Berta Cáceres: la sangre no debe ser agua
“Estamos en la mira del sicariato. Nuestras vidas penden de un hilo. Pero no nos van a detener por miedo. Esta lucha es del pueblo, y la seguirá el pueblo si alguna vez faltamos”, le dijo Berta Cáceres a la activista argentina Claudia Korol. En la madrugada del 3 de marzo del 2016 cuatro sicarios entraron a su casa -de la vereda de la Esperanza, en Honduras- y le quitaron la vida.
La justicia encontró a siete culpables. Pero son los que dispararon, no los que ordenaron a disparar. Berta luchaba desde Honduras por el agua y por la vida, y la lucha le costó la vida. Ella luchaba contra la construcción de una represa para defender el río Gualcarque, entre los departamentos de Santa Bárbara e Intibucá, considerado sagrado por el pueblo lenca. Ella peleaba contra el proyecto hidroeléctricos de Agua Zarca. “De los ríos somos custodios ancestrales el pueblo lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta”, dijo cuando le otorgaron el Premio Goldman, por su lucha por el ambiente.
Korol escribió el libro Las revoluciones de Berta, publicado por ediciones América Libre, en 2018. “Revolucionaria desde jovencita, casi desde niña, maestra, madre de tres hijas y un hijo, amiga entrañable, hija, hermana, tía, prima, compañera, internacionalista, guerrera del pueblo Lenca, pedagoga del ejemplo, cuidadora de la naturaleza, de los ríos, de los bosques, de la biodiversidad, de la cultura y de la espiritualidad y activista antimilitarista”.
En el 2011 vino de visita a Argentina y pude entrevistarla. “Nuestra lucha es por los derechos de los pueblos originarios y de las mujeres. Desde el principio luchamos contra maestros que violaron niñas indígenas en las escuelas, aunque la impunidad es tan grande”, relató Berta que luchaba contra todas las violencias.
Ella era una mujer indígena que defendía a las mujeres de la tierra. Era feminista y expulsaba a los acosadores o abusadores de su organización. Pero no se sentía cerca de un feminismo que fuera solo para las mujeres más cercanas al poder. “No nos gusta el feminismo de elite, que está muy alejado de la lucha de las mujeres y de la lucha por el agua y los territorios”, remarcó.
Hoy una de sus hijas, Berta Zúñiga Cáceres, sigue con su lucha por la tierra, el agua y la vida a través del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). La abuela de Berta Zuñiga Cáceres y madre de Berta Cáceres, Berta Flores López, fue otra luchadora y partera. Ella se sentía segura si su madre estaba en sus partos. Y su lucha sigue pariendo la historia.
Camila Vallejo: la perra a la que no pudieron callar
Camila Vallejo fue la líder estudiantil en Chile junto al hoy electo presidente Gabriel Boric. Llegó a ser diputada y su imagen revolucionó el Congreso cuando le dio la teta en su banca a su hija, Adela, en el 2015. Fue la presidenta de la federación universitaria y es geógrafa.
Camila Vallejo fue designada como vocera para el próximo gobierno y ya dijo que no planea salir del Palacio de la Moneda y dar conferencia a los medios tradicionales sino que va a innovar en las plataformas digitales desde Twitter hasta Tik Tok.
Ella instaló sus oficinas de planificación de gobierno en la universidad como paso previo a la gestión y como signo de continuidad con la revuelta juvenil. Fue la cara de las marchas estudiantiles chilenas (en 2011 y 2012) que reclamaban educación gratuita y de calidad.
El 28 de febrero, de este año, desde la casa central de la Universidad de Chile, declaró: “Poder trabajar desde acá como ministra me llena de orgullo y mucho agradecimiento a mi alma mater”. Y apuntó: “Tengo muchas historias y buenas experiencias en este lugar, muchos momentos en lo que fue la lucha por la reforma educacional, por la gratuidad y por la defensa de la educación pública”.
