El 18 de marzo de 1957 en Río Gallegos el viento corría con su habitual ferocidad gélida. En la oscuridad un grupo de hombres esperaban nerviosos la llegada del auto comprometido. Uno de ellos, Héctor Cámpora, se dirigió medio en chiste, a Jorge Antonio, líder del grupo: “Jorge, ¿por qué no volvemos a la cárcel y dejamos esto de la fuga para otro día?”
Los prófugos de la Cárcel de Río Gallegos eran los dirigentes peronistas Jorge Antonio, Héctor Cámpora, Guillermo Patricio Kelly, John William Cooke, José Espejo y Pedro Gomis. Con ellos iba su cómplice, el guardiacárcel Juan de la Cruz Ocampo, que les había facilitado la salida y además se ocupó de cerrar la cárcel por fuera llevándose las llaves.
Luego de una tensa espera de varios minutos, llegó el Ford amarillo, conducido por Manuel Araujo amigo y colaborador de Jorge Antonio. Ocho hombres algunos excedidos en peso se apilaron dentro del auto. Debían recorrer 66 km hasta Monte Aymond, el paso fronterizo, y luego 200 km más hasta Punta Arenas, Chile.
Un par de kilómetros antes de llegar al puesto de gendarmería, un colaborador los detiene y les indica salir de la Ruta 3. Los prófugos cortan un alambrado y empujan el Ford -con el motor apagado- a campo traviesa, haciendo un semicírculo para esquivar el puesto. Jorge Antonio había aceptado el pedido de agregar a Gomis a la fuga, porque tenía buen estado físico para ayudar a empujar el auto durante cuatro km por el medio del campo. En el penal quedan dos resistentes peronistas: Juan Parla y Horacio Irineo Chavez.
Según informaron los diarios chilenos, los prófugos pasaron por los dos puestos de Carabineros chilenos -Punta Delgada y Río Pescado- sin detenerse. Posiblemente la obstetra de Río Gallegos Ramona Estévez de la Vega organizó esa parte de la fuga.
Con las primeras luces del alba llegan a Punta Arenas, donde los recibió el alcalde y se alojaron en el Hotel Cosmos, el mejor de la ciudad. Tal lo planeado, los prófugos pidieron asilo político en Chile. El presidente Carlos Ibáñez del Campo era amigo y aliado de Juan Domingo Perón y el sur de Chile era la zona donde el peronismo gozaba de mayor simpatía, razón por la cual los prófugos hallaron mucha colaboración espontánea. Obviamente ni bien se enteró de la huida, la dictadura del teniente general Pedro Eugenio Aramburu solicitó la extradición y el gobierno chileno se vio obligado a detenerlos hasta resolver su situación legal.
El plan y los colaboradores locales
El principal promotor del plan fue Jorge Antonio, quien disponía de medios económicos para llevarlo adelante. El primer paso fue trasladar a su familia de Río Gallegos y con ella a dos colaboradores: Héctor Naya y Manuel Araujo. Ellos, simulando que van a instalar una empresa en la ciudad, comienzan a crear una red de relaciones sociales. Allí integran al plan a dos personas claves, el Dr Humberto Curci -médico del penal y copropietario del Sanatorio Río Gallegos- y la obstetra de dicho sanatorio, Ramona Estévez de la Vega. Curci, con dinero de Araujo compra el auto Ford utilizado en la fuga. Y Ramona -una convencida militante peronista que había trabajado con Evita-, será quien acompañe a Araujo a Punta Arenas para hacer hacer la inteligencia y los contactos para la fuga.
Jorge Antonio, desde la cárcel, se encargó de establecer buenas relaciones con el jefe del penal y los miembros de la guardia. Había un solo oficial, de apellido Macias, que se mostraba muy hostil con los presos. Para la fecha de la fuga, enviaron un telegrama desde Ushuaia, informando a Macias que tenía un familiar enfermo. Jorge Antonio le consiguió el dinero para que viaje, y la guardia quedó a cargo de Ocampo, quien ya estaba comprometido con la fuga.
