La Junta Militar tomó la decisión de recuperar las islas Malvinas el viernes 26 de marzo, cerca de las 19 horas. En su libro de memorias, el canciller Nicanor Costa Méndez sostuvo que la medida se tomo sin su presencia y relató que al ser informado volvió al Palacio San Martín, reunió a sus colaboradores más íntimos, y luego de hacerlos jurar que no revelarían el secreto, les informó la decisión de la Junta Militar. El contralmirante Carlos Alberto Busser, jefe de la fuerza de desembarco, también reconocería posteriormente ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas haber sido informado después.
La Memoria de la Junta Militar dirá que “el 26 de marzo se reunió el Comité Militar a las 19.15 horas en el edificio Libertador” y teniendo en cuenta las diferentes circunstancias que se presentaban se tomó “la decisión de ocupar las islas que tendría por objeto afirmar y defender la posición argentina en las islas Georgias; impedir que Gran Bretaña militarizara las islas y estableciera un sistema de defensa naval y aéreo de ellas; impedir el esfuerzo de la posición británica en la zona ya que ello incidiría en forma negativa sobre los derechos, estrategia, posiciones y objetivos de la Argentina en el Atlántico Sur y en la Antártida. También activaría la negociación y mejoraría la posición negociadora argentina. La ocupación de las islas no tenía como propósito iniciar una escalada bélica ni dar por terminadas las negociaciones o sustituirse a ellas (…) bien por el contrario, se intentaba conseguir el inicio de una negociación seria y de fondo, no obstante la decisión tomada, y se adoptaron las previsiones para suspender la ocupación de haber signos positivos al respecto. Por lo mismo se enfatizó que la operación debía ser incruenta y que debía prever el mantenimiento de una reducida guarnición en Malvinas una vez realizada la recuperación (…) Se resolvió por lo tanto tomar las medidas para ejecutar la Operación Azul el jueves 01 de abril en horas nocturnas con flexibilización al viernes 02 ó sábado 03 de abril. Al resolverse la entrada en la Fase Preliminar de la Operación Azul, el Comité Militar (COMIL) indicó la posibilidad de suspender la operación y su disposición para hacerlo hasta el miércoles 31 de marzo a las 1800 (Acta Nº 4 “M”/82″).”
Sin embargo, la señal más clara de que la Junta Militar buscaba el conflicto armado con Gran Bretaña está en el párrafo de la página 66 del Primer Tomo en el que dice: “Las instrucciones que se dieron al Sr. Canciller en esta reunión del COMIL del día 26 de marzo indicaban que se debería demorar la contestación de la propuesta del embajador de Gran Bretaña todo lo posible; que la contestación no debía contener ninguna propuesta del gobierno argentino y que se debía manejar las negociaciones diplomáticas para llegar al día jueves 01, viernes 02 ó sábado 03 sin inconvenientes en este campo. (Acta Nº 4 “M”/82).”
Ese mismo viernes 26, el ministro de Economía, Roberto Alemann, viajó a Cartagena, Colombia, donde se desarrollaría la asamblea anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Según el Secretario de Hacienda, Manuel Solanet, el equipo económico ignoraba todo lo que estaba por venir. Un hecho sorprendente, si fuera así, porque el ministro de Obras y Servicios Públicos, Sergio Martini, estaba al tanto de algunos detalles que tenían una fuerte incidencia alrededor de la cuestión Malvinas. A través del Memorando “S” N° 122/82 del 23 de febrero de 1982, la dirección general de Antártida y Malvinas, le envió al vicecanciller Enrique Ros un trabajo del Ministerio de Obras y Servicios Públicos que ya había pasado por las manos de Costa Méndez a comienzo del mes. Era una ayuda memoria que básicamente proponía “una especie de ‘vaciamiento’ de Malvinas, mediante el arbitrio de facilitar la partida de los habitantes isleños (kelpers), mediante la adquisición de sus bienes inmuebles, el pago de los gastos de transporte de sus pertenencias a un nuevo lugar de residencia, como así también los de reinstalación”.
