Isha Escribano: “Mi ser celebra, se divierte y ama manifestándose como mujer”

Mientras escribe su autobiografía, la coach espiritual, música, periodista y médica reflexiona sobre la transición de género que comenzó hace casi cuatro años. En el 8M, el Día Internacional de la Mujer, también habla de lo que significó el reencuentro con el maestro espiritual Sri Sri Ravi Shankar y que reconociera y celebrara identidad

"Cualquier transición de cualquier índole -una mudanza, un luto, una quiebra financiera, lo que fuera- que un ser humano pueda enfrentar o atravesar en su vida, es constante. Si hay un verbo es el gerundio, no el infinitivo: todo es un constante siendo"

“Me imagino una plantita que empieza a crecer, a nacer, y necesita mucha protección, que la nutran. O una criatura recién nacida. Todo lo que nace necesita ser cuidado, porque en todo ese proceso hay mucha fragilidad”, me dice Isha Escribano al otro lado del teléfono, desde California. La coach espiritual, música, médica, periodista y conferencista, e hija mayor del periodista y ex secretario general de redacción del diario La Nación, José Claudio Escribano, habla de ese renacimiento que fue su transición de género, reconocida oficialmente hace dos años, en febrero de 2020, cuando recibió el DNI con rectificación número 9000 de manos del presidente, Alberto Fernández. Faltaba entonces un mes para su cumpleaños: nacida en Pergamino el 10 de marzo de 1969, el encuentro con su identidad le había tomado más de 50 años.

Ahora me dice que la última vez que la entrevisté, hace un año, estaba en otra etapa: una mariposa recién salida de su crisálida -ella lo llama su proceso “cocoon”-. Que todavía estaba demasiado frágil y tenía muchos más miedos, inseguridades y también viejos enojos que de algún modo sirvieron de protección ante tanta adversidad. Que le llegó el momento de desplegar las alas. “Cualquier transición de cualquier índole -una mudanza, un luto, una quiebra financiera, lo que fuera- que un ser humano pueda enfrentar o atravesar en su vida, es constante. Si hay un verbo es el gerundio, no el infinitivo: todo es un constante siendo -reflexiona Isha, que trabaja hace un año y medio en una autobiografía que editará Random House en 2022-. Dentro de esa gran impermanencia, una transición de género es el cambio brutal llevado al extremo. Y al principio es tan fuerte todo lo que pasa que se genera un quiebre en la conciencia tuya y de la gente. Y es tanto lo que tenés que enfrentar, empezando por las cosas que traés adentro, que de alguna forma tenés que construir una resistencia o barreras, sobre todo si el contexto no es el más amigable”.

El contexto para las personas trans todavía casi nunca es amigable, ni simple. “Y ahí es donde las broncas pueden funcionar, de manera provisoria, como un mecanismo de defensa -dice Isha-. Es lo mismo que pasa en una ruptura de pareja, donde a veces el rencor puede ayudar a que la separación no duela tanto. Después, cuando el barro se asienta, es tiempo de hacer las paces y dejar ir todo eso, que se lo lleve el agua”. En ese tiempo está ella, en el de hacer las paces, en paz.

–Vos hablás de una plantita, de una criatura, de una mariposa, de un nacimiento. ¿Así lo sentís, como que volviste a nacer?

–Totalmente. Para mí es como si hubiera reencarnado en la misma vida. Porque cuando hablo de todas mis cosas de antes es realmente como si hablara de alguien o de algo que ya no existe. Y al mismo tiempo, nada cambió, nada se murió; pero a la vez, todo cambió. Entonces, hay un nacimiento, pero también hay una muerte, y esa muerte es la de la mayoría de las cosas con las cuales cualquier ser humano se identifica: un nombre, un rostro, su ropa, la coreografía corporal, un rol, un oficio, cómo sentir, cómo expresarse, cómo pensar el éxito de acuerdo a ese personaje que te tocó jugar. Hace muchos años, cuando me ganaba la vida como periodista, entrevisté a un psicólogo alemán que trabajaba en la recuperación de personas con adicciones y me contó que ellos trabajaban en huertas porque ahí veían el proceso que hacían las plantas. Y me acuerdo que me preguntó: “¿Sabes cuál es el estímulo para que una semilla germine y florezca? Y yo le dije: “El sol, la lluvia, el aire…”. “Sí, sí, pero el estímulo para que el brote germine es el contacto”. Y pensaba en eso: cuando estás en una situación de tanta vulnerabilidad y ese contacto amoroso no está y la mano que supuestamente tendría que hacerte ese contacto amoroso a veces incluso es para violentarte, entonces se necesita generar, o por lo menos yo necesité generar ciertas defensas para protegerme. Incluso la amenaza tal vez ni siquiera estaba, pero era toda la fantasía que podés tener de lo que puede pasar. Habiendo pasado, creo, lo más difícil, me parece importante poder aceptar lo que pasó y tener una actitud compasiva hacia lo que las demás personas pudieron o no pudieron brindarte. Hacer las paces, en mi caso, con cómo pude transitar los primeros años de mi nueva vida, fue un acto necesario y reparador.

–Tuviste que encontrarte con otras otras personas que te nutrieran porque parte de tu entorno más íntimo, de tu familia, no estuvo.

–Mirá, por un lado, mucha gente tuvo una postura neutral o una postura negativa, pero podría contarte la historia desde un lugar de una persona victimizada o la de alguien que fue abrazada por cientos de personas. Y si hay algo que recibí estos últimos tres años de mi vida fue amor. Cuando me mudé al barrio cerrado en el que viví el año pasado, El Talar del Lago, la cantidad de amigas que me hice fue impresionante. Y cuando empecé a hacer las meditaciones por Instagram –que guió a diario durante toda la pandemia para un promedio de entre 5000 y 9000 usuarios–, el amor que recibí de todo ese grupo fue un regalo increíble.

