Médicos en Malvinas: el horror de armar una sala de cirugía con “cuchillos afilados, hojas de afeitar y serruchos”

Los médicos relataron que no había anestesia para operar. Faltaba oxígeno, medicamentos, agua y alimentos

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Los militares médicos relataron en
Los militares médicos relataron en el juicio contra las comandantes en jefe que faltaban medicamentos, anestésicos y elementos de cirugía

“¿Ustedes van a creer que estamos ganando la guerra y que Galtieri es un héroe?”. La pregunta que esperaba una respuesta fue lanzada el 10 de abril de 1982. Era un día otoñal, 20 grados de temperatura y las pocas nubes vestían al cielo de celeste y blanco. Los mismos colores que predominaban en Plaza de Mayo. Una multitud vivaba al general Leopoldo Fortunato Galtieri quien, al mando de la Junta Militar que gobernaba al país desde el 24 de marzo de 1976, les advertía a los británicos desde el histórico balcón de la Casa Rosada: “Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”. Ocho días antes, tropas del Ejército Argentino y de la Armada desembarcaron en las Islas Malvinas para recuperarlas.

El día anterior que la multitud celebrara el aparente éxito de la “Operación Rosario”, Alexander Haig, el secretario de Estado de los Estados Unidos, celebró en la Casa de Gobierno una reunión negociadora para intentar que la dictadura Argentina abandone el archipiélago y se evitara así una confrontación armada con el “imperio inglés”.

Fue un experimentado médico de guardia del Hospital Materno Infantil, Teresa Luisa Germani, ubicado en Gregorio de Laferrere el que pronunció la sacrílega pregunta. La realizó en el laboratorio del por entonces pequeño hospital que dependía de la Municipalidad de La Matanza.

La frase, al menos para el galeno, tenía una única respuesta: “No”.

Sus interlocutores éramos cinco jóvenes técnicos químicos que estábamos de guardia o atendíamos los consultorios externos. Analizábamos las muestras de sangre de los pacientes.

El general Fortunato Galtieri habla
El general Fortunato Galtieri habla a la multitud en Plaza de Mayo

Mientras mirábamos con cara de desconcierto al jefe de urgencias; en la plaza ubicada en el centro porteño, hombres, mujeres, niños y niñas, coreaban cánticos como: “Uno, dos y tres, el que no salte es un inglés”; “Haig, Haig, Haig, esto es lo que hay” o “si los ingleses vienen con la flota, nosotros no estamos en pelotas”.

La euforia llegaba a través del parlante de la radio roja ubicada junto a una caja de telgopor que contenía tubos de ensayo.

El sentimiento patriótico era auténtico. A los ciudadanos que de manera espontánea festejaban la recuperación de las Islas Malvinas, se sumó la CGT, que conducía el secretario general del gremio cervecero, Saúl Ubaldini.

Entre las pancartas que llevaban la firma de la central obrera destacaban: “No ceder” y “Muerte a los cerdos de la Thatcher”. Este último estaba dedicado a la primera ministra británica, la llamada “la mujer de hierro”, Margaret Thatcher.

En el país se vivía un clima de euforia que terminaría en pesadilla el 14 de junio de 1982 con la rendición de la Argentina. 649 combatientes connacionales murieron en el teatro de operaciones y otros 1.650 resultaron heridos en el terreno.

Pero eso aún no lo sabíamos.

Los soldados heridos no podían
Los soldados heridos no podían ser evacuados por la falta de corredores y por el aislamiento de las tropas. Falló la logística. Faltaban equipos de combate y alimentos

“¡Vamos doc, las Malvinas son Argentinas!”, dijo alguien elevando el tono de voz que retumbó sobre las paredes cubiertas con azulejos blancos. Cuarenta años después no recuerdo quien fue el que desafió al médico y profesor universitario.

Sí, en cambio, su respuesta: “Van a morir muchos pibes. Nos van a aplastar”. El clínico nos miró uno por uno desde sus cansados ojos celestes y aseguró, con precisión de cirujano: “Conozco a varios médicos que fueron movilizados, los mandaron a la guerra sin medicamentos ni anestesia para operar”.

Ese fue el primer acercamiento que tuve al horror que vivirían los combatientes, cientos de soldados, oficiales y suboficiales atravesados por las balas y morteros británicos.

Diez años después cambié la chaquetilla celeste y el microscopio por una máquina de escribir, expedientes, archivos y palabras. La nueva profesión llevó a toparme con la causa caratulada “CONFLICTO BÉLICO ATLÁNTICO SUR, Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal”; “Sentencia, 04 de noviembre de 1988″.

En ese juicio “los jefes argentinos de la guerra de las Malvinas”, como los llamaban los medios europeos, fueron condenados por la “negligente” conducción del conflicto.

El proceso judicial demostró que ese 10 de abril, el jefe de guardia del hospital no faltaba a la verdad: los militares médicos enviados al frente de batalla, llegaron a carecer del instrumental básico para atender a los heridos.

Cuarenta años después aún hay circunstancias, horrores casi desconocidos de aquel conflicto armado.

La última audiencia del juicio oral y público se desarrolló el 30 de octubre de 1988. Las condenas estaban previstas leerse el lunes 24, pero se demoró seis días porque Galtieri sufrió una crisis hipertensiva. Le había subido la presión.

Por el tribunal desfilaron cientos de testigos, varios oficiales médicos declararon que llegaron al extremo de utilizar un serrucho para amputar la pierna de un cabo, que lo hicieron sin anestesia y que producto del shock que sufrió y la falta de oxígeno, falleció.

