El fuego se llevó la casa de dos jubilados en los Esteros del Iberá: “Solo nos queda lo que tenemos puesto”

Las llamas del incendio que castiga la provincia de Corrientes alcanzaron una vivienda en el pueblo El Caimán. Allí vivían Andrea y Leopoldo González: “Las llamas se comieron todo en 20 minutos”. Un drama social y ambiental sacude las poblaciones rurales que rodean los esteros

Andrea y su sobrino Néstor sobre las ruinas de su casa en el pueblo El Caimán, en Corrientes (Franco Fafasuli)

(Enviado especial a Corrientes). Andrea González recuerda su infancia en este mismo lugar, hace cuatro o cinco décadas. Mira la tierra negra, quemada a su alrededor y señala un espacio gigantesco de decenas de hectáreas donde solía reinar el agua, antes de la sequía, y de donde ahora brotan columnas de humo blanco.

Ese campo seco, hecho cenizas, fue hasta hace no mucho tiempo uno de los tantos esteros de la zona circundante al Parque Nacional Iberá. “Pensar que íbamos ahí a lavar la ropa, era agua cristalina, limpita, y ahora ya no hay más”, recuerda la mujer mientras camina junto a Infobae alrededor de las ruinas de lo que hasta el domingo a la tarde fue su casa.

Ahora ya no hay más nada. Cuatro postes convertidos en carbón y un montón de ladrillos destrozados son los vestigios de lo que fue un hogar. La ola de fuego se tragó la última construcción antes del campo del pueblo El Caimán, un paraje a la vera de la ruta nacional 118, que en los últimos días quedó rodeado por los incendios.

Primero, la sequía volatilizó el agua. Y luego, el fuego se comió lo que quedaba. El trabajo descomunal de los brigadistas de Parques Nacionales, que llegaron desde varias partes del país, frenó las llamas justo antes de que invadieran la zona poblada. Sin embargo, no lograron salvar la casa que comparte Andrea con Leopoldo, su hermano mayor, un jubilado que levantó lo que fue esta pequeña vivienda de techo de chapa con sus propias manos hace más de una década.

La congoja de este señor de 71 años es tan grande que no quiere hablar mucho y menos ser retratado por el fotógrafo de Infobae. Solo dice una frase, que cruza el alma como una daga: “Yo hice solito mi casa y ahora no tengo nada. La hice con mis manos, pero ya estoy viejo y nunca voy a poder volver a hacerla”.

El fuego en El Caimán comenzó el domingo y llegó a la zona poblada: los brigadistas lograron frenarlo pero no pudieron evitar que incendiara la casa de los González (Franco Fafasuli)

Los fuertes vientos llevaron el fuego hasta la casa de los González, justo detrás de un frondoso cañaveral. Fue pasado el mediodía del domingo. Las llamas aparecieron a una velocidad inesperada por los dueños del hogar. “No llegamos a sacar más que la heladera. Nos quedamos sin nada, sin muebles, sin cocina, sin ropa. Todo lo que tengo es lo que tengo puesto”, cuenta Andrea.

Quizás por el estado de conmoción o porque no le queda otra que ser optimista, esta mujer de 59 años, mira el lado amable de la vida: “Al menos no nos agarró durmiendo, Dios nos ayudó en eso. Si pasaba el fuego de noche estábamos muertos”.

González cuenta que fue muy rápido. En 20 minutos. “Le dije a mi hermano saquemos cosas. Nos pusimos nerviosos, el fuego llegó muy rápido. Queda miedo psicológico. Es muy feo”, relata mientras recibe dos bidones de agua y unos paquetes con alimento de un grupo de evangélicos que llegó desde Posadas con donaciones para las víctimas y para los brigadistas.

Darío Gómez fue uno de los combatientes que luchó todo domingo contra el fuego que acosó la vida bucólica de El Caimán. “Es triste. Es el patrimonio de gente humilde y se le fue en media hora lo que logró en toda su vida”, comenta este brigadista del Parque Nacional Quebrada del Condorito, en Villa Carlos Paz, Córdoba.

El equipo de brigadistas de Parques Nacionales en El Caimán (Franco Fafasuli)

Los especialistas en fuego que llegaron desde distintos puntos del país coinciden en el análisis de las circunstancias. Gómez explica que la sequía de los esteros más la forestación excesiva de pinos para producir madera sumado a la tradición cultural de la población rural de quemar pastizales fue un combo letal en este contexto de drama climático.

“No conozco la dinámica de esta provincia sobre cómo maneja el tema de la madera. Esto es un terreno con mucha vegetación y poco ordenamiento territorial. No hay política de Estado de hacer despejes en viviendas. Todas están contiguas al monte y son casas de madera. En un período de sequía extrema, las casas así construidas son nafta. No hay chances de tener éxito y trabajar de manera segura, más accesos complicados, no hay identificadas vías de escape y mucha gente está desesperada. Se trató de trabajar coordinado y con seguridad. Es triste”, comenta el combatiente, que trabajó en incendios forestales en la Patagonia, el Delta del Paraná y San Luis, además de los que ocurren en Córdoba.

