“Ese hombre que podía no ser un hombre entraba en escena. Llevaba un maletín negro en una mano y una bolsa en la otra. Vestía como un jubilado. Y no llamaba la atención de los peatones. Los cálculos de inteligencia habían fallado. Nada de atuendos femeninos ni religiosos: era un hombre vestido de hombre simulando una edad que no tenía, portando ropa amplia y un sombrero de paja que le ensombrecía la cara… El francotirador lo seguía como un un cazador que espera ante su presa el momento adecuado para jalar el gatillo. El objetivo quedaba dentro de la mira telescópica. Dos rayas negras lo crucificaban”.
Si el primer capítulo de “Emboscada” (Aguilar), la investigación que Facundo Pastor llevó adelante en los últimos tres años sobre el asesinato del escritor Rodolfo Walsh, atrapa, hacia el final de las 254 páginas, el libro guarda una novedad que esperó 45 años para salir a la luz. Casi con exactitud los que separan la charla del autor con Infobae de aquel 25 de marzo de 1977, cuando la ráfaga de disparos de un grupo de tareas de la Marina acabó con el hombre que manejaba buena parte de la inteligencia de Montoneros.
Pastor (al que vemos en Equipo de Noticias en A24 de 10 a 13 y oímos en La Red en Pastor910 de 16 a 18 y los sábados en Foja Cero de 8 a 10) revela la ruta de los documentos políticos y -sobre todo- de los cuatro cuentos inéditos robados en el allanamiento a la casa que ocupaban Walsh y su compañera Lilia Ferreyra después de que lo mataron.
-¿Por qué te interesó la figura de Rodolfo Walsh y por qué elegiste escribir sobre su final?
-Siempre fui lector de Walsh. No solamente de su obra de denuncia política como Operación Masacre y el Caso Satanowsky, sino de sus cuentos. Y siempre me llamó la atención que no hubiera un documento sobre su muerte. El final de su vida es muy particular, porque muestra también a ese periodista y escritor metido dentro de Montoneros y prácticamente combatiendo y muriendo por la causa, por decirlo de alguna manera. Desde el punto de vista periodístico me pareció atractivo. Y tiene rincones poco explorados.
-¿Cómo iniciaste la investigación?
-En una cena, una persona equis comentó los detalles del atentado en el comedor de Coordinación Federal. Me llamó la atención ese atentado, lo poco que había sobre él en términos periodísticos, lo violento del hecho, la cantidad de víctimas, lo poco abordado incluso por la Justicia. Y desde ahí llegué a la historia de José María “Pepe” Salgado.
-El que puso la bomba en el comedor…
-Salgado es una gran incógnita. Fue una de las personas con las que Walsh se tenía que ver ese último día. Y ahí fue cuando salté de su historia a la de Walsh.
-Cuando encuentran y secuestran a Salgado, en realidad buscaban a Walsh, que era el jefe de la Inteligencia de Montoneros…
-Yo no sé si se puede determinar que era el jefe. Sí que manejaba un ámbito de inteligencia importante de la organización. Se llamaba “Inteligencia e Informaciones”, porque tenía dos departamentos separados para compartimentar la información de cómo se manejaba la organización de Montoneros en la época. Uno tenía más que ver con informaciones, que eran ANCLA y Cadena Clandestina; y el otro el llamado Policía Federal y Fuerzas Armadas, que hacía inteligencia sobre este aspecto. Cuando cayó Pepe Salgado en medio de la búsqueda de Walsh que hicieron los marinos, fue en el marco de una cacería. Yo hablo de muertes concatenadas. Para esa época, 1977, los marinos ya tenían muy desculado el organigrama de cómo funcionaban las distintas estructuras de Montoneros. Prácticamente la organización estaba diezmada. Entonces, investigar la muerte de Walsh fue investigar, inevitablemente, una serie de muertes que se fueron dando de distintos militantes, que es una suerte de cacería que desemboca justamente en Walsh.
