Jairo, la gran voz argentina y el día mágico que se juntó a crear con María Elena Walsh

Cordobés, con una enorme carrera en Francia y España, el artista que para Mercedes Sosa es “el mejor cantante de Argentina” tiene a “El Valle y el Volcán” como uno de sus picos creativos. Cómo se hizo una de sus canciones más bellas

Marito González pasó a llamarse Jairo y triunfó en Europa con su estupenda voz (Foto: Franco Fafasuli)

Jairo es uno de los capítulos mas importantes en la enciclopedia de la música popular argentina del siglo XX. Cordobés de Cruz del Eje, después de unos tímidos comienzos allí logró grabar su primer demo, que llega a manos del ya consagrado Luis Aguilé, cantante de la época que había probado suerte en Europa, mas precisamente en España. Con buena estrella. Aguilé adivina en ese joven y principiante de voz privilegiada un futuro más que promisorio, de manera que le consigue un contrato allá.

Lo que sigue es una historia muy conocida, por lo menos en los ámbitos donde la música domina las conversaciones. Jairo se va a Europa a los 20 con la famosa valija llena de sueños.

Mientras tanto aquí, los ecos que llegaban de las movidas europeas eran bastante difundidos. Principalmente llegaban discos y shows de artistas italianos, que tenían un arco iris de vertientes, muy desparejas eso si. Se escuchaban músicas de Mina, de Adriano Celentano y de Nicola Di Bari por nombrar solo algunos.

Obviamente no eran lo mismo, sin desmerecer, sin prejuicios, tuvimos a Mina grabando discos extraordinarios con Astor Piazzolla, a Adriano llenando algunos Luna Park y a Nicola rellenando Sábados Continuados.

Digamos que el tiempo, además de veloz, es inapelable.

También llegaban españoles, Joan Manuel Serrat, Julio Iglesias y Camilo Sesto. La historia es mas o menos la misma. No eran lo mismo, pero igual que los llegados en las carabelas se iban con lo suyo.

A los franceses se les hacia mas difícil, quizás por el idioma. No era mucho lo que por aquí se consumía de canciones francesas, aunque el tiempo pondría a la Chanson en ese genuino podio de influencias junto a los otros.

La Chanson Francaise era la denominación que identificaba a cualquier tema cantado en francés, además de meter en la misma valija la obra de Jaques Brel, de Yves Montand cantando “Les feuilles mortes” (La hojas muertas) de Prevert o “Ces´t si bon” que terminó siendo el leit motiv de alguna que otra pelicula de Isabel Sarli, las brillantes páginas de Boris Vian, de Serge Gainsbourg, Juliette Greco, Edith Piaf, Henry Salvador, Sylvie Vartan hasta Alain Delon cantando “Laetitia” de Los Aventureros.

Lugar había para todos.

Jairo, "El Valle y el Volcán", con letra de María Elena Walsh

Como hizo Ginobili en la NBA, en la liga europea se metió Marito González, ese chico cordobés de labios Jaggerianos y look latinoamericano, ahora transformado en su alter ego Jairo.

Dicen los que saben que esos gloriosos años musicales a principios de los 70´s fueron la mejor escuela de la historia para todos los músicos populares del planeta.

Baste recordar en esos días a los Beatles juntos o separados, Duke Ellington, Louis Armstrong. Elvis, Beach Boys, Miles Davis, Aretha, sumando a los principiantes de entonces David Bowie, Elton John o Barry White, todos en actividad enloquecidos ellos y el público ávido de novedades geniales todos los meses.

¿Y por casa como andábamos?

Con Sandro, Palito, Los Gatos, Mercedes Sosa, Almendra, Los Náufragos, Don Atahualpa Yupanqui, el Gato Barbieri y el Mono Villegas haciendo de nuestro jazz el zoológico mas creativo de Latinoamérica. Todos conviviendo en paz en legendarias fiestas provinciales o carnavales porteños. Otro mundo.