"Si vamos a compartir nuestras vidas, juntémonos con gente que nos eleva, que nos hace sentir bien, que saca lo mejor de nosotros. La vida hay que compartirla con personas así"

–Eso es fuerte: en un barrio privado donde se supone que quizá desde el cliché que la gente es mucho más cerrada, encontraste un grupo de pertenencia.

–Fue muy fuerte. Yo nunca me imaginé que iba a vivir en un barrio cerrado, pero me tuve que ir de mi departamento en Núñez entre otras cosas porque tuve conflictos con dos personas que no me podían llamar por mi nombre y mis pronombres y tuvieron conductas muy transodiantes. Fue una situación que no pude tolerar más: tenía un gran problema con mi entorno íntimo donde no había una conexión, y sufrir eso también en el lugar donde vivía era insoportable. Cuando la gente te conoce de antes, es mucho más doloroso el rechazo, entonces me fui a un lugar en donde no me conocía nadie, le alquilé la casa a un amigo y me vino bárbaro, porque ahí pude avanzar con el libro, encontré tranquilidad y sí, realmente me hice un grupo de amigas muy hermosas.

–Hablás de la pandemia y pensaba que vos hiciste tu transición justo un año antes. Estabas en pleno cambio, en tu fase de oruga, y el mundo también se cerró y cambió a la par de tu propio proceso.

–El primer año antes de la pandemia yo estuve casi todo el año encerrada, como en ese cocoon, en mi capullo: en esa etapa te da vergüenza hasta ir a la verdulería, y en algún punto transité eso en mucha soledad. Y cuando empieza la pandemia, a mí el presidente me da el DNI en febrero, y a los diez días se decretó el aislamiento. Y fue muy fuerte porque quedé ahí justo cuando estaba lista para salir. Entonces, la mayor parte de la gente me empezó a conocer a través de las redes sociales.

–Bueno, en un punto que muchos te conocieran por las redes te dio la oportunidad de decidir quién ibas a ser. No sé si todos decidimos de manera consciente quiénes queremos ser en nuestras vidas, pero vos al dejar atrás una vida anterior y pensar en cómo era la vida que querías, tal vez pudiste enfocarte más para decidir qué personaje ibas a asumir, cómo te ibas a mostrar.

–Si vos te pones a pensar, la mayor parte de la gente está viviendo su vida sobre la base del miedo y no sobre la base del amor. Y esto es súper interesante para observar: que cada cual pueda preguntarse “¿Por qué hago lo que hago?”, “¿Por qué me visto como me visto?”, “¿Por qué trabajo de lo que trabajo?”, “¿Por qué vivo con quién vivo o donde vivo?”. Obviamente cada cual tiene diferentes realidades socioeconómicas y culturales, y no siempre tenemos esa libertad. Pero es importante por lo menos poder preguntarse y sincerarse. En mi caso, lo que me pasó fue muy hermoso porque cuando empezó la pandemia yo sentí el sufrimiento de la gente. Y fue raro porque yo estaba en plena transición, y mi terapeuta me decía “no te expongas tanto, estás en un estado de mucha fragilidad”. Pero yo hace años que medito, hago yoga, estudio conocimiento védico, y no podía evadirme del sufrimiento de la gente. Entonces puse un hashtag en medio del lockdown, donde la gente estaba encerrada obligatoriamente, que decía “la salida es hacia adentro”. Y ahí empecé a guiar meditaciones y pasó a un tercero o cuarto plano el hecho de que yo era una persona trans. Las personas se relacionaban con las meditaciones y me empezaron a ver como un ser humano que se puso a ofrecer, como tantas otras personas, algo para estar mejor desde su lugar. Durante dos años canté mantras e hice una meditación de una hora todos los días, y así empecé a generar sin querer un vínculo con toda esta gente.

"Isha que es un nombre que me fue dado, que le pedí al Universo y me lo me bajó"

–Vos te obligabas todos los días a estar atenta a lo que le pasaba a los demás en un proceso que tiene un lugar muy narcisista también, porque estás pensando mucho en vos, en lo que querés hacer y cómo. Durante estos dos años, en vez de focalizarte sólo en lo que te estaba pasando, te conectabas con lo que sentían los demás, que es algo que también nutre, si volvemos a la metáfora de la plantita.

–Muchas veces pienso que en un camino de evolución y autoconocimiento, cuando hacemos yoga, respiramos, meditamos, todo ese cuidado es algo si querés egoísta o pensando en el yo. Ahora si una persona que se pone al servicio no se ocupa, si estás mal dormida, malnutrida o con tu mente hecha un moño de estrés, ese servicio no va a ser una celebración, sino un sacrificio. En todas las tradiciones, sobre todo en las orientales se habla de servicio (Seva), de grupo (Sangha), y de Sadhana, que son las prácticas espirituales. El servicio no es una acción ni “lo que hay que hacer”; cuando tenés contentamiento en tu corazón, es una actitud de vida, es pensar: “¿Qué puedo hacer para sumar?”.

–Bueno, para vos la respuesta a esa pregunta fue guiar meditaciones para miles de personas todos los días.

–En mi caso, si bien estaba atravesando un montón de situaciones muy complejas, dolorosas y difíciles, al mismo tiempo tenía una alegría tan inmensa en mi corazón de que finalmente había podido ser quien soy, quien siempre verdaderamente fui, y de que yo me podía aceptar finalmente como soy, que esa alegría o esa libertad ganada que tanta felicidad me daba se tradujo en mis ganas de compartir. Cuando estás contento, te nace ayudar. Es un balance muy interesante el de ocuparte de vos y que todas esas ganancias que tenés, ya sean conocimientos, fortalezas, lo que encontraste, estén puestas al servicio de compartir. Y esto no lo digo jactándome, pero sí desde el lugar de una persona que en los últimos años hizo muchas acciones de servicio sin olvidarse de sí misma. Porque si te olvidás de vos te quemás y no podés ayudar a nadie.