-¿La colocación de la bomba significó la sentencia de muerte para Walsh?
-Mirá, no tengo muy en claro cómo fue la colocación de la bomba. La versión oficial, por ponerlo en términos históricos, indica que la colocó Pepe Salgado. Eso se replicó en expedientes y libros. Fue una versión que se instaló en 1985 a través de un libro llamado “Confesiones de un Montonero”, escrito por Eugenio Méndez. El atentado en Coordinación es un hecho maldito del que muy poca gente habla y da información. Dar certezas sobre el hecho es difícil.
-¿Qué pensaba Walsh del rumbo que había tomado Montoneros en ese momento?
-Es interesante. Walsh murió siendo muy crítico del concepto militarista de Montoneros. Por otro lado, él desarrollaba, y lo muestran documentos que se pueden leer y consultar, la idea del “repliegue interno”. Él mismo lo había practicado yéndose de la Capital Federal, guardándose en una casita en San Vicente. Él creía que había que replegarse para intentar acceder al poder en otra oportunidad. Y sostenía que la forma que llevaba adelante Montoneros no era la manera de hacerlo. Que la derrota iba a ser inevitable.
-Vamos al último día de Walsh. ¿Cómo lo engañan para que caiga en la emboscada?
-Él llegó muy desprevenido, creyendo que se iba a encontrar con varias personas. Esto está reconstruido gracias al testimonio que en su momento dio Lilia Ferreyra, su última mujer, su compañera. Cree que se iba a encontrar con Pepe Salgado, con María Cristina Bustos Ledesma de Coronel -una mujer que para mí es clave en esta historia-; y más tarde tenía una cita más con René Haidar, un integrante de Montoneros.
-¿Por qué decís que es clave Bustos Ledesma?
-Walsh llega a ese encuentro porque había recibido una carta suya. Bustos Ledesma era la esposa del Tucu Coronel, un cuadro del secretariado político de Montoneros, que muere junto a María Victoria Walsh (Nota: hija de Rodolfo Walsh) en la calle Corro, en lo que fue un operativo donde mueren otros cuadros importantes. La mujer del Tucu Coronel quedó completamente sola, desenganchada de la organización, con dos criaturas dando vueltas por la ciudad y algunos familiares que le daban una mano. Entonces acude a Walsh a través de una carta. Walsh toma esta historia, se solidariza, se conmueve. Yo escribo un poco en el libro que, de alguna manera, recorrer la tragedia familiar de esta mujer era recorrer su propia tragedia, la muerte de María Victoria. Entonces le pide a Salgado que investigue un poco a esta mujer, a ver si él no se estaba comiendo una trampa. Salgado investiga y se da cuenta que efectivamente era una mujer sola, desesperada, con dos criaturas a cuestas. Entonces Walsh decide ir a la cita. Pero Salgado y María Cristina ya llevaban 10 días secuestrados. Esta es un poco la emboscada. Los marinos ya habían podido dar con gente cercana a Walsh y de esta manera llegar hasta él.
-¿Está establecido cómo logran tender el cerco, cómo saben que él iba a ir ahí?
-Bueno, uno entiende que es información que obtienen en las torturas de los centros clandestinos. De hecho, habían ido a otro operativo unos días antes para tratar de dar con Walsh y no lo habían encontrado. O sea que lo venían buscando. La información para esa época era mucha. Ya habían logrado descular el sistema de pies telefónicos, las distintas estructuras de Montoneros.
-Hoy todo el mundo tiene un celular, pero en 1977 ni siquiera era sencillo tener un teléfono de línea. ¿Qué era un “sistema de pies telefónicos”...?
