El 1º de Mayo de 1958, el doctor Arturo Frondizi asumió el cargo de Presidente de la Nación ante la Asamblea Legislativa, con la llamativa ausencia de los diputados nacionales de la Unión Cívica Radical del Pueblo, oportunidad en la que pronunció un largo discurso destacando entre sus varios objetivos políticos:
-”Es necesario sellar definitivamente el reencuentro de los argentinos; eliminar los motivos de encono, los pretextos de revancha y los últimos vestigios de persecución.
-”Debemos extirpar de raíz el odio. El pasado queda a nuestras espaldas. No nos volveremos a remover las culpas ni a deslindar responsabilidades”
-”Gobernaré para todos los argentinos. Abandono toda tarea partidista y declaro solemnemente que desde la Casa de Gobierno no se hará política de partido. Debemos terminar con el sectarismo y la intolerancia. El Poder Ejecutivo promoverá reuniones y consultas con los partidos políticos, con dirigentes del trabajo y la producción, con hombres de ciencia, técnicos y profesionales”.
El trayecto del Congreso de la Nación hacia la Casa Rosada lo hizo en un Cadillac 1955 negro descapotable, acompañado por el teniente general Arturo Ossorio Arana, el alto oficial que había acompañado al general Eduardo Lonardi el 16 de septiembre de 1955. Por lo tanto, su presencia en el automóvil, más que una presencia protocolar era un llamado de atención. Pocos sabían en ese entonces los innumerables planteos que se desarrollaron hasta días antes, para impedir que el nuevo Presidente no asumiera. ¿La razón? El Pacto con Juan Domingo Perón del que todo el mundo político hablaba pero nadie había visto. En mi libro “Puerta de Hierro” se habla que el Pacto tuvo objetivos políticos y económicos dado el estado de “leprosidad”, según todos los testigos de la época, en el que vivía Juan Domingo Perón en su exilio en Paraguay, Panamá y Venezuela. Al instalarse en la Casa Rosada, Frondizi comenzó a moverse dentro de los límites que le fueron marcando las fuerzas militares y políticas de la oposición. El clima que se respiraba era la imprevisibilidad. No se sabía que problema estallaría al día siguiente mientras se trataba de gobernar un país fragmentado.
Durante toda su gestión hubo de enfrentar innumerables conatos y planteos militares que fueron erosionando su poder. La inestabilidad fue el signo de la época y el Pacto era la cuestión o la excusa para frenar los cambios. Un ejemplo: cuando asumió intentó crear la cartera de Ministro de Defensa pero los militares se negaron, hasta que finalmente lo logró el 13 de junio de 1958, poniendo a su frente a Gabriel del Mazo, reconocido dirigente radical. Designó como comandante en jefe del Ejército al General de División Héctor Solanas Pacheco, tras superar la presión de los que querían imponer al General de División Carlos Severo Toranzo Montero, el militar que había sido embajador en Caracas cuando el atentado a Perón y declarado persona non grata por el gobierno venezolano. Toranzo Montero fue destinado a la Junta Interamericana de Defensa y un año más tarde sería comandante en Jefe del Ejército.
Frondizi asumió con un poder tan condicionado por la fuerza que detentaban los derrotados del 23 de febrero de 1958, que hasta le impidieron acceder a Rogelio Frigerio al Ministerio de Economía y tuvo que inventarle un cargo. No solo estaba condicionado por los militares y el radicalismo de Ricardo Balbín.
El peronismo también presionaba al gobierno buscando una “coparticipación” del gobierno y los colaboradores presidenciales interpretaban que salvo la letra del Pacto no existía ninguna promesa de “coparticipación” o “cogobierno”. Por ejemplo, Ramón Prieto, uno de los arquitectos del famoso Pacto, sostenía que el peronismo reclamaba el Ministerio de Trabajo y la embajada en Paraguay. En junio de 1958, a tan solo sesenta días en la Casa Rosada, para aclarar los malos entendidos, dos delegados presidenciales se entrevistaron con Perón en Ciudad Trujillo. En esos encuentros el ex presidente constitucional llegó a decir: “Se están portando con nosotros con una gran deslealtad. Yo no estoy dispuesto a que los políticos me manoseen ante el pueblo. No quiero que me tomen en joda.”.
No satisfecho por los encuentros con los enviados de Frondizi y Frigerio, Perón le va a decir a Enrique Olmedo, el 23 de julio de 1958: “Creo que Frondizi a los que teme es a los peronistas, como también les temen los gorilas; el primero porque puede perder el gobierno y los segundos porque pueden perder la cabeza. Ese miedo es el que los ha asociado. Nosotros tenemos un documento que establece los compromisos nuestros y los de Frondizi, del cual hemos cumplido todo nosotros y él nada. El plazo acordado vence el día 1° de agosto y creo que Frondizi para ese plazo no podrá cumplir nada de lo que se ha comprometido. En tal caso debe ajustarse la faja, porque se le empezará a mover el piso de una manera no muy agradable”. Días más tarde le vuelve a escribir a Olmedo: “El saldo favorable que nos ha quedado de la decisión de votar a Frondizi es precisamente el que buscábamos: supresión de la persecución violenta y un mínimo de aparente semilegalidad que nos puede permitir la reorganización de nuestras fuerzas sindicales y políticas, indispensable para contar con recursos efectivos para el enfrentamiento al Gobierno, que un día ha de producirse, no sabemos todavía con cuales medios. También opino como Usted en el sentido de que nuestra única salida será la de la violencia, desde el momento que Frondizi proscribe en la ilegalidad al 75 % de la ciudadanía y burla todas las aspiraciones del Pueblo y de la Nación”.
