Cada vez que intentó escribir sobre los mejores recuerdos que guarda de su madre Nora Dalmasso, Facundo Macarrón tuvo que borrarlos. Como si sobre esas palabras cayera una especie de maldición.
El trauma que le quedó al destacado diplomático de 32 años le hizo temer que esas palabras, de ser difundidas, pudieran ser usadas en contra suya o de su padre en el juicio que comienza mañana lunes a las 10 en los Tribunales de Río Cuarto.
Facundo y su hermana Valentina acompañarán a su padre Marcelo Macarrón, que comenzará a ser juzgado este lunes 14 de marzo por ser el presunto autor intelectual del asesinato de su esposa Nora, ocurrido el en el country Villa Golf de Río Cuarto.
El 25 de noviembre de 2006, la víctima fue estrangulada con el lazo de una bata y con las manos en la habitación de su hija, donde descansaba después de haber vuelto de salir con sus amigas. Su pieza estaba en refacción y por eso no podía usarla. Su marido estaba con sus amigos en Punta del Este, donde ganó un torneo de golf.
Para el fiscal Luis Pizarro, quien fue el encargado de elevar la causa a juicio, Macarrón mandó a matar a su esposa. El móvil no está claro, pero sospecha que pudo ser por motivos económicos. Lo extraño es que el anterior fiscal, Daniel Miralles, llegó a plantear que Macarrón tomó un avión “fantasma” desde Punta del Este, ahorcó a su esposa y volvió en ese avión para terminar el torneo.
De ser encontrado culpable, Macarrón podría recibir la pena de cadena perpetua, pero según su abogado, Marcelo Brito, “no hay ninguna prueba, ningún indicio, es todo un delirio”.
“Todo esto es un disparate”, llegó a decir el acusado, que antes del juicio recibió un guiño a favor: su ex suegra, Delia “Nené” Grassi, la madre de Nora, se retiró de la querella. Además, Macarrón no estará solo: durante el juicio estará acompañado de sus hijos Facundo y Valentina.
Facundo llegó al país desde el exterior, donde desempeña un cargo importante en una embajada.
“La herida no se me borra”, le dijo Facundo a Infobae hace un año.
Para él, volver a Río Cuarto es como rememorar la tragedia que vivió hace poco más de 15 años. Se siente un acusado más, como si él y su hermana también estuvieran en el banquillo de los acusados. Considera que los fiscales que pasaron por el caso, desde Javier Di Santo a Pizzarro, apuntaron contra la familia sin seguir otras pistas.
En el juicio están citados 300 testigos y podría llevar tres meses. Ocho jurados populares deben determinar si el viudo contrató a un sicario para matar a su esposa.
Facundo tiene la confianza de que todo saldrá bien. Dice a su entorno que la verdad es evidente pero no conviene o no se quiere ver.
A sus allegados les dijo: “Estoy un poco ansioso y angustiado de tener que enfrentar, como familia, la pena del banquillo, siendo que el verdadero asesino está suelto y hasta satisfecho de que no va a poder ser juzgado. Pero haremos lo posible para sobrellevarla y esperando que al menos esta instancia arroje algo de luz y con la liberación de mi viejo podamos encontrar, en la medida de lo posible, algo de paz”.
Facundo y su hermana declararán como testigos. Con él se ha cometido una de las mayores injusticias del caso. Facundo, por entonces de 19 años, fue imputado en la causa el 6 de junio de 2007. El único argumento del fiscal en su contra fue que en el ADN de la escena del crimen apareció el linaje Macarrón. Como su padre Marcelo jugaba al momento del femicidio un torneo de golf en Uruguay, la sospecha (“leve”, como puntualizó Di Santo, de escandalosa labor), recayó sobre su hijo.
No lo detuvieron, el propio fiscal consideró que no había pruebas suficientes. Sin embargo, su teoría era que Facundo mató a su madre y abusó de ella. No sólo eso: se llegó a buscar el móvil en una supuesta pelea entre madre e hijo por la condición sexual del joven. Algunas pericias giraron en torno a su vida privada, pese a que no tenían nada que ver con lo que se investigaba. Hasta lo sometieron a una humillante pericia psicológica.
En 2012 fue sobreseído por el juez de Control de Río Cuarto, Daniel Muñoz.
Facundo tuvo dos grandes heridas. Una por el crimen de su madre. La otra, la injusta acusación. “Destruyeron mi juventud”, le dijo a Infobae el 20 de junio de 2020, en su primera manifestación a un medio desde que mataron a su madre.
“Cuando hablé abiertamente de mi mamá, con 18 años, meses después del crimen y solo en mi departamento ante un equipo de autodenominados psicólogos forenses de la policía judicial de Córdoba, el resultado fue una autopsia psicológica que terminó siendo una prueba para mi imputación, hablando de una supuesta perversión en el vínculo madre-hijo”, recordó Facundo en una carta que le envió a Infobae hace dos años.
Y todo, según él, por comentar que le gustaba que su mamá lo acompañara 0 comprar ropa porque siempre tuvo buen gusto para eso: “Ni hablar cuando recordé que los fines de semana le encantaba estar con las plantas en el jardín a la mañana, tomando mate, con la radio pasando algunos clásicos de los 80 y 90, mientras mi viejo jugaba al golf o se iba a ver pacientes que estaban internados: familia disfuncional, concluyeron. Que hacían separados un fin de semana por la mañana”.
A partir de todo eso, “y de tantas barbaridades que cometieron en la investigación judicial”; Facundo revela que tiene la confianza básica destruida. Sobre todo cuando tiene que recordar públicamente a su madre.
“Esto no me pasó solo a mi, sino a muchos otros miembros de mi familia, amigas y amigos de mamá, quienes prefieren recordarla en silencio porque cada vez que ingenuamente hablaron de ella, lo que dijeron se interpretó para el lado menos pensado o el más pensado (léase, premeditado) para los investigadores: culpar a alguien del círculo íntimo familiar. Así se cierran la mayoría de estos crímenes. Fácil. Justicia, no importa, lo importante es tener un condenado o condenada, hoy el objetivo es mi viejo”, continuó.
Facundo está convencido de que taparon vacíos con noticias y declaraciones que publicaron los medios: “No tiene que pasar tiempo para que pueda hablar de mi madre sin temor a perjudicar a papá ni trauma, simplemente tiene que haber justicia, y esto implica investigar a quien realmente cometió el horrible crimen, y condenar a esa persona. Ni hablar de que se termine la persecución contra mi familia, hoy contra mi viejo. Es tan simple pero tan difícil de entender para quienes nos deben ese servicio de justicia, que no sé si alguna día podremos tener la tranquilidad de poder recordarla, en público, habiéndose hecho justicia. No pierdo la esperanza”.
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