Malvinas 40 años: la ceremonia de asunción de Menéndez, el general que pensó que no iba a una guerra

Después de la recuperación de las islas el 2 de abril, el panorama internacional se complicó para el gobierno del general Galtieri. La reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que Costa Méndez pensó que sería favorable. Y la decisión que el general Mario Benjamín Menéndez fuera el gobernador

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25 de mayo de 1982, el general del ejército argentino Mario Benjamín Menéndez, que gobernó como gobernador durante los 73 días de la Guerra de las Malvinas, se dirige a sus tropas en Darwin (AP)
25 de mayo de 1982, el general del ejército argentino Mario Benjamín Menéndez, que gobernó como gobernador durante los 73 días de la Guerra de las Malvinas, se dirige a sus tropas en Darwin (AP)

Tras la caída de Puerto Stanley en manos argentinas, el 2 de abril de 1982, en las primeras horas de la mañana se realizó una reunión de gabinete en la Casa Rosada, presidida por el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. Concurrieron todos los funcionarios y las palabras más esperadas eran del canciller Nicanor Costa Méndez. En esa ocasión, según uno de los presentes, el jefe del Palacio San Martín ofreció un panorama optimista y se refirió al debate que se preparaba en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Hasta realizó un pequeño análisis de cómo actuarían los países que iban a participar del acto diplomático y dijo que las posibilidades argentinas eran muy buenas, que ante una resolución desfavorable para la Argentina, se esperaba un veto de la Unión Soviética o China. Poco más tarde el canciller viajo a Nueva York con sus funcionarios. A la salida de la reunión ministerial los periodistas pudieron hablar con algunos de los ministros y, entre tantos funcionarios, no se dieron cuenta que salía un general poco conocido y no le prestaron atención: era el general de brigada Mario Benjamín Menéndez, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército, designado gobernador militar de las Islas Malvinas. Antes de salir de la Casa de Gobierno, hacia el edificio Libertador, Galtieri le dijo que prestara mucha atención a su equipo de gobierno. Posteriormente, algunos directores de periódicos fueron invitados a la Casa Rosada a conversar. En la reunión participaron el secretario de prensa Rodolfo Baltiérrez, un dirigente conservador que había pasado por la diplomacia. Cuando algunos se retiraban, hizo un aparte para solicitarles “colaboración”, al tiempo que les comentó: “No se preocupen por la reunión de Naciones Unidas. Ya tenemos asegurado el veto ruso”.

La esposa del general Mario Menéndez lo despide el 4 de abril de 1982
La esposa del general Mario Menéndez lo despide el 4 de abril de 1982

Varias horas más tarde, le recordó Menéndez al historiador Carlos M. Túrolo, recibió la noticia negativa del debate en el Consejo de Seguridad, mientras se encontraba conversando con el general Antonio Vaquero y sorpresivamente irrumpió el general Sotera, el jefe de Inteligencia del Estado Mayor:

—Mi general, el Consejo de Seguridad votó en contra de Argentina.

—¡La pucha! —exclamó Vaquero.

—Fíjese, el Canciller decía que ganábamos o teníamos veto de Rusia o China. ¿Qué pasó? Ahora resulta que perdimos diez a uno y hay cuatro abstenciones fue el comentario de Menéndez.

La opinión pública británica se pronunció a favor de la guerra
La opinión pública británica se pronunció a favor de la guerra

De acuerdo al cable 864, del 3 de abril, el representante argentino en Londres, ministro Atilio Molteni, informó que la opinión pública británica se pronunció a favor de la guerra en un sondeo de la televisión estatal: 79% estaba de acuerdo con la declaración de guerra; 82% a su vez, opinó que el gobierno de Margaret Thatcher manejó mal el problema con la Argentina; 70% estimó que debe permitirse a la población de las islas ejercer la autodeterminación y 20% sostenía que debían usarse armamentos nucleares contra la Argentina. Ante ese cable y otras informaciones, la Junta Militar emitió la resolución del Comité Militar (Acta 8 “M”/82) y se “procedió a ordenar no desafectar más medios en las islas Malvinas” y “retener las tropas necesarias y suspender el regreso de los medios de Malvinas”. Se comenzaba a deshacer el plan “D+5″. El domingo 4 de abril, la Argentina comenzó a reforzar las islas, y ese mismo día el Estado Mayor Conjunto, a través del Mensaje Militar Conjunto Nº 48 también informó que Gran Bretaña había sido autorizada a utilizar la isla Ascensión y el general Mario Benjamín Menéndez partió hacia Puerto Stanley.

