Es médica y “trabajadora sexual virtual”: una doble vida que empezó mientras iba a la facultad

Tiene 31 años, un título y una matrícula pero lo que aprendió en las aulas lo usa para su “identidad de puta”. Mientas estudia un posgrado gana dinero vendiendo sexo en vivo o grabado a través de la pantalla y cobra por medio de billeteras virtuales, en pesos o en criptomonedas. Por primera vez, la “Dra. Mica” cuenta su historia en una entrevista con Infobae

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Es médica y “trabajadora sexual virtual”: una doble vida que empezó mientras estudiaba medicina

Sobre su escritorio hay algo de su material de trabajo: un recetario, un sello con su nombre, apellido y matrícula, un estetoscopio. En la biblioteca, hay algo más: dos manuales de Medicina Interna y una pila de tarjetas personales en las que se presenta así, como “doctora”. Parece un consultorio médico y un poco lo es, porque ninguno de esos elementos es cotillón: es todo lo que la protagonista de esta historia usó durante su residencia médica en una clínica muy conocida, los mismos elementos que ahora usa como “trabajadora sexual virtual”.

Justo al lado del escritorio, frente a la pantalla de su notebook y al aro de luz con el que se ilumina, está ella, que tiene un nombre, un apellido y un título de “médica general”, pero que para esta entrevista con Infobae prefiere que la conozcan con su “identidad de puta”. Trabaja desde su departamento, en Saavedra, por eso está descalza, sin tacos y sin apuro. Tiene un top y un short de jean. Por encima, un guardapolvo blanco con un bordado rosado y prolijo en el bolsillo que dice “Dra. Mica”.

Tiene 31 años, es médica
Tiene 31 años, es médica y vive en Saavedra, en el mismo departamento desde donde vende sexo virtual (Diego Barbatto)

“¿Cómo pasó de ser médica a ser “trabajadora sexual virtual?” es, claro, la pregunta del millón. Pero no es la única: ¿cuánto ganaba como médica residente y cuánto gana ahora? ¿qué dijeron sus padres, a los que bajó de un hondazo de la expectativa de “m’ hijo el dotor”?

La historia de una joven de 31 años que, varias noches por semana, se pone el ambo blanco, enciende su cámara, abre su consultorio, invita a acompañarla en sus supuestas noches de guardia y termina masturbándose con sus usuarios a cambio de pesos, dólares o criptomonedas.

Antes de ser quien soy

"Dra. Mica", más que un
"Dra. Mica", más que un personaje, es "mi identidad de puta", cuenta (Foto gentileza: Illuminati Project)

“Yo siempre fui muy curiosa, desde que empezó mi sexualidad adulta”, arranca Mica. El sexo ocupaba tanto espacio en su vida privada que no se quedó con lo básico: “Me gustaba explorar diferentes prácticas, ramas, saber, conocer. Cuando era más chica fui a lugares swingers para ver cómo eran, y siempre miré porno, no sólo por placer propio sino por curiosidad, ‘a ver, ¿cómo es este mundo?’”.

Esa misma curiosidad la llevó también a buscar documentales, películas, series. Así se topó con la historia de una mujer que había quedado en bancarrota y se había convertido en webcamer y la idea de “exponerse sexualmente y monetizar tu erotismo desde tu casa, desde un lugar como muy independiente” quedó guardada en algún lugar de su cerebro, todavía en el área de las fantasías sexuales privadas.

Tiene novio desde hace 2
Tiene novio desde hace 2 años

Su intimidad parecía no tener nada que ver con el “¿qué querés ser cuando seas grande?”, y así fue que empezó a estudiar Medicina en una facultad privada de la Ciudad de Buenos Aires. “La Medicina no llegó por mandato a mi vida, mis padres no son médicos, tampoco nunca me inculcaron que tenía que serlo. Fue un flash mío, realmente”, cuenta ella, y muestra su credencial emitida por el ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.

