Hace 40 años, muchos de los que bailan chacarera en medio del salón buscaban matarse unos a los otros. Ayer era la guerra -esa derrota de la humanidad que es la guerra- y ahora, en esos giros a veces torpes y entre risas, la paz maravillosa. Fue sobre el final del primer día del encuentro entre ex combatientes de Malvinas argentinos y británicos. El hielo inicial, si lo hubo, quedó roto en forma definitiva.
La iniciativa de este encuentro fue obra de una asociación civil llamada La Fe del Centurión, laicos católicos que desde hace años, y desde Florencio Varela, asisten a veteranos de guerra y familiares de caídos en el conflicto de 1982. Comenzaron a gestarlo, explica su referente Daniel Doronzoro, “cuando fuimos a buscar a Roma la imagen de la Virgen de Luján que el Ejército Argentino llevó a Malvinas y los británicos habían llevado a Inglaterra. El 29 de octubre del 2019 tuvimos el encuentro en Roma con el Papa Francisco. Ellos nos dieron la imagen histórica y nosotros le dimos otra de la virgen de Luján. Y ahí empezó nuestra relación, como grupo de la iglesia, con los británicos”.
Su primer contacto fue con un militar inglés de muy bajo perfil llamado Mike Ross. Fue quien planteó, por primera vez, un encuentro con argentinos. Y que todos participaran de una misa. Consultaron con la embajada británica quién podría ser un interlocutor válido y ellos aconsejaron a Geoffrey Cardozo, el militar inglés que se encargó de enterrar a los soldados argentinos en el cementerio de Darwin y luego fue vital para su identificación. El COVID frenó el impulso inicial. “El año pasado, cuando retomamos los contactos, la idea era hacerlo en las islas -continúa Doronzoro-. Pero había elecciones allá y en Argentina, y el COVID repuntó. Planteamos hacerlo ahora, en marzo, antes del 2 de abril y el 14 de junio, que son fechas sensibles en ambos países. Geoffrey armó la delegación británica y nosotros la argentina”.
El encuentro tuvo lugar en la Villa San José de los Hermanos Maristas, en Luján. Antes de llegar al asado y los bailes, por la mañana hubo una visita a la Catedral Anglicana de Buenos Aires, donde el reverendo Marcelo Centurión fue el anfitrión; y un paso por el Regimiento de Granaderos a Caballo. En la villa, rodeados de un verde magnífico, el espíritu de camaradería se potenció. La intimidad dejó paso a las confesiones, al relato de las experiencias. A lo que sintió cada uno que debía contar de su paso por la guerra. En semicírculo, escuchándose sin interrumpir, desgranaron historias duras, emotivas y reales.
El comodoro Luis Puga, piloto y líder del escuadrón de cazas Dagger, dijo que “yo debía operar desde San Julián (en Santa Cruz) y pelear con los Harriers. Tuve tres misiones en la guerra. Una desde el continente cuando un avión argentino salió sin identificación y creímos que atacaba Puerto Belgrano. Las dos restantes, sobre las islas. La primera atacamos a la fragata Brilliant en San Carlos. Después de la guerra conocí a su comandante y tuvimos una gran relación. Él me contó que fueron alcanzados y tuvo 5 heridos pero ninguna baja. La segunda no tuvimos tanta suerte. El 24 de mayo fuimos interceptados por los Harriers, que derribaron al Teniente Castillo. El capitán Díaz y yo, alcanzados por un misil que disparó Michael Hold, por la gracia de Dios nos pudimos eyectar. Caí al mar y comencé a nadar hacia la costa, adonde llegué luego de unas horas. Allí me reencontré con Díaz. Cuatro días después nos rescataron y llevaron a la base de Santa Cruz, donde operaron a Díaz de una fractura… Hoy es un día para recordar a los 55 caídos de la Fuerza Aérea, hombres como nosotros que cumplían con su deber y supieron, como decía San Martín, desenvainar el sable con valor y envainarlo con honor.“
David Wheen comandó la Compañía Lima que capturó Monte Harriet en la noche del 11 al 12 de junio. En ronda, señaló: “Después de dos semanas de patrullaje encontramos una ruta entre las minas, que nos permitió un ataque silencioso. La primera compañía cruzó la línea y llegó sin ser detectada. Más de mil disparos de artillería nos apoyaron y una cantidad similar de los argentinos cayó sobre nosotros. Solo perdimos dos hombres y tuvimos 26 heridos. Uno de los caídos fue el cabo Lawrence. Se había casado hacía poco tiempo y su mujer estaba embarazada. Susan, su viuda, tuvo una hija que llamó Laura en homenaje al padre que nunca conoció. Hoy, Susan está ciega y vive con su hija y su yerno en Escocia, donde Lawrence está enterrado. Hoy quiero recordarlo a él”.