Con la Resolución Nº 502 de las Naciones Unidas en la mano, Margaret Thatcher ordenó la movilización del contingente naval que recuperaría las Malvinas tras la “humillación” que había sufrido el Reino Unido. El mismo día, en un avión de la Fuerza Aérea argentina, el gobernador Hunt y los “marines” detenidos el 2 de abril fueron trasladados a Montevideo.

“No se dará ningún paso atrás a la decisión adoptada”, declaró el ministro del Interior, general Alfredo Saint Jean. Desde su departamento de la calle Galileo, el ex canciller radical, Miguel Ángel Zabala Ortiz, se sumó al coro oficial: “Cualquiera fuese el sacrificio, [las islas] no deberán ni podrán ser entregadas”. El lunes 5, después de largos y ásperos debates en el Parlamento, el jefe de la bancada conservadora Francis Pym fue designado canciller en reemplazo de Lord Carrington.

Seccion dispositiva de la resolucion 502 del 3 de abril de 1982
Seccion dispositiva de la resolucion 502 del 3 de abril de 1982

El 5 de abril, tras haber ocupado las Islas Malvinas, el general Laidlaw, embajador argentino en Asunción, Paraguay, y su segundo José “Pepe” García Ghirelli, conversaron con el presidente Alfredo Stroessner, en la residencia presidencial. Fue en presencia de unos muy pocos testigos. Después de escuchar las palabras del representante argentino, el veterano de la Guerra del Chaco y caudillo del Partido Colorado, con afecto, recomendó: “Embajador, entre nosotros, salgan de ahí. Salgan, los ingleses los van a sacar a los verijazos”. El presidente paraguayo “estaba muy afligido porque se ponía en peligro la estabilidad del sistema internacional”.

Mientras, en Buenos Aires, trece presidentes de los partidos políticos fueron convocados a la planta baja de la Casa Rosada. Estaban todos para escuchar las exposiciones de Saint Jean, el viceministro Bernardo Menéndez y el jefe del Cuerpo V y jefe del Teatro de Operaciones, general de división Osvaldo García. Todos expresaron “su apoyo irrestricto a la operación militar que posibilitó la recuperación de las islas Malvinas, y varios de ellos expusieron que la unidad nacional se fortalecerá con un cambio en la política económica y hechos concretos para la pronta institucionalización del país”. La Asamblea Multipartidaria suspendió sus actividades y la CGT pasó a un cuarto intermedio: “Desensillar hasta que aclare”, dijo un sindicalista, rememorando una vieja consigna de Perón, pronunciada en 1966, tras el golpe militar de Juan Carlos Onganía. Como hecho diplomático, en la sede de la OEA, Costa Méndez amenazó con convocar una reunión del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) ante la amenaza de un ataque de un país “extracontinental”.

El martes 6 por la tarde apareció un día antes en los kioscos la revista “Gente”. En su tapa se publicaron las fotos de soldados argentinos apuntando con sus armas a “marines” ingleses, con las manos en alto, en señal de rendición o tirados boca abajo en el pavimento. “No los subestimamos, pero pueden pasar el papelón del siglo”, dijo una fuente naval argentina, cuando comentó el envío de la flota británica a las Malvinas. Más tarde, el general de brigada Ramón J. Camps dijo que la flota inglesa estaba integrada de “chatarra”. Desde Washington, Ronald Reagan anunció la mediación de su país en el conflicto del Atlántico Sur y en la misma jornada se desactivó el Teatro de Operaciones Malvinas y se creó el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur, bajo las órdenes del vicealmirante Juan José Lombardo.