En el campo de batalla, en las trincheras, faltaban balas, cañones, visores nocturnos y equipos de comunicaciones. En los hospitales de campaña faltaban medicamentos e instrumenta quirúrgico.

“Sala cirugía con cuchillos y serruchos”

El mayor médico Enrique Mariano Cevallos, director del Hospital Interfuerzas en Malvinas fue uno de los primeros en declarar. Aseguró que: “El Hospital Militar de Comodoro Rivadavia se trasladó a Malvinas con total carencia de medios, elementos y medicamentos”. “En Bahía Fox se carecía de medios asistenciales importantes, así como de evacuación de heridos”, precisó.

Cevallos recordó también que “existían problemas para evacuar heridos en Howard” y que a eso se sumaba “la carencia de personal, tanto profesional como auxiliar, la de medicamentos, anestésicos y material de cirugía”.

A estos faltantes, se le agregaban los alimentos. “La capacidad del personal estaba disminuida por la desnutrición. Hasta se habían registrado fallecimientos”, declaró el militar.

Uno de los hospitales de
Uno de los hospitales de campaña en Malvinas

Los relatos dramáticos abundan.

En la foja 4.982/83, el Mayor Médico Jorge Chovancek, especialista en obstetricia, y jefe de Sanidad de la fuerza de tareas con asiento en Bahía Fox, dijo que “no se contaba con los medios materiales para el trabajo de sanidad, por ejemplo, agujas para inyecciones, anestesia, y había diferencias en alimentación y vestimenta”.

Para graficar la falta de instrumental dijo que: “Debió utilizarse un serrucho común para amputar una pierna. No había médicos anestesistas y existían dificultades para la evacuación de los heridos”.

La atroz escena fue ratificada por otros profesionales a los largo de las exposiciones.

A su turno, el capitán médico Guillermo Olive, jefe de la Sección Sanidad del Regimiento de Infantería 8 expresó: “A partir del 10 de mayo el regimiento, quedó totalmente aislado, no fue posible efectuar más evacuaciones y comenzaron a escasear los víveres hasta que se agotaron en los primeros días de junio produciéndose un alto grado de desnutrición, la moral de la tropa fue decayendo y la higiene fue defectuosa, con lo que la capacidad quedó por debajo del veinticinco por ciento”.

Sobre este hecho, que la historia oficial de la Guerra de Malvinas ocultó, el capitán médico Gabriel Salvador Matharan, jefe de la Sección Sanidad del Regimiento de Infantería 5, confirmó: “La desnutrición generalizada de los hombres, que hasta les impedía mantenerse en pie, produjo la consiguiente disminución de su aptitud combativa”.

Un grupo de soldados argentinos
Un grupo de soldados argentinos en las carpas de uno de los campamentos, preparados para entrar en combate en defensa delas Islas Malvinas (mayo 1982). Foto: Rom·n von Eckstein

El mayor Jorge Alberto Monge, oficial de Artillería del GADA 601, denunció ante los magistrados falta de abastecimiento de municiones y repuestos; recordó que la “artillería solo podía operar en días claros” y los radares escaseaban. El mayor fue otro de los oficiales que hizo hincapié en que “la alimentación fue inadecuada por falta de proteínas y calorías; el agua potable se trasformó en elemento crítico al igual que la vestimenta que no era la apropiada para el lugar”.

El coronel Ernesto Alejandro Repossi, jefe del Regimiento de Infantería 8, sintetizó la tragedia que vivieron los hombres a su mando en Puerto Fox. Precisó: “Nunca recibió alimentos frescos y faltó ropa”. Y reconoció: “Los médicos sólo servían como clínicos pues no contaban con elementos de cirugía”.

Sobre el armamento y municiones sostuvo que “eran escasos, o viejos o defectuosos y se descomponían rápidamente”. También les dijo a los jueces: “Las carpas no eran adecuadas para la zona y quedaron destruidas enseguida”.

El coronel reforzó lo que sus camaradas ya habían mencionado: El agua debía utilizarse solo para la comida y las emergencias, nos se podía lavar la ropa ni higienizarse”.

El jefe del Regimiento de Infantería 8 también confesó: “Se preparó una sala de cirugía de emergencias con serruchos, hojas de afeitar y cuchillos afilados. No había anestesia ni oxígeno”.

En la foja 421/428 el mismo coronel terminó de relatar el infierno que vivieron: “A un cabo debió amputársele una pierna con un serrucho y murió a causa de un shock por carecer de anestesia y oxígeno”.

La Gesta Malvinas está cruzada por escenas desgarradoras. Médicos que en un intento desesperado por salvar la vida de un combatiente que se desangraba por esquirlas enemigas se vieron obligados a utilizar una herramienta propia de carpinteros o jardineros. Horrores para los cuales un ser humano no está preparado.

Después de haber analizado los descarnados testimonios, que antes habían sido escuchados por Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, la Cámara Nacional de Apelaciones condenó a 12 años de prisión al general Leopoldo Galtieri, al almirante Jorge Anaya y al brigadier Basilio Lami Dozo, los tres miembros de la junta militar que condujeron la guerra que enfrentó a Argentina y el Reino Unido por la soberanía sobre las islas Malvinas.

En su sentencia, los camaristas sostuvieron que fueron los propios comandantes de las tres Fuerzas Armadas y máximas autoridades políticas, quienes “inferiorizaron de manera negligente a las fuerza propias retaceándoles el envío de suministros esenciales a lo largo de todo el conflicto, no porque escasearan disponibilidades en el país, sino por no haber actuado con la debida negligencia en el cumplimiento de esa importante función”.

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