Pero agregó algo más: “El día de la rendición fui el encargado de manejar a los prisioneros, y cuatro días después fui invitado a cenar por uno ellos y tomamos un vino. Cinco años atrás, invitado por Infobae, estuve con veteranos que estuvieron en Harriet. Tuve uno de los mejores asados de mi vida, acá son muy buenos. El primer veterano de esa cena fue herido en el brazo y la pierna. Y me dijo: ‘Antes de que usted diga nada, quiero decirle lo agradecido que estoy’, me dijo. Le respondí: ‘¿Como es posible si yo te herí que me agradezcas’?. ‘Por la forma en que me llevaron al barco hospital y que me operaron’.
El Coronel Sergio Schrimer se desempeñaba como Oficial de Arsenales del Regimiento 25 de Sarmiento, Chubut. Fue, seguramente, uno de los primeros militares en conocer la operación para recuperar las islas. “El 26 de marzo al mediodía recibimos la orden del jefe de regimiento de alistarnos para marchar a Malvinas. Tuve 24 horas para tener alistados los medios logísticos del regimiento. Llegamos a Puerto Deseado el 28 y embarcamos en el buque Isla de los Estados. El 2 de abril descargamos los elementos en Malvinas. Nos hicimos cargo de los prisioneros ingleses. Además de lo que llevábamos, luego utilizamos el armamento capturado. El 24 de abril nuestros soldados juraron la bandera en Malvinas que después defenderían. Nos reubicaron en el aeropuerto de Puerto Argentino y resistimos los ataques. El coronel Mohamed Seineldín puso a nuestras posiciones bajo la protección de la imagen de la Virgen de Luján que retornó a nuestro país en 2019 y que hoy está aquí en este encuentro. Recibimos más de 120 toneladas de bombas, fue una de las zonas más batidas. Nuestro Regimiento no tuvo bajas”. Después del 14 de junio, Schrimer estuvo un mes prisionero. “Siempre me trataron con respeto”, asegura.
Helen Parr es la sobrina de Dave Parr, un británico que cayó en Wireless Ridge. “La muerte de mi tío cuatro días antes que terminara la guerra me dejó una impresión muy fuerte. Crecí viendo los efectos que su desaparición tuvo en mis padres y mi abuela, que perdió a su hijo muy joven. En la batalla de Goose Green, fue herido en el estómago. Creyó que moriría allí. Cuando los médicos fueron a verlo encontraron que el proyectil había atravesado su ropa y quedó en su ombligo. Solo fue un raspón. Lo evacuaron y unos días después estaba de vuelta en su unidad. ¿Quería volver? No lo sé. Sabía lo cerca de morir que estuvo, pero que si no volvía a combatir no seguiría en su regimiento. Cuando entró en batalla en Wireless Ridge fue muerto por la artillería británica. Para mi familia fue duro saber eso. Entendí que no había una razon porque la bomba cayó sobre él. Fue solo una casualidad. En la guerra las personas mueren”. Parr escribió un libro llamado “Our boys, the story of a paratrooper” (“Nuestros muchachos, la historia de un paracaidista”), donde deja el número de británicos que fueron llevados a su país desde Malvinas: de los 255 muertos, 174 quedaron en el mar, 14 sepultados en el cementerio militar de San Carlos, 2 permanecen donde cayeron y 64 descansan en Gran Bretaña. Un año más tarde, un cuerpo más fue llevado a Londres.