Camila, a los 33 años, es la vocera presidencial del gobierno de Gabriel Boric. Ella es parte de las 14 mujeres que integran un gabinete mayoritario femenino. Su nombre completo es Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling y su belleza, desparpajo e ideas le valieron una guerra machista. Ahora, por primera vez, va a llegar al Poder Ejecutivo.
“Se mata a la perra y se acaba la leva”, tuiteó una ex funcionaria del Ministerio de Cultura contra ella. Pero no mataron a la perra, ni se acabo su carrera. Y su look sigue llamando la atención, en la designación del gabinete uso un traje con saco y shorts rosas (elegante y sexy) que causó sensación, pero la belleza es también para ella una herramienta ante la opinión publica. “Objetivamente soy bonita y no tengo problemas en decirlo, pero yo no decidí cuál iba a ser mi apariencia. Lo que sí decidí es cuál es mi proyecto político”, le dijo a la revista chilena Paula, en 2011.
“Quizás a Camila le ha tocado muy duro por ser mujer, joven, inteligente y además hermosa. Tal vez, ha recibido consejos de no ser tan protagónica. ‘Es mal visto en la izquierda que una mujer sea tan visible’. (¿Y por qué no?) Quizá le dicen que ‘debe dar un paso al lado y permitir que sus compañeros opinen y ocupen la pantalla’. Y ellos lo hacen bien, son precisos y muy claros en sus discursos, pero no tienen la luminosidad de Camila, que hizo brotar la revuelta estudiantil con su impertinente primavera”, graficó el escritor Pedro Lemebel, en una crónica recogida en el libro Háblame de amores, editado por Seix Barral.
Marielle Franco: la concejala de la favela
Marielle Franco (38) fue feminista, lesbiana, negra, socióloga y habitante de la favela de Maré, en Río de Janeiro que llegó a ser concejala por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Fue asesinada el 14 de marzo del 2018 y su femicidio se convirtió en el asesinato político de una mujer, que llega desde abajo al poder, más emblemático de América Latina.
“El asesinato de Marielle representa la vulnerabilidad de las mujeres que sufren amenazas, o su entorno, cuando llegan a lugares de poder”, contextualizó Anielle Franco, su hermana y la Directora del Instituto Marielle Franco. “Se avanzó en cuanto a detener a los asesinos materiales de Marielle. Pero no sé si llegaremos a los nombres de los que la mandaron a matar”, declaró su amiga Renata Souza y diputada por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
Marielle es el emblema del asesinato de las mujeres por disputar poder. En principio se creía que si se empoderaba a las mujeres ya no iban a ser asesinadas, que su vulnerabilidad era porque no sabían defenderse, pero no es que el poder las liberó, el poder real -el que tiene las armas y el dinero- no quiso competencia.
El cuerpo de Marielle se libró como una amenaza que estalla en los ojos de las otras para que la distancia entre la amenaza y el miedo se acorte, se acostumbre, pero se vuelva sombra. La lucha ilumina su memoria y también las luciérnagas políticas que no dejan que el cielo se cierre para las que no estaban destinadas a ganar.
“Las mujeres negras no estamos pidiendo autorización de nada a nadie. No estamos llegando. No retrocedemos. El pueblo no se rinde y, mucho menos, las mujeres negras”, definió Anielle Franco, en su Twitter, en apoyo a la candidatura de Francia Márquez Mina.
Ysabel Cedano: el derecho a decidir ser madre
María Ysabel Cedano García es abogada, feminista, lesbiana y quechua. Trabaja en la organización Estudios para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Demus), una organización de la que fue la presidenta entre 2004 y 2009. Además fue Directora General de la Mujer del ex Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social de agosto a diciembre del 2011.
Ella es la responsable del litigio estratégico para hacer justicia por las esterilizaciones forzadas en los noventa durante el gobierno de Alberto Fujimori. No se trató de la elección de un anticonceptivo, sino de una estrategia de control poblacional y territorial en donde no se respetaron las decisiones de las mujeres, ni el consentimiento informado. “Hubo delitos contra las mujeres, su libertad personal, su integridad, su vida, su salud que implicaron, también, que murieran muchas por la forma en que las atendieron”, le dijo Ysabel a Infobae desde Perú.