El 6 de abril, a las 11 horas de Washington, Nicanor Costa Méndez se encontró con el Secretario de Estado, Alexander Haig. Fue una conversación prolongada, en la que Haig le ofreció en nombre de Ronald Reagan su “asistencia” para ayudar a las partes. No una “mediación”, ni los “buenos oficios”. Más tarde el canciller le informaría a Galtieri por teléfono:

CM: Ellos dicen que hay que buscar una fórmula que le permita salvar la cara a Thatcher. Que el asunto, le dije, no es comprendido por nadie porque nadie se ha tomado el trabajo ni en Inglaterra ni en EE.UU. de analizarlo a fondo. Que es mucho más simple de lo que se piensa. Que el tema de los isleños no puede ser tema, porque nosotros estamos dispuestos a garantizarles todos los derechos que crean ellos necesarios y convenientes. Que el problema de Gran Bretaña no es problema, porque si lo que ellos quieren es un verso para promocionarse como ‘potencia’, lo tendrá […] Entonces (Haig) dijo que todo el problema resultaba reducido al tema de la soberanía por una parte y evitar que pierda la cara Gran Bretaña…ahí le dije que nosotros no podemos discutir el problema de la soberanía […] Yo pregunto. Necesito que Usted me diga si puedo contestar primero que sí a la oferta de asistencia. Segundo si puedo decir que sí al posible viaje de Haig a Londres y luego a Buenos Aires y tercero si puedo contestar que sí a la posibilidad de reunirme con ellos mañana a conversar de nuevo sin comprometer ninguna fórmula para el gobierno argentino.”

Galtieri: De acuerdo a los tres puntos. El último se lo recalco: sin comprometer al gobierno argentino.”

Los ex cancilleres firman una declaración de apoyo a las FFAA
Los ex cancilleres firman una declaración de apoyo a las FFAA

Muchos comenzaron a pronunciarse en esos días, algunos con cierta ironía o un dejo de escepticismo. “La madre de Napoleón Bonaparte cuando era interrogada acerca del extraordinario éxito de sus hijos, el emperador, y los reyes, solía contestar: ‘Con tal que dure, con tal que dure’. Yo digo lo mismo con respecto a las Malvinas: ¡Con tal que dure! ¡Ojalá!”, publicó La Nación del 8 de abril en su página 5. Se hablaba en voz muy baja todavía. No era el momento de enfrentar el “tsunami” de euforia que había barrido el territorio argentino. De allí que las mentes más frías comenzaron a tejer opciones sobre el futuro del conflicto. El miércoles 7 de abril, Bernardo Grinspun (cercano a Alfonsín) mostraba un menú de cuatro panoramas: “1) Argentina no retira las tropas de las Malvinas; 2) Establece una administración civil; 3) O intervienen los ‘cascos azules’ de las Naciones Unidas y 4) Gran Bretaña nos echa”.

Rumbo al juramento de Menéndez, suben al avión Saúl Ubaldini, Carlos Contín (presidente de la UCR), Enrique Inda (Socialismo Popular), Francisco del Cerro (Democracia Cristiana), Julio Amoedo (Conservador Popular), Américo García (MID) y Eduardo L. García (Cámara Argentina de Comercio)
Rumbo al juramento de Menéndez, suben al avión Saúl Ubaldini, Carlos Contín (presidente de la UCR), Enrique Inda (Socialismo Popular), Francisco del Cerro (Democracia Cristiana), Julio Amoedo (Conservador Popular), Américo García (MID) y Eduardo L. García (Cámara Argentina de Comercio)

El miércoles 7, cinco días más tarde de la invasión (”D+5″), el general de brigada Mario Benjamín Menéndez asumió en Puerto Argentino como gobernador de las islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur. La ceremonia fue transmitida desde el Town Hall por cadena nacional de televisión y radio, aunque las imágenes no se vieron y sólo se escuchó el audio. Luego de entonarse el Himno Nacional se leyó el decreto constituyendo la gobernación de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. El juramento se lo tomó el comandante del Teatro de Operaciones, general Osvaldo García, sobre una Biblia dedicada por monseñor Desiderio Collino, obispo de Lomas de Zamora. Para estar presentes en la ceremonia, por la mañana, desde el sector militar del Aeroparque Metropolitano, salió un avión Fokker F-28 de la Fuerza Aérea transportando a los invitados especiales. Dentro del avión, de frente a la cabina del Fokker se sentaron los amigos del gobierno; a la derecha del mismo los opositores. Entre otros, viajaron El ex presidente Jorge Rafael Videla, Saúl Ubaldini y Fernando Donaires (CGT-Brasil), Jorge Triacca (CNT-20), Ramón Baldassini (sindicalista), Carlos Contín (presidente de la UCR), Rufino Inda (socialista popular), Francisco Cerro (demócrata cristiano), Jorge Abelardo Ramos (FIP), Julio Amoedo (conservador popular), Américo García (desarrollista), Horacio Gutiérrez (titular de la Sociedad Rural), Manuel Solanet, René Favaloro, Jacques Hirsch (presidente de la Unión Industrial Argentina), Federico Zorraquín (Asociación de Bancos Argentinos), Eduardo L. García (Cámara Argentina de Comercio) y monseñor Desiderio Collino. La única mujer que figura en la lista fue la profesora Celina Repetto.

