La hora de los bisnietos: Abuelas busca a los bebés robados en dictadura con la ayuda de las nuevas generaciones

Los nietos y las abuelas comenzaron a ir a escuelas para lograr que los más chicos hablen con sus padres y sus tíos, hombres y mujeres de más de 40 que podrían ser hijos de desaparecidos robados entre 1975 y 1980. El conmovedor tuit de Ignacio Montoya Carlotto

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Abuelas bisnietos

Es la hora de los hijos de los hijos. El nuevo eslabón en la cadena de memoria, verdad y justicia incluye a la nueva generación, los bisnietos de las abuelas que aún buscan a los bebés secuestrados, robados, apropiados entre 1975 y 1980, especialmente desde el 76, en los días mucho más que oscuros de la última dictadura militar.

En esos años nacieron 4 millones de personas. Dentro de ese universo están los nietos desaparecidos. Hace más de cuatro décadas, las abuelas de Plaza de Mayo se propusieron encontrarlos y reencontrarse con ellos. Se organizaron, se transformaron en un símbolo de paz mundial junto a las Madres y solidificaron una política de Estado. Hasta ahora, con su trabajo y su compromiso, ya recuperaron la identidad 130 (ya no tan) jóvenes.

El tiempo pasa para todos. Y los nietos hoy son hombres y mujeres de más de 40 años. Quedan cientos de ellos sin identificar. Muchos no saben que son apropiados, otros seguramente tienen sospechas y es probable que no se animen a cotejar su patrón genético con el banco de datos del Estado. También están quienes cargan con la culpa que les inyectaron sus apropiadores o sus padres adoptivos, con cinismo o con amor.

Por eso en el último año desde Abuelas de Plaza de Mayo y la secretaría de Derechos Humanos junto a otros organismos activaron una campaña para difundir la importancia del derecho a la identidad y la necesidad de encontrar a los nietos robados entre los más chicos: niños y adolescentes que pueden ser hijos o sobrinos de bebés robados, apropiados o desaparecidos.

Matías Darroux Mijalchuk es el último nieto restituido, el 130 (Télam)
Matías Darroux Mijalchuk es el último nieto restituido, el 130 (Télam)

Kiara (15) y Juan (12) Kordon Battistiol son hermanos. Sus abuelos Egidio y Juana fueron secuestrados y desaparecidos por los militares terroristas en 1977. Lorena, su mamá, tenía apenas unos meses de vida y Flavia, su tía, tres años y medio. Ellas sobrevivieron y fueron educadas por su abuela. Juana cursaba un embarazo de seis meses. Hay un hermano de Lorena y Flavia con la identidad robada. Kiara y Juan no saben nada de su tío o su tía que nació en cautiverio. Contar su historia es una manera de buscar. Y de generar conciencia entre los chicos y chicas de sus edades.

“Mi abuelo defendía a los trabajadores, era ferroviario, defendía sus derechos. Era muy solidario con sus compañeros de trabajo. Mi abuela era muy buena costurera. Creo que me parezco a ella porque me parezco a mi mamá que se parece a ella. Tenemos el mismo formato de nariz, como medio apomponada”, dice Kiara en un video que publicó en sus redes sociales la secretaría de Derechos Humanos días atrás, en el contexto del 46 aniversario del último golpe. Y es una síntesis perfecta de todo lo que abraza la búsqueda por la identidad: la memoria, el reclamo de justicia y la herencia genética, un legado físico e imborrable.

La adolescente fue a su primera marcha con apenas un año y un día de vida. Su hermano, también. La lucha por la memoria es parte de sus vidas desde siempre. “Mi abuela empezó a buscar y se vinculó a Abuelas de Plaza de Mayo por el embarazo de mi vieja en el 79. Lo pensás ahora y es increíble, tenía 47 años, la edad de mi hermano ahora. Ahí empezamos a entender de qué venía la cosa. Mi primer recuerdo es una iglesia donde veía muchas mujeres con el pañuelo blanco, yo jugaba y ellas me daban caramelos para que me quedara quieta”, recuerda entre risas Lorena Battistiol, la mamá de los chicos que protagonizan uno de los cuatro videos de la campaña “Legados” que publicó en los últimos días la secretaría de DDHH.

La última campaña de Abuelas De Plaza De Mayo para buscar a los nietos robados durante la última dictadura

Para Lorena, la historia afecta directamente a la generación de sus hijos tanto como a la suya. “Esta historia sigue viva porque seguimos vivos. Los padres o las madres de los compañeros de mis hijos deben tener mi edad y tal vez tengan dudas y ni siquiera se den cuenta de que son dudas. Entonces hablar con los chicos en las escuelas, contarles la historia, es para que ellos después vayan y cuenten en sus casas”, comenta Battistiol.

El Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) analiza cada año entre 1.000 y 1.200 muestras de personas que dudan de su identidad. Comparan esos patrones con los que se tiene registrados de víctimas de la dictadura. Entre un padre y un hijo hay 50% de información genética compatible. Entre un nieto y su abuelo, 12,5%. La posibilidad de empezar a comparar con bisnietos reduce las chances de encontrar coincidencias. Pero la tecnología evolucionó y hay nuevas herramientas para que se multipliquen las posibilidades.

“Nosotros ya estamos con un equipo de investigadores buscando desarrollar herramientas para identificar a nietos a través de sus hijos. Estamos seleccionando marcadores genéticos para estas búsquedas, modelos matemáticos, plataformas para las búsquedas, que son tecnología de última generación”, confirma Mariana Herrera, directora del BNDG. Ya existe un proyecto de convenio con la Universidad de La Plata para hacer estudios y con el Conicet para armar el proyecto. “Tengo muchas esperanzas de que en el mediano plazo el Banco pueda incorporar una base de bisnietos y poder identificar a los nietos que no hayan podido dar su muestra al banco o hayan fallecido”, amplía Herrera.

Estela de Carlotto, símbolo máximo de Abuelas (Adrián Escandar)
Estela de Carlotto, símbolo máximo de Abuelas (Adrián Escandar)

Actualmente para encontrar patrones entre padres e hijos o nietos y abuelos se usan 23 marcadores genéticos (segmentos de ADN con una ubicación física conocida en un cromosoma). La idea es ampliarlo a casi 1.000.000 para cotejar entre bisabuelos y bisnietos.

“Queremos probar con estos marcadores y en función de eso ver cómo dan los cálculos estadísticos. Y las simulaciones indican que vamos a tener muy buenos resultados. No solo con bisabuelos y bisnietos. También con esos grupos familiares que los militares diezmaron completos y quizás tenemos un solo tío que busca al nieto”, detalla la directora del BNDG y agrega: “Puede ser que dentro de todas estas personas que ya dieron negativo haya un nieto que ahora por falta de marcadores no podemos identificar. Eso nos genera muchas esperanzas. Es como buscar una aguja en el pajar, es complejo pero tenemos la expectativa de que el nuevo desarrollo sirva para todos”.

Tanto por la carga de ADN como por la divulgación de boca en boca las nuevas generaciones empiezan a tener un rol trascendental en la permanente búsqueda de mantener viva la memoria y recuperar la identidad. Manuel Gonçalves Granada, nieto restituido e integrante de Abuelas y de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), da charlas en escuelas con este fin. Habla con Infobae desde un colegio ubicado en el barrio porteño de Palermo a donde fue a charlar con los niños y adolescentes a 24 horas del 24 de Marzo.

“Desde Conadi o desde Abuelas esto nos predispone a traccionar algo que empieza a suceder, que son los bisnietos que se acercan porque sus papás no dan ese paso, que son los que estamos buscando”, explica Manuel.

Esta nueva generación quizás no carga con la culpa que sus padres o tíos tienen, lo sabemos por los casos resueltos, a muchos la culpa los paraliza en la búsqueda. Seguramente muchos no vinieron porque no tuvieron la verdad sobre la mesa sino que además están sujetos a muchas presiones y una mirada que no permite que hagan ese camino, que es el más sanador y necesario para alguien que sufrió, como esos bebés robados. Te borraron ese pasado. Pero es un derecho. Los entiendo perfectamente y tratamos de que se rompa con eso, con la ayuda de sus hijos, sobrinos y también de los amigos”, explica, y sintetiza: “A veces este camino uno solo no lo puede iniciar. En eso se suman los bisnietos, que en algunos casos ya son adolescentes”.

Victoria Montenegro, Juan Cabandié y otros nietos restituidos (Adrián Escandar)
Victoria Montenegro, Juan Cabandié y otros nietos restituidos (Adrián Escandar)

Abuelas, Conadi, el Banco Nacional de Datos Genéticos y la secretaría de DDHH trabajan ahora para que los nacidos en democracia también enfrenten y calmen el daño hecho por la dictadura a las tres generaciones anteriores.

No es el único camino. En los últimos años los nietos recuperados y las abuelas también comenzaron una campaña de difusión en clubes de fútbol. Manuel Gonçalves Granada habló hace semanas en Boca. Hijo de Ana María Granada y de Gastón fue restituido en 1997. “Cuando veo la Bombonera repleta pienso que alguno de los nietos o nietas que estamos buscando puede estar hoy acá. Y realmente están acá. Como club hay que tomarlo como una cosa seria porque es así: cuando los encontramos y son de Boca dicen ‘yo estuve en tal partido o voy a tal lugar de la cancha”, contó Manuel, el 7 de marzo en la Bombonera, entre las abuelas Estela de Carlotto y Buscarita Roa.