–¿Qué queda en vos de esa persona que ya no sos y que un poco murió cuando transicionaste? Me imagino que tuviste que hacerle el duelo a quien dejaste de ser.

–No sabría cómo decírtelo. Lo primero que pienso cuando digo “Yo”, o cuando cualquier persona dice “Yo”, es qué define ese “Yo”. ¿Tu cuerpo, tus pensamientos, tus opiniones, “soy mamá”, “soy papá”, “soy hermana”, “soy médico, abogado”, “soy música”? Cuando me relaciono con esa otra persona que fui, lo que sí murieron fueron aspectos superficiales, pero esto me parece es lo importante: todo está cambiando, y nosotros la mayor parte del tiempo nos identificamos con lo que está cambiando. El cuerpo cambia; en mi caso, cambió de una forma increíble, pero cualquier persona cambia. Los átomos que conforman cualquier cuerpo no son los de hace diez años, los huesos cambiaron, las células de la piel cambian cada siete días. El cuerpo envejece y mueren las células. Todo está cambiando, pero nuestra identificación es con lo que cambia. Entonces, cuando empezás a profundizar en “¿Quién soy?” y empezás a conectarte con aspectos más profundos del ser, que es lo que no cambia, la vivencia es que no morís nunca aunque haya un montón de aspectos externos que sí cambiaron.

–Cambia todo, pero la esencia no.

–Si vos le preguntas a cualquier persona que ya tenga varios años, te va a decir lo mismo: “Cumplo 60 y me siento de 15″. Aunque no pueda correr como antes, o aunque se vea en el espejo mucho más vieja o viejo, está esa referencia de que algo no envejeció, que no cambió, y es porque todos los seres humanos tenemos aunque sea una pequeña conexión con nuestro ser y el ser no muere, la vida no muere. En esto no hay valores opuestos, “vida o muerte”; lo que cambian y mueren son los cuerpos, las opiniones, los pensamientos, los sentimientos; cambia la respiración, la memoria, pero hay algo que no cambia. Y en esta transición veo aspectos que han cambiado y ya no me identifico más con esos aspectos con los que tal vez me identifiqué o, mejor dicho, me tuve que identificar –con un género, con un nombre, con un cuerpo, con una ropa…–, lo que murió es eso. Lo mismo puede pasar en el amor, por ejemplo, supongamos que tuviste un vínculo con alguien y esa persona te partió el corazón…

"La gente no puede soportar el hecho de que algo se muera, de reconocer una verdad que es que todo está en contante cambio. En realidad, nada se muere, todo se transforma"

–¿Te pasó que te rompieran el corazón?

–Sí, a mí me pasó muchas veces que lloré y lloré, ¡pero océanos! El universo se acaba porque esa persona te dejó, se terminó, no funcionó. Y pasan años, incluso meses a veces, y ves pasar a esa persona por la que la vida se acababa, y no te mueve un pelo. Decís: “No puedo creer que estuve alguna vez con esa persona”. Y la que cambió fue esa persona, pero vos también: o sea, la persona que estuvo enamorada de esa otra persona no existe más. Ahora, ¿por qué es tan llamativo en mi caso o en el caso de una persona trans? Porque este cambio o esta transformación están llevados a un extremo.

–Vivimos en el cambio permanente, pero a la vez nos aterroriza lo diferente. Un cambio extremo también te expone al rechazo, ¿no?

En plena transición, me encontré con el rechazo de mucha gente. Por un lado, el odio a lo diferente existe; no es transfobia, es transodio, porque la fobia es distinta. Ahora, yo me doy cuenta de que a mucha gente que no puede, en el fondo, lo que le estás poniendo de bruces con tu sola existencia es un recordatorio de que todo en la vida se está terminando, está cambiando, se está transformando. Y si todo está en constante transformación, es que todo está muriendo, porque para nacer se necesita morir. La gente no puede soportar el hecho de que algo se muera, de reconocer una verdad que es que todo está en contante cambio. En realidad, nada se muere, todo se transforma.

–Hace poco, en enero, te reencontraste con tu maestro espiritual, Sri Sri Ravi Rhankar -el creador de El Arte de Vivir, que vos colaboraste a fundar en la Argentina en 2001, después de entrevistarlo- y lo compartiste en tus redes. No lo veías desde antes de esa transformación. ¿Cómo fue?

–Yo lo había visto por última vez en la Navidad de 2017. Lo fui a visitar al Ashram de Boone, en North Carolina, y tomé un curso muy profundo con él, y ahí le conté de vuelta toda mi historia y lo que me estaba pasando y lo que sufría por mi tema. Y él me habló y me dijo cosas y después nunca más lo vi y él nunca más me vio, la última vez fue con otra identidad. Y fue muy fuerte, porque estos años pasé muchas cosas muy movilizantes en mi vida. Yo no sabía que iba a pasar, y fui a encontrarme con él, que es la persona más importante de mi vida. Era todo un protocolo para que no haya mucha gente, por la pandemia, y él pasaba entre la gente saludando después hablar y guiar una meditación. Y cuando pasa al lado mío, se detiene; yo estaba con un barbijo y él también, pero se detuvo, y eso es interesante: somos mucho más que un cuerpo, somos vibración. Seguramente me reconoció por la vibración y no por el cuerpo. Y fue tan amoroso como me vio y se paró y me hacía con los pulgares para arriba alentándome. Fue todo como vivas, como hurras, todo entusiasmo, apoyo, amor, alegría, liviandad, inocencia, era lo opuesto al “no te puedo entender”, o “explicame”, o “no entiendo, no te puedo aceptar”. Era el amor puro, incondicional, la ausencia de prejuicio; porque el amor es eso, la ausencia de prejuicios y de juicios. Fue hermoso, éramos como dos personitas en la infancia celebrando la vida.