-Hay que aclarar algo medio obvio. Montoneros era una organización clandestina desde 1974. En ese momento se usaba mucho que personas que trabajaban con un teléfono cerca, como una costurera, una persona lisiada o alguien que atendía la caja de un bar y quisiera hacerse unos mangos más, alquilara su teléfono. Y mucha gente de profesiones que no estaban en la clandestinidad, como un psicólogo o un médico que en ese momento no tuvieran teléfono, lo alquilaban. Entonces, vos eras un paciente y llamabas a ese número donde no atendía el médico, pero le podías dejar un mensaje. De esa manera Montoneros se comunicaba en clave, dejando datos que luego eran recogidos. Por eso se llamaba “pies telefónicos”. Los grupos de tareas de los marinos ya habían desculado cómo era ese sistema. Y ya sabían cómo eran los organigramas, lo que les facilitó ir “cazando” a los militantes, como pasó un poco con Walsh. Hay testigos que demuestran el nivel de obsesión que los marinos tenían con Walsh. Era sin dudas, un trofeo muy importante para el grupo de tareas de la ESMA. Me lo replicaron muchos detenidos que entrevisté. En las sesiones de tortura a muchos les preguntaron por Walsh.
-¿Cómo fue la emboscada?
-Walsh tenía pensado ir a la Capital Federal junto a Lilia Ferreyra. Ella iba a aprovechar el tiempo para empezar a sacar cosas que tenían de un departamento que tenían acá en la Capital Federal. Probaron el Fiat 600 del padre de Lilia y no arrancó. Se apuran, entonces, para tomar el tren de las 12 en la estación de San Vicente. En el medio se cruzan con Victoriano Matute, que era el hombre que les había vendido la casa. Les entregó una documentación, un boleto de compra-venta con todos los datos. Walsh la compró a nombre de Norberto Freire, un apellido que ya había utilizado en Operación Masacre. Un seudónimo que tenía. Se toman el tren de las 12, llegan a Constitución, se despiden, Walsh camina o toma un colectivo, no está claro, y llega a la esquina de Entre Ríos y San Juan. Se había vestido de jubilado: una guayabera beige, un sombrero de paja, un maletín… Antes de salir había puesto en el maletín su pistola, una PPK 22, calibre 22. Es una pistola de detective, alemana, que había comprado en 1974 en una armería de la calle 25 de Mayo. Creo que Walsh no sabía ni disparar. Caminó hacia lo que iba a ser la cita que tenía, y ahí detectó que más que cita iba a ser una emboscada. Se supone que ve unos movimientos, pero ya el grupo de tareas había desplegado todo el operativo: un primer cordón y un segundo cordón que lo llamaban el cerco para cubrir toda la zona.
-Un operativo importante.
-Muy importante. Incluía a un francotirador. Yo tomo la figura del francotirador porque pude hablar, obtener datos de cómo se llevó adelante ese operativo. Cuando él se da cuenta que más que una cita iba a ser una emboscada, se genera un intercambio de disparos. Los testigos refieren -porque hay testigos del hecho, incluso testigos vivos de este operativo que yo pude entrevistar- que creen ver a (el capitán de navío Enrique) “Cobra” Yon, un integrante del grupo de tareas, parado en el medio de la avenida San Juan, que en ese momento era doble mano, parapetado disparando contra Walsh. Se presume que Walsh disparó, porque también hay un efectivo que fue herido… Y bueno, el cuerpo cae con su maletín. Él llevaba una bolsa, y en un momento determinado los marinos creyeron que iba a tirar una granada.
-Hay un elemento que vos contás en el libro, y es que todas las noches, Walsh y su mujer dormían con una granada a cada lado de la cama.
-Si, eso lo cuenta Lilia Ferreyra. Tenían granadas de fragmentación. Yo creo que, como buen periodista que era Walsh, tenía mucha información de lo que estaba pasando. De hecho, el primer mapa que se logra hacer de la ESMA se hizo gracias a información que Walsh tiene de primera mano, de gente que había adentro. Manejaba un circuito de fuentes infiltradas en distintos lugares. Salgado era uno de ellos, Tarnopolsky era otro, dentro de la ESMA. Sabía lo que sucedía dentro de los centros clandestinos de detención. Entonces no estaba dispuesto a entregarse. Por eso vivían con ese nivel de paranoia y de miedo.