En esos días Jairo ya grababa discos en España, se codeaba con Patxi Andión y Charles Aznavour en los prestigiosos festivales europeos ganando en 1971 el festival internacional de La Costa del Sol en Torremolinos, España. Al año siguiente se lleva el gran premio del festival de Alcobendas, sus primeros discos tienen difusión en ambos lados del Atlántico en medio de ese tsunami de músicas que no paraban de sonar en los tocadiscos de millones de jóvenes.

Entre el 71 y el 74 edita en España “Emociones”, “Por si tu quieres saber”, “Si vuelves será cansancio” y “Amigos míos me enamoré”, todos con records de ventas, hasta se reedita un disco de 1965, con un Jairo aun Marito González de 16 años titulado “Muy Juvenil”.

En España además del éxito a tan temprana edad conoce al amor de su vida, casándose con Teresa Sainz de los Terreros, madre de sus 4 hijos y musa inspiradora de su trayectoria.

Conoció el amor de sus coterráneos y también el exilio como casi todos los grandes de su poca, difícil para el artista comprometido socialmente. Ese perverso berretín de los dictadores de intentar idiotizar al pueblo, encaramando a los idiotas poniéndolos de ejemplo de alguna gran cosa.

La última canción de Jairo a su esposa

Algo que atenta no solo contra la intelectualidad sino también en mayor escala aun contra el progreso popular.

Es allí en Europa donde se vincula a Yupanqui, Mercedes Sosa y Julio Cortázar, que ven en ese joven de repertorio propio y voz entonada sin igual a uno de ellos pero con llegada diferente.

Pronto se convirtió en el protegido de esos seres casi superiores.

Charles Aznavour, ese inolvidable crooner francés, el de “Venecia sin ti” opinaba de Jairo: “No es ni rock, ni funk, ni punk ni folk. Jairo es él mismo y su talento. Algo que en los tiempos que vivimos no es para nada usual”.

Mercedes Sosa decía que era el mejor cantante de la argentina, Atahualpa declaraba al respecto que Jairo era como el pan de su pueblo, criollo de pura cepa.

Tampoco Astor Piazzolla, quien le compuso “Milonga del Trovador” escatimó elogios al joven, diciendo que estaban unidos por ser argentinos, por la música y por “ese lunar que llevamos todos los que elegimos transitar una vida por el camino del arte”.

En España frecuentaba a Waldo de los Ríos, a Perón y a Alberto Cortez. En Francia sus shows en el Olympia de París eran de un lleno total, y entre sus amigos se encontraba el gran goleador del Paris Saint Germain iniciático Carlos Bianchi.

Pasa que Jairo es uno de los tipos mas queridos y queribles del ambiente musical, un sujeto divertido, culto y amable que hace de su compañía un gesto admirable. Nadie que lo conozca lo podrá olvidar.

Éxitos ha tenido muchísimos, yo mismo le recordé uno que me formó el oído de niño escuchando cantar a mi viejo, que se llamaba “Vamos a ver”, que ni él recordaba del todo.

Pero la consagración llegaría con una canción a todas luces única y especial. " El Valle y el Volcán”, con música de Jairo y letra de Maria Elena Walsh. Compuesta para él, como Astor le compuso " Milonga del trovador”.

Es que genera eso.

En media hora, María Elena Walsh escribió la maravillosa letra de "El Valle y el Volcán"

“El Valle y el Volcán” es increíble como canción, perfecta desde donde se la mire, se la escuche o se la versione. Una extraña mezcla de balada, de Chanson y de tango, además de una letra que conmueve. Como todo lo que hizo María Elena Walsh.

Jairo y María Elena se conocieron en Buenos Aires en 1972 reencontrándose en Paris unos años después., y cuando dos personas de tamaña envergadura artística se ponen de acuerdo en algo, ese algo deja de ser lo que fue para convertirse en algo más elevado.

Juntos compusieron una docena de temas que grabaron ambos, pero “El valle y el volcán” nació distinto.

Con una letra corta, dos estrofas que se repiten como un mantra sobre una melodía plena de dulzura, que va in crescendo.