La Nación del sábado 27 relató que el presidente Galtieri estuvo reunido con el Comité Militar, en la sede del Comando en Jefe del Ejército, y retornó a la Casa Rosada poco antes de la medianoche. Al llegar fue sorprendido por el periodismo que aún permanecía en la sede de gobierno y reconoció que se había escuchado una larga exposición del canciller. Horas antes, Enrique Ros recibió al embajador británico Anthony Williams y le comunicó que la respuesta que esperaba Gran Bretaña había sido postergada y que solo se le podía dar al día siguiente. Horas más tarde Costa Méndez entregó el documento a Williams. La nota argentina diría que “los sucesos que tienen lugar en la isla San Pedro de las Georgias del Sur, son seguidos por mi gobierno con preocupada atención” y “me ha movido a enviar este mensaje, con el propósito de disipar cualquier equívoco acerca de los motivos que inspiran a mi gobierno”, le escribió Costa Méndez al canciller británico lord Peter Alexander Rupert Carrington, el domingo 28 de marzo. Después de una corta explicación sobre las actividades de los argentinos desembarcados en Leith, el canciller argentino le aclaró que “esos territorios son considerados por la República Argentina como suyos y que la disputa de soberanía sobre ellos ha sido reconocida por las Naciones Unidas en sus resoluciones pertinentes. El Gobierno de Vuestra Excelencia ha aceptado la existencia de esta disputa de soberanía”. Y tras reprochar la “respuesta desproporcionada y provocativa, que se ve agravada por haber recibido una amplia difusión periodística”, Costa Méndez le recordó a Lord Carrington que la situación a la que se ha llegado es consecuencia de “la actitud negativa del Gobierno de Vuestra Excelencia a lo largo de muchos años de negociaciones, que hoy exceden los tres lustros”. La misiva fue entregada por el canciller argentino al embajador Williams a las 9.30. Después de 43 minutos, el representante británico se retiró del Palacio San Martín llevando el documento en un portafolio oscuro, sin antes preguntarle al jefe del Palacio San Martín si el ARA Bahía Paraíso “estaba en Georgias para ayudar, a lo que el Sr. Canciller indicó que se encontraba allí para ayudar y en su caso proteger, agregando el Sr. Williams que le sorprendía que transportara tanta ayuda para los obreros en tierra. Preguntó asimismo si a bordo del buque se hallaban infantes de marina a lo que el Sr. Canciller respondió que no tenía conocimiento.” Así quedo registrado en la Memoria de la Junta Militar. En la tarde del mismo domingo 28 de marzo salía de Puerto Belgrano la flota que transportaba las tropas que ocuparían las Islas Malvinas. Horas antes, Margaret Thatcher se comunicó telefónicamente con lord Carrington para expresarle su ansiedad por la situación. El ministro le cuenta que le envió un mensaje al secretario de Estado de los EE.UU. solicitando su intervención como mediador.
Para el jefe del Palacio San Martín nada era sorpresivo. Sin embargo, el canciller no va a revelar en sus memorias un detalle importante: el equipo de funcionarios que integraba el Grupo Especial Malvinas no tenía terminadas todas las medidas necesarias para acompañar en el campo diplomático la acción castrense de ocupar las Malvinas. El domingo 28 de marzo va a pedir al teniente general Leopoldo Galtieri una postergación del Operativo Azul/Rosario. Con ese objetivo envió a Campo de Mayo a un funcionario diplomático que le llevó un mensaje escrito que contemplaba tres puntos: 1) si se estima necesario levantar la operación militar, esta decisión aún puede realizarse; 2) comunica que la posición de los Estados Unidos es poco clara. No hay seguridad de que apoye a la Argentina; 3) con el bloque de países No Alineados, si bien partimos de una situación no favorable, podemos en un corto tiempo recomponerla y lograr su solidaridad en virtud de nuestra lucha antiimperialista.
