Concretar una navegación por el Riachuelo no es una tarea fácil. El clima, el nivel del río, la corriente y la basura flotante, el signo más visible de una profunda contaminación que se acumula desde el Virreinato del Río de la Plata, conspiran para realizar una navegación segura en un recorrido de 9,5 kilómetros que se extiende desde la desembocadura hasta el Puente Alsina. Infobae pudo hacerlo, después de varios intentos fallidos. Y comprobó que el desafío de sanear, al nivel del mínimo umbral ambiental admitido, está aún lejos de cumplirse.
A bordo de una Lancha Delta Travel 1, Tracker 780, el intinerario comenzó poco después de las 9.30 desde el obrador de Acumar. Día soleado. En el muelle, se observan los trabajos de limpieza del organismo que preside el ex intendente de Morón, Martín Sabbatella. Unas barreras de contención sobre los márgenes atrapan los residuos, que empujan las aguas oscuras río arriba. Acumulado en estos grilletes flotantes con mallas subacúaticas -son más de 20 en toda la cuenca- el material es empujado por las palas de los barcos y cae, finalmente, sobre los containers. Más de 300 toneladas de estos desperdicios se recogen del espejo de agua. Sobre la ribera, un grupo de cooperativistas recoge los restos que tiran los peatones y realiza el desmalezamiento del pasto.
El capitán, Carlos Trovatto, puso en marcha la embarcación y se dirigió por el centro del cauce hacia el primer destino, la zona de Cuatro Bocas y Vuelta de Rocha de La Boca, conocida por el peatón por los azulejos de colores sobre el piso que caracterizan el ingreso a Caminito. La circulación es sencilla y fluida y, curiosamente, tampoco hay olor a podredumbre -los barbijos pandémicos colaboran con el filtro del aire-.
“Esta es la zona más limpia hasta el puerto del Río de la Plata. La tarea de limpieza es de acá para allá (señala hacia en dirección contraria) y subiendo”, describió Daniel Larrache, director ejecutivo de gestión de Acumar y uno de los tripulantes a bordo de la lancha. “Es el último de una serie de trabajos que confluye en Cuatro Bocas. Toda la cuenca trae los residuos que no son recogidos en la Ciudad, que terminan en los arroyos. Es un gran embudo”, agregó.
Larrache precisó que el trabajo de limpieza se estructura en tres partes. Por un lado, la recolección de los cooperativistas sobre la ribera para evitar que la basura llegue a los arroyos. Son cerca de 1300 trabajadores distribuidos en 49 cooperativas que desmalezan las orillas y barren la zona.
El segundo eslabón es un sistema de barreras fijas, que permiten descartar el volumen de sobrenadante. Están ubicadas en el arroyo Morales, en González Catán; en la Laguna de Rocha, en del municipio bonaerense de Esteban Echeverría, y la tercera está el arroyo Don Mario, en el partido de La Matanza. La estructura se completa con las barreras flotantes, colocadas estratégicamente para retener todo lo que nada sobre la superficie y trae la corriente. La flota de tres catamaranes y cuatro barcos de Acumar retiran lo que se desposita en esos piletones. La jornada de trabajo es desde las 7 de la mañana hasta las 15.
De no existir ese esquema de saneamiento, el paisaje sería mucho peor.
“Esta es la estructuración de un sistema de limpieza que es diario y permanente. Pero lo que limpias a la mañana, a la tarde se vuelve a ensuciar. Con el fenómeno de las crecientes, las barreras flotantes se dan vuelta y largan los residuos. La basura va y viene. Es un ciclo bastante decepcionante”, admitió Larrache.
Mensualmente, la limpieza involucra la remoción de un promedio de 5.100 toneladas de desechos. Son 170 toneleadas por día, y casi 7 toneladas por hora. El último dato de diciembre del año pasado indicaba la siguiente distribución por el tipo de tarea efectuada: 2297,59 se sacaron de basurales; 1856,89 toneladas provenían de la ribera y 315,96 salieron del espejo de agua. En la cuarentena de 2020, el servicio bajó en términos de volumen y superaba las 4.400 toneladas.
Pañales, plásticos, vidrio, caucho, goma, cuero, envases y neumáticos, entre otros materiales, aparecen entre el rejunte de residuos sólidos urbanos. Según el último informe oficial de Acumar, el 46,37% del volumen de los residuos pertenecen a plásticos; 39,45% provienen de restos de ramas, forestales y desmalezado; el 2,41% son neumáticos; el 2,37% son envases metálicos; y el 0,90% son pañales y apósitos.
El problema de los residuos se agrava cruzando el Puente Victorino de la Plaza, en dirección hacia la cuenca alta. Desde ese primer cruce saliendo desde Puente Bosch, la navegación empezó a toparse con obstáculos...