Fueron ocho años de estudio, entre el ingreso y el IAR (el llamado Internado Anual Rotatorio). “Más de la mitad de la carrera fui una chica común y corriente. Siempre reconociéndome muy sexual, pero nada, eso era parte de mi vida privada. Siempre fui muy correcta, digamos, tuve un buen desempeño en la carrera”.

Con el guardapolvo y el
Con el guardapolvo y el primer estetoscopio que usó como médica (Foto gentileza: Illuminati Project)

Durante los dos primeros años estudió mientras trabajaba en el área de marketing de una empresa, después dejó y sus padres la ayudaron para que pudiera dedicarse sólo a los estudios. Aquella idea de ser webcamer, sin embargo, seguía rebotando en su cabeza. Fue cuando estaba en el cuarto año de la carrera que se puso “a investigar’.

“Quería ver desde qué portales se podía hacer, cómo era, y empecé a probar. Primero pensé ‘bueno, voy a jugar, si hago un poco de plata la guardo para las vacaciones’”. En ese entonces vivía con su mamá por lo que para tener sexo virtual a cambio de dinero se encerraba de noche en su cuarto y esperaba a que se durmiera.

Estudió Medicina durante 8 años
Estudió Medicina durante 8 años (Foto gentileza: Illuminati Project)

Ser estudiante de medicina y vender sexo online no parecían mundos capaces de convivir por eso, al principio, lo mantuvo en silencio:

“Pensé que era algo que iba a poder mantener a raya y que sólo formara parte de mi intimidad. No pensé que iba a escalar, creí que mi rumbo en la vida iba a ser otro. Yo pensaba: ‘Cuando termine la carrera y empiece la residencia lo dejo’. Pero bueno, a medida que fue pasando el tiempo me di cuenta de que cada vez tomaba más parte de mi vida como una decisión consciente: ‘Bueno, esto me gusta un montón y me va muy bien. No quiero que esté fuera de mi vida’”.

En su departamento frente al
En su departamento frente al aro de luz y la pantalla (Diego Barbatto)

De mañana y de tarde se ocupaba de la facultad, de noche se desnudaba frente a la cámara de la misma computadora con la que estudiaba.

“Fueron tres, cuatro años terminando la carrera y el internado y laburando a full como webcamer”, cuenta a Infobae. El temor a “ser descubierta” existió pero lo cierto es que cuando alguien en la facultad encontró sus contenidos eróticos y sus videos saltaron de teléfono en teléfono, ella no se escandalizó demasiado.

Cuando se recibió de médica decidió mudarse sola y fue en ese contexto que tuvo que hablar con sus padres, porque hasta ese momento sólo sus amigas y amigos más cercanos sabían de su “doble vida”.

“Algo tenía que decir, ¿cómo era que no estaba trabajando y de repente tenía dinero para irme a vivir sola? Les dije la verdad: ‘Soy trabajadora sexual virtual. Hago webcam: me pongo delante de una cámara y brindo un show erótico. Comparto una parte de mi vida con un montón de gente que me sigue, a eso me dedico”.

La contratan cada vez más
La contratan cada vez más mujeres (Foto gentileza: Illuminati Project)

Dice que su mamá se asustó al principio, “porque en el trabajo sexual hay un montón de realidades. La preocupación era que no me expusiera a situaciones de peligro”. Mica le dijo que la virtualidad le daba cierto resguardo “y lo entendió. La verdad es que tengo padres muy copados, eso es un gran alivio. También son jóvenes, creo que eso les facilitó entender y respetar mi deseo y mi propio camino”.

La pregunta es si no dudó, si no pensó qué iba a pasar si esos videos se viralizaban, si se corría la voz entre colegas, entre pacientes, dueños de sanatorios, a dónde iba a ir a parar el prestigio social de ser médica, los aplausos a las 9 de la noche, si no hubo un momento en el que haya pensado “¿qué estoy haciendo con mi vida?”.

“Sí me pregunté qué estaba haciendo con mi vida pero cuando me vi residente, ganando dos pesos, totalmente estresada y mi cuerpo somatizando ese estrés como nunca me había pasado en la vida”, responde.

Desde el mismo sillón desde
Desde el mismo sillón desde el que hace sus "vivos" (Diego Barbatto)

La suma de las horas de trabajo formal en la clínica más el tiempo que necesitaba para hacer las videollamadas sexuales, el sexting, los vivos y los videos porno la dejaron agotada, por lo que empezó a contratar gente, por ejemplo, a un community manager que le manejara las redes sociales.

Mica, que se estaba formando para ser médica especializada en diagnóstico por imágenes -la que ve “una reso o una tomo” y detecta, por ejemplo, un tumor-, abandonó la residencia en abril del año pasado, nueve meses después de haberla comenzado.

La respuesta no es sólo vocación, sino dinero: “Mi último sueldo como médica residente, en abril del año pasado, fue de 42.000 pesos. El trabajo del sexo virtual es escalable, no tiene techo, pero ahora puedo ganar entre 250.000 y 500.000 pesos por mes, eso sin contar las ganancias en dólares”.

Una noche de guardia

Por encima del escritorio hay también una pizarra blanca con varias anotaciones escritas con fibrón rojo y sí, letra de médica. Mientras se prepara para las fotos, Mica traduce.

Una producción especial que hizo
Una producción especial que hizo para San Valentín (Foto gentileza: Illuminati Project)

El primer ítem dice “edit paja pies”, lo que significa que tiene pendiente editar y publicar (para quienes pagan una suscripción mensual, por ejemplo, en Only Fans) un video en el que masturbó a un hombre con los pies. Abajo dice “concurso cam”, y es un recordatorio de un concurso que está organizando para que alguno de sus seguidores o seguidoras -porque contratan sus servicios cada vez más mujeres- pueda ir a su departamento a presenciar una transmisión en vivo y ser parte del “detrás de cámara”.

El tercer ítem dice “paja grupal” y se refiere a que está pensando cómo ofrecer videollamadas grupales en las que ella haga el show “con un espíritu más de orgía, algo pensado para personas más exhibicionistas, como yo, que disfrutan de ser miradas”. Hay un par de pendientes más, uno de los últimos dice “video squirt + pantalón”, es decir, grabar un video en el que pueda lograr que se le moje el pantalón durante la estimulación sexual.

En este mismo departamento, Mica se levanta todos los días a las 9 para desayunar, entrenar con su personal trainer y convertirse, enseguida, en la Dra. Mica. Lo que sigue es ponerse “disponible” en algunos servicios que salen en el momento, por ejemplo, las “consultas”, las videollamadas o el sexting.

Así se promociona en algunas
Así se promociona en algunas de sus redes

Dice que en esos espacios privados muchos se animan a “explorar fetiches o fantasías que tal vez nunca hablaron con nadie. Por ejemplo, algo que hago un montón es trabajar la exploración anal con los hombres. Esa es una fantasía muy oculta por el mito de ‘parecer gay’, a mí me encanta ver cómo eso se va cayendo y, de repente, a todos nos gusta todo”.

Las videollamadas por Skype -en las que se masturba en este mismo sillón violeta y lleva al usuario o cliente a tener su orgasmo-, duran unos 10 minutos y cuestan entre 3.000 y 4.000 pesos. “Lo bueno de este negocio es que todo el mundo se auto-valora, yo digo cuánto vale mi trabajo, no un jefe”, advierte. El sexting -un chat erótico escrito por el que ambos hablan y se envían fotos del momento- dura 20 minutos y cuesta unos 2.500 pesos.

Una de las pltaformas que
Una de las pltaformas que usa es OnlyFans.

“Mientras tanto, estudio. Estoy haciendo un posgrado en sexología clínica, una formación que sólo se puede hacer si sos médico/a o psicólogo/a, así que una parte de mi día se va en lectura y formación académica. Mientras estudio tengo los pedidos ahí abiertos, y lo que va surgiendo lo voy haciendo”.