Alejandro Diego era conscripto en la Marina. En 1982 fue ubicado en Fox Bay, en la Isla Gran Malvinas. “Lo peor fue cuando murió mi compañero Juan Ramón Turano al lado mío, en un ataque naval. Tenía 17 años, era marinero de 1ª. Me había peleado una vez con él y después nos hicimos amigos. Lo mataron a las 2.02 del 26 de mayo. Estuvimos 2 días para enterrarlo, porque no teníamos tiempo. Cuando lo hicimos, le cayó en el cuello y le marcó la cara. Yo le prometí: ‘Te voy a vengar y ahora las Malvinas sí son argentinas porque vos moriste acá’. Ya no tuve miedo a la muerte. Me entregué a Jesus. Cuando terminó la guerra, durante 30 años pensé que no era veterano, creía que un veterano era el que murió o el que mató. Y que no le había cumplido la promesa a Turano. En 2012 fue a las islas. A Turano le hice una cruz en Fox Bay. Geoffrey lo envió a Darwin. Yo no sabia donde estaba su tumba. Pero frente a su cruz sentí que me llamaba. Me tiré con los ojos cerrados. Sentí que se venían los muertos encima. Y de la izquierda, a 7 metros, vi que llegaba Turano diciéndome ‘que haces Diego’... Lo miré y le dije: ‘Juan, no te pude vengar’. Y él me respondió, ‘dejate de joder, vos no tenes que matar a nadie. Yo morí a los 17, vos te vas a morir a los 80″.
James Pollock era Guardia Escocés y luchó en Tumbledown. “En mi regimiento, me tuve que encontrar una mañana con una comandante que tenía fama de ser muy estricto. Yo tenía un perrito, un cocker spaniel que me acompañaba y se quedó afuera de la oficina. También afuera estaba mi camarada Dany White. En un momento apareció otro Guardia con un perro enorme y feroz. Se le soltó y se fue encima de mi perrito. Entonces Dany abrió la puerta de mi comandante, de una patadita metió a mi perro adentro y la cerró. El otro perro se pegó un gran golpe. Imaginé que al ver a mi perro el jefe se iba a enojar. Tuve una mañana difícil, pero desde entonces Dany White fue mi amigo. Murió en Tumbledown y lo extraño. Tomar ese monte tomó ocho horas. Hasta usamos bayonetas. Cuando se hizo de día vimos que algunos de los soldados argentinos capturados tenían heridas de las bayonetas. Nuestros soldados fueron a curarlos. La agresión de la batalla se transformó en compasión. Hemos escuchado aquí muchas historias conmovedoras, que nos recuerdan los horrores de la guerra. Pero no escuchamos nada que tenga que ver con el odio. Y me alegra estar en este momento de reconciliación, porque ni siquiera en 1982 pensé que había odio entre nosotros y los argentinos”.
Héctor Tessey, capitán del Arma de Artillería, recordó también a un camarada. “El 5 de abril de 2019 en el Colegio Militar de la Nación hubo una emotiva ceremonia. Ese día se colocó en un espacio contiguo a la capilla una placa de mármol negro que rezaba Soldado Argentino sólo conocido por Dios. Esa placa fue donada por Laura Dorrego, la viuda del Teniente 1º Alberto Ramos, que hoy descansa identificado en el cementerio de Darwin, en las islas. Ramos egresó como subteniente en 1977. En el momento de la recuperación era oficial instructor. Fue movilizado al grupo de artillería 3, Batería C. Esa batería tuvo tres oficiales: Ramos, el Teniente 1º y yo. Ramos cubrió el puesto de observador adelantado en el Monte Longdon. En la noche del 12 de junio recibi un mensaje radial suyo. Decía ‘fuego de iluminación sobre Longdon. Eso hizo la batería. Su siguiente mensaje fue ‘esto es un infierno, hay ingleses por todos lados, creo que estamos rodeados’. Luego de eso, el eterno silencio radial. El sargento Grenero, su auxiliar, relató que le ordenó replegarse con sus soldados mientras lo cubría con una ametralladora MAG. Fue un oficial ejemplar. Murió con honor”.
Después hubo un sábado con asado, lecciones gauchescas con Jorge Cereseto (”sanmartiniano y subteniente de reserva clase 1942″, aclaró quien además presentó una mesa con distintos trenzados de cuero y platería), la música folclórica de la banda El Grito, danzas autóctonas con Elian Palomo y Julieta Subelza; los bailarines de tango Yanina y Marcos y el canto emotivo de la señora Elisabet Grodzky con Alfredo Montoya al piano, hubo un par de sorpresas: las coplas del enfermero y veterano de Malvinas Anastasio Vilca Condorí y el cuartero de curas ingleses Paul Mason, In Stevenson, David Skillen y Nick Gossell que entonaron Let it be y Alellujah.