-¿Se pudo establecer dónde murió Walsh, si ahí mismo en la avenida San Juan o en la ESMA?
-Es otro interrogante. Se pueden inferir cosas. En este tipo de investigaciones históricas intento manejarme más con preguntas que con certezas. No está claro si entró muerto o vivo a la ESMA. Hay dos testigos que lo vieron allí. Son dos testimonios muy valientes. Un ejercicio de memoria que no es sencillo. Martín Gras lo ve sabiendo que era Walsh. Ve el cuerpo ingresando a la ESMA. Ve las heridas en el tórax. Silvia Labayrú no conocía a Rodolfo Walsh, pero sí tenía información que ese día habría un operativo donde posiblemente caería Walsh, con lo cual infiere que ese es su cuerpo. Por la manera del ingreso y la desesperación del grupo de tareas, y porque el cuerpo iba hacia la enfermería, uno podría pensar que entró con vida. Pero no está claro.
-Abordás también algo muy interesante: lo que sucedió con los documentos y los cuentos inéditos de Walsh.
-Sí. Estoy convencido de que en algún lugar esos documentos están. Y también lo abordo con la ansiedad periodística de tratar de saber más sobre toda esa documentación tremendamente valiosa. Y no solamente desde el punto de vista periodístico, sino desde el punto de vista literario. Que aparezcan cuentos que él redactó en la última etapa de su vida, que son inéditos. Se los roban a las 10 horas del operativo de Entre Ríos y San Juan. Los marinos van a la casa, suman al Ejército, se arma un operativo muy grande que prácticamente paraliza a todo el barrio. En un momento allanan una casa equivocada. Finalmente allanan la casa en la que pasaron sus últimos días Lilia Ferreyra y Walsh.
-¿Cómo llegan a la casa?
-En el maletín de Walsh estaba el boleto de compra-venta que Walsh había recibido de manos de Victoriano Matute, el hombre que se cruzó en la estación de San Vicente antes de viajar a Capital Federal el día de la emboscada. Van a la casa de Matute, lo sacan de los pelos porque estaba durmiendo -esto lo relató Matute a la justicia-, y les señala, medio dormido, la casa. Allanan una equivocada y luego la correcta. Y roban toda su obra inédita.
-¿Adónde llevan esa documentación?
-A la ESMA. Allí son varios los testigos que la ven. Había cuentos inéditos, documentos de la organización, documentos políticos, parte de su archivo, carpetas que yo describo mucho en el libro. Esa parte me interesó sobremanera. Yo sabía, obviamente, que al destino de los restos de Walsh es imposible determinarlo: no se sabe bien qué pasó dentro de la ESMA, sólo hay versiones. Pero sí pude ir, 45 años después, tras el rastro de sus cuentos inéditos, que alguien los tiene.
-¿Qué sucedió con esos papeles?
-A fines del 78, ya pasado el Mundial, Massera deja la comandancia en manos de Lambruschini. Y le dice a su gente ‘hay que sacar todo lo nuestro’. Y entre ‘lo nuestro’ estaban las cajas de Walsh. Massera, a esa altura, tenía esa fantasía de convertirse en el próximo Perón, ese delirio presidencial. Y arma algunas casas operativas y oficinas: una en la calle Cerrito y otra en una esquina de Saavedra, Jaramillo y Zapiola. A esa casa van a parar algunos detenidos desaparecidos a realizar tareas, trabajos esclavos. Van a hacer clipping de diarios, informes gremiales, informes políticos. Se supone que desde la casa de Jaramillo y Zapiola iban a parar a Cerrito, que era la oficina adonde iba Massera. En esa casa, dos personas ven las cajas con la documentación de Walsh. Cuando me enteré de eso ya estaba cerrando el libro, y para mí era muy importante profundizar eso, con el convencimiento de que a los cuentos inéditos de Walsh alguien los tiene. Y no soy el único que lo piensa. Entonces, dos personas ven la caja. Una está muerta, es una historia muy particular, que se la dejo a los lectores para el libro, y la otra persona vive en Perú. Logré encontrarla, al principio con cierta resistencia a hablar, después fue muy valiente y empezó a contar muchas cosas. Y ella, es una mujer, me contó efectivamente qué vio, cómo vio los documentos de Walsh dentro de la casa, en lo que yo llamo en el libro una habitación prohibida. La casa tenía una habitación a la que los detenidos que iban a trabajar ahí no podían entrar. Donde había cosas y bienes de los desaparecidos.
