El “gigoló” de Mendoza que se hizo viral: sedujo a una mujer en un bar y le robó la billetera

Ana Paula conoció a un hombre en un bar céntrico, pero sufrió una enorme decepción. Indignada, contó el hurto en un hilo de Twitter que se viralizó. “Busco que esto no quede en nada”, pide la joven

Facundo, el hombre que sedujo a Ana Paula y le hurtó la billetera minutos antes de dejarlo en su supuesta vivienda, en Mendoza

La noche del viernes 11 de febrero había comenzado como una más para Ana Paula Negri. Luego de unas horas de trabajo como periodista freelance, decidió ir hasta la zona de la Alameda, en el centro de la ciudad de Mendoza. Allí, está el bar que abrieron unos de sus amigos y ella elije para terminar la semana. De paso, les da una mano haciendo fotos para promocionarlo.

Mientras disfrutaba de una banda que hacía covers de los Red Hot Chilli Peppers comenzó a cruzar miradas con un hombre, que más tarde se le acercó. Le gustó. La conversación fue muy amena, rieron, compartieron unas cervezas y hasta bailaron.

“Ya en la madrugada del sábado, salimos del bar y caminamos por el paseo la Alameda, que es una zona muy linda. Cuando nos despedimos, me dijo que estaba a pie y le ofrecí llevarlo a su casa porque no me costaba nada hacerlo, pero terminó hurtándome la billetera de la cartera y en mi propio auto”, cuenta Ana Paula.

Foto ilustrativa. Ana Paula y Facundo, el hombre que le hurtó, bailaron y se divirtieron en un bar de Mendoza (Getty Images)

La situación le molestó, regresó al lugar donde lo dejó, pero no vivía allí. Consiguió el número de Facundo, el joven que la sedujo, y lo llamó para pedirle que le regresara sus pertenencias: primero, él le cortó la llamada y luego la bloqueó. Lo mismo hizo con los amigos de Ana que quisieron hablarle para pedirle la documentación y los recuerdos añorados que conservaba en esa billetera.

Molesta por esa actitud, decidió compartir lo sucedido en un hilo de Twitter que pronto se volvió viral en toda Mendoza. “Nunca sentí bronca. Lo que más me molesta de esta situación no es el hurto porque es un delito menor y, después de todo, pienso: ‘¡pobre tipo si necesita terminar una cita robando una billetera!’. Me molesta porque me hace modificar mi actitud: soy una persona solidaria, si veo alguien haciendo dedo en la calle freno y la llevo; si estoy con alguien que está a pie, no tengo problemas en acercarlo a donde vaya, pero esto ahora hace que tenga que modificar mis costumbres”, lamenta en diálogo con Infobae.

El tuit de Ana Paula que se hizo viral con más de 500 retuits y cientos de comentarios (captura)

La historia

Ana Paula es periodista, tiene 30 años y está sin compromisos románticos con nadie. Le gusta escribir y contar historias y jamás pensó que estaría del otro lado en una entrevista. Y mucho menos, por haber sido estafada de esta manera.

Del otro lado del teléfono, admite serena, cuando el hombre se le acercó aceptó compartir una conversación y le pareció muy agradable. “Él siempre fue muy respetuoso y amable, de buena charla. Bailamos, nos reímos, me contó que era profesor de Educación Física, que tenía una hija de 12 años y a ultima hora, tímidamente, me preguntó si podía darme un beso, ¡como si tuviéramos 15 años! Noté que le costaba encarar, pero poco a poco entró en confianza”, cuenta la parte de la noche en la que todo parecía normal para una mujer que comienza una cita agradable.

Luego de la caminata envuelta en más charlas, emprendieron el viaje camino a la casa del joven. En cierto momento, en que ella no recuerda con exactitud de qué hablaban, él saca su DNI y se lo muestra. “Quería que viera que antes tenía rulos, pero se le cayó o simuló que se le había caído... Luego de aparentemente encontrarlo, me pide mi número para que nos volvamos a ver otro día y compartir un vino y una picada, y me pide que lo baje en una esquina porque vivía en esa cuadra y señala una casa. Me pide un beso, se baja y me fui. Hago unas dos cuadras, me doy vuelta y recién me doy cuenta de que la cartera estaba abierta y que la billetera, que era grande y llamativa, no estaba. Paro en un semáforo, bajo y comienzo a buscarla en todo el auto... ¡No estaba! Y salí del bar con todo. Volví a la casa en la que dijo que vivía, pregunté por él y me dice una chica que no vivía allí. Llamé a la policía y a mi amiga, la dueña del bar, para que me ayude a conseguir su teléfono porque el DJ lo conocía como un supuesto RRPP”, detalla.

Las llamadas no dieron resultado. A la hora y media llegó la policía, le relató lo que pasó y le aconsejaron que no hiciera la denuncia, previendo que podría ser en vano por tratarse de un hurto. Luego supo que no había sistema. “Hice una denuncia virtual desde mi casa y luego la policía tocó timbre en la casa donde me dijo que vivía y corroboró que no vivía ahí”, dice sobre los inicios de sus sospechas sobre las mentiras del hombre.

El hilo de tuits de Ana Paula que dio a conocer su historia (captura)

Luego de descansar unas horas, Ana Paula comenzó a buscar en las redes sociales al hombre que le había hurtado sus pertenencias. Lo encontró en Facebook con tres cuentas distintas, volvió a pedir ayuda para contactarlo y debido a que solo atinaba a bloquear a cada persona que lo llamaba. Al día siguiente, optó por contar en su cuenta de Twitter lo que había pasado.

“Sabía lo que eso implicaba para mi. Mi publicación llamó la atención porque la compararon con el documental ‘El estafador de Tinder’, por la estafa y el contexto emocional que había en medio, y comenzaron a compartirla al punto de hacerla viral. Gracias a ese posteo comenzó a hablarme gente que dice conocerlo, que asegura que siempre se manejaría así. Es más, una chica me contó que le robó hace diez años en su propia casa y otra que le robó a quien por años lo consideró un amigo... Luego supe que tiene antecedentes policiales, no sé cuáles, por los que se fue a vivir a otra provincia y que ahora tendría otra dirección en la aparentemente convive con la pareja”.

Investigando descubrió también que el hombre no es profesor de nada y que aparentemente no trabaja y que las fotos de los niños que les mostró como sus sobrinos son, en realidad, sus hijos, con quienes -según sus fuentes-, no tendría mucha relación.

"Mi herramienta para no dejar pasar este delito es que se haga público el caso, pido difusión de su cara para que no se vuelva a repetir", dice Ana Paula

“El hecho en si no es grave, es un hurto y parece una pavada. Creo que vio la billetera y sintió que era su oportunidad de sacármela y, reitero, el pibe (según la información que me fue llegando) se comporta así con sus familiares y amigos... ¿por qué iba a hacer la excepción conmigo?”, interroga.

El momento del hurto

Para Ana, que reconstruye la escena cuadro por cuadro en su mente, el hurto fue en el momento en que se le cayó el DNI. “Comenzó a buscarlo con las manos. Yo tenía la cartera abierta en el asiento de atrás del auto, había sacado un cigarrillo, no recuerdo, pero así quedó. Habrá aprovechado eso y que tenía ahí su campera para envolverla en ella y sacarme la billetera, no sé, no hubo otro momento en el auto. Sí me parece, ahora que lo pienso, que lo intentó en el bar”, analiza.

Mientras vuelve a repasar ese instante, dice que allí tenía su DNI, licencia de conducir, las tarjetas de crédito y débitos, efectivo ($ 1500 y USD 100) y lo más valioso: una foto de ella de niña con su abuelo. “Eso es irrecuperable”, se apena.

La periodista aclara: “En ningún momento me amenazó ni me violentó. Pero decidí denunciarlo y contar lo que me pasó para que esto se sepa, porque dar a conocer los hechos es mi herramienta como periodista y para que no quede en nada, como tantas cosas. Imaginate que realicé la denuncia el mismo sábado y recién el jueves siguiente (17 de febrero) hicieron un allanamiento en uno de los domicilios registrados de él”, reconoce.

Pese a no sentirse mal por la situación general, admite que cuando su posteo se hizo público sintió temor. “Él tenía todos mis datos y eso sí me dio temor. El dinero, ojalá le haya servido para aquello que lo motivó a sacármelo. Los dólares los tenía encima porque se los tenía que devolver a mi papá que me los prestó cuando los necesité. Solo pienso en que la vida lo ayude porque lo necesita”.

A su vez, confiesa que esta experiencia dice que cambia su manera de pensar respectos a las demás personas. “¿Desde ahora tendré que cambiar mi manera de ser con los demás? ¿Está mal llevar a una persona que me cayó bien a su casa porque está a pie y yo tengo auto? Hace un tiempito me crucé a una chica en la ruta haciendo dedo, era una maestra rural, y la acerqué hasta donde iba ¿ahora tengo que dejar de frenar y subir gente extraña a mi auto? Y si de verdad necesitan ayuda, ¿cómo lo sabré?”, finaliza.

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