Ella resalta que, desde el gobierno de Fujimori, se pautó que se esterilizara a una cantidad de mujeres y eso provocaba violaciones a sus derechos: “Que hubieran metas y cuotas y que las tuvieran que cumplir hacia que se realizaran ligaduras de trompa y vasectomías sin garantizar condiciones de salud y sin poderles salvar la vida ante una emergencia”.
Ysabel tiene los rasgos potentes y las expresiones a flor de piel, la voz suave como la de una niña que no deja de percibir el dolor y de una adulta que no deja de desear amor y justicia. Ella camina con un vestido lila con zapatillas por las huacas, las ruinas pre incas de Lima, entre escalones que muestran que la historia avanzaba mientras el progreso retrasa y los pompones que colorean una historia que se niega -por tejido propio- a ser lineal.
Los ojos le lloran cuando recuerda a su familia y, mucho más, el silencio o el castigo. Ella no podía decir que era lesbiana porque le decían que solo lo decía para molestar. No es que le moleste molestar, pero lo fundamental, es poder desear. Y disputar poder para que el deseo sea un derecho.
Una mariposa en el pecho la ampara entre los colores colgantes de un pueblo que tiene en sus platos la diversidad que niega en sus camas. Y que ella reivindica, también, con el dolor de las huellas de la vergüenza impuesta por el racismo cultural. Ser lo que se es no era una opción cuando la verguenza es una forma de sometimiento.
Ella se identifica como quechua, pero no es quechuahablante. “No lo hablo porque me negaron la posibilidad de hablarlo por el racismo, porque hablar quechua en Lima era ser una chola y eso significaba que te iban a discriminar, entonces no podías hablar quechua ¿no?, no te podian reconocer como india”.
Yasnaya Aguilar: la lengua multiple y la tierra diversa
Yasnaya Aguilar es investigadora de la cultura mixe y luchadora por la cultura del multilingüismo. Ella no sabía escribir su lengua materna: el ayuujk o mixe. Su comunidad es la Ayutla Mixe, acunada en la sierra norte de Oaxaca. Es Licenciada en Lenguas y obtuvo la maestría en Lenguas Hispánicas en la Universidad Nacional de México.
“En 1820, en México el 65% de la población hablaba una lengua indígena, pero actualmente sólo lo hace el 6,5 por ciento” expresó Yásnaya Aguilar, en el marco de la celebración del Año Internacional de las Lenguas Indígenas, en 2019, en el Congreso de Mexico. Ella considera que lo lingüístico es personal y lo personal es político y que las lenguas indígenas no se mueren, sino que las mata el Estado.
Ella criticó, en una entrevista con Palabra Publica: “El Estado, que durante mucho tiempo fue abiertamente lingüicida, cambió el marco legal y creó instituciones, pero estas no tienen el presupuesto o la visión. En los hechos no hay una voluntad política, sino una voluntad de hacer festivales de poesía indígena mientras el sistema de salud o de impartición de justicia siguen siendo fuertemente monolingües. La inercia de cómo funciona el Estado no permite que sea de otra manera”.
Ella realizó junto al director Gael García Bernal una serie documental de seis cortometrajes que se llaman El tema. “El asunto es tan urgente que trasciende cualquier interés de tipo partidista”, le dijo ella al diario El Pais. “En esta área del mundo, defender la naturaleza amenaza ciertos intereses. No podemos hablar de un crecimiento infinito, hay que replantear esas ideas de desarrollo y progreso”, destaca Yesnaya Aguilar.
Catalina Ruiz Navarro: Catalina saca canas verdes
A Catalina la criaron su mamá y su abuela. Es una heredera de mujeres fuertes e independientes y como digna hereje fue rebelde en su infancia. El reto que ella escuchaba era “Catalina ¡por dios!” y ese es su nick en Twitter. Sin embargo, las agresiones, persecuciones o condenas fueron tantas que hoy no puede estar tan expuesta.