-¿Quién es esa mujer?
-Mercedes Inés “Cuqui” Carazo, en la organización se la conocía como Lucy. Ella da fe de que vio la caja, y que había manuscritos. Y en la portada de esa caja decía “R.W.”. Estuvo con una persona que era Antonio Nelson Latorre, conocido en Montoneros como el “Pelado Diego”, con una historia muy particular porque era un cuadro muy importante. Los dos tenían un rango muy importante. Y esos rangos, aún estando detenidos, se respetaban. Ella reconstruye un poco todo esto, que para mí es valiosísimo y permite saber, primero que la documentación salió de la ESMA y segundo, que estuvo en manos del Pelado Diego, que es un hombre que después trabajó para la Marina. Incluso formó parte de la histórica Operación Algeciras, que en 1982 los militares intentan realizar -porque es un atentado frustrado-, en Gibraltar junto a Máximo Nicoletti (Nota: el objetivo era volar navíos ingleses apostados allí antes que zarpen para Malvinas durante la guerra). Hay historias que se mezclan todo el tiempo, que se entrelazan y que obviamente son muy enriquecedoras.
-Volviendo a los papeles. Estaban en una caja ordenados…
-La documentación de Walsh, cuando entró a la ESMA, fue catalogada, fue archivada. Por ende está más que claro que si la catalogaron, la archivaron -y de esto dan cuenta muchos detenidos desaparecidos- no había una intención de desprenderse de esos documentos, sino más bien de preservarlos. Y lo importante es que los documentos salieron de la ESMA, que alguien los tiene y fueron a parar a un lugar. Yo seguí un poco la ruta…
-¿Se sabe cómo salieron de la casa de Saavedra?
-Si, los sacó una persona.
-¿Carazo?
-No. Los sacó la persona que está muerta. Y supuestamente se los entregó a una hermana. Y bueno, ahí un poco se corta la ruta de la investigación.
-¿Tenés alguna hipótesis?
-Lo que Carazo me dijo: que el Pelado Diego sacó los documentos de Walsh, los tuvo y, según ella me dice, se los entregó a un familiar. Quizás en unos días pueda contar un poco más. Pero, por ahora, hasta ahí llega la ruta de los documentos de Walsh que no se pudieron recuperar. Porque muchos detenidos lograron sacar algunos, que sirvieron para reconstruir parte de esta historia. Pero faltan los cuentos, que tienen que aparecer.
-Hay uno de los cuatro inéditos que sí se pudo reconstruir.
-Claro. Se llama “Juan se iba por el río”, es una maravilla que se reconstruye gracias a Martín Gras y Lilia Ferreyra. Gras, detenido en la ESMA, ve estos cuentos -que circularon por dentro de la ESMA- y a éste lo lee, lo recuerda, lo repite, con la esperanza de ser liberado en algún momento y, de alguna manera, poder dar cuenta de lo que Walsh había escrito. Y Lilia Ferreyra lo mismo, porque lo había leído con él muchas veces, lo habían corregido. Ellos se encuentran en el exilio y Gras le dice “yo vi el cuento Juan se iba por río, el cuento empezaba así…”. Ella le dice “si, empezaba así y continuaba de esta manera…”. Y entre los dos reconstruyen una nueva versión. Es el único que se pudo recuperar.
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