Ceremonia de juramento de Menéndez en Malvinas
Ceremonia de juramento de Menéndez en Malvinas

Por recomendación de la cancillería no viajaron los ex presidentes Arturo Frondizi y Arturo Illia. El ex presidente Illia, además, escuchó la opinión de Raúl Ricardo Alfonsín para que no fuera. Muchos hablaron para la prensa, otros se confesaron en “off”. Uno de ellos fue Federico Zorraquín que dijo, mirando a los que viajaban: “Algunos de los dirigentes no fueron a Malvinas como un conjunto unido, sino que se embarcaron pensando en su propio electorado. ¿Si cambió el país? Me parece que no. Esto es algo muy aislado y se da en un momento de grandes desuniones como para pensar que hay cambios de fondo. Hay que esperar que todo madure.” El nuevo gobernador pronunció un corto discurso dirigido a la población de Malvinas. En perfecto español dijo: “Debe quedar claro que a partir de hoy los consideramos a todos habitantes de la República Argentina, con los plenos derechos que consagra nuestra Constitución… y podrán comprobar que ésta coincide, en muchos aspectos, consagrando derechos, libertades y prerrogativas de los ciudadanos similares a los que están acostumbrados a gozar los súbditos ingleses.” Luego de la ceremonia los invitados salieron a caminar por el pueblo. Saúl Ubaldini y Antonio Donaires, con gamulanes marrones, y Jorge Triacca, de sobretodo azul, pasearon por la costanera y luego entraron de “shopping” a una tienda. El ex presidente Jorge Rafael Videla habló poco y con pocos. Cuando un periodista le preguntó qué pensaba sobre la posible reacción de la flota británica, le extendió la mano diciéndole: “Mucho gusto”. Cuando el periodista reiteró la pregunta volvió a repetir sus palabras: “Mucho gusto, mucho gusto”. A las 22.50, el Fokker con la delegación aterrizó en la zona militar de Aeroparque. Comenzaba otro tiempo.

Según el semanario “Gente” del 11 de abril de 1983, “allegados” a los generales Menéndez y Américo Daher confesaron que “nadie les dijo a ellos que iban a las islas a pelear. Daher –el primero en llegar a las islas—debía montar en siete días un operativo de seguridad y volverse. Menéndez dice que a él lo mandaron como gobernador militar y no como comandante militar, que Galtieri no le dijo nada, en principio, de ir a pelear y por eso se fue sin Estado Mayor. Es más: dicen fuentes cercanas a los dos generales que a Malvinas llegaban tropas sin que Galtieri les dijera que las enviaba. Así habría llegado el general Oscar Jofré con la X Brigada. Menéndez y Daher estaban reunidos. Sonó el teléfono y atendió un coronel. ‘General –le dijo—es para usted.’ Menéndez escuchó: ‘Habla el general Jofré’.

-- ‘¡Jofré! ¡Qué tal flaco! ¿Cómo estás?’

-- ‘Y…mal. ¿Cómo no vino nadie a esperarme?’

-- ¿Cómo a esperarte? (El general Menéndez no entendía bien). ¿Dónde estás?’

-- ‘Acá, en el aeropuerto. ¿Nadie te avisó nada?’

-- ‘No, no. Venite para aquí. Te mando una camioneta.’

Luego, el relato del semanario dice que previo al 2 de abril, Menéndez preguntó a Galtieri qué pasaría si Gran BretaÑa reaccionaba. La respuesta habría sido ésta: “La Junta Militar evaluó la cuestión y prevé que no habrá reacción. No se preocupe. Usted no debe preocuparse de eso.” Pero la llegada de Jofré y su brigada provoco una comedia de enredos. Simplemente porque Jofré era más antiguo que Daher, quien hasta ese momento era quien conducía las tropas terrestres.

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