Ese español, que a los catorce o quince años había venido a América para no irse nunca más, era arriesgado, valiente, ambicioso y confiado, característica que lo llevaría cometer un fatídico error que le costaría la vida. Unos dicen que nació en 1527 y otros en 1529, y se acordó establecer 1528 como el año en el que vino al mundo. Juan de Garay podría ser de Orduña o de la vecina Villalba de Losa. A los 7 años, cuando un devastador incendio en su pueblo hizo que los pobladores se mudasen a localidades vecinas, se fue a vivir con su tío Pedro de Zárate. Siendo adolescente se embarcó al Perú con su tío en la armada de Blasco Núñez.
En América, estuvo en todas las expediciones en las que fue convocado. Participó en la conquista de Tucumán y en parte del territorio de la actual Bolivia. Se vinculó con Nufrio o Ñuflo de Chavez, que el 26 de febrero de 1561 fundó Santa Cruz de la Sierra, y que moriría asesinado en una emboscada que le tendieron los indígenas. Garay formó parte del cabildo de esa ciudad recién surgida y fue regidor durante ocho años. Allí se casó con Isabel de Becerra. Sus hijos fueron Jerónima, María, Ana, Juan, Tomás, Cristóbal y otro Juan, hijo natural.
Se dirigió en una expedición de un centenar de personas a Asunción. Fue con su esposa, sus pequeños hijos y suegra. Muchos colonizadores y conquistadores se obsesionaron con hallar un camino hacia el océano, aún antes de Garay. En Asunción, le surgió el interés en fundar una población en el Río de la Plata como una puerta de salida hacia el océano y el otro lado del mundo. Así lo exigían la producción de metales en Potosí y el crecimiento comercial del Tucumán. Hubo un importante lobby de prominentes figuras españolas radicadas en estas tierras, que manejaban redituables negocios, entre ellos el de la esclavitud.
A pesar de la cerrada oposición de los españoles que manejaban Asunción, que impedían la instalación de un puerto más cercano al mar, Garay puso manos a la obra. Se aprovechó una carabela que llevaría preso a España al ex teniente gobernador Felipe de Cáceres -acusado de herejía- y se largó a fundar un puerto o un poblado sobre el actual río Paraná.
Fue una expedición en la que Garay invirtió su patrimonio, preparó un bergantín grande, ocho barcas de carga y varias balsas. Llevaron plantas y herramientas. Una parte de sus hombres fue por tierra, con caballos, yeguas y vacas. Hizo popular la frase “Abrir puertas a la tierra”.
Partieron el 14 de abril de 1573. Navegaron aguas abajo hasta la laguna de los Patos. La carabela que llevaba al detenido siguió hacia España. Garay esperó a la expedición que venía por tierra y en septiembre llegó a la antigua fortaleza de Sancti Spiritu, el primer asentamiento español levantado en lo que hoy es Argentina.
Hubo momentos de gran incertidumbre cuando el grupo fue rodeado por indígenas. Providencialmente, les salvó la vida Jerónimo Luis de Cabrera quien, junto a sus hombres, venían de fundar Córdoba.
Garay y Cabrera discutieron sobre quién tenía derecho a esas tierras. Finalmente, a punto de tomar las armas, Cabrera regresó a Córdoba. Allí el sevillano Gonzalo Abreu Figueroa lo terminaría encarcelando y lo decapitó.
El 15 de noviembre de 1573 Garay fundó la ciudad de Santa Fe, 25 leguas más al sur de Sancti Spiritu. Eligió un lugar cercano a Cayastá. En España se interpretó que la fundación de Santa Fe era la repoblación de Buenos Aires, que había sido fundada por Pedro de Mendoza el 2 de febrero de 1536.
De regresó al Perú, insistió con su idea de fundar tres pueblos: dos en Tucumán y otro en el Río de la Plata para asegurar una ruta comercial. Tomó fuerza la idea de repoblar Buenos Aires. El Adelantado Juan Torres de Vera y Aragón lo nombró el 9 de abril de 1578 teniente gobernador y le ordenó levantar una ciudad en el puerto de Buenos Aires.
En enero de 1580, desde Asunción, Garay anunció la expedición al Río de la Plata. Logró alistar a 66 personas, con armas, caballos y ganado. Iba una mujer, la paraguaya Ana Díaz, que insistió en participar. De ellos, solo 10 eran españoles y el resto eran nacidos en estas tierras. Integraba el grupo el portugués Antonio Tomás, quien había participado de la expedición de Pedro de Mendoza. Fue difícil incorporar a un clérigo, tal como establecían las Ordenanzas sobre Poblaciones. Finalmente, se unieron los frailes Juan de Rivadeneira y Antonio Picón.
Una parte de los expedicionarios se embarcaron a fines de febrero y Garay lo hizo a mediados de marzo. La flotilla estaba conformada por la carabela San Cristóbal, dos bergantines, completada con balsas y canoas de los guaraníes. Otro grupo fue por tierra, arriando ganado.
El 28 de mayo llegaron al Paraná de las Palmas. El día de la Santísima Trinidad, que cayó domingo, arribó a la boca del Riachuelo. De ahí Garay tomó el nombre del nuevo poblado: ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires.
El acto formal de la fundación fue el sábado 11 de junio de 1580. Dividió la ciudad en 250 manzanas; 40 para los pobladores, seis al fuerte, la plaza mayor, tres para conventos y un hospital. Las restantes estaban destinadas a chacras. Determinó el ejido del puerto: desde el fuerte que mira al río, tres cuadras para el norte y cuatro para el sur.
Él mismo se asignó un solar donde hoy se levanta el Banco Nación. A Ana Díaz le tocó un cuarto de manzana en la esquina de Florida y Corrientes. El 20 de octubre el Cabildo eligió a San Martín de Tours patrono de la ciudad. El escudo de la ciudad lo designó el propio fundador: un águila negra con corona real sobre fondo blanco, y en su garra derecha la cruz de Calatrava.
Garay y su gente estaba obsesionado por hallar la ciudad de los Césares, que las leyendas y las habladurías la ubicaban en América del Sur y que relatos fantásticos la describían repleta de oro y plata. Recorrieron el interior de lo que es la provincia de Buenos Aires y hasta llegaron a lo que es Mar del Plata. En enero de 1582 regresaron con las manos vacías a Buenos Aires.
El 9 de marzo de 1583 escribió desde Buenos Aires su última carta al rey y se embarcó con una cincuenta de hombres hacia Santa Fe. En el viaje se perdió. En un atardecer del 20 o 21 de marzo de 1583 decidió desembarcar y acampar en tierra. Los historiadores no se ponen de acuerdo el lugar. Puede ser frente a la ciudad de Baradero, a la de San Pedro, cerca de la laguna Montiel o cerca de la desembocadura del río Carcarañá con el Paraná.
Unos 40 indígenas, querandíes para unos, minuanes para otros, los observaban. Algunos soldados que venían de Chile y que se le habían unido en Buenos Aires, le aconsejaron que pusiera centinelas. “Estos indios los tengo muy sujetos y me temen: estamos tan seguros como en Madrid”.
Cuando todos se habían ido a dormir, los indígenas cayeron sobre ellos. A golpes de macana, mataron a Garay y a una docena de hombres e hirieron a treinta. Capturaron a diez, a un fraile y a una mujer. Algunos heridos pudieron escapar y dar la noticia en Santa Fe.
Así terminó la aventura conquistadora y colonizadora de ese vasco emprendedor, al que le debemos las fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires, y que se había empeñado en abrirle puertas a la tierra.
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