El songwriter es el engranaje cada vez mas fundamental y requerido en lo que podríamos llamar la maquinaria vital de la música.
La persona o el persono que compone canciones, no necesariamente debe ser un cantautor.
Hay compositores incapaces de subirse a un escenario así sea en el cumpleaños de la cuñada, de la misma manera que hay brillantes músicos, admirados por miles de fans, soberbios ejecutantes de su instrumento, que no pueden componer ni un interludio.
El songwriter es el tipo que hace canciones, más allá de que las interprete o las ceda a otros artistas.
Bob Dylan, Antonio Carlos Jobim, Fito Páez, Paul McCartney son ejemplos obvios del músico que compone y canta sus propias creaciones.
Eric Clapton, Tina Turner, Frank Sinatra y Mercedes Sosa son artistas brillantes que componen o componían cada tanto y muy bien, pero que generalmente se auxilian con los songwriters siempre listos para ceder sus temas.
Toda generalización es negativa, incluída ésta, escribió hace siglos Alejandro Dumas.
Aquíi voy a generalizar solo para no quitarle contexto al dialogo que hace mucho tuve con el querido Didi Gutman cuando nos cruzamos en aeropuertos lejanos.
Venía de Chicago cuando de repente aparece en escena Didi, uno de nuestros grandes valores musicalmente hablando, al que le comento lo sorprendido que estaba de comprobar que en Chicago “todos” son músicos, recordando que un botones del hotel saxofonista me había llevado a un show de Peter Frampton que abría él con su banda.
Algo parecido me sucedió en Los Ángeles donde supe que “todos” son actores cuando uno que me vendió no sé qué cosa a la noche actuaba en Death of a salesman en un pequeño teatro del off.
Didi seguía con su trago y, sin levantar la vista, sonrió con esa sonrisa del tipo que tiene más millaje que una azafata, para decirme que así era nomás, que él mismo venía de Nashville sorprendido de que allí “todos” eran songwriters, rescatando el diálogo con un taxista que le comentó tener cientos de canciones escritas y registradas, que hasta Jackson Browne le había grabado un par, que si necesitaba alguna no dudara en contactarlo.
Hago referencia a esto para rescatar la figura del songwriter; sin ellos estaríamos náufragos de algunas estrellas universales.
Alejandro Lerner sería el ejemplo básico de songwriter. Y Albert Hammond, que es un tipo bastante relacionado con este pintoresco país, hoy más conocido por ser el padre de Albert Hammond Jr. de The Strokes que por sus canciones, compuso exitazos que han sido grabados por Carpenters, Aretha Franklin, Julio Iglesias, Tina Turner, Diana Ross, Celine Dion y The Hollies solo por nombrar algunos. Hammond es inglés y está casado con una argentina, así que de vez en cuando anda por Palermo caminando o por Las Cañitas. Un verdadero lord inglés bastante aporteñado.
Cada compositor tiene su estilo propio, sus marcas de agua definidas, lo que hace reconocibles sus creaciones.
En el rock argentino no se usan mucho los songwriters. Algunos casos podrían ser el de Roberto Jacoby con Virus o el de Cuino Scornik con medio rock nacional, principalmente con Andrés Calamaro.
Por acá lo que se estila es que el autor se haga cargo de su obra en su propio grupo o con su propia banda. Ciertamente, si en algo es prolífico nuestro acervo cultural rocker es en compositores. Los hay de todo pelaje, desde los incomprensibles hasta los literales. Quienes escriben largo como Michel Peyronel o los reyes de la sintaxis como Juanse. Los del alegato vibrante o los volados por los aires, como Miguel Cantilo por un lado o Luis Alberto Spinetta por el otro.
Por mi parte adoro a los autores con estilo definido e inimitables. Esos que hacen de sus canciones algo tan personal como su imagen misma.
Adoro a quienes son capaces de cruzar límites con estocadas sutiles. Esos que sólo necesitan un estribillo o un titulo de disco para marcar su territorio intelectual intransferible.