"Antes no sé si estaba preparada para estar con alguien, pero ahora siento que de a poco empiezo a abrirme la idea de que sí sería hermoso compartir mi vida con otra persona"

–¿Fue reparador que este padre espiritual –la persona más importante de tu vida– celebrara tu cambio y te demostrara ese amor incondicional, cuando sufriste el rechazo de tu entorno íntimo?

–Sí, es así. Guruji es y ha sido eso; sobre todo en momentos donde yo estaba con mucha más fragilidad en la vida y sin tantas herramientas, él fue mi padre y mi madre espiritual. Porque si algo que tiene esta persona o cualquier persona iluminada es que tiene más energía florecida hasta el máximo exponencial posible. Y si no hubiese tenido esa respuesta por parte de él, hubiera sido devastador para mí, un K.O. del que no sé cómo me hubiese levantado. Creo que me hubiese levantado, porque si hay algo que nos define como seres humanos –no solamente a mí–, es nuestra resiliencia y nuestra capacidad para levantarnos una y otra vez, pero hubiera sido un golpe muy muy duro y me hubiera llevado mucho tiempo recuperarme.

–¿Esta etapa en la que sentís menos frágil y con menos broncas y angustias, tiene que ver con ese encuentro, con haber podido decir: “Bueno, ya está, los que están cerca son lo que tiene que estar, los que me quieren de verdad”?

–Yo venía con una sensación de mucha soledad, y el encuentro con mi maestro fue como un círculo que se cerraba. Cuando empecé mi transición, en ningún momento se me ocurrió preguntarle, o plantearle o pedirle permiso o autorización a nadie, ni siquiera a él. Incluso tenía un montón de fotos en casa con él y las removí todas. Dije: “A partir de ahora voy a escuchar mi corazón”. Y mi gurú y mi corazón es lo mismo, el gurú no es más que un espejo de mi corazón. Ahora no va a haber más tú y yo, ahora va a ser todo lo mismo, él y yo vamos a ser lo mismo, ya no hay dos. Porque el camino del amor es tan estrecho que no deja espacio para dos, entonces ya no va a haber dos. Y nunca necesité su aprobación, ni nada, pero en estos últimos años, en este último tiempo, me dieron ganas de verlo, como quien quiere ver a un amigo. Para mí esto fue muy importante y me dio muchísima fuerza, pero creo que fue incluso más importante para un montón de gente que está en un camino espiritual y que tiene muchos prejuicios y que ha juzgado muchísimo el tema. Soy la primera persona transgénero en El Arte de Vivir, por lo menos entre todos los instructores que hay en los más de 150 países donde tiene presencia. Entonces esto marca un precedente muy importante y el video de Guruji regalándome una rosa también, porque esa rosa me la está regalando por amor y me la está regalando como mujer. Y al día siguiente me dijo: “Que linda estás”. Y yo le dije: “¿Te gusta? Esta ropa me la compré para verte a vos”. Y él me preguntaba por mi pelo, como que honró mi feminidad. Que un maestro espiritual reconozca como mujer a una mujer transgénero significa mucho.

–Vos te habías alejado del lado institucional de la espiritualidad. ¿Este abrazo de ahora hizo que volvieras a sentirte parte?

–Yo nunca me consideré una persona de instituciones y siempre tuve que hacer un gran esfuerzo por pertenecer. La verdad es que me hubiera gustado ser una persona más de grupo, me hubiera sido más fácil la vida. Pero sí, en el tiempo de mi transición creo que también tuve que dar un paso a un costado para reencontrarme y yo siento que tuve que tomar distancia de muchas cosas. Si hay algo que es importante en un camino espiritual es dudar de todo y plantear y cuestionar todo. No comprar nada de lo que te digan, y poder tener yo la experiencia de por dónde quiero ir y cómo quiero seguir mi vida.

"Yo no hubiese tenido la resiliencia, ni la búsqueda espiritual tan grande, ni la búsqueda personal tan comprometida y profunda y genuina que tuve en mi vida; no hubiese sido quién soy yo si no hubiese tenido ese pasado y esa realidad"

–Hablábamos antes de las veces en que te rompieron el corazón. ¿Tenés ganas de encontrar una pareja ahora que estás más fuerte?

–Antes no sé si estaba preparada para estar con alguien, pero ahora siento que de a poco empiezo a abrirme la idea de que sí sería hermoso compartir mi vida con otra persona. Igual digamos que nunca nadie en este tiempo me ofreció presentarme a alguien. Yo antes de mi transición siempre tenía propuestas de presentación, y ahora no.

–El otro día me dijiste algo que me resuena ahora: que pasaste de estar en el lugar de máximo privilegio en una sociedad patriarcal –hombre, heterosexual, blanco, y de una familia acomodada–, a uno de los últimos, como mujer trans, donde todo el tiempo te enfrentás con situaciones de discriminación incluso solapadas, esto que me decías: podemos ser íntimas amigas, pero después no se me ocurre presentarte para salir al mejor amigo de mi marido.

–Totalmente. Y de vuelta, cuando me decís lo del heterosexual blanco y rico, es como que estás hablando de otra persona. Cuando digo “yo”, ese yo no incluye eso, ya no existe. Es muy fuerte tratar de transferir esta experiencia.