Otro partícipe externo fue el estanciero Leónidas Moldes, quien había sido alumno de Cooke en la facultad. Su participación consistió en hacer creer a la policía que los prófugos se irían a ocultar en su estancia, con lo cual ganaron valiosas horas para llegar hasta Chile.
La noche de la fuga, una parte de los presos díscolos y algunos guardias fueron dormidos con somníferos que consiguió Kelly. Y con armas ingresadas previamente y la colaboración del oficial Ocampo, salieron cómodamente. Al punto que el auto de Araujo demoró mucho tiempo en llegar, mientras los evadidos esperaban en la calle frente al penal, sin que hubiese sonado la alarma.
Quienes eran los prófugos
El empresario Jorge Antonio era el representante de Mercedes Benz en Argentina y había crecido económicamente durante el peronismo. Era amigo personal de Perón y sindicado como aportante de las campañas políticas del movimiento. Aunque no había elementos probatorios, fue acusado de corrupción, encarcelado y despojado de sus bienes. Se negó a declarar contra Perón (como si lo hicieron algunos “arrepentidos”) y pagó con dos años de cárcel en las peores condiciones.
John William Cooke había sido diputado nacional y uno de los pocos dirigentes que se puso al frente de la Resistencia Peronista, creando el Comando Nacional junto a Cesar Marcos y Raul Lagomarsino. Fue encarcelado en noviembre de 1955. Perón desde el exilio lo designó como único jefe del peronismo en el territorio nacional y como su heredero en caso de ser asesinado. Fue la única vez en la historia que Perón designó un heredero, señal que temía por su vida y era necesario que en la emergencia de su desaparición física, el peronismo no se tornase en una anarquía. En una carta a Leloir del 10-03-57 Peron le dice: “Cómo los intentos de asesinarme de la dictadura llegaban a mí a través de sus enviados, algunos de los cuales fueron detenidos y otros corridos, ponían en peligro que cualquier día pudieran lograr su intento, mandé al doctor Cooke un documento en el que lo declaraba mi reemplazante en caso de muerte. El doctor Cooke fue el único dirigente que se conectó a mí y el único que tomó abiertamente una posición de absoluta intransigencia como creo yo que corresponde al momento que vive nuestro movimiento.”
Este rol de Cooke duró hasta el fracasado acuerdo con Frondizi, que lo tuvo como uno de sus gestores, y apagó su luz dentro del movimiento. En 1973 y 1974 Perón repitió varias veces que “mi único heredero es el pueblo”.
Héctor Jose Campora, era un importante dirigente peronista, que había sido presidente de la Cámara de Diputados. Jose Espejo, del gremio de alimentación, fue secretario general de la CGT de 1947 a 1953. Pedro Gomis, dirigente del sindicato petrolero, fue diputado nacional de 1952 a 1955.
Guillermo Patricio Kelly era el único hombre de armas tomar del grupo. Al momento del golpe, era el principal dirigente de la Alianza Libertadora Nacionalista. Un personaje muy controvertido, pero que en ese momento cumplía un papel importante en la Resistencia Peronista.
Es interesante la descripción de cada uno de ellos, que hace Cooke, en una carta a Perón desde Santiago de Chile.
Cámpora , Kelly y otros según la visión de Cooke
El 21 de marzo de 1957, enterado de la fuga, Perón le escribe a Cooke: “Mi querido amigo: usted podrá imaginar la satisfacción que he tenido con la “piantada” espectacular de ustedes. Realmente “nos saltaron los tapones” cuando recibimos insólitamente la información de que ustedes estaban a salvo en Magallanes.”
El 11 de abril, Cooke, desde Santiago, envía en mano de Manuel Araujo una extensa carta haciendo un análisis de la situación política del país y del peronismo. Son llamativas, algunas consideraciones que hace sobre varias personas.
Dice Cooke: “El Partido Socialista, ahora bajo el comando de la ninfa Moreau de Justo, critica la política social económica y gremial de la tiranía. Como no aclara qué es lo que apoya de la Revolución Libertadora, supongo que es la política administrativa, la que enciende los fervores de la Casa del Pueblo, con su consiguiente adjudicación de cátedras, puestos e intervenciones rentadas para los afiliados”
Luego habla de los “componentes de la misión riogalleguense”, o sea el grupo de fugados. De Jorge Antonio solo dice “viajará para allá como se lo anuncia”.
Sigue diciendo: “Cámpora, al ser detenido, le hizo una promesa a Dios de que jamás volvería a actuar en política. Durante todo su cautiverio insistió en esa actitud. Cómo se pasa el día rezando, no creo que viole su juramento. En todo momento manifestó que no era hombre de lucha, así que no puede ser de gran utilidad. Aclaro que siempre reiteró su amistad y reconocimiento hacia usted, así que mis apreciaciones se aplican únicamente a sus posibilidades combativas.”
“Gomis es un tipo excelente, pero me permito aconsejarle que no lo tenga cerca porque es obcecado, y de esos que opinan sobre todo y en todas las oportunidades. Como el pobre tiene el más certero instinto de la inoportunidad (…) uno está deseando mantenerlo a distancia porque saca de quicio al más tranquilo. Es valiente. Podría prestar grandes servicios en conexión con la gente del petróleo en nuestro país…”
“Espejo, dentro de la prisión se portó dignamente, y tuvo, antes, el gesto de salir de la embajada donde estaba refugiado para organizar la huelga de noviembre 1955. Entre la gente trabajadora su prestigio aumentó mucho el último año.”
“He tratado muy a fondo a Kelly, con quién he compartido 16 meses de cautiverio. Sabe organizar y nos resultará muy útil. Los aliancistas tienen una mentalidad especial, que Kelly conoce bien, es inútil querer mezclarlos con la otra gente del movimiento. En Buenos Aires quedan en libertad muchos elementos que le responden a Kelly (…) podrán cumplir misiones de sabotajes y en el momento decisivo colaborar en forma contundente. Kelly podría serle muy útil a usted, y destinarlo a cualquier misión por peligrosa que sea.”
En la jerga de los setenta se denominaba “fierrero” a un personaje que ingresaba al camino de la violencia por convicciones políticas, pero con el tiempo, el gusto por la acción superaba al razonamiento político. Guillermo Patricio Kelly es uno de estos casos, con los años terminó vinculado a las bandas de derecha y a servicios de inteligencia de otros países.
Agrega Cooke en su extensa carta: “Otro asunto. Me anuncian la llegada de Damiano, que me llena de alegría. En mi presencia lo torturaron el 10 de junio para hacerle declarar quiénes eran los integrantes del Comando Peronista y no pudieron arrancarle palabra. Lo dejaron en libertad hace un par de meses y luego fueron a buscarlo nuevamente pero consiguió huir al Uruguay. Un elemento valiosísimo”. Lo curioso de esta mención de Cooke es que Manuel Damiano, quien en 1955 era Secretario General del Sindicato de Prensa y señalado por Cooke como un héroe de la Resistencia, en 1973 va a participar en los enfrentamientos del 20 de junio en Ezeiza del lado de los defensores del palco a partir de allí considerado un “objetivo a ajusticiar” por la organización Montoneros.
De los seis fugados de Río Gallegos, el único que permaneció detenido en Chile, esperando la extradición a la Argentina, fue Guillermo Patricio Kelly. Pero, el 28 de septiembre de 1957, se fugó de la penitenciaría de Santiago con la ayuda de la poetisa Blanca Luz Brum, una mujer que tiene una vida novelesca, cuya historia subyuga.
Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.
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