Solo esto voy a agregar para hacerme más comprensible:
Considero, después de mas de 40 años dedicados a los discos, que el único tipo que puede incluir la palabra “Limousine” en medio de una canción sin sonar pretencioso es Gustavo Cerati.
De la misma manera que la única persona que puede cantar un estribillo con la frase “No obstante lo cual me sigue gustando el cabaret” es Pappo.
Y el único músico que puede llamar a una canción Aminoácido y repetir la palabra como un mantra varias veces en el tema sin parecer forzado, como entendiendo de qué está hablando, es Antonio Birabent.
Polifacético, autor, cantor, actor, conductor, hijo, padre y amigo, Antonio es para mí uno de los tipos de consulta cada vez que encaro algo. Con más de 22 discos editados, más de 1 km de celuloide actuado, muchos premios importantes y otros no ganados, el tipo es uno de los infaltables en cuanta recopilación de grandes éxitos generacionales se produzca.
Durante años cultivamos la cábala de estrenar sus discos apenas aparecidos en mis programas de radio, más que nada para que la parroquia se entere que ya estaba todo terminado. A la noche, cena en algún bodegón gallego de la Avenida de Mayo con amigos, y de ahí en más el disco ya estaba en manos de todos.
Cardinal es un álbum iniciático en el derrotero de Birabent. Realizado y terminado después de un par de años entre España y Buenos Aires, es su séptimo disco, el anterior había sido el brillante Anatomía y su secuela Anatomix, la vara estaba algo elevada para aparecer con cualquier cosa. Corría 2001 y el horno no estaba para bollos.
La crisis sociopolíticaeconómicamoral que atravesábamos en esos días dejaba poco margen para el vuelo intelectual.
Y aparece Antonio golpeando la puerta de mi estudio con su sonrisa plena y este disco entre las manos. Ya sentado, leo el tracklist y me encuentro con una canción que se llama Aminoácido. Lo abandono a Antonio y voy al Larousse Ilustrado que nunca faltaba en mi biblioteca.
Aminoácido. Sustancia orgánica con una función ácida y una función amina, que constituye la base de las proteínas.
Que un disco te lleve de cabeza al diccionario habla maravillas de la obra. Aunque sigas sin entender demasiado del asunto.
Cardinal es un disco que cuenta con la colaboración de León Gieco y Gustavo Cerati, va de la balada al rock duro con una banda que acompaña maravillosamente las excursiones sónicas de Antonio, y éste Aminoácido que suena a la Primal Scream, muy de la época.
Un café con Antonio y ahí surge el dialogo siempre bello.
“Cuando empecé a grabar Cardinal, donde está Aminoácido, yo venía de hacer Azar y Anatomía, que eran dos disco intimistas, cercanos a la canción electrónica. Y además eran dos discos que me tuvieron a caballo entre Argentina y España. Cuando me decido a hacer Cardinal quería hacer un disco luminoso, pop. No es casual que en ese disco esté Gustavo Cerati tocando en una de las canciones que se llama Curvas. Se cumplen este año 20 años de la edición de Cardinal. Lo grabé durante el 2001, pero salió un año después. Al final salió muy pop y luminoso. Adentro de ese disco tan pop y tan luminoso está esta canción Aminoácido, que es una canción... qué se yo... distinta“.
”Nos iremos de excursión por tu aminoácido.
Es un viaje largo, interior
Renovador para los dos.
No requiere una dirección
Porque adentro todo es claro.
Tu esencia es mi ambición
Te invito a recorrerla.
Estoy tan sano aquí,
Lejos
Y a salvo de mí”.
Yo pienso para adentro.
Hubo un tiempo, a comienzos de los 80 cuando la música disco se moría, en que los que habían estado transitando el punk tomaron por asalto las discotecas. Tuvo aristas de movimiento cultural mínimo, se llamaba Death Disco, y tipos como Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols, o Mick Jones de The Clash con Big Audio Dynamite, The Dammned. Mismo Brian Eno se juntaba con David Byrne para samplear a un pastor televisivo con algo de música electrónica logrando el primer gran éxito de la movida con The Jezebel Spirit, una canción que sonó durante meses en todas las ex discotecas de moda del planeta.
