri. Ese día,el presidente de facto había estrenado su sistema de grabación con grabador de cinta abierta. A pesar del ruido ambiental y de las bocinas de los automóviles (afuera se encontraba gran parte de la muchedumbre en la Plaza de Mayo) se pudo escucharlo que hablaron a puertas cerradas:
Embajador: He venido a decirle que Cuba va a hacer lo que ustedes determinen, hasta dónde ustedes quieran ustedes llegar va a llegar Cuba…
Galtieri: Dígale a Castro que más allá de las diferencias que tenemos se puede conversar. Yo le agradezco este sentimiento y solidaridad americana, latinoamericana, somos latinos. En buena medida tenemos diferencias…
Embajador: Somos integrantes de una misma familia pero un país diferente.
Galtieri: Tenemos diferencias pero son todas discutibles y conversables, pero le agradezco el gesto. Este gesto la Argentina no lo va a olvidar.
Embajador: Pero este gesto se puede convertir en hechos. Es lo que yo quiero que usted lleve con toda claridad. Esto es una proposición muy cuidadosa pero detrás de esto está la voluntad de hacer lo que haya que hacer… enviarle un submarino y hundirle un barco… cualquier cosa…
Galtieri: Argentina no lo olvida ni ahora ni lo va a olvidar por muchos años…
Embajador: Me gusta porque eso obliga… aunque sea privado nomás…
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