Por la noche tiene días fijos en los que hace transmisiones en vivo, que no son un “uno a uno” sino ella frente a su audiencia (como todo es virtual lo llama “audiencia”, no “clientela”; dice “usuarios”, no “clientes”). Esas transmisiones o streamings terminan en un show erótico o porno.

También ofrece una “noche de consultorio”, en la que aparece en cámara con este mismo guardapolvo y este mismo estetoscopio, como una estola sobre los hombros. Durante esas “consultas” se nota que muchos buscan aprovechar la conjunción entre lo académico y la experiencia de campo, digamos, como “puta virtual”, porque para ella no hay demasiadas diferencias entre la puta clásica -la que tiene sexo presencial y cobra en efectivo- y quienes lo hacen a través de alguna pantalla.

Una videollamada cuesta ente 3
Una videollamada cuesta ente 3 y 4.000 pesos (Foto: Elketo_ph)

“No importa el medio por el cual lo hagas, igual estás capitalizando tu erotismo, tu sexualidad, estás trabajando con tu cuerpo. Son distintas formas de ser puta, y ser puta es parte de mi identidad”, dice ella, que hace dos años está en pareja (un joven al que conoció a través de una app de citas pero que no fue su “usuario”).

Durante esas “consultas” le preguntan sobre salud en general o salud sexual. Por ejemplo, “tips para hacer disfrutar mejor a una mujer”, “tips para practicar mejor sexo oral”, “cómo puedo hacer para que el momento de placer máximo sea menos efímero”. “Creo -dice ella- que éste es mi diferencial, porque traigo una información aprendida de mi propia vida sexual, otra académica y mi experiencia como trabajadora sexual”.

También están quienes no quieren hacer preguntas sino que les gusta el juego de roles clásico: la doctora, el paciente y la invitación a acompañarla en una supuesta “noche de guardia”. Algunas noches, Mica aparece en cámara con alguna o algún colega, a quienes llama “pacientes”, con quienes comparte el show. “Se puede ganar 100, 200…en una muy buena noche de transmisión se pueden ganar 500 dólares”.

Como el sexo no es presencial, no hay dinero en efectivo sino pagos a través de billeteras virtuales: Mercado Pago es la que más usa, también otras que aceptan criptomonedas, como Binance o Lemon Cash. Los usuarios de otros países pagan a través de Pay Pal, alguna “cripto” o a través de los sistemas de pago propios de cada plataforma, como el de Only Fans.

Mica dice que sí: sí se considera feminista. Y si bien hay feministas que sostienen que la prostitución nunca puede ser un trabajo, ella está del lado de las que creen que sí lo es.

Se considera feminista, de las
Se considera feminista, de las que creen que sí es un trabajo lo que hace (Diego Barbatto)

De hecho, contrata fotógrafos, maquilladores, editores, un community manager, “distintas esferas del trabajo que finalmente generan una industria, entonces ¿cómo no va a ser trabajo? El tabú sobre la sexualidad de las mujeres hace que no sea reconocido y eso nos invisibiliza. Hay también un mito sobre ‘la plata fácil’, pero la verdad es que ésto no es solo prender una cámara y mostrar las tetas, se trabaja muchísimo”.

Ya es el mediodía, un vibrador fucsia al lado del mouse es la señal de que es hora de empezar a mover. Hay dos preguntas finales, simples. Qué no le gusta de lo que hace, que sí. “Lo que no”, responde Mica, es estar tan pendiente de las redes, del teléfono A, del teléfono B: tener tantos perfiles para existir le resulta “realmente agotador”.

“Lo que sí -cierra- es que me permite ser una mujer totalmente independiente. Vivo la vida que quiero, sé que esto puede crecer y que puedo hacer cada vez más lo que quiero, no encontré esa posibilidad en otros trabajos, ni siquiera en la Medicina. Acá es donde puedo ser yo y la verdad es que eso me resulta muy empoderante”.

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