No podías no ponerla en las eternas noches de esos años, ni en la radio, ni en Paladium.
Inevitablemente, a mí Aminoácido me sonó a esas darknights. Ese sonido duro, la letra que invitaba al viaje prohibido, sumado a la inspirada voz de Birabent, era algo extraño para el nuevo milenio que empezaba a asomar su sucia cabeza.
Sigue Antonio:
“La canción era diferente a las otras de Cardinal, básicamente porque tiene algo de Punk. Si bien siempre he navegado por tantos géneros, el punk no es uno por los que he pasado. Entonces lo que me pasó es que entendí que debería tener otra instrumentación. De hecho, ahora que estoy releyendo la ficha técnica del disco, me doy cuenta que los músicos que tocan eran otros músicos. A Cardinal lo hice con Lolo Micucci y Leah, pero es una placa muy ecléctica. Está León Gieco cantando en Río en espiral que es una canción folklórica que terminó incluyendo Mercedes Sosa en su repertorio, y después llega el punk furioso de Aminoácido”.
”Nos iremos de excursión por tu aminoácido.
Si alimento tus secretos,
La verdad será mi recompensa.
Navegando por tus venas
Un destino, y un silencio.
Estoy tan sano aquí
Me siento mucho mejor sin mi
Si todo debería pasar
Aquí adentro es el lugar.
Aminoácido, aminoácido
Ya partimos de excursión
Por tu aminoácido”.
En Aminoácido los músicos que hacen su única participación en la velada son Martín Delahaye en bajo, la batería de Pablo Contursi, las guitarras son de Antonio y Víctor Volpi, más los coros de Mariana Melero. Aun hoy escucharlo estremece, acelera, desubica. Adoro las músicas que te desubican.
Antonio Birabent sigue.
”A mí lo que me gustaba de Aminoácido era esta idea que tiene la letra de poder viajar por el cuerpo de otra persona. Como te conté yo venía de tres años de estar realmente viajando entre Madrid y Buenos Aires. Haciendo música y actuando acá y allá. Me definía como un turista sentimental y físico. Azar y Anatomía son dos obras que están en esa línea de un hombre que va y viene entre dos lugares. Cuando llegué a la idea de Cardinal, y a ésta canción puntual, estaba pensando en eso de viajar sin moverse. Hacer viajes que no tengan que ver con tomar un avión o un tren. Me parecía más poética la idea de viajar por adentro de una persona”.
“Te cuento algo -sigue Antonio-. Mucha gente le buscó a éste tema el significado lisérgico. El significante de una pastilla o algún estupefaciente que te alejara de la realidad. De hecho el video que hicimos de esa canción termina pareciendo que tiene algo que ver con las drogas y la verdad que nunca intentamos eso. A mí siempre me pareció que la droga más fuerte es la conexión humana y lo que eso produce”.
Nos despedimos mientras recordábamos las peripecias de ese 2001 nefasto para todos los argentinos.
Hay en Cardinal indicios de esa situación: Blindados, por ejemplo, aunque habla de dos personas que no se comunican está compuesta en los días del famoso blindaje económico del FMI, pero esto queda entre nosotros.
Antes del adiós, con su sonrisa gardeliana, Antonio me recuerda algo.
“Nunca me voy a olvidar cuando te llevé el disco a la radio, antes de abrirlo me miraste y me dijiste: ‘El único tipo que puede ponerle de título Aminoácido a una canción sos vos’”.
Antonio Birabent, el hijo de Moris, el padre de Oliverio, el amigo de muchos, está no solo en plena actividad sino embarcado en muchísimos proyectos.
Siempre es placentero escucharlo.
No de todos se puede afirmar algo así.
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