Matías Darroux Mijalchuk es el último nieto restituido, el 130. El anuncio de su recuperación fue en junio de 2019. Ya pasaron más de 1.000 días. Nunca, desde la vuelta de la democracia, pasó tanto tiempo. Un poco por la pandemia, período en el que mermaron las muestras aportadas de ADN, los análisis comparativos y las investigaciones judiciales, y otro, simplemente por una “racha negativa”.

Matías Darroux Mijalchuk y Carlotto en junio de 2019, cuando se anunció su restitución, la última hasta ahora (Telam)
Matías Darroux Mijalchuk y Carlotto en junio de 2019, cuando se anunció su restitución, la última hasta ahora (Telam)

A su padre, Juan Manuel, se lo llevó una patota en 1977. Y a él y a su mamá, Elena, los secuestraron semanas después. Al momento del secuestro, Juan Manuel, Elena y el pequeño Javier Matías, vivían en Caseros, conurbano noroeste. Lo último que la familia supo sobre Juan Manuel fue a través de sus primos Luis Molina y Domingo Carmelo Graziadio, a principios de diciembre de 1977. Se habían encontrado con él en un bodegón en la localidad de Valentín Alsina, donde se solían reunir. Luego Juan Manuel le pidió a su primo Domingo que lo acercara hasta Paraná y Panamericana, zona norte. Domingo lo dejó allí pero como lo notaba preocupado volvió a pasar y vio cómo su primo discutía con cuatro hombres que lo subieron a una Chevy azul metalizada. Fue la última vez que lo vio.

Juan Manuel no aparecía y Elena no sabía dónde buscarlo. Hacia fines de diciembre de 1977 recibió una llamada y después una carta en la que su marido le indicaba que el 26 de diciembre debía encontrarse con unos compañeros en Capital Federal. En la víspera, Elena mostró la carta a sus padres y les pidió que la acercaran con su bebé al lugar. Al día siguiente, tal cual lo convenido, llevaron a Elena y al pequeño Javier Matías a la cita, en Pampa entre Lugones y Figueroa Alcorta, en Núñez. Los secuestraron allí.

Años más tarde, en Córdoba, Matías que había sido adoptado legalmente por una familia, presentó su caso a Abuelas. “Con la restitución cada caso es particular. Algunos casos tienen más similitudes. El proceso de cuando uno a través de Abuelas recupera su identidad es muy diferente y también, cómo te encuentra plantado en la vida. En mi caso sucedió en un momento de mi vida en el cual estoy bastante plantado, con un recorrido. Yo sabía que era un NN. No fue una sorpresa, corroboró una intuición sobre mis padres y el terrorismo de Estado. Pero no con todos es así, por eso es importante salir a buscar a los bisnietos”, explica desde Córdoba.

Ignacio Montoya Carlotto junto a su abuela Estela (NA)
Ignacio Montoya Carlotto junto a su abuela Estela (NA)

“Es fundamental”, agrega, y amplía: “El hecho de tener hijos nos lleva a preguntarnos si queremos trasladarle esa incertidumbre a ellos. Eso llevó a más de una de las últimas restituciones a acercarse a Abuelas. Verse en el otro, en la próxima generación y no querer dejar abierta esa incógnita. Somos hombres y mujeres de 45 años. Y si hasta el día de hoy hay algún tipo de evidencia o indicios que los puedan llevar a dudar y no han querido asumirlo o verlo, es muy probable que los puedan interpelar sus propios hijos que pueden tener hasta 20 años. Es importante ese paso transgeneracional, así como las abuelas vieron que había que llevarlo a los nietos y hermanos está bien ver que les pibes tienen que continuar construyendo memoria para que nunca más pase”.

Ignacio Montoya Carlotto se transformó, probablemente a su pesar, en una referencia de los nietos recuperados por ser nada menos que el nieto de Estela, símbolo máximo de Abuelas.

De perfil bajo, este 24 de marzo, desde España, a donde acompaña a su abuela en una serie de conmemoraciones, escribió en su perfil de Twitter la historia con su pequeña hija, bisnieta de Estela, que sintetiza la búsqueda: “Este 24 es especial como siempre, está vez mi hija atravesó en la escuela la mención de esta fecha, ella sabe de sus abuelos desaparecidos e intuye en su inocencia que su papá está lejos -también- por la fecha. No es fácil esta fecha. La maestra nos dijo que se puso triste y lloro un poco... Que le contó a sus compañeros que tenía una bisabuela de mayo y que conocía a los propios no más que en fotos. Anoche lejos de mí patria también lloré por primera vez por esto, recién puedo, no sé si por mí, quizás sea en el espejo de mi hija. Es inevitable pero es así. Para ella fue una tristeza de un ratito y a seguir, luego me dice que le habían dicho en la escuela que antes, hace mucho nada se podía... y ahora sí. Ahora claramente se puede hija mía, se puede llorar y que pase, se puede elegir y se puede seguir. Lo que no se puede es repetir lo mismo dos veces. Nunca más”.

Si naciste entre 1975 y 1980 y tenés dudas sobre tu origen, podés consultar acá.

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