–Bueno, también es cierto que a vos ese traje de privilegiada siempre te quedó apretado, vos no eras una persona que estaba cómoda o contenta con el traje que le había tocado, y ahí el privilegio real se desdibuja.

–De todas formas, cuando hablamos de esa persona de ojos tristes con ese traje incómodo, siento que yo, que la persona que habla hoy no tiene nada que ver con esa. Como que yo no fui así. Y es muy loco porque, al fin de cuentas, yo siempre fui quien soy ahora.

–Me refería a la experiencia de no encajar, me parece que un poco ya la traías con vos: nunca encajaste en tu entorno, en lo que se esperaba de vos, en las elecciones que se suponía que tenías que hacer, en los mandatos que se suponía que tenías que cumplir. Cumplías: ibas al colegio de curas, o a la Facultad de Medicina, pero no encajabas. Digo, ¡no encajabas porque no comías carne!

–¡Obvio! Es exactamente así eso. Y a la palabra elegir acá también la pondría ahí en tela de juicio. Porque, ¿hasta que punto elegí? Una vez Guruji me dijo que siempre que elegimos, lo hacemos entre mal o peor. Si llegás de la calle muerta de hambre,y te espera en tu casa una sopa caliente, rica, vegana, en mi caso, ¿tengo que elegir comer? ¡No! Entonces, hacés una transición, pero, en mi caso, la transición fue como un fluir, como algo que sucedió. Si hay algo que hice volitivamente fue soltar un freno de mano. Hay una frase de Lao-Tsé que me encanta para momentos de mucha turbulencia que dice que cuando las cosas están en plena tormenta hay que esperar que las aguas se aclaren y que el barro se asiente hasta que la acción correcta surja por sí misma. Dos meses antes de empezar mi transición yo no sabía que iba a hacer una transición de género.

"Los movimientos feministas tienen una cierta violencia que en algún punto es necesaria para romper. Pero después de ese primer barco rompehielo o de esa primera punta de flecha, llega un punto en que no se puede seguir insistiendo de la misma forma"

–¿Cómo fue ese momento?

–En octubre de 2018 estaba en mi casa y empecé a sentir algo raro. Durante dos meses entré en silencio y, cuando salí de ese silencio, no tuve nada que decidir: me hice la prescripción de hormonas como médica que soy y fui a la farmacia y empecé mi tratamiento de reemplazo hormonal. Y en mi vivencia, incluso cuando iba a la farmacia sentía que no estaba haciendo nada. Es un concepto que puede sonar en Occidente como que no te hacés responsable o que no te estás haciendo cargo de tu vida, pero yo lo veo más como lo viven los taoístas, como el Wu wei, que es como dirigir sin dirigir, como no interferir en el cauce natural de un acontecimiento. Entonces yo no siento que haya decidido mi género ni muchas de las cosas de mi vida, y con la transición de género tampoco siento a fin de cuentas que haya decidido nada.

–Era el cauce natural de las cosas, tenía que pasar cuando estuvieras lista.

–Creo que esto sucedió cuando la acción correcta surgió por sí misma, cuando fue el momento propicio. De la misma forma que una planta o un árbol florece cuando es el momento adecuado. Para cerrar esta idea: no se trata de encajar, se trata de florecer. Esta plantita o esta flor nació cuando era el momento propicio, cuando las condiciones se daban, y gran parte de esas condiciones tiene que ver, por un lado, con un contexto social donde se me empezó a permitir tener un DNI y un montón de cosas que antes hubieran sido inviables, pensá que hace unos años hubiese sido considerada una enferma mental por la Organización Mundial de la Salud y se me hubiera querido “enderezar” con medicamentos o vaya a saber con qué torturas psicofísicas. Después, tiene que ver también con muchas herramientas internas y de trabajo personal de empoderamiento que me permitió afrontar todo lo que tuve que afrontar por vivir en un cuerpo disidente.

–En uno de tus posteos en Instagram decís que no podés pedir disculpas por quién sos. Supongo que parte de lo que tuviste que afrontar es que algunos te exigieran eso, que te disculparas.

–Creo que esto es algo que atraviesa la vida de cualquier ser humano: hasta qué punto conformamos expectativas ajenas, hasta qué punto le generamos dolor a otra persona que egoistamente quiere que seas algo o alguien que no sos. Muchos años viví en pos de no lastimar a otras personas y también de encajar. Hasta que llega el punto en que te das cuenta que tu vida es tu vida y no de otra persona. Yo digo que el riesgo de quedar atrapada por siempre dentro del brote se hizo mucho más doloroso que el riesgo de florecer. Entonces lo que tenemos que plantearnos es lo que te hablaba antes del miedo con el que vivimos muchas veces: ¿cuál es el riesgo de no pertenecer? El riesgo es que te quedás en la marginalidad, en soledad y quien queda en soledad, se muere, por eso el de la inclusión es un tema de vida o muerte.

"Cuando la gente te conoce de antes, es mucho más doloroso el rechazo, entonces me fui a un lugar en donde no me conocía nadie, le alquilé la casa a un amigo y me vino bárbaro, porque ahí pude avanzar con el libro"

–Rescatás una frase de Lohana Berkins que dice que el amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Hablamos hace un año de hasta qué punto se te negó el amor. Quisiera que hablemos ahora de cómo lo transformaste en otra cosa.

