El jueves 1º de noviembre de 1973, la tapa de La Opinión tituló a tres columnas: “Perón iría a EE.UU. para hablar en las Naciones Unidas y entrevistar a Nixon” e informa que el encuentro presidencial -confirmado por el Departamento de Estado- ”sería una consecuencia directa de la fructífera entrevista del canciller Juan Alberto Vignes con el Secretario de Estado, Henry Kissinger, celebrada en Nueva York el 5 de octubre.”
Con la mayor reserva, para ese traslado a los EEUU, se acondicionaría un avión de Aerolíneas Argentinas con una sala de emergencia médica. El proyecto de Juan Domingo Perón se daba de bruces con lo sostenido por el jefe del Ejército, Jorge Raúl Carcagno, en la Conferencia de Ejércitos Americanos, realizada en Caracas dos meses antes, en la que el comandante militar argentino, al unísono con el delegado peruano, general Eduardo Mercado Jarrin, presentaron una posición “tercerista” que no fue aprobada por la mayoría de los presentes: 10 votos en contra, 6 a favor y 3 abstenciones.
Lastimosamente, mientras Carcagno sostenía en Venezuela que la subversión “desaparecerá cuando se actúe decididamente sobre las causas que la generan, tanto políticas económicas y sociales”, en Buenos Aires -6 de septiembre de 1973- un comando del PRT-ERP atacaba el Comando de Sanidad, asesinando al teniente coronel Raúl Duarte Hardoy.
Tres días más tarde, Carcagno retornó a Buenos Aires y en una larga declaración que leyó al periodismo, sobre los resultados de la Conferencia lanzó al aire una reflexión: “La experiencia allí vivida, y que en muy estrecha síntesis les he relatado, me lleva a la decisión de proponer a las correspondientes autoridades de Gobierno la no concurrencia del Ejército Argentino a posibles futuras Conferencias de Ejércitos Americanos, si es que se mantienen en el ámbito político las mismas reglas de juego.” Poco después trascendió que el Ejército pediría el retiro de las misiones militares de los EE.UU. y Francia. El 25 de septiembre de 1973, la embajada estadunidense informaba en su cable Nº 7039 que el coronel Juan Jaime Cesio era el autor de la filtración del proyecto.
El 12 de octubre de 1973, Perón asumió por tercera vez la presidencia constitucional de la Argentina pero la anunciada cumbre presidencial en Washington no se llevó a cabo por dos motivos. El primero fue el escándalo del caso Watergate, que día a día sumergía al presidente Richard Nixon (renunció el 9 de agosto de 1974). La segunda razón fue la delicada salud que enfrento Perón, especialmente a partir del 21 de noviembre de 1973.
Casi al unísono, entre otras contradicciones de la época, Juan Domingo Perón va a instruirlo a Alejandro Orfila (designado embajador en Washington) que “hay que arreglar con los yanquis” y coordinar un encuentro con Richard Nixon.
Durante un largo café, el 15 de enero de 2013, Orfila me contó: “Me entrevisté con Perón porque iba de embajador a Washington. Le pregunté: ¿Presidente, qué quiere Usted que yo haga?”.
Y así recordó el diálogo:
Perón: -Orfila, los americanos creen que yo soy antigringo y yo no soy antigringo. Los americanos creen que soy nacionalista y soy nacionalista pero no pelotudo.
Orfila: -Y entonces estas son las instrucciones.
Perón: -Vaya Orfila, vaya y haga.
En otras palabras, Carcagno volvía a estar mal informado y asesorado. Poco después de asumir Perón llegó a Buenos Aires como representante del gobierno de Nixon el embajador Robert Hill, un hombre que comprendía las acechanzas de la Guerra Fría y que conoció a Perón durante su gestión como embajador en Madrid.
El lunes 12 de noviembre de 1973 el mandatario boliviano Hugo Banzer realizó una visita oficial a la Argentina y el 19 Perón viajó por unas cinco horas a Montevideo y se entrevisto con Juan María Bordaberry, un mandatario detestado por la organización Montoneros y sus aliados. En la capital uruguaya tuvo una recepción apoteósica. La vicepresidente María Estela Martínez lo reemplazo en esos momentos en la Primera Magistratura.