El lunes comenzó a las 7 de la mañana con un desayuno compartido. Durante el día hubo doys actividades: una visita al Instituto de Capacitación Especializada Cabo Juan Adolfo Romero de Gendarmería en Mercedes (que en 1982 era el Regimiento de Infantería Mecanizada General Viamonte, que actuó en Malvinas), donde el anfitrión -que llenó de regalos a los invitados de ambas naciones-, el comandante mayor Fabio Alejandro Gordon, y demás jefes de esa fuerza.
Allí se presentó la banda Tambor de Tacuarí del Regimiento de Patricios, que ejecutó los himnos de ambos países y el Trío Héroes, que cantó un tema de su autoría en homenaje a los caídos de Malvinas. Hubo una ofrenda florar que dejaron la enfermera Sue Warner, el Primer Contramaestre Sharky Ward y el Oficial de Arsenales VGM Sergio Schrimer frente al busto del subalférez Guillermo Nasif, mercedino que murió en la guerra de 1982.
Por la noche, hubo una misa en la Basílica de Luján. La celebraron el Obispo Castrense, monseñor Santiago Olivera, y su par británico Paul Mason. Estuvo presente la embajadora Kirsty Hayes. Olivera, en su homilía, señaló: “Al recordar lo que pasó hace 40 años, no nos hace olvidar lo que creemos y esperamos, pero nos hace pensar en los caminos que construyen a futuro un mundo donde el diálogo y el respeto sea lo primero, y el valor que nos rige y marca caminos, y esto supone estar dispuestos hasta la entrega de la propia vida. También en nuestro tiempo, en el mundo y en nuestra propia Patria, tenemos que querer transitar caminos de justicia y de verdad si queremos consolidar una paz duradera”.
Por último, se leyó un documento de consenso, que elaboraron entre los ex combatientes de ambos países, y según los integrantes de La Fe del Centurión llegará hasta la ONU. Dice lo siguiente:
Los veteranos de guerra argentinos y británicos, a partir del lema de nuestro encuentro “la fraternidad es posible”, lo confirmamos al término y expresamos que :
1- Aunque la guerra se definirá cada vez más con tecnología y eso aumentará cada vez más la distancia entre los seres humanos, siempre deberá privilegiarse la persona y el diálogo.
2- En el fragor de la lucha el soldado combate con profesionalismo y amor a su patria, a su unidad, y a sus camaradas. Al terminar los enfrentamientos debe privilegiarse fraternizar entre antiguos enemigos y adversarios. Ese adversario podrá ser tu hermano o tu amigo.
3- Porque conocimos la guerra somos firmes defensores de la vida, de la paz y respetando el diálogo.
Susan Warner, enfermera del buque Uganda que atendió británicos y argentinos, resumió el espíritu del encuentro: “Esta reunión fue muy emocionante. Mostró lo iguales que somos en historias y experiencias. En las pérdidas y el dolor. En seguir adelante con nuestra vida, en casarnos, tener hijos y nietos, en las carreras. Fueron cariñosos, y espero que sea el inicio de más reuniones, de estar en contacto. Esto es paz, es reconciliación. La guerra no ayuda, es mucho el dolor”.
El coronel Geoffrey Cardozo, por su parte, indicó que “vivimos tres días muy fuertes, con discusiones, charlas profundas y duras a veces. Fue mucho el esfuerzo que pusimos para que esto suceda. Nos miramos a los ojos, que a veces dicen más que las palabras. Pero también hemos reído, y fue porque nos conocimos. Para mí, la paz es más que una ausencia de guerra, porque tiene que haber amor para que sea real”.
Por último, el comandante José Ricardo Spadaro, señaló: “A quienes estuvimos aquí nos ratificó que fue una guerra sin odios. Donde hubo enemigos, hoy hay veteranos que rezamos por todos nuestros muertos. Fue un encuentro basado en el respeto recíproco, que ayuda a repensar el humanismo. Pero por lo demás, lo cierto es que las Malvinas siguen siendo argentinas”.
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