En la tarde del mismo domingo 28 de marzo salía de Puerto Belgrano la flota que transportaba las tropas que ocuparían las islas Malvinas. Horas antes, Margaret Thatcher se había comunicado telefónicamente con su canciller lord Carrington para expresarle su ansiedad por la situación. El ministro le contó que le había enviado un mensaje al secretario de Estado de los Estados Unidos en el que le solicitaba su intervención como mediador.
El sábado 27 de marzo, el líder metalúrgico Lorenzo Miguel, acompañado por otros caciques sindicales, se reunió con dos jefes militares en un departamento de Carlos Pellegrini y avenida Santa Fe, para convenir el desarrollo de la marcha sindical que se iba a realizar el martes 30.
En un aparte con el coronel Bernardo Menéndez, viceministro de Asuntos Institucionales, Miguel le preguntó: “¿Qué está pasando en las Malvinas?”. “No sé”, respondió el jefe militar. Mientras el conflicto se hallaba en plena escalada, desde semanas antes, se discutía la interna sindical. Con el derrumbe de Viola y el “violismo” muchos de los dirigentes sindicales que habían mantenido diálogos y posiciones moderadas frente al proceso militar, especialmente los reunidos en la CGT-Azopardo, cayeron en lo que dio en llamarse “la bolsa de los piojos” según el dirigente Jorge Triaca. Había llegado la hora de la CGT-Brasil, pero tenía que mostrar algo. Para eso, desde días antes se hallaban muy activos el coronel Bernardo José Menéndez y el sindicalista de la carne Lesio Romero.
A partir de la asunción de Galtieri a la comandancia en jefe del Ejército, el coronel Menéndez y el general Alfredo Saint Jean empezaron a trabajar cerca de él en la Secretaría General del Ejército, abriéndole canales de comunicación con la dirigencia argentina. Posteriormente, Menéndez fue nombrado como subsecretario de Asuntos Institucionales, mientras imaginaba “la pata social” del nuevo gobierno de Galtieri. Lesio Romero, un dirigente sindical del peronismo que había estado preso en el buque-cárcel 33 Orientales tras la caída de Isabel Perón, era recordado por haber sido un asiduo visitante de los dirigentes encarcelados en el penal de Magdalena durante mucho tiempo. Pero Romero, aunque nunca lo decía, tenía un hermano oficial naval con el que mantenía contactos en las sombras. Es decir, estaba enfrentado con el régimen militar pero conversaba.
El martes 30 de marzo las tapas de los matutinos tenían como títulos principales la designación de Guillermo del Cioppo en la intendencia de la Ciudad de Buenos Aires, luego de imponerse a la candidatura de Norberto Peruzzotti, titular de ADEBA, y el nombramiento de monseñor José Miguel Medina como vicario castrense en reemplazo de Adolfo Tortolo. Los diarios reseñaban una gran expectativa por una definición británica sobre lo que estaba sucediendo en el archipiélago Georgias del Sur, a pesar de que todavía no se sabía que una fuerza naval con infantes de Marina y miembros del Regimiento de Infantería 25 marchaba a ocupar las Malvinas. La cuestión sobre una presunta reacción inglesa preocupaba en todos los niveles. El sábado anterior había sido tema de conversación en una fiesta que dio el brigadier Basilio Lami Dozo, con motivo del casamiento de uno de sus hijas. En ese ágape estuvieron las principales figuras del gobierno y las Fuerzas Armadas y fue llamativa la opulencia reinante en medio de un cuadro de serias restricciones. A la retirarse de la fiesta varios de los presentes (entre otros los políticos Francisco Cerro y Martín Dip) salieron abrumados por las informaciones que habían recogido de los incidentes que se estaban desarrollando en el Atlántico Sur. La fuerza de ocupación, en el mayor de los secretos, había salido a recuperar las Islas Malvinas.
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