Los atentados y la violencia política ensombrecían un panorama que –para el gran público- bajo la presidencia de Perón se hacían cada vez más incomprensibles. La violencia era severamente comentada por la prensa de Estados Unidos. El Journal of Comerce afirmó, en su edición del 21 de noviembre: “Buenos Aires se ha convertido en la capital mundial del secuestro”. Explicaba luego que desde comienzo del año se habían producido más de ciento cincuenta casos de secuestros extorsivos comprobados con pagos de rescates por cuatrocientos millones de dólares, y más de veinte atentados y agresiones terroristas en perjuicio de empresas norteamericanas radicadas en el país.
No difería en el enfoque el semanario Time que señalaba, bajo el título “Argentina, un estilo de muerte”: “Como cientos de sus colegas empresarios norteamericanos, el ejecutivo de Ford, John Albert Swint, vivía atemorizado. Las bandas guerrilleras han convertido al terrorismo en una cosa usual para los relativamente ricos y poderosos, especialmente en los alrededores del centro industrial de Córdoba que se ha hecho famosa como la capital del terrorismo”. Para esa época la conducción del PRT-ERP se había trasladado a Córdoba. En la agenda de la muerte, anotaba el semanario, “desde principio de año hay 160 secuestros denunciados, incluyendo nueve extranjeros, tres de ellos de nacionalidad norteamericana.”
Mientras la violencia terrorista de noviembre cargaba de incertidumbre y estupor a los argentinos, el mes terminaba, además, con un sobresalto en la salud de Perón que lo obligo a guardar cama por varios días. El miércoles 21 de noviembre, Perón fue víctima de un edema agudo de pulmón en su casa de Gaspar Campos 1065. En ese momento no contaba con un equipo de atención médica de urgencia “de allí que con los autos de la custodia habían tenido que salir a buscar un médico en forma urgente”, relataron años después los doctores Pedro Ramón Cossio y Carlos A. Seara.
En esas horas se sabía que Perón era atendido por el eminente cardiólogo Pedro Cossio. Pero, desde aquél momento, se tomó la decisión de formar un equipo médico estable, integrado por jóvenes profesionales de sólida formación, entrenados para situaciones de urgencia, y de absoluta confianza profesional e ideológica. Todos los candidatos a integrar el equipo fueron investigados ideológicamente, como bien me dijeron Cossio y Seara. Éste dato es importante porque configuraba el clima ideológico del ambiente que rodeaba a Perón… o que Perón deseaba. Uno de los candidatos a formar el grupo fue descartado después que se comprobó que en las elecciones de marzo de 1973 había votado por la fórmula de izquierda Oscar Alende-Horacio Sueldo. Los médicos no solo permanecerían en Gaspar Campos, con guardias que se alternaban, sino que lo seguirían de cerca en la Casa de Gobierno, Olivos y el exterior.
A partir de del edema pulmonar del Presidente el teniente general Jorge Raúl Carcagno va a recibir todo tipo de asesoramientos que no hacen otra cosa que transparentar el universo de asesores militares y civiles que lo rodeaban. En esos grupos se destacaban los coroneles Cesio, Enrique Recchi, José R. Villarreal, Luis Martella y Juan Antonio Martínez (enlace con Ricardo Balbín y Miguel Ángel Zabala Ortiz) y los tenientes coroneles (R) Celestino Arboleya y Rolando Obregón. Entre los civiles hay que anotar a Mario Díaz Colodrero, Basilio Serrano y “M.M.” (¿Mariano Montemayor?).
