Música, glitter, banderas y carteles. A diferencia de lo que pasó en 2020 y 2021, cuando la pandemia impidió las movilizaciones de cualquier tipo, este 2022 la Plaza del Congreso fue puro color. Una fiesta. Aunque el motivo no necesariamente era feliz.
“La verdad es que tengo mucha bronca de estar acá. Me encantaría no tener que haber armado este cartel, no tener que venir y que nos dejen de matar”, dice Luana, de 16 años, que cursa su último año del secundario en un colegio de La Matanza. Luana llegó a la plaza con sus primas Dolores (18) y Agustina (25) y es la primera vez que viene a una marcha por el Día de la Mujer. “Harta de llevarme a las pibas”, dice la pancarta que sostiene. En ella, la frase está pintada en un cartel que a su vez es sostenido por una “Parca”. No hay doble sentido en el mensaje: en Argentina, en lo que va del año, matan una mujer cada 26 horas.
Este #8M se celebró el Día Internacional de la Mujer y, en ese contexto, se realizaron diversas movilizaciones en distintos puntos del país. Como sucede desde hace seis años consecutivos, el día arrancó con un “Paro Internacional Feminista Productivo y Reproductivo”, una iniciativa que recorre el mundo. La idea detrás de la huelga feminista fue ausentarse de las tareas cotidianas durante toda la jornada para visibilizar, entre otras cosas, el trabajo no pago que recae mayormente en las mujeres.
Después, en el marco del “Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras”, en la Ciudad de Buenos Aires se realizó una convocatoria en la plaza del Congreso de la Nación. Allí, a partir de las 16, distintas agrupaciones y colectivos de activistas feministas, como #NiUnaMenos, comenzaron a copar la zona bajo diversos lemas, entre ellos, “Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” y “La deuda es con nosotras y nosotres”, en referencia al debate en el Congreso de la Nación por el tratamiento de la ley que permita concretar el acuerdo con el FMI.
Son pasadas las 17 y una chica intenta sacarse una selfie con el Congreso de fondo. Otra que pasa se acerca y le ofrece hacer de fotógrafa. Y entonces la primera acepta y sonríe mientras sostiene con ambas manos una cartulina violeta que dice: “De camino a casa quiero ser libre no valiente”. No será la única que alce un cartel con esa leyenda esta tarde. El tema del miedo a caminar por la calle (sí, miedo a caminar por la calle) es recurrente entre las que marchan.
Milagros Pérez es un ejemplo. Tiene 24 años, es docente de teatro y vive en Hurlingham, provincia de Buenos Aires. Desde hace casi un año, el miedo le sirvió de motor para darle vida a: “Atenea Defensa”, un emprendimiento de elementos de defensa personal. Manoplas, silbatos de alto nivel y gas pimienta. Los vende en el lugar: los precios son accesibles y los elementos están hechos con impresión a 3D.
“Yo quería algo para mí. Para defenderme camino al trabajo. Salgo de mi casa a las 5.30 de la mañana y cuando llego a la estación de José C. Paz tengo que caminar 15 cuadras por una zona en la que no hay luz. Imagínate en invierno. Es tierra de nadie”, cuenta Milagros a Infobae y dice que “gracias al cielo” nunca le tocó atravesar ninguna situación de peligro. Aún así prefiere estar alerta: “Camino con la manopla escondida en uno de los bolsillos del delantal”.
Entre bombos, aplausos y música, en una esquina de la Avenida Belgrano tres mujeres, docentes ya jubiladas del partido de Avellaneda, conversan. “Nos preguntábamos: ¿cómo hizo el hombre para prevalecer? En algún momento de la historia debemos haber sido iguales”, dice una de ellas a este medio. Las otras dos asienten. “Hay muchas cosas que nos empezamos a cuestionar de ‘grandes’. Pero nunca es tarde”, coinciden.
A pocos metros, otras dos mujeres —también de Avellaneda— conversan sentadas en el cordón. Juliana tiene 31 años y lleva a su hija de 2 en brazos. Trabaja en un Centro Médico como Instrumentadora Quirúrgica y, al igual que el cartel que lleva pegado en la mochila, está “Harta”. “Harta de que nos violen, nos maten, nos aíslen, nos humillen, nos maltraten”, dice y se le llenan los ojos de lágrimas. A su izquierda, Cinthia (40), compañera de trabajo, le da unas palmadas en el hombro. “La violencia contra las mujeres es desmedida. ¿Cuándo se va a cortar todo esto?”, reflexiona. No es la primera vez que viene a una de las marchas por el #8M. A diferencia de Juliana, Cinthia eligió no ser madre y dice que aún siente el peso de su elección. “Es como que tengo que estar dando explicaciones. Parece que la sociedad no lo acepta”, dice sobre su decisión y su no deseo de maternar.
Acerca de la desigualdad en los puestos de trabajo, las Instrumentadoras Quirúrgicas dicen que la padecen a diario. “Por lo general nuestros puestos están infantilizados: somos las que ‘ayudamos’ a los médicos. Hacemos mente el doble de esfuerzo para posicionarnos”, lamentan.
En la multitudinaria movilización también hay mujeres que pertenecen a la política nacional. Una de ellas es Romina Del Plá. “Nuestra movilización tiene como eje la denuncia al pacto del gobierno con el FMI. Las mujeres somos mayormente las que vivimos sumergidas en la precariedad e informalidad laboral, con ingresos por debajo del salario mínimo y de la línea de pobreza. Denunciamos que el acuerdo que con el Fondo va a ser un ajustazo que afectará aún más el magro presupuesto destinado a atender las problemáticas de las mujeres y diversidades. El supuesto modelo de recuperación con perspectiva de género es una estafa”, dijo la diputada nacional por el Frente de Izquierda Unidad.
Alrededor de las 18 se realizó la lectura del documento firmado por las distintas organizaciones que convocaron al Paro Internacional Feminista 2022. En ese momento, los bombos dejaron de sonar u rato para después arremeter ante cada uno de los pedidos.
“(...) Hoy, 8 de marzo de 2022, el movimiento feminista ha vuelto a ocupar las calles masivamente. ¡Ni la pandemia, ni el empobrecimiento, ni la violencia machista que no toleramos más pudieron evitar que volvamos a decir que el 8 de marzo es el día internacional de la huelga feminista! (...) Hoy paramos y ocupamos las calles porque acá está la fuerza colectiva que nos permite resistir y luchar por el mundo que queremos, hasta que todo sea como lo soñamos. Paramos contra la violencia machista en todos los ámbitos. Basta de femicidios, travesticidios, transfemicidios y crímenes de odio. Los agresores no son enfermos, son hijos sanos del patriarcado. Paramos contra la precarización laboral de nuestras vidas, pauperizando y feminizando aún más la pobreza en nuestro país, que hoy tiene la cifra lacerante de un 60% de las infancias pobres. ¡No podemos dejar que les expropien el futuro! (...)”.
Pasadas las 19, la multitud comenzó a disiparse. Aun así muchos grupos de amigas eligieron quedarse sentadas en ronda en el pasto tomando mate o comiendo alguna hamburguesa. Otra prefieren caminar en busca de alguna de las batucadas que se armaron de manera espontánea sobre la Avenida Corrientes.
Hay ganas de bailar, de cantar, de gritar. Hay ganas de ser libres. “Me gusta venir acá porque me siento acompañada de personas que comparten mis ideales. Estar entre todas me hace sentir protegida”, dice una joven mientras se suma al baile. Bailar como estrategia para hacerle frente a la angustia que provoca pensar que mañana la que puede no estar es una misma.
“Feliz seré el día que no falte ninguna”, lo dicen los carteles y también lo gritan las mujeres. “Paren de matarnos”.
Fotos: Franco Fafasuli y Karina Hernández
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