–De vuelta, ¡la transformación! Lo que dice esta mujer y el legado que nos deja es de un valor inconmensurable. Yo creo que Lohana es una de nuestras grandes heroínas y no quiero dejar de expresar mi enorme agradecimiento a personas como ella, sobre todo en el tiempo y en el contexto en que dijeron las cosas. Muchos movimientos que necesitan contrapesar un status quo recurren a la violencia para llevar el péndulo más hacia el medio. Los movimientos feministas, todos los movimientos que van contra la versión oficial, tienen una cierta violencia que en algún punto es necesaria para romper. Pero después de ese primer barco rompehielo o de esa primera punta de flecha, llega un punto en que no se puede seguir insistiendo de la misma forma. Y creo que es importante visibilizarnos a las personas con cuerpos disidentes, como es mi caso, desde el lugar del amor, no desde lugar de la violencia. Por eso te decía también que en los primeros años tuve que trabajar viejos rencores, odios o dolores que podían quedar, porque nadie quiere vivir con odio en el corazón. Estos tres años de mi vida trabajé mucho para poder eliminar cuanto más pudiera eso y hacerme cargo yo de esas cosas que tengo adentro y trabajarlas y transformarlas en amor, como decía Lohana, y poder convidar eso. Creo que es un gran trabajo personal para cada cual, porque de lo contrario nos pasamos nuestras vidas culpando al afuera. Llega un punto en que tenemos que hacernos cargo de lo que tenemos adentro, observarlo y aceptarlo. Y una vez que lo podemos ver y aceptar prácticamente solo se transforma en lo que ya somos, porque el amor es algo que ya somos; nuestra naturaleza es amor y es paz.

–¿Desde ese lugar fue que pudiste reencontrarte con con tu mamá?

Con mi mamá me reencontré porque es uno de los seres que más amo, porque la extrañaba, porque tengo un infinito agradecimiento; y porque era algo por mí, pero también por ella, porque pensaba “Si a mí me llega a pasar algo, ¿cómo queda esa madre con quién prácticamente no me había visto hacía tres años?”. Entonces fue un poco para las dos: la madre es el corazón de la familia, así que también fue un mensaje de paz, de agradecimiento, de reencuentro, y fue muy hermoso. Pero antes tuve que hacer un trabajo personal muy grande para dejar ir viejas cosas.

–¿Imaginás que ese mensaje de paz les llegue también a tu padre y a tus hermanas y puedas también reencontrarte con ellos?

–Sería muy hermoso. Creo que a medida que van pasando los años nadie quiere compartir su vida con gente que te cuestione. Conflictos van a existir siempre, roces y puntos de vista van a existir siempre, pero llega un punto donde la vida misma se encarga de traernos bastantes sorpresas, y creo que nadie tiene ganas de juntarse con gente que no sea amorosa. Si vamos a compartir nuestras vidas, juntémonos con gente que nos eleva, que nos hace sentir bien, que saca lo mejor de nosotros, que si le contás un problema te haga sentir que se puede. La vida hay que compartirla con personas así.

–¿Con tu padre no volviste a encontrarte nunca después de aquella vez, en 2019, cuando le contaste sobre tu transición y te despidió con un abrazo y deseándote suerte? Vi en tu Instagram un posteo en el que hablás con nostalgia y amor de un árbol que él plantó en el centro del jardín y pensaba que ahí también hay algo de esta etapa diferente en la que estás ahora.

–Nunca más nos vimos desde aquella vez, atrás del MALBA. Y la verdad es que es así lo que decís. Si vos te ponés a observar, en mi vida, las cosas que me han dado han sido un montón, yo he recibido mucho. A veces, cuando tenemos las cosas, las damos por sentadas: desde el agua potable que sale en la mañana en la canilla para lavarnos los dientes, hasta la educación que tuviste. Y creo, mirando para atrás, que la cantidad de cosas que he recibido por parte de mi padre y de mi madre es inmensa. Tengo muchísimo agradecimiento, incluso mucho respeto por los dos. Por otro lado, no solamente mi padre o mi madre, quien sea; esa persona que te lastimó o te hizo sufrir por lo que fuera, pero no adrede, sino por sus limitaciones personales, porque está sufriendo, en algún punto, esa persona que es tu peor enemigo –y hablo en general, no de mi padre– en el fondo termina siendo uno de tus grandes amigos, porque esa es la persona que te saca lo mejor.

"La belleza es parte de la vida y es una cualidad divina; entonces, lo tomo como un juego y me divierto. En una persona a quien le ha sido negada su feminidad por 50 años es como una reafirmación"

–¿Qué es lo que lograron sacar de vos los que te lastimaron?

–Yo no hubiese tenido la resiliencia, ni la búsqueda espiritual tan grande, ni la búsqueda personal tan comprometida y profunda y genuina que tuve en mi vida; yo no hubiese sido quién soy yo y si no hubiese tenido ese pasado y esa realidad. Y ahí es donde creo que entra la aceptación en el amplio sentido de la palabra. Es poder abrazar lo que sea que la vida me trae. Este es un enorme aprendizaje: dejar de cuestionar lo que nos da la vida y poder agradecerlo. Y, si damos un paso más, poder confiar en que eso que nos está trayendo la vida, aunque parezca la mayor de las maldiciones, termina siendo un regalo. Porque cada cosa que nos va pasando está al servicio de nuestra evolución y de que podamos abrir nuestro corazón. Si nos planteamos a qué venimos acá, a la vida, vinimos a aprender quiénes somos y a dar amor. Entonces, cualquier situación de la vida por más dolorosa que parezca, termina sacándolo mejor de vos. Y en ese contexto, fijate cómo el peor enemigo, en el fondo, termina siendo tu mejor amigo.

–Si no fueras médica, no te habrías recetado las hormonas sola. Los dolores del pasado son los que también te trajeron a donde estás hoy.