- ¿Pasamos? Si, dale-, se escuchó en la tripulación del barco, mientras se intentaba cruzar por debajo de la tradicional estructura roja.
- “¡Uh, despacito!”, dijo otro miembro de Acumar. Se escuchó un golpe. “Perdimos una luz”, agrega.
- “Me contaminaste el Riachuelo con lo que se cayó”, bromeó el fotógrafo de Infobae, Gustavo Gavotti.
La marea en el río estaba alta y la altura del puente impidió cruzar sin sobresaltos. La marcha continuaría después, aunque con traspiés. En dos oportunidades, bolsas de plástico que guardaban carbón y hielo se enrredaron con la hélice de la lancha, impidiendo el traslado normal sobre las aguas oscuras. Algo previsible y habitual para quienes conocen el circuito.
“En la zona de Vuelta de Rocha no tenemos este problema. A medida que se ‘sube’ en la cuenca tenemos mayores complejidades en la navegación. Hay una gran discusión, que es la remoción de los fondos, que permitiría habilitar los usos navegables. Es algo que llevamos más de dos años en estudio. Si la Justicia lo habilita, se podría realizar una navegación con lancha de pasajeros o catamaranes para algún circuito turístico”, planteó Larrache.
La zona del puerto de Buenos Aires, la de los murales de Quinquela, es un área de patrimonio histórico y cultural sobre el que las autoridades de Acumar solicitaron al Poder Judicial que se rehabilite para el transporte acuático. “Esta era una zona fabril, industrial y portuaria que hay que reconvertir. Queremos que la gente se apropie de este paseo y esparcimiento, algo que motivó alguna burla. Nos parece central recuperar, como se hizo con el Transbordador, con actividades que son centrales para la sustentabilidad del río”, completó.
Contaminación cloacal
A lo largo de la Cuenca Matanza-Riachuelo viven cerca de 4 millones de personas, según el último censo 2010, en una superficie que es 10 veces la Ciudad de Buenos Aires. El problema más serio que enfrenta la población y la zona no es el de la basura, sino el de la contaminación cloacal.
“El 70% de la contaminación tiene que ver con los desechos cloacales que vienen de la Ciudad y se vierten al río. Es uno de los grandes ensuciadores”, sostuvo Daniel Larrache.
Para poner fin a ese vertido y que tenga una solución a largo plazo, desde hace una década que se planifica la mega obra de saneamiento conocida como “Sistema Riachuelo”. El proyecto de AySA viene avanzando en algunos tramos, como la implementación del enlace de la segunda Cloaca Máxima con el Colector Margen Izquierdo, que permitirá incorporar a más de 1 millón y medio de habitantes del sur del Gran Buenos Aires al servicio de cloaca y mejorar la prestación del servicio a más de 4 millones de personas de la cuenca.
“El sistema Riachuelo va a recoger todos los residuos, excepto los días de lluvia”, precisó Larrache.
Esta iniciativa ya cuenta con 30 kilómetros de túneles construidos, un emisario de 12 kilómetros por debajo del Río de la Plata y una planta de tratamiento en construcción para ampliar la capacidad de transporte de las cloacas en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
Según Acumar, se inauguraron en este tiempo otras obras importantes que mejorarán el vertido de líquidos cloacales, como las plantas de Aysa en el barrio Fiorito y ACUBA. En esa saga se incluyen el traslado de Hacienda de Liniers a Cañuelas; una inversión de carácter privado; y la creación del Parque Curtidor de Lanús.
Sin embargo, ninguna solución será completamente eficaz hasta que finalice la mega obra. “Esas tres grandes obras finalizan entre 2023 y 2024. “Ahí ya tendría que estar funcionando el sistema”, indicó el director ejecutivo de Acumar.
“¿No hay otra solución técnica provisoria para frenar el vertido de los residuos cloacales?”, preguntó Infobae.
“No hay otra forma de hacerlo, porque esos vertidos se dan en la red pluvial y no hay forma de acceder. La única solución es dar la provisión de red y conectarlo a las cloacas, y en el mientras tanto mantener la redes pluviales limpias para que la Ciudad no se inunde”, respondió Larrache.
Durante el primer año de la pandemia, Acumar tuvo controles discontinuidados sobre la calidad del agua superficial en el Riachuelo. En 2021, se retomó la actividad. En la última medición, todos los valores empeoraron en comparación al último registro que data de septiembre de 2018. En la cuenca baja, donde se realizó la navegación, hubo desmejoras en materia de nutrientes y orgánicos, aunque pudieron haber influido las sequías.
“No hubo un empeoramiento, lo que hay es una estabilidad de las variables. La calidad del agua no va a cambiar hasta que se hagan las obras de infraestructura para que el río no reciba los efluentes cloacales”, aclaró el director de Acumar.
El nivel de polución acuática impide que haya formas de vida en el espejo de agua. Infobae solo pudo ver algún ave, aunque en Acumar aseguran que han visto cerca de la desembocadura del Riachuelo peces y patos, y hasta tortugas . “No les preguntes cómo siguen vivas”, bromearon.
La tercera pata de la contaminación en la cuenca es generada por los vuelcos industriales. Según Larrache, son unas 1500 empresas que habían sido declaradas como agentes contaminantes, de las cuales 700 permanecen en esa condición. La mitad están en planes de reconversión y fueron intimadas a presentar un plan para transformar sus procesos productivos. De ese grupo, apenas una pequeña parte es la que produce la mayor cantidad de polución.
Recientemente, Acumar lanzó un tercer empadronamiento de los establecimientos y factorías. Algunos conocedores de este registro expresaron a este medio su disconformidad, por la repetición de carga de una información que “tarda horas” y tampoco “funciona del todo bien”. Para el organismo, ese es uno de los mecanismos que les permite ajustar los parámetros ambientales. En Acumar sostienen que la fiscalización es permanente y que aplican multas y clasuras, pero que el objetivo “no es cerrar las industrias”.
“Hoy las empresas más contaminantes cumplen relativamente los parámetros de vuelco. La discusión tiene que ser más precisa y exacta. Alguien puede decir: ‘bueno, siguen contaminando’. Y yo puedo responder que sí, pero están cumpliendo con la norma. Las normas ambientales tienen esa complejidad, lo que se busca es reconvertir una situación preexistente”, planteó Larrache.
Una deuda social y ambiental
Al promediar la navegación, la lancha se interna en lugares donde aún habitan personas sobre las márgenes, como en el barrio 21-24. En este punto lo ambiental y lo social coinciden de manera crítica. Las viviendas precarias en las riberas, de un lado, y una mayor cantidad de los desperdicios y residuos solidos flotando sobre río, del otro.
Desde que se creó Acumar, el 74% de familias que vivían en el camino de Sirga obtuvieron una solución habitacional y pudieron ser trasladadas, que es una de las mandas constitucionales de la Corte Suprema de Justicia en el fallo “Mendoza”. Del lado de la provincia de Buenos Aires, ya no quedan habitantes en los márgenes.
“El tramo más complejo del camino de Sirga es el de la villa 21-24. Acá queda el último basural que nos queda por erradicar en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras esté esto, no hay limpieza posible del río. Se están demoliendo algunas casas para mudar a la gente a los complejos habitacionales, pero es un trabajo que lleva años. Tenes que demoler y construir al mismo tiempo para que al día siguiente no esté ocupado”, informó Larrache.
Las mudanzas recientes se efectuaron hacia complejo habitacional Orma. En 2020, año de la pandemia, unas 357 familias se mudaron a los complejos Mundo Grúa y Alvarado. Sin embargo, se está lejos de cumplir con el 17.771 soluciones habitacionales que exigió el máximo tribunal de justicia en 2008. De esa meta, solo 5806 fueron terminadas y unas 2172 están en ejecución.
“Es uno de los puntos más atrasados del fallo de la Corte. Pero hay un fenómeno que, además de la gestión de la vivienda y los recursos, es que no hay tierra disponible en las inmediaciones de la cuenca. Son unas 17 mil familias que no podes llevar a Marcos Paz, hay que construir cerca los predios con tierras aptas para viviendas sociales, con servicios y conexiones, lo que impide darle un mayor ritmo de obra”, plantearon desde Acumar.
El recorrido de la lancha regresa hasta su punto de origen. Pasó poco más de una hora de navegación. La pregunta que resuena tiene que ver con los plazos, si el trabajo realizado alcanza y si la cuenca está iniciando un camino de saneamiento progresivo y eficaz.
Para que el entorno sea saludable, el ecosistema debe adecuarse antes al llamado “USO IV”, que establece parámetros mínimos de elementos químicos y sustancias contaminantes que permiten realizar “actividades recreativas pasivas”, como contemplar el espejo de agua sin un contacto directo. Ese umbral, sin embargo, todavía no se cumplió en toda la cuenca.
“Las grandes obras, como el Sistema Riachuelo, llevan unos diez años de ejecución. En Londres, el Támesis tuvo una demora de 40 años para sanearlo, y con la capacidad económica del Reino Unido. Bilbao, con el Nervión, lleva 35 años, con la capacidad de la Unión Europea y del País Vasco detrás. ¿Por qué nosotros, en 14 años, deberíamos tener otros resultados? Estamos en el camino correcto. Tenemos que lograr cada uno de los escalones. No hay magia ni otro mecanismo”, concluyó Larrache.
FOTOS: Gustavo Gavotti
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