”Para correr hacia el mar vistiéndonos de sol

Para tener y prestar niñez del corazón

Para jugar a inventar el mundo en una flor

Somos dos, somos dos

La eternidad es hoy

La eternidad para cantar y derrotar al tiempo.

Para cruzar sin temor el valle y el volcán

Somos dos, somos dos

Enamorándonos,

Viviendo sin después, ni adiós.

Ni olvido

Para pedirle al dolor que ya no vuelva mas

Somos dos, somos dos

Ilusionándonos

Por una pequeñez, un color quizás perdido.”

Jairo, el día que estuvo en el ciclo Confesiones, de Infobae (Foto: Franco Fafasuli)

Adoro hablar con Jairo: ”Hacía dos años que vivía en España, y de verdad me estaba yendo muy bien. Había tenido un par de canciones exitosas. Pero en Argentina mirá, si bien se editaban los mismos discos, no pasaba nada, no pasó lo mismo. Ese año hice un viaje a Buenos Aires y conocí a María Elena Walsh, en la vieja editorial Lagos. Ahí nos pusimos a charlar, un poco de todo y de nada. Cuando nos despedimos ella me dice que tienen pensado pasar una temporada en España, a Madrid mas concretamente. Con el tiempo fue para allá, empezamos a frecuentarnos y nos hicimos muy amigos.

Un día se me ocurrió una música y le pedí que la escuchara. Se lo pedí con la esperanza de que la escuchara y le pusiera una letra.

-¿Y ella qué te dijo? -Pregunté sabiendo la respuesta.

-Ella me dijo “traémela”. Así que la grabé en un casete, muy de la época, y se la llevé. Fuimos con Teresa, mi mujer, a la Torre de España, que era un edificio donde ella vivía. Un piso muy alto. Bueno, la escuchó y le gustó, y yo pensaba ‘Bueno, si le gustó, seguro que se queda con el casete y capaz que con el transcurso de los días me escribe algo’. Pero ahí me sorprendió. Nos dice ‘porqué no se van a tomar algo en algún bar de abajo y vuelvan dentro de un rato por favor...’ Así que allá fuimos. Media hora después volvemos, encontramos a María Elena que estaba con una sonrisa de oreja a oreja, Teresa me miró como diciendo ‘me parece que tiene algo, ¡je!’ Entonces nos hizo sentar en un sofá que tenía en el living, puso en marcha la casetera con la grabación que yo le había llevado, y ahí nomás, de una ¿eh?, nos cantó “El valle y el volcán”... O sea que en esa media hora había escrito cosas como ‘La eternidad es hoy, la eternidad para cantar y derrotar al tiempo’.

-“Ups”, digo yo con los ojos extremadamente abiertos.

-Uff, que talentosa María Elena... Impresionante. Y no solo para mi, sino que la grabé y fue mi primer gran exito en mi país “El Valle y el volcán”.

La canción también tiene una versión original de María Elena obviamente, y gran cantidad de versiones hasta en ritmo de tango, pero con las disculpas del caso me atrevo a decir que ninguna se iguala a la de Jairo.

La vida me cruzó muchas veces con él, lo frecuenté bastante forjando una bella amistad con su hijo Iván González, consumado actor. Desde hace unos años, mi hijo Beno va al colegio con Francisco González Posse, el hijo de Yaco González -hoy gran productor musical- y de la inolvidable Agustina Posse. Sus otros dos hijos son Mario, abogado y concejal parisino y Lucia, que es historiadora de arte con residencia en Milán.

Siempre recuerdo cuando estuvo en “Música para soñar”, un programa de televisión que tuvimos con Javier Malosetti, hacer contacto visual con Javier mientras Jairo cantaba mordiéndonos el labio de abajo en señal de aprobada admiración por lo que estábamos escuchando.

Aunque la última vez que lo vi fue en la cola del cine esperando para entrar a ver Star Wars, saga de la que es más fanático que cualquiera de nosotros.

Como no vas a querer a Jairo.

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