Las músicas, el lenguaje, las vestimentas, en fin, todo lo que nos rodea y nos relaciona como comunidad, son referencias que con el tiempo pueden dar una semblanza más acabada de nuestra sociedad que el mejor ensayo de Murakami.
Y son referencias dinámicas.
Cambian, como cambia el día para hacerse noche cada jornada.
Inexorable, inevitablemente.
Eso me hace pensar que, por ejemplo, lo que para la cofradía tanguera significó la esquina de Corrientes y Esmeralda, para el rocker básico sería Cabildo y Juramento.
No se bien porqué ocurrió, en lo personal hubiera pensado en otra intersección, no sé, más tirando para el bajo porteño, pero la que todos ubicamos enseguida sin necesidad de gps y mapeos celulares es Cabildo y Juramento.
Ignoro también desde cuando esa esquina de Belgrano se posicionó en la cima del podio, mucho ha cambiado con el tiempo, aunque parece sostener su magia más allá de metrovías, subterráneos y metaversos que le agreguen.
En esa esquina se juntaban decenas de chicos que desde la Galería Churba o alguna pizzería de los alrededores partían en busca de otras calles, para tomar por asalto cualquier tugurio de las afueras y sentir el rock que no dejaba de crecer ni por una semana. Arriba, abajo o en el borde del escenario, donde fuese siempre estaban, para ellos la semejanza era esa esquina del cine Mignon, que hoy obviamente se transformó una iglesia de alternativa.
Desde ahí salíamos todos para cualquier lado.
En esas veredas compartían saludos los de Soda Stereo, Alfredo Lois incluído, con el Conejo Jolivet que estaba en Los Redondos de Ricota. Juanse y Gaby Carámbula, a Polosecki lo cruzábamos en Burgio, pero en la San Cayetano de Juramento se juntaban los Vergara (los hermanos Korol) para salir a grafitear las paredes de la vecindad. El Chaqueño Miguel Lalli, hoy embajador soundsystem en Costa Rica con Pablo Balat levantaban Downtown, disquería especializada en especialidades sonoras, que liderada por los disc jockeys de Freedom, Fire y el primer Hard Rock Café -entre otros logros-, nos nutrían de músicas elevadas a todos los disc jockeys en actividad.
El video de Ratones Paranoicos “Vicio”, el que dice " yo vivo en la otra calle, hago Rock´n roll, no somos gente fina, tampoco lo peor...” está filmado en Cabildo y Juramento. Ahí mismo, un par de cuadras para arriba, estaba Starlight Discotheque y un par para abajo Prix D´ Ami, donde Dani Morano -que ya había hecho El Tren Fantasma en la radio-, tocaba con Alphonso S´ Entrega. Charly, Juanchi Baleiron y Lalo Mir se contaban entre los parroquianos de esas noches eternas.
Otra vida, otro mundo. No se si mejor o peor, si más divertido o aburrido, de lo que estoy seguro es de que todo era más amigable.
Por ahí nomás creció Mateo Sujatovich, hijo de Leo Sujatovich, tecladista de Spinetta Jade, nieto de Pocha Sujatovich maestra de piano de Ezequiel Silberstein y Charly Garcia por señalar sólo un par de discípulos, ambos ya nombrados en estas columnas. Además, hoy su hermana Luna se perfila como una de las cantantes más afiladas de las nuevas propuestas.
No es de extrañar entonces que Mateo ya lleve tres discos editados, presentaciones en el teatro Gran Rex a lleno total, giras que empezaron por España y ahora lo están paseando por toda Latinoamérica con su música, varias nominaciones a premios importantes como los Grammy y una legión de chicos que lo ven como un faro en medio de la tenebrosa noche.
Mateo Sujatovich es Conociendo Rusia, como Mick Hucknall es Simply Red o Jay K es Jamiroquai. Quiero decir que Conociendo Rusia es el nombre de su proyecto musical, su banda, de las más escuchadas en los últimos años en todas las radios.
Conociendo Rusia se llama así porque obviamente Mateo en el colegio, en el club y en Cabildo y Juramento es “El Ruso”.
En este momento justamente es medio raro hablar de Rusia fuera del horror que está produciendo la guerra. Aunque todos sabemos que Rusia es mucho más que una lunática invasión fuera de época que nos sumerge a todos en la más oscura trama de luchas que no por ajenas son menos dolorosas.
Conociendo Rusia es una de las mejores propuestas musicales aparecidas en el último lustro. Asomó tímidamente en 2018 con un disco que pasó bastante desapercibido llamado justamente como la banda. Pero fue con el segundo disco que todos dimos vuelta los oídos para el mismo lado: “Cabildo y Juramento”. A esta altura una declaración de principios.
“La Dirección” se llama el tercero, aparecido en 2021, cuando aún los ecos de “Cabildo y Juramento” suenan muy fuertes.
Unos meses antes de la pandemia recibí el disco. Lo primero que me atrajo fue el nombre, una esquina emblema de muchas vidas, que por un montón de razones que no son vinculantes toman una vida propia, como Habana y Segurola, esos crossroads que parecen haber nacido para estar unidos. “Conociendo Rusia”: adoro los nombres que no refieren absolutamente nada de la obra que contienen. Con una foto de un joven que desconocía. Indagando en el sobre interno me entero que es el hijo de Leo Sujatovich.