Catalina se convirtió en una voz moderna para denunciar el abuso sexual en México (donde vive), en Colombia (nació en Barranquilla en donde deja la piel de tanto bailar en los carnavales), en Guatemala y en Honduras. Se animó a decir cómo abusaban los que parecían no abusadores, sino aliados y los que la judicializan a ella por replicar las voces de mujeres que no se animaban a denunciar porque podían ser judicializadas.
Catalina usa aros enormes de frutas y se maquilla de rojo. Tiene unos pijamas fabulosos y una presencia magnética. Habla como para que no se deje de mirarla y es un imán en sus videos de Volcánicas en Instagram. Cree en las brujas y en la danza. Son formas de decir algo más de lo que se piensa y de pensar en la alquimia que tiene una tradición de sabiduría que va más allá de lo racional.
También renovó a un feminismo que estaba obsoleto y analógico y le puso una impronta joven, pop y moderna. Además escribió Las mujeres que luchan se encuentran, de Penguin Libros. Ella se encontró con muchas y es fundamental en el nuevo auge del feminismo latinoamericano. Y, como toda impulsora, también es castigada por lo que generó. Ella además es columnista del diario El Espectador, de Colombia, desde 2008. Es directora de Volcánicas y de Creadoras Camp y una de las fundadoras del colectivo feminista colombiano Viejas Verdes.
En la columna “¿Pueden los hombres romper el pacto patriarcal? Un análisis feminista sobre la violencia sexual entre hombres”, del 24 de agosto del 2021, en Volcánicas, desmonta la replica de “¿Dónde están las feministas?”, cuando se pretende que estén en todos lados y “¿Por qué no denuncian tal cosa en vez de denunciar tal otra?”, cuando se las pretende callar con el argumento que tendrían que haber hablado de otra cosa.
“Hay algo que siempre nos reclaman cuando denunciamos la violencia sexual contra las mujeres: ¿por qué no hablan de los hombres que han sido víctimas de violencia sexual? Y esa es una muy buena pregunta, aunque suele hacerse de forma malintencionada porque el objetivo de hacer esa pregunta es ‘mostrar una falla de coherencia’ en las acciones de las denunciantes, y feministas, y así cambiar el tema de conversación”.
“Es una falacia que en inglés se llama ‘whataboutism’, y en la lógica clásica ‘tu quoque’, una de las muchas falacias ad hominem que buscan atacar a las personas para evitar rebatir un argumento. Qué interesante sería que quienes hacen esta pregunta en realidad quisieran una respuesta. Porque sí, los hombres también son víctimas de violencia sexual, no tienen espacios para hablarlo y el silencio colectivo beneficia a los agresores. La violencia sexual es un abuso de poder. Los hombres son más vulnerables a este tipo de violencia cuando son niños, por ejemplo, que es cuando tienen menos poder”, describe Catalina Ruiz Navarro.
“En la adolescencia la cosa empieza a cambiar: los hombres empiezan a recibir el poder que les tiene guardado el patriarcado y, luego, muchos abusan de ese poder convirtiéndose ellos mismos en acosadores”, explica. Y sintetiza: “Pero esta realidad no responde a que los hombres sean inherentemente malos, sino a que los hombres son quienes, con más frecuencia, tienen poder sobre las demás personas”.
Elisa Loncón: la mapuche de currículum abultado
Elisa Loncón fue elegida (por 96 votos), en julio del 2021, presidenta de la Constituyente chilena para redactar una nueva Constitución. La noticia dio la vuelta al mundo porque ella, a los 58 años, es profesora, lingüista y activista mapuche. Además es doctora en lingüística y académica del Departamento de Educación de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago y experta en educación intercultural bilingüe.