–Totalmente. Respecto del pasado, una vez le escuché decir a mi maestro algo que me encanta y me parece interesante para la Argentina, donde hay tantos terapeutas per cápita. Yo tengo años de análisis, sobre todo a partir de mi adolescencia, y a eso de rumiar tanto en el pasado, llega un momento en que hay que ponerle un punto final. Porque si no te la pasás con una bronca interna que no te la saca nadie. A mi maestro le escuché decir que la persona inteligente es la que considera que el destino es tu pasado y el libre albedrío es el futuro. Es decir, en lo que sea que pasó no tenías casi ninguna injerencia ni vos ni los personajes que jugaron sobre tu biografía. Y eso es una forma de hacer las paces con lo que no puedo cambiar. Okay, la vida me trajo esta familia, esta condición, la verdad es que he tenido una vida con exceso y abundancia en cosas que me cansaría de enumerar, y gran parte de eso ser por las personas que son y por el trabajo de mi padre y de mi madre. El pasado ya pasó, pero sí podemos ver como libre albedrío el futuro, porque la acción que hacemos hoy es la semilla que planta el fruto que nace mañana. El ejemplo que pone mi gurú es que el destino es tu altura y el libre albedrío, tu peso corporal (risas). En esto he estado trabajando mucho estos últimos tres años con la ayuda de algunas personas y con mucho esfuerzo propio, en poner el foco en que lo que ya hice, ya lo hice, y lo que otras personas ya hicieron, ya lo hicieron. Creo es hermoso también poder empezar a decir: “Lo que sea que hoy planto es lo que va a partir mañana y lo que ya pasó, ya pasó”.

–Mientras hablabas pensaba en algo que dice Elena Ferrante, que es que recién podemos ver a las personas que hay en nuestras madres –y muchas veces en nuestros padres, agrego yo– más allá de su función después de los 50 años. Entonces supongo que lo generacional también influye. No debe ser lo mismo transicionar a los 20 o a los 30 que a los 50, entre otras cosas por eso de que es una edad en la que se despega más de los padres.

–En mi caso, si hubiese hecho mi transición antes, habría sido todo oscuridad. Tengo una amiga a la que quiero mucho, Carola, que sabía mi historia, y cuando le conté a los dos meses más o menos que había empezado mi transición, se le iluminó la cara y me dijo: “Va a ser todo luz”. Y así lo vivo yo. Me acuerdo que las veces en que fantaseaba antes con eventualmente hacer una transición, pensaba que era inviable, y un poco era para no lastimar a mi padre y a mi madre. Yo pensaba que en el mejor de los casos posibles, algún día escribiría mi historia, mi vida, cuando ellos ya no estuvieran, y ahí contaría todo lo que me había pasado. Te hablo de una época en que casi no había Internet y todas estas historias no se visibilizaban, estaban todas en la oscuridad. Y lo que no se ve, no existe, y lo que no existe, se margina. Entonces yo pensaba que como máximo, cuando se mueran, saco un libro y cuento mi historia, para que personas a las que les pasaban cosas similares no se sintieran solas, o sufrieran menos. En estos años que llevo dando talleres y cursos, debo haberle dado talleres de meditación, de yoga, de mantras y de empoderamiento a más de 40.000 personas, y cada vez que pido que levante la mano quién se acepta y se ama, ese número no suele pasar del 15 por ciento.

"No se trata de que haya una persona trans trabajando en la empresa porque hay una política de inclusión. Se trata de que esa persona trans sea deseable para formar parte de la vida cotidiana de otras personas de esa empresa"

–Claro, la mayoría de la gente no sólo no se ama, sino que es muy dura consigo misma.

–El amar al prójimo como a tí mismo de Jesús, que es tan fuerte en la sociedad, falló, porque la aceptación ha fallado. Pero lo que falló no fue el amar al prójimo, fue el “a tí mismo”. Una de las cosas que trajo el confinamiento como oportunidad fue que cada persona pueda empezar a mirar hacia adentro, a encontrarse y, eventualmente, a amarse y aceptarse tal cual es. El tema de la inclusión, igualdad, diversidad y pertenencia no es un tema que le competa solamente al colectivo LGBT o a las personas transgénero o no binarias, sino a cada ser humano que está en este paso por la tierra. Fijate cómo una persona transgénero, como yo, que supuestamente era la excluida, sale en medio de la pandemia convidarle a un montón de personas un lugar de meditación diaria, invitándolos a que se amen y se abracen como son.

–¿En qué lugares encontrás todavía discriminación o dificultades de inclusión en tu vida cotidiana?

–Te voy a poner un ejemplo: ahora estoy en casa de una amiga en California, y su hija está separada y tiene una hija y dos hijos que viven parte del tiempo acá. Y el padre no quiere que sus criaturas vengan, porque tiene miedo de que yo sea una mala influencia, y que sus hijos y su hija quieran cambiar de sexo. En California, siglo XXI. Me pasó también en Los Angeles, donde iba a compartir habitación con una chica y me dijo: “Dejame que le pregunte a mi amiga -porque íbamos a ser tres- si tiene problemas de compartir la habitación con una persona transgénero”. Ahora, ¿qué pasa si yo le digo a una persona, “dejame que le pregunte a ver si tiene problemas para compartir la habitación con una persona negra, judía o gorda?”. Todavía es políticamente correcto en nuestra sociedad mofarse y cuestionar nuestras identidades. Los últimos dos o tres años di cualquier cantidad de charlas y workshops sobre inclusión, diversidad, pertenencia y bienestar en empresas. Y una vez, un chico, el típico personaje de oficina, me dijo: “Te empecé mirando para ver dónde te puedo encajar, desde qué lugar político me habla, qué me quiere vender, y después de la hora y pico de diálogo, todo lo que me queda con vos es un vínculo de corazón a corazón más allá de los nombres y las formas”. Creo que estamos yendo hacia ese lugar de empezar a entender que la pertenencia pasa de alma humana a alma humana y que en este jardín de Dios hay tanta diversidad de formas de expresión como seres humanos existen, pero la verdadera pertenencia pasa por otro lado. Como te dije en nuestra otra charla, una cosa es que una empresa te llame para hablar de inclusión y otra cosa muy distinta es que el CEO de esa empresa te invite a salir, te presente frente a su grupo de amigos y les diga “ella es mi novia, estamos enamorados”, y que esté orgulloso de estar con vos y lo muestre en sus redes. Ahí hay una distancia todavía muy grande por recorrer.

–A esas sutilezas me refería.

–Claro. No se trata de que haya una persona trans trabajando en la empresa porque hay una política de inclusión. Se trata de que esa persona trans sea deseable para formar parte de la vida cotidiana de otras personas de esa empresa. Me pasó que una amiga me dijo una vez: “Che, tengo un primo que te quiere conocer, que te mira por las redes y le encantás”, y después se enteró que yo era trans y me dijo: “No, ni en pedo”. Y ese “ni en pedo”, es por miedo, ahí es donde entra la inclusión, porque imaginate las burlas y las cargadas de ese grupo de amigos con esa persona. Es algo que está cambiando, y eso es lo bueno, porque si no nos quedamos con lo negativo.

"El pasado ya pasó, pero sí podemos ver como libre albedrío el futuro, porque la acción que hacemos hoy es la semilla que planta el fruto que nace mañana"

–Me hablabas de cómo te ven en las redes y pensaba en eso de mostrarte divina, disfrutando de la moda, con unos tacos espectaculares y pelando lomazo, y a la vez que las redes son un espacio desde donde transmitís espiritualidad.

–Hay un sutra que dice: “Disfruta de las cosas de este mundo renunciando a ellas, sin febrilidad”. Este mundo tiene un montón de cosas para que disfrutemos sin febrilidad. Que te guste la belleza y que te guste la moda no quiere decir que seas una persona frivera, lo serías si ese fuera tu objetivo final o el único aspecto de tu vida. Pero creo que la belleza es parte de la vida y es una cualidad divina; entonces, lo tomo como un juego y me divierto. En una persona a quien le ha sido negada su feminidad por 50 años es como una reafirmación. Por eso muchas personas trans se visten de una forma tan llamativa. Hay un libro sobre los tacos altos que escribió una autora norteamericana que dice que a las mujeres trans y a las mujeres de clase baja por lo general les encantan porque suelen ser personas a las que les ha sido negada su feminidad o un estatus social. Para mí es un complemento de mi vida: es una forma de divertirme como un ser espiritual en este mundo material, una forma de expresión.

–También está el preconcepto sobre lo que es la espiritualidad. Como me dijiste la última vez: “Ser espiritual no quiere decir estar vestida de blanco con una sonrisa de idiota”.

–Hay un montón de prejuicios en nuestras mentes sobre eso. Para algunas religiones o tradiciones, si bailás no sos espiritual. Si te pones ciertas ropas, no son espiritual; si tenés dinero, no sos espiritual… Tal vez tendríamos que preguntarnos qué es la espiritualidad. Y no es más que el estudio de quién soy, es ese camino que nos lleva a elevar todos nuestros valores humanos. Habría que redescubrir que es la espiritualidad, y creo que no hay espiritualidad si no hay diversión, ¡a Dios le gusta la diversión! A mí me divierte vestirme, ver qué me pongo, lo tomo como un juego y me encanta. Antes, cada vez que tenía que ir a un lugar, sufría porque me tenía que poner una ropa que sentía que no era para mí, y ahora me encanta. Entonces, aunque pueda parecer una frivolidad y alguien pueda decir “Si sos tan espiritual, ¿por qué te importa tanto la apariencia?”, también estamos habitando un cuerpo, y a esta alma le encanta habitar un cuerpo con esta forma. De hecho Isha que es un nombre que me fue dado, que le pedí al Universo y me lo me bajó.

–No sé si hablamos antes de eso, de cómo te encontraste con tu nuevo nombre.

–Es una historia hermosa: yo llevaba tiempo anotando nombres, todos en sánscrito, sabía que iba a tener un nombre en sánscrito. Y me baja “Isha”, que en sánscrito significa “el ser, lo más puro”. Pero después me puse a googlear, y encontré que en hebreo Isha es mujer. Entonces, para mí, como dice Borges en El Golem: “Si (como afirma el griego en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de ‘rosa’ está la rosa / y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’”. Mi nombre es el arquetipo de la cosa y es el ser, mi no forma, mi espíritu, que en este mundo material de nombres y de formas, ama, se divierte, se regocija, y celebra la vida, manifestándose de esta forma. Y a esta forma en este mundo se la llama mujer. Mi ser celebra, se divierte y ama manifestándose como mujer.

La historia tiene un cierre casi mágico, de esos que Isha dice que fueron como señales o certezas de que iba por el camino correcto. Diez días después de sentir que el Universo le había dado su nombre, recibió el llamado de su amiga Javiera, que le dijo: “Juanita, mi hija de 10 años, me dice que no puede ser que te sigan diciendo por tu nombre muerto”. Isha todavía no le había dicho a nadie su nuevo nombre y mucha gente no sabía cómo llamarla. “Y esa criatura -y acá está el mensaje de la de las generaciones nuevas y cómo nos enseñan, dice- se pone a buscar nombres para mí que empezaran con la letra del anterior. ¿Y con qué nombre vienen la madre y su criatura a casa especialmente a convidarme en una ceremonia? Con el que esa chiquita encontró sin saber nada de lo que a mí me había pasado”. Ese nombre también era Isha.

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