Sin prejuicio pero con fundamento me digo “esto debe ser bueno”, y a los dos minutos me declaré fan de Conociendo Rusia. El chico no solo canta bárbaro, además arregla como la vieja escuela, es decir, conociendo de qué va el asunto. Produce distinto, compone muy bien, toca mejor y canta como compone, claro y bello.
Mucho tiempo había pasado desde que un disco me obligara a dejar todo para sentarme con un buen trago a escucharlo entero. Creo que el último había sido “Black Messiah” de D´Angelo & The Vanguard.
Me gustó el sonido conceptual de “Cabildo y Juramento”, que me remitió a los buenos momentos de Donald Fagen, sumado a un inconfundible groove de los que logran aquellos que crecieron afinando el oído con lo más refinado del rock argentino.
Las tres primeras canciones del disco me cambiaron el humor, que estaba bastante en baja. Las melodías, los estribillos, los solos, todo parecía estar mágicamente entrelazado. Parecía un grandes éxitos de un marciano nuevo.
“Cabildo y Juramento” es la clásica canción que dentro de 20 años sonará en las radios, quizás más que ahora. Como “Mil Horas” , o “Persiana americana”, que cuando salieron obvio que se escucharon bastante, pero hoy aburren porque hasta la bailanta da cuenta de ellos.
Pienso esto: si a “Cabildo y Juramento” la agarran Los Palmeras, el mundo cambiaría de velocidad otra vez.
Pero lo veo difícil.
Lo encuentro a Mateo y me dice: “Me estoy yendo a tomar un vuelo, lo que me hace acordar que Cabildo y Juramento es una canción escrita en fragmentos. Se escribió en varios meses. Empecé a escribirla creo que en 2019, en casa un mediodía, un día lindísimo, soleado, solo, tocando el piano, escuchando discos, entre mates y mis dos gatas. Así que en ese estado de las cosas empecé a boludear un poco con el piano, ahí toco el acorde sol menor 7 que es un acorde bastante especial. Ese acorde me lleva a cantar la melodía del riff. Rápidamente, me encuentro ahí con algo...
-Algo como qué, digamos...? pregunto desde mi sordera habitual.
-Y... algo interesante con lo que trabajar…
“Te pido la cuenta por favor
Hay tanto silencio en la calle vacía.
En el cine hay una de terror
Pero a mi me asusta lo que veo en el día.
Y me gusta pensar
Que nos vamos a encontrar
En la esquina de Cabildo y Juramento”
Hay algo hipnótico en la canción, una especie de loop tanguero que no deja de insistir. Suena relajado como uno puede andar relajado en esa esquina, que es más transitada que una vereda frente al mar. Con distinto tránsito durante el día que de noche. Una sensación que es intransferible, solo hay que transitar en medio de la noche para conocerla.
No hay nada especial, ni espectacular, pero hay algo. Como pasa en algunas otras esquinas en todos los barrios de todo el mundo. No en todas, eso sí.
Sigue Mateo: “Al poco tiempo de empezar a trabajar la melodía y a componer un poco, empecé a escribir algunas líneas... ‘¿te pido la cuenta?’ ‘Por favor…’ , ‘hay tanto silencio en la calle vacía…’, se me empezó a armar una especie de película, una de detectives, se me dio de sentir algo parecido a eso. Al rato tocó el timbre mi amigo El Chacal, entró a casa y le mostré la canción, nos pusimos a buscar algo juntos... pero no encontramos nada.
-¿Y qué hiciste?
-Nada, dejé pasar el momento, la dejé libre, descansar, entonces la canción entró en un período de reposo. De repente, al rato le compuse toda la melodía y la armonía al tema, pero me faltaba la letra. Verdaderamente la fui terminando un poco en aviones, un poco en México donde estuve ese año paseando un poco. Ahí me apareció la idea de Cabildo y Juramento, una esquina tan importante para mí, porque soy de Belgrano y es una esquina muy transitada. Muy vivida. La canción se empieza a completar y a encontrar su personalidad en el momento que la empezamos a grabar con Nico Cotton, empezamos a producirla, le damos todo ese clima bien misterioso que queríamos para la canción...”
“No recuerdo bien lo que pasó
Me despierto con un grito de mi vecina
Mientras yo me aburro en el avión
Vos subiendo fotos en una limusina.
Y me gusta pensar
Que nos vamos a encontrar
En la esquina de Cabildo y Juramento.
Ya di vuelta toda la ciudad
Regreso al mismo bar
Otra vez se hace de día en un momento.”
Termina Mateo: “El agregado de los caños vino al final, fue un arreglo que escribió Leo, un arreglo Steelydanesco que yo quería. Termina siendo una canción tremendamente importante para mi, icónica. Por algo mi disco se llama así, ¿no?...”
Tiene aura.
Mateo tiene el aura de los que están rodeados de bellas melodías. De personas adecuadas, como Fito Paéz, Cuino Scornik, David Lebón -con quien grabó en su último disco-. Su padre obviamente, el gran Leo Sujatovich, tiene esa estirpe del niño que escuchó a Steely Dan.
Mateo Sujatovich, Conociendo Rusia, es hoy una realidad de las más arraigadas musicalmente hablando, raíces que se alimentaron del rock, de allá y de acá, pero que afortunadamente saltaron pronto de ahí para adentrarse en dimensiones superiores.
De esos que elevan un poco más el rock.
Hasta hacerlo otra cosa.
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