El 22 de noviembre Carcagno recibió un largo “Informe Base” de su Secretaría que trata sobre la “parcial o total incapacidad” del Presidente de la Nación y considera “acciones preventivas o/y ejecutivas a adoptar por el Ejército”. Entre las primeras consideraciones dice: “La salud de Perón es un componente sobre el que pivotea toda la realidad política del país. Realiza actividades reñidas con su edad que no son debidamente medidas. Se advierte así hasta qué punto el futuro de la Nación está dependiendo de un solo hombre. Es evidente la ineficiencia e improvisación que se manifiesta en el cuidado de la salud del Presidente y la falta de un servicio médico permanente en su residencia, habla claro de ello. Dos ausencias de Casa de Gobierno en una semana, es un índice poco alentador respecto de la real capacidad física y biológica de Perón”.
-”A mayor grado de ausencia de Perón del poder real, aumentará el cuestionamiento de la legitimidad del poder legal por quienes están fuera de la órbita de la conducción del partido y del aparato gubernamental.”
-”En distintos ambientes del medio civil se estima que, ante una situación de deterioro del Gobierno o de crisis institucional, el poder caerá nuevamente en las FFAA (particularmente en el Ejército). Ello debe ser tenido en cuenta para preparar sicológicamente a los cuadros y evitar la errada convicción de que se considere como ‘única solución idónea’ que el Ejército o las FFAA tomen a su cargo nuevamente la conducción política del país.”
-En el caso de la variante “enfermedad que derive en incapacidad parcial y que lo obligue a un alejamiento casi total de sus funciones”, los integrantes de la Secretaría del Comando General del Ejército (CGE) consideran que “se va a ir agudizando el enfrentamiento entre el aparato gobernante (Isabel-López Rega- Gelbard) y el Consejo Superior del Movimiento por un lado, frente a los partidos extremistas, la juventud radicalizada, los sindicalistas opuestos al Consejo Directivo de la CGT y la subversión. En la medida en que el primer término de la alternativa presente errores, muestre debilidades o vacilaciones, aumentará la presión… hasta la toma del poder.”
-En el caso de “enfermedad que derive en incapacidad prolongada y/o fallecimiento previsible”, se aventura que “podrá generar enfrentamientos de mayor virulencia más o menos inmediata y llegará a un abierto cuestionamiento de la legitimidad del poder con el congruente riesgo para la estabilidad institucional de la República.”
-[…] En el orden político partidista, las escisiones internas se profundizarán y podrán desembocar en enfrentamientos violentos apoyados eventualmente por otros sectores políticos interesados. Como consecuencia de esto, no es descartable que retome actualidad la figura de Cámpora, apoyada por sectores de la juventud, y buscando la herencia política a expensas de Isabel.”
-En el caso de “fallecimiento” del Presidente “es previsible una crisis de poder con una confusión inicial en todos los escalones de decisión” y tras la previsible congoja de los partidos políticos y “los grupos de presión que acompañan al gobierno… la actitud final a adoptar podrá variar entre el apoyo a la Vicepresidente y la aplicación de la ley de acefalia o una nueva ley que permita a la Asamblea Legislativa designar un nuevo presidente.”
El cuadro informativo también aconsejaba resolver cuanto antes la cuestión de los ascensos y destinos de los estamentos superiores del Ejército.
El mismo día, la Jefatura V (política), comandada por el coronel Juan Jaime Cesio, analiza el Informe Base de la Secretaría y estima que “la Vicepresidente no está en condiciones de reemplazar a Perón satisfactoriamente, de allí que los diferentes sectores de la vida pública del país, maniobren para quedarse con el poder real en una forma u otra.”
Además del peronismo ortodoxo, el sindicalismo y los grupos económicos-financieros, Cesio contempla a “la Juventud Peronista (Tendencia) y organizaciones especiales del peronismo.” Y luego -para peor- aclara: “No se mencionan a los agrupamientos ultrarradicalizados o subversivos porque carecen de peso político propio, pero se descuenta su intervención violenta en el proceso, en apoyo u oposición de algunos de los sectores considerados”.
Una pregunta: ¿Dónde ubicaba el coronel Jaime Cesio a las organizaciones armadas Montoneros y FAR?