En la Argentina, el comienzo de 1959 fue conmovido por los enfrentamientos entre obreros y fuerzas del orden en el Frigorífico Lisandro de la Torre. El gobierno califica a la huelga de revolucionaria y ordena al Ejército desocupar la planta. Tras los enfrentamientos surgen conflictos en otros sindicatos que son ocupados por militares. Ferrocarriles y metalúrgicos fueron unos de los tantos.
También durante el año se vivirán atentados personales (a Frigerio por ejemplo) y hechos terroristas de los que son imputados los peronistas (o un sector del mismo). Deslumbrado por lo que está comenzando a engendrarse en la Cuba castrista-comunista, su delegado, John William Cooke, intenta en marzo de 1959 que Perón se desplace a La Habana. Como el ex presidente se niega, decide viajar solo. Comenzará a gestarse el peronismo revolucionario, algo que más tarde se conoce como el entrismo.
Bajo la consigna “al que me engaña una vez, lo perdono; al que me engaña dos veces, lo maldigo; si me engaña tres veces, me maldigo”, Juan Domingo Perón, en junio de 1959, denuncia su pacto con Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, dando a conocer su texto. De ahí a una severa crisis militar había sólo un paso. En la medianoche del 23, el almirante Isaac Rojas formuló una grave declaración: “Aprecio que este gobierno es funesto e ilegítimo”, y reclamó “una salida constitucional”. Sin aclararlo, el almirante Rojas consideraba que la “salida constitucional” era la renuncia de Frondizi.
El planteo se va a desarrollar ante la absoluta indiferencia de la sociedad y termina con el desplazamiento del Secretario de Guerra, general Solanas Pacheco. Para cubrir la posición dentro del gabinete, el presidente designó al retirado General de División Elbio Anaya, quien contaba con un gran apoyo en el Ejército Argentino y éste designó al General de División más antiguo para ocupar el Comando en Jefe del Ejército. Se trataba de Carlos Severo Toranzo Montero. El nuevo comandante tenía sus propias ideas sobre el papel del Ejército y las expuso. Al hacerlo generó otra crisis. En septiembre del mismo año, Anaya abandonaba su cargo y asumía el general Rodolfo Larcher.
Al margen de los planteos castrenses al gobierno, y las severas disputas en las Fuerzas Armadas, el peronismo desarrollaba “la resistencia” a través de movilizaciones obreras, paros sindicales y “caños” explosivos. El 16 febrero de 1960, tras un serio atentado contra una estación de la empresa Shell-Mex en el que murieron 8 personas y decenas de heridos, Larcher sostuvo que “el Ejército, por imperio de la Constitución Nacional (…) debe tomar las medidas consiguientes”. Dichas medidas eran la pena de muerte y la creación de zonas militares. El 12 de marzo, en otro atentado contra la casa de un militar, perece la hija del dueño de casa y resultan varios heridos. El 13 de marzo se instaura el plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), que estuvo vigente hasta el 1° de agosto de 1961. El plan no surgió de la nada. Había antecedentes, uno fue la ley Nº 13.234 que establecía la Justicia Militar por sobre los tribunales civiles ante hechos de guerra interna. Esa “Organización de la Nación en Tiempos de Guerra” de 1948, fue votada por el Congreso Nacional manejado por el peronismo. En su artículo 38 establecía que “decretada la movilización por causa de guerra o su peligro inminente, o en caso de catástrofes o emergencias graves, que afecten zonas importantes del país, el personal convocado para el Servicio Civil de Defensa quedará sometido a las disposiciones del Código de Justicia Militar, en la misma forma que el convocado para el servicio militar”.
Entre los papeles del general Toranzo Montero hay un documento de la primera semana de abril de 1960, que analiza los primeros resultado del Plan CONINTES, en el que se afirma “que el instigador del movimiento (subversivo) era el dictador depuesto (Perón), con la colaboración en el país de dirigentes políticos y gremiales peronistas, aliancistas, comunistas y militares desplazados adictos al régimen derrocado en 1955″. También se afirma que “el movimiento dependía del Comando Nacional Peronista, en el cual se ubica el general (Miguel Ángel) Iñiguez. Alberto Campos actuaba como enlace con Perón. De este comando dependían varios subcomandos y estaban en vías de constituirse agrupaciones de guerrilleros tipo ‘Uturuncos’ en provincias del Norte y Centro de la República”. Sin mensurarlo, Toranzo Montero esta radiografiando en pocas líneas el devenir dramático del futuro argentino.
A pesar de lo afirmado por las organizaciones subversivas en los años setenta, de que “la Resistencia” no hizo nada y por lo tanto nada le correspondía, el imputado Iñiguez sería jefe de la Policía Federal en septiembre de 1973, nombrado por Raúl Lastiri y confirmado por Perón. Alberto Campos llegaría a convertirse en Intendente de San Martín en 1973 y será asesinado por la Columna Norte de Montoneros el 17 de diciembre de 1975. Los Uturuncos serían detenidos tras un asalto en Frías, Santiago del Estero, a fines de 1959. Varios de los que lo integraron (como el santiagueño Luis Uriondo) se alejaron por considerar que la jefatura de la organización miraba más a La Habana que a Madrid, donde estaba Perón. Como dato singular el documento equipara al peronismo con el comunismo y, como se sabe, en los años siguientes, el peronismo fue infiltrado por el comunismo dentro de los términos de la Guerra Fría. Como simple “detalle” que se ignoraba en esa época, el lunes 4 de enero de 1960 por la noche, en La Habana, Ernesto “Che” Guevara daba clase de cómo crear la guerrilla en la Argentina, mientras sostenía que los miembros de las fuerzas de seguridad eran “mercenarios”. Así lo relató el periodista Osvaldo Bayer, uno de los participantes.
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