Perón presidente: una violenta campaña electoral, dirigentes desconectados de la realidad y el enemigo perfecto

Hace 76 años se celebraron elecciones nacionales que llevaron al influyente coronel a la primera magistratura. Violencia, muertos, acusaciones de supuestas simpatías nazis y la construcción de un enemigo ideal en la figura del embajador norteamericano Braden fueron algunos de los condimentos de su carrera hacia la presidencia

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El golpe del 4 de
El golpe del 4 de junio de 1943 fue saludado con entusiasmo por una importante porción de la población, que vio la finalización de la llamada "década infame".

Ese domingo 24 de febrero, a las 8 menos cuarto, Juan Domingo Perón llegó a la mesa de la calle Juncal 2961, entre Billinghurst y Sánchez de Bustamante, distante unas veinte cuadras de donde vivía con Evita en Posadas al 1500. Debió esperar quince minutos hasta que las autoridades y fiscales se acomodasen para poder habilitar la mesa. Su principal contrincante, el radical José Tamborini, un médico que dos días antes había cumplido 60 años, lo hizo a las 11 de la mañana en Cerrito 526.

El influyente coronel del golpe del 4 de junio de 1943, protagonista de una inédita movilización popular, quería ser Presidente.

El 4 de junio de 1943 los militares agrupados en la logia Grupo de Oficiales Unidos (GOU) habían derrocado al gobierno de Ramón Castillo. Ese golpe inauguraría una nueva etapa para el país y para el ascendente coronel, que sabría sacarle provecho a la situación. Causó sorpresa e incredulidad cuando eligió hacerse cargo del Departamento Nacional del Trabajo, un organismo inoperante que había sido creado en 1907.

En noviembre de ese año logró cambiarle el status a su dependencia y pasó a ser Secretaría de Trabajo y Previsión, que sería una base de sustentación a su proyecto político, ya que dicho organismo estatal poseía filiales en todo el país.

Era consciente que le sería dificultoso acceder a la presidencia sin un partido detrás. Desde la muerte de Hipólito Yrigoyen en julio de 1933 el país no contaba con un caudillo popular. Perón, conocedor de la orfandad en la que se sentían viejos yrigoyenistas, relegados por la conducción alvearista de la Unión Cívica Radical, decidió tentarlos. Ellos tenían el know how de la política, poseían comités en todo el país y manejaban como pocos el arte de hacer política.

Los radicales que dejaron el
Los radicales que dejaron el partido para acompañar a Perón formaron la Unión Cívica Radical Junta Renovadora.

Sus principales colaboradores se lanzaron al operativo seducción de radicales. Domingo Mercante, Juan Atilio Bramuglia y Arturo Jauretche fueron algunos de los que intentaron convencer a los yrigoyenistas y a los jóvenes nucleados en torno a la intransigencia. Si bien no consiguieron sumar a líderes de primera línea, personalidades como Armando Antille, Diego Luis Molinari, Ricardo Guardo, César Guillot, Román Subiza, Miguel Tanco, Alberto Durand, Eduardo Colom, John William Cooke y Joaquín Díaz de Vivar, entre tantos otros, se pasaron al nuevo proyecto que aún no se llamaba peronismo.

El 23 de octubre de 1945 crearon la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, mientras que los que dirigentes sindicales que habían motorizado la movilización del 17 de octubre, al día siguiente dejaron constituido el Partido Laborista. A Perón lo nombraron afiliado número 1.

En las pujas por definir candidaturas revelaron que radicales y laboristas serían como el agua y el aceite. Los dirigentes sindicales no comulgaban con aquellos políticos a los que identificaban con componendas, arreglos y traiciones. Solo se pusieron de acuerdo en llevar la fórmula Perón-Quijano, pero el resto de los candidatos fueron con listas separadas, salvo escasos distritos. Como a Perón también lo apoyaban sectores nacionalistas y conservadores, que no encajaban ni con radicales ni con laboristas, se armó el Partido Independiente.