Cesio considera que el Ejército “es mirado desde todos los ángulos como la única solución idónea y ocurren así dos fenómenos de índole contrapuestos”: “El que se deriva de grupos disolventes, especialmente militares fuera de la institución y aún dentro de ella, que participando de la idea de que el poder irá a parar a manos del Ejército, aspiran a que no lo tomen sus actuales autoridades y hacen lo imposible por substituirlas y el que se produce cuando distintos sectores de poder, advirtiendo esta transferencia, entienden que deben ser las actuales autoridades del Ejército las que reciben y buscan su alianza con las mismas.”
Sin decirlo, Cesio estaba hablando de Montoneros y advierte que “a partir de ayer (21 de noviembre) el cordón umbilical que une a Perón con la realidad y que manejan López Rega y la Vicepresidenta, se ha vigorizado.”
Como “ideas complementarias” la Secretaría del Comando General del Ejército (CGE) considera que “si el día martes 27 de Noviembre al mediodía aún no se ha concretado la oportunidad de la entrevista entre el Presidente y el Cte Gral sería preciso forzarla [...] El argumento a utilizar es que la presión interna de la Fuerza obliga a una información seria a cargo del Comandante. Este curso de acción tiende a que el Cte Grl forme parte del nexo que hemos llamado cordón umbilical.”
Con fecha 23 de noviembre de 1973, Carcagno recibe un “Informe del equipo civil de asesoramiento político (I)” que le dice: “De manera subterránea, solapada, pero no por ello menos real, queda abierto formalmente el tema de la sucesión de Perón que hasta ahora aparecía como un mero ejercicio teórico.”
El siguiente Informe de los asesores civiles (II) del mismo día llega a sostener que “en un secreto y franco planteo a la Señora Vicepresidenta advertirle que ella sola no podrá ejercer el Poder Presidencial. Se le ofrecerá el apoyo de las FFAA, con la condición de que el poder efectivo sea ejercido en la forma más amplia por un Primer Ministro que cuente con suficiente respaldo político y con el aval Militar.”
En otro momento del documento aconseja que “el Ejército debe tratar de obtener el diálogo más fluido y seguro con el Presidente, ya sea para la obtención de un cuadro actualizado sobre la salud del mismo, como para sincronizar su accionar político a la marcha que el Sr. Presidente le imponga al proceso. Para esto:
-”Debe tratar de cubrir la Secretaría Militar de la Presidencia cuanto antes y con una persona de la mayor confianza.”
-”Debe mantener un permanente contacto con personas que puedan tener acceso directo a Juan Domingo Perón. Conviene mencionar, porque reúnen estas condiciones y tienen simpatías hacia el Ejército, a, entre otros: Isidoro Ventura Mayoral, Solano Lima, Embajador Eduardo Crespo (vía Dr. Hipólito Jesús Paz), Dr. Carlos Pedro Blaquier (contribuyo personalmente a Perón con un millón de dólares en Madrid), conviene chequear cómo se encuentran actualmente las relaciones de Giancarlo Valori y pensar en la posibilidad de un prudente acercamiento al Dr. Cossio o al Dr. Liotta.”
-”En caso de no poder ver al Sr. Presidente, se debe pedir audiencia con la Señora Vicepresidenta, con la excusa de la Secretaría Militar y la elevación de las listas de Ascensos y Pases.”
El viernes 23, al final de la tarde –como relato La Opinión del domingo 25- Perón apareció por televisión dando muestras de estar recuperado y “haciendo bromas acerca de su estado de salud… el Jefe del Estado admitió que está en período de convalecencia y que su estado físico exige reclama cuidadosa atención.”
Faltaban aún siete meses para el fallecimiento del Presidente pero todos los documentos que recibía el Comandante General especulan con la variante de su muerte.
En medio de rumores de todo tipo Carcagno, Betti, Cesio y Dalla Tea se reunieron en secreto en la casa de un empresario con Mario Eduardo Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto. Lo relató Perdía en sus memorias y a mí me confirmó la reunión su jefe Mario Firmenich en respetuosos diálogos vía mail (16 de noviembre de 2017).
De todas maneras lo relata con mayor claridad el periodista Osvaldo Tcherkaski en su libro “Las vueltas de Perón en un diálogo con el coronel (RE) Cesio y alternando con la memoria de Perdía. Según el