El fuego apareció “misteriosamente” en El Caimán el domingo al mediodía. En la zona, también ardían campos en Caá Cuati. Se cree que las llamas de este pueblito donde viven los González fueron iniciadas intencionalmente. Varios vecinos dijeron incluso haber visto a un hombre que luego salió “en una camioneta marrón” hacia el poblado vecino de San Miguel.

Un combatiente en medio de lo que alguna vez fue un estero y quedó arrasado por el fuego: trabajaron equipos de Córdoba, Jujuy, Mendoza, Policía Federal y el Ejército en la zona (Franco Fafasuli)

Las viviendas de El Caimán estaban a salvo porque el viento soplaba del sudoeste pero en un segundo rotó en dirección contraria y las llamas comenzaron a acercarse vertiginosamente a las últimas casas del pueblo.

Y hay mucha vegetación alrededor de las casas, es todo muy combustible. Estuvimos a las corridas toda la tarde”, comenta Emanuel Cruz, un brigadista de 33 años, integrante del equipo de la provincia de Jujuy.

Los combatientes salieron a las 14.30 de la escuela rural donde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable montó la base de operaciones de emergencia (de allí salen los tres helicópteros que llevan y traen brigadistas al interior inaccesible del Parque Nacional Iberá). “Y cuando llegamos había quemado todo. Así que nos dividimos sectores. Éramos de Mendoza, Córdoba, de la Policía Federal y la policía local y también del Ejército. Cuando vimos que apuntaba a las casas nos preparamos porque el viento cambia fuerte y nos pusimos todos a defender las viviendas”, explica Cruz. Del otro lado del estero seco hay un monte de pinos plantados para producción forestal. Los bomberos dijeron: “Si va al monte, que vaya”.

La primera parte de la lucha contra el fuego en El Caimán terminó cerca de las 3 de la madrugada del lunes. Por seguridad cortaron la energía eléctrica y todo el pueblo, más las 10 mil personas que viven en San Miguel se quedaron sin luz durante toda la noche.

La primera parte de la lucha contra el fuego en El Caimán terminó cerca de las 3 de la madrugada del lunes (Franco Fafasuli)

En la mañana del lunes un equipo de 30 brigadistas de Jujuy y Córdoba volvieron a la zona para hacer la guardia de cenizas. Mientras intentaban controlar los 10 focos que humeaban cerca de la casa de los González, una inmensa columna apareció detrás de un monto, cerca de la laguna del pueblo. Media hora más tarde, otra vez la situación se volvió infernal, con llamas de mucha altura que llegaron hasta la ruta 118.

El ministro de Ambiente nacional, Juan Cabandié, y el director del Servicio Federal de Manejo del Fuego, Alberto Seufferheld, fueron testigos de la segunda parte del combate al fuego, que contó con la ayuda de la capa asfáltica de la ruta, que sirvió como un cortafuegos. En el camino, cientos de árboles y algunos animales quedaron hechos cenizas.

¿Cómo se reinició el fuego en otro sector donde el domingo no había llegado? Nadie lo puede asegurar, pero son varias las personas que dicen que fue intencional. Para uno de los bomberos cordobeses, que prefiere no dar su nombre, también hay una lógica social: “Acá hay mucha pobreza, y muchos empiezan a ver o escuchar que hay donaciones y piensan en quemar a ver si tienen algo, porque nunca tienen nada”.

Andrea González volvió a El Caimán hace cinco meses: "Queda el miedo psicoólogico", dice (Franco Fafasuli)

“Esta es una colonia olvidada”, asegura Néstor González, sobrino de Andrea y Leopoldo. “Acá la gente vive de lo que puede. No hay trabajo para la gente. Acá si plantas algo es para comer. Sufrimos hace muchísimo años, la gente tiene que dejar su casa para trabajar porque no hay futuro para nada”, dice con dolor y bronca el hombre, de 38 años.

Para Andrea, es inevitable evocar los tiempos en los que las lluvias entre febrero y marzo y septiembre y octubre eran muchas y muy frecuentes y toda esta zona era verde y llena de humedales.

“Hay una sequía terrible. Nunca vi algo así. Muchos animales se secan o se mueren”, comenta esta mujer con las ruinas de su casa bajo sus pies. Ella, luego de vivir muchos años en el conurbano bonaerense, donde trabajó como empleada doméstica, volvió en diciembre para vivir junto a su hermano. “Vine acá porque quería la tranquilidad”, sonríe con resignación.

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