"Abuelo", le decía Evita a
"Abuelo", le decía Evita a Juan Hortensio Quijano, el vicepresidente de Perón. Era un veterano dirigente correntino, cercano a Marcelo T. de Alvear. Se dedicó a la explotación agropecuaria en su provincia y hasta levantó un ferrocarril

Las elecciones nacionales estaban previstas para el 7 de abril de 1946, pero el presidente Edelmiro Farrell las adelantó para el 24 de febrero. La oposición no puso ninguna objeción, ya que se sentía preparada. Los radicales alvearistas, los socialistas, demócratas progresistas y comunistas conformaron la Unión Democrática, que llevó la fórmula José Tamborini- Enrique Mosca, que se creían seguros vencedores. “Por la libertad, contra el nazismo” era uno de sus principales slogans.

Perón eligió como compañero de fórmula a Juan Hortensio Quijano, un dirigente radical correntino, que entre agosto y octubre de 1945 fue ministro del Interior de Farrell. La picardía de Natalio Botana, director del diario Crítica, había cambiado la “j” de Juan por la de Jazmín y muchos creyeron que se llamaba así. Tenía 61 años y ese aspecto avejentado, de pelo canoso, grandes bigotes y corbata de moño hacía que Eva Perón lo llamase “abuelo”. Le ganó la pulseada a los laboristas, que lo querían a Domingo Mercante, a quien se compensó con la candidatura a gobernador bonaerense.

Cuando en un acto los
Cuando en un acto los seguidores de Perón blandieron camisas atadas a palos, simbolizando a los descamisados, la oposición se ocupó de destacar negativamente el hecho (Archivo del autor)

Durante la campaña electoral se registraron graves actos de violencia. Tres muertos en un tiroteo cuando el Tren de la Libertad, que llevaba a los candidatos de la Unión Democrática, viajaba por el norte y otros dos en Plaza Once. Perón era precavido: en sus giras por el interior hacía detener el tren tirado por la locomotora “La Descamisada” antes de llegar a la estación, donde descendía con su comitiva. En una oportunidad, obreros ferroviarios hallaron explosivos colocados en las vías, hubo descarrilamientos provocados por actos de sabotaje y la lluvia de piedras era una constante.

En algunos de los viajes lo acompañó su esposa Evita, quien se mantuvo en un discreto segundo plano. Su debut ante el público fue en un acto con mujeres y estudiantes en el Luna Park, celebrado el 9 de febrero. Cuando quiso leer un mensaje escrito por su marido, la gente le gritó “¡Queremos a Perón!”

Una de las boletas que
Una de las boletas que llevó la fórmula Perón-Quijano (Archivo del autor)

La Unión Democrática hizo un gigantesco acto el 9 de febrero de 1946 en Nueve de Julio y Avenida de Mayo. Los candidatos fueron redundantes en las alusiones a la democracia y a la libertad –relacionaban a Perón con el nazismo- sintiendo que tenían la elección ganada. “Ha llegado la hora de combatir”, anunciaron.

El 12 fue el turno de Perón. En un día lluvioso y con Perón resfriado se hizo un acto desde los balcones de un viejo edificio frente al obelisco, en Diagonal Norte y Cerrito. Pasó la tarde preparando el discurso que leería. Estaba preocupado por la multitud que lo esperaba, aunque Evita estaba exultante.

El libro Azul y Blanco,
El libro Azul y Blanco, Perón refutó las acusaciones vertidas en el libro Azul

El mismo día Estados Unidos dio a conocer el Libro Azul, en donde se trató de vincular al candidato con el nacionalsocialismo, derrotado meses atrás en Europa. Su contenido fue reproducido por los principales diarios. Tres días antes de las elecciones, Perón contraatacó con el libro Azul y Blanco. Era el corolario del enfrentamiento mantenido con Spruille Braden, el embajador norteamericano, a quien asoció a los intereses de los políticos de la Unión Democrática.

El slogan “Braden o Perón” rápidamente surtió el efecto deseado y demostró ser una contundente consigna de campaña electoral.

Ya corría con ventaja. El 20 de diciembre del año anterior había anunciado la creación del Instituto Nacional de Remuneraciones, se otorgó un aumento salarial y se instituyó el sueldo anual complementario. Todo el arco opositor criticó la imposición del aguinaldo –fue calificada de “demagogia electoral”- y le cayó del cielo el fallo de la Corte de inconstitucionalidad del decreto que habilitaba a las delegaciones regionales de la Secretaría de Trabajo y Previsión a multar a los empresarios que violasen la ley. Esto le dio pie al candidato a criticar “a los leguleyos de la oligarquía” y a afianzarse como el único defensor de los trabajadores.

Los candidatos de la Unión
Los candidatos de la Unión Democrática se creyeron seguros ganadores. Sufrirían una derrota contundente

La oposición no estaba en sintonía. “Perón es asunto terminado”, cortó contundente Amadeo Sabattini, en rueda de prensa en su provincia. Faltaban tres días para las elecciones y el dirigente radical cordobés, que había hecho una muy buena gestión como gobernador entre 1936 y 1940, estaba por demás confiado.

El ingeniero agrónomo Mauricio Birabent dictaba conferencias sobre cuestiones agropecuarias en las giras que el presidente Farrell realizaba por la provincia de Buenos Aires. Durante la campaña electoral, acordaron con Antonio Molinari repartirse en un acto de la Unión Democrática y otro en uno peronista. Aquel fue a un acto radical y Birabent a uno frente a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Luego se reunieron para intercambiar impresiones.

- Le oí a Ricardo Rojas recitar “El albatros”, de Baudelaire –contó Molinari.

- Yo lo vi a Mercante, quien en un solo discurso prometió 17 mejoras sociales.

- Entonces, no caben dudas. ¡Perón ya es presidente!

La participación del electorado había llegado al 83%. El escrutinio comenzó dos días después en el salón Azul del Congreso Nacional, donde se habían depositado las urnas. El único incidente durante el recuento fue que en la noche del 14 de marzo a un soldado de custodia se le escapó un disparo por no ponerle el seguro a su arma.

Los primeros cómputos, llegados de San Luis y San Juan, dieron ganador a la Unión Democrática, y todo fue alegría. Sus dirigentes se apuraron en destacar públicamente la transparencia con que se había celebrado el comicio y felicitaron a las autoridades del gobierno. Pero a medida que fueron llegando los resultados de otras provincias, especialmente el litoral y Buenos Aires, la tendencia fue clara para Perón, recluido en su quinta de San Vicente.

La fórmula ganadora, el día
La fórmula ganadora, el día de la toma del juramento, en el Congreso. A la derecha se ve a Ricardo Guardo, radical renovador, que sería el primer presidente de la cámara baja

Los resultados finales se conocieron el 8 de abril. Perón-Quijano obtuvo 1.487.866 votos, el 52,84% y 304 electores, contra 1.207.080, 42,87% y 72 electores de Tamborini-Mosca.

Decidió asumir el 4 de junio, aniversario del golpe militar. A las 12:15 llegó al Congreso en carroza luciendo el uniforme militar de gala, al que tres días antes hubo que modificarle la jerarquía: los tres soles que lo identificaban como coronel fueron reemplazados por uno de oro correspondiente al de general de brigada. Como el 17 de octubre había firmado su solicitud de retiro del ejército, el bloque de legisladores peronistas solicitó que se le devolviese el grado y un acuerdo de ministros lo ascendió con fecha 31 de diciembre de 1945.

No era el único favor que le harían. Farrell, el presidente saliente, se hizo cargo de medidas impopulares, como fue la intervención a las universidades y coartarle a los diarios de la oposición el acceso al papel. Ahora era otro el que mandaba.

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