Ella ama el mapudungún, la lengua mapuche. También es profesora de inglés de la Universidad de La Frontera, Temuco (Chile), con cursos de postítulo en el Instituto de Estudios Sociales de la Haya (Holanda) y en la Universidad de Regina (Canadá). Posee un Magíster en lingüística de la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa UAM-I (México).
Su mamá era ama de casa y le gustaba la poesía. Y su papá aprendió a leer y a escribir de forma autodidacta. Tiene siete hermanos. Ella relató la discriminación que sufrió en el ámbito académico. “Intenté formar un equipo de trabajo profesional con no indígenas para presentar proyectos y tuve experiencias bien feas. Hasta una vez se llegó a cuestionar si yo había falsificado mi currículum. Creo que es una cuestión de racismo absoluto; me decían que tenía un ‘currículum abultado’: no podían creer que ese fuera mi currículum. El racismo invalida tus capacidades humanas”, relató en el libro Zomo Newen de Editorial Lom.
Pero cuando asumió la presidencia de la Constituyente (un cargo que ya no ocupa) lo resignificó como un triunfo colectivo. “Agradezco el apoyo a las diferentes coaliciones que entregaron su confianza y depositaron sus sueños en el llamado que hiciera la nación mapuche, para votar por una persona mapuche, mujer, para cambiar la historia de este país”, expresó Loncón.
“Este es un sueño de nuestros antepasados y este sueño se hace realidad; es posible hermanos y hermanas, compañeros y compañeras, refundar este Chile, establecer una relación entre el pueblo mapuche, las naciones originarias y todas las naciones que conforman este país”, dijo Loncón cuando fue elegida.
“Se puede dialogar con nosotros, que no nos tengan miedo, porque también se ha instalado mucho la política del miedo. O sea, se instala una candidata indígena, mapuche y hay mucho prejuicio. Entonces, esto también es un llamado a liberarnos de nuestros prejuicios y relacionarnos en igualdad de condiciones”, aclaró en una entrevista con La Tercera.
Taliria Petrone: la revolución de las hijas
Taliria Petrone es diputada federal por el socialismo parlamentario (PSOL) de Río de Janeiro. Es profesora de historia, joven, negra, madre y feminista. Ella fue amenazada de muerte porque su sola descripción es una amenaza para el poder. La legisladora denunció en su cuenta de Twitter: “La Policía Federal obtuvo información sobre un plan contra mí, pero el gobierno ignora la seguridad de una parlamentaria electa”. El gobierno la custodió en Brasilia, pero no en Río de Janeiro.
La vida corre riesgo y cuando la vida corre también las mujeres se ponen en riesgo de ser criticadas. Por ser madres y trabajar, por no dejar de trabajar y por no dejar de amamantar. Taliria simboliza casi todos los lugares donde poner el cuerpo es hacer la diferencia. En una sesión en el Congreso, en junio del 2021, en donde se trataba la privatización de Eletrobras (la mayor empresa eléctrica de Brasil), Taliria estaba dando un apasionado discurso contra la privatización. Su hija estaba en brazos y sin dejar de hablar, se acomodó y le dio el pecho.
En ella tantas otras que hacen, hablan y sienten el hambre y la atención de su bebé sin dejar de hacer ni de atender. Sin embargo, en las redes su gesto fue criticado por algunos como “innecesario” o le preguntaban por qué no la había dejado en algún lado o se había ido a un lactario.
Ella contestó por Twitter: “¿Y con quién sugiere que deje a mi hija trabajando más de diez horas?”. Las diputadas trabajan, pero no son consideradas como trabajadoras. Ni siquiera tienen licencia por maternidad. Por eso, la presencia de Taliria y su hija en el Congreso es un acto político, laboral y sindical.
“Trabajamos la cuestión de la maternidad política porque esos espacios fueron diseñados para excluir a las mujeres”, dicen desde su despacho. Las mujeres no llegan solas, pero además -para hacer política- la tienen que hacer con otras y, muchas veces, con sus hijas e hijos a cuestas. Es una forma de mandato de cuidado.
SEGUIR LEYENDO: