“El tío Jorgito”. Así llama, con profundo amor, Valentina Rivero a Jorge Ortiz, su tío de 60 años que tiene síndrome de Down. Dice que crecer a su lado, viéndolo superar las adversidades y compartiendo con él cada instante de su vida, es algo que la llena de emoción y orgullo. Confiesa que le gusta que su mamá le cuente una y otra vez sobre aquel día en que, cuando era apenas una beba, él la meció entre sus brazos por primera vez.
“¡Mi tío es un bello ser! Creo que no existe nadie más bueno que él en este mundo”, le dice a Infobae Valentina, que el lunes 21 de marzo, en ocasión del Día Mundial del síndrome de Down, decidió homenajearlo en su escuela junto a todos sus compañeros del 5° año de un colegio de Santa Elena, en Entre Ríos.
Ese día, todo el curso vistió medias de distinto color en cada pie y se sumó a la iniciativa mundial que busca generar conciencia sobre el síndrome de Down. La fecha fue establecida por la ONU para simbolizar la trisomía del par 21, la alteración cromosómica que da origen al síndrome y que tiene forma similar a las medias.
La historia de Valentina y Jorgito
Apenas supo que su Dessiré estaba embarazada, Jorge no dejaba de abrazarla. “¡Tío!, ¡tío!”, repetía mientras con fervor se tocaba el pecho. Convertirse en tío abuelo de Valentina, la hija de su adorada sobrina, lo impactó emocionalmente.
El hombre es más que un tío para ellas. “Es mi mejor amigo, mi compañero, mi compinche. Me defendía de los retos cuando era chica, me iba a buscar a la escuela, era mi compañero de todos los juegos. Por las tardes, en casa de la abuela, con quien aún vive, solía tocar la guitarra y el bandoneón, ahora toca la flauta... Jorgito es la mejor persona en mi mundo y lo disfruté mucho y en su mejor etapa”, lo define emocionada Dessiré Ortiz (32) desde el hogar donde el tío descansa.
Con esa admiración por Jorge creció Valentina. “Para mi nunca fue una persona diferente, jamás lo vi así, todo lo contrario. Siempre fue uno más porque así fue criado. Todos lo quieren, en el pueblo todo el mundo lo conoce, es una persona sin maldad, es talentoso y siempre está dispuesto a ayudar a los demás. ¡Es todo lo que está bien!”, dice del tío abuelo paterno que pasó el promedio de vida (56 años según las estadísticas) de una persona con el síndrome.
Desde hace unos años, Jorge sufre mareos y a veces le cuesta reconocer a las personas, incluso a sus sobrinas, pero guarda firme en la memoria sus recuerdos : sus años en la comparsa del pueblo o cuando vivió el momento más especial de su vida. “¿Te acordás cuando te llevé del brazo a la iglesia?”, indagó hace unos días a Dessiré. “¡Cómo no me voy a acordar, tío!”, le respondió ella y se ganó un abrazo.
“Cuando le conté que iba a casarme, me decía que quería llevarme al altar, pero me llevó hasta la puerta de la iglesia donde me esperaba mi papá”, cuenta la mujer y lamenta porque “la muerte de mi abuelo, hace unos años, lo afectó mucho, pero siempre fue muy unido a mi abuela”. “Él siempre vivió con ellos y ahora lo hace con mi abuela y unas tías. Aunque ya no puede hacer todo lo que hacía antes, siempre se ofrece a ayudar, siempre quiere hacer algo”, agrega.
Entre risas, Valentina le cuenta a Infobae: “Mucho no puede hacer ahora porque ya es grande, pero ama lavar papas, así que compran papas negras y él las lava”.
Un gesto de amor
Desde hacía tres años, Valentina buscaba la manera de homenajear a su querido tío y sumarse de otra manera a la iniciativa mundial por el día del síndrome de down. “En casa usamos las medias dispares cada 21 de marzo y hace unos años las llevé así a la escuela y me preguntaron qué pasaba que había ido así... Me dio vergüenza y me puse de nuevo las del uniforme, entonces sentía que era algo que me quedaba pendiente. Entonces este año, que tengo un grupo de compañeros hermoso, decidí contarles el motivo y proponerles sumarnos a la campaña. Todos fueron con las medias dispares este lunes e incluso la usaron al salir para seguir concientizando fuera de la escuela. Lo emocionante fue que una maestra de jardín nos felicitó y nos mostró que ella también las usaba”.
Aunque Jorge no pudo darse cuenta de lo que había sucedido, sus sobrinas saben que ese gesto lo hubiera emocionado. “Se habría puesto feliz porque es una persona tan trasparente que aunque le cueste comunicarse dice mucho con sus gestos y su mirada”, asevera Dessiré.
La iniciativa fue celebrada por la escuela y sus vecinos del pueblo. “Ojalá el año que viene, ya en sexto año, podamos organizarlo mejor y hacerlo en todos los grados de la escuela. Lo que deseo es que se siga hablando del síndrome de Down y que se hable bien, porque me molesta mucho cuando escucho a personas que dicen ‘down’ como insulto. Espero que esto que hicimos colabore con esta causa”, finaliza Valentina.
Medias disparejas, una iniciativa mundial
La campaña inició en Reino Unido, cuando Chloe Lennon, una niña británica de 5 años, publicó en 2018 un vídeo en las redes sociales pidiendo que, para celebrar este día, todas las personas llevaran medias diferentes en cada pie: de colores llamativos, estampadas, brillantes para que quienes no supieran por qué lo hacían indagaran y, de esa manera, todo el mundo estaría hablando al menos un día del síndrome de Down.
Su propuesta fue compartida por más de 700.000 personas y desconoció límites y fronteras.
Desde entonces, las personas que conocen o viven con alguien con este síndrome usan una media diferente en cada pie y suben las fotos a las redes sociales con el lema “Las llevo diferentes porque somos iguales” que tienen el objetivo de lograr una mayor concientización sobre la dignidad de las personas con discapacidad intelectual.
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