La tripulación de 30 personas que viaja en el Arctic Sunrise comparte un grupo de WhatsApp al que sumaron al equipo de Infobae poco después de subir al buque, en Puerto Madryn. El grupo se llama “On board MYAS” (Las siglas “MY” corresponden a Motor Yacht y “AS” a las iniciales del barco. Sería algo así como “A bordo del yate Arctic Sunrise”). Como está integrado por personas de distintos países, entre ellos, Panamá, Chile, Fiyi, Corea, Francia, España, Bulgaria, Alemania y Taiwán, el idioma que se usa es el inglés.
Si bien los anuncios importantes se hacen por radio o se apuntan en la pizarra del “Messroom” (como le dicen al comedor), muchas veces, el grupo de WhatsApp funciona para cuestiones más cotidianas: desde avisar que hay torta de banana con chocolate en la cocina, hasta advertir la presencia de ballenas cerca del barco. Como la navegación continúa por el “Agujero Azul”, lugar de alimentación para estas especies, estos encuentros se dan más de una vez y la expectativa que se genera a bordo es enorme. Nadie en el Arctic Sunrise quiere perderse ese espectáculo que ofrece la naturaleza.
El jueves 7 de abril se cumplió una semana del viaje con Greenpeace. Después interceptar al “freezer flotante” en medio del Océano Atlántico, el próximo objetivo fue ir tras el Santa Isabel: un barco arrastrero que navegaba bajo bandera de Belice, al que la organización perseguía desde hacía un tiempo. Fue hallado un día más tarde en una zona del “Agujero Azul”, a casi 500 kilómetros de Puerto Madryn, en aguas internacionales.
El historial del pesquero, al igual que el de la mayoría de los que se dedican a esta práctica aprovechando la falta (casi) total de regulación que hay en la zona, es turbio. Según supo Infobae, en 2009 fue detenido por la Guardia Costera de Noruega frente a las costas de Finlandia y escoltado a la ciudad de Hammerfest debido a presuntos métodos de pesca ilegales.
A diferencia de la pesca con palangre (líneas con varios anzuelos que se lanzan desde el buque y quedan unidas a una boya que indica su posición) y la pesca con poteras (se realiza de noche con potentes luces que atraen pequeños crustáceos y peces que componen la dieta del calamar) la pesca de arrastre que utiliza el barco en cuestión es una de las técnicas más destructivas que acechan a los océanos.
“Usan enormes redes, del tamaño de una cancha de fútbol, con pesadas cadenas que van hasta el fondo marino y arrasan con todo lo que encuentran a su paso. No sólo capturan las especies comerciales que son su objetivo, sino que también hay evidencias de capturas accidentales de delfines, aves y otras especies. Además, es una de las principales causas de destrucción de corales y esponjas”, explicó a este medio Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace y volvió a hacer énfasis en la necesidad de que este año se apruebe el proyecto de ley por la creación de un área marina protegida bentónica en el “Agujero Azul”.
Hace rato que Greenpeace tenía este barco en la mira. Tras encontrarlo, la idea era exponer sus prácticas abusivas con un escrache. La técnica elegida fue simple, pero su ejecución requirió de mucha destreza: un gomón se ubicó a unos centímetros del pesquero, desde ese mismo gomón un activista escribió, sobre el casco del barco y en letras gigantes, la palabra “Ilegal” con pintura de color blanco que salió expulsada desde un extintor de, aproximadamente, seis kilos de peso. Todo eso (dato no menor), envuelto en un traje térmico e impermeable, usando un chaleco salvavidas, antiparras, guantes y un traje blanco para cubrirse de las manchas. Sí, una verdadera proeza.
Los encargados de concretar esta acción pacífica fueron dos de los cuarto voluntarios que están a bordo: Emanuel Almirón (32) y Cynthia Moreno Gallo (34). Él de Zárate; ella de Córdoba, forman parte de la ONG desde hace más de una década y estaban dispuestos a darlo todo. La noche anterior, por ejemplo, practicaron la pintada en la cubierta. No lo hicieron con pintura, sino con agua. Fue después de comer, pasadas las 20, porque acá se cena a las 18 horas (horario internacional). Subieron al helipuerto y simularon la acción sobre un container color verde, que funciona como depósito. Las letras que más dudas les presentaban eran la “E” y la “G”.
Dos días antes hicieron lo mismo desde los gomones, pero sobre el casco del Arctic Sunrise. Aunque la marea estaba intensa, el simulacro fue exitoso. “Esperamos lo mejor, pero estamos preparados para lo peor”. La frase es de Dalai Lama. Se la repitió a Infobae Ayelén Molaro, otra de las voluntarias a bordo, mientras realizaban los preparativos para la pintada, que arrancaron el jueves 7 de abril después del desayuno. Juan y Cynthia se ocuparon de la pintura; Ayelén de organizar los materiales para el Plan B (en caso de los que extintores se trabaran, la pintada se realizaría con rodillos) y Emanuel de los escudos.
“Muchas veces, cuando los tripulantes de los pesqueros detectan este tipo de acciones, tiran agua o botellas hacia los gomones. La idea es que nos sirvan para proteger a la persona que está pintando y al capitán de la embarcación”, explica a Infobae.
En ese sentido, vale recordar, el Arctic Sunrise tiene un hito en su historial. Sucedió en septiembre de 2013: un grupo de 28 activistas, entre ellos los argentinos Camila Speziale y Hernán Pérez Orsi, participó de en una acción para impedir que la plataforma petrolera de la empresa estatal rusa Gazprom desarrollara la primera perforación de petróleo del mundo en el mar del Ártico. En medio de la misión (que consistía en colgar unas banderas) se vieron obligados a abortar. Volvieron al barco y salieron nuevamente a aguas internacionales, pero no por mucho tiempo. Efectivos rusos capturaron la embarcación y las 30 personas involucradas en la protesta pacífica fueron detenidas. Después de dos meses en prisión se les otorgó la excarcelación bajo fianza y, a fin de año, recibieron la amnistía por parte de las autoridades de Rusia. El Arctic Sunrise estuvo retenido en ese país hasta junio de 2014.
Pero volvamos al día de la pintada. Quince minutos antes de las 13 la orden fue buscar los equipos y alistarse para la acción. La salida se hizo en dos gomones: uno con los activistas (Emanuel, Cynthia, Ayelén, Juan y los dos tripulantes del gomón). En el otro gomón (o zodiac, como lo llaman) estuvo el equipo de Infobae junto a un fotógrafo y camarógrafo de Greenpeace, Luisina Vueso (la coordinadora de la campaña) y otros dos tripulantes. Una vez en el océano, el capitán Daniel Rizzotti dio aviso al barco acerca de la acción. Al igual que con el “freezer flotante”, esta vez tampoco hubo respuesta.
Bajo un sol radiante y el agua casi “planchada”, los dos gomones se acercaron al pesquero de 84 metros de largo y 14 de ancho. No había nadie a la vista, solo algunas aves sobrevolando la zona.
El primero en realizar la pintada fue Emanuel. Sentado, mientras una de sus compañeras lo sostenía del chaleco salvavidas, el joven pintó la “I” y la “L”. Luego, cambió de extintor y continuó con la “E” y la “G”. Al final remató con la “A” y la “L”. La maniobra le llevó unos exactos 90 segundos. Desde el barco, jamás acusaron recibo. Por el horario (eran cerca de las 13.30) y la ausencia de tripulación en la cubierta, la sospecha es que estaban durmiendo la siesta.
A la distancia la pintada gigante en letra imprenta blanca resalta sobre el casco negro del pesquero. Por la velocidad con la que se concretó la acción, el equipo decidió replicarla del otro lado, pero con la palabra en inglés: “Illegal”. De eso se ocupó Cynthia. Aunque demoró unos segundos más que su compañero, la cordobesa logró concretar la acción a pesar de los nervios.
“Ahora el pesquero está ahí, con su cartel, demostrando que lo que está haciendo es ilegal”, dijo la joven a Infobae, ya de regreso al Arctic Sunrise, con la adrenalina aun a flor de piel.
Entre abrazos, y con restos de pintura en el rostro y el cabello, los voluntarios comenzaron a quitarse los trajes para limpiarlos. A pesar de que la pintura era lavable y de que habían llevado un traje de protección, no fue tan fácil remover los excedentes del gomón. Tampoco de los trajes del resto de los tripulantes de esa embarcación. Aun así todo fue alegría a bordo del Arctic Sunrise. Misión cumplida.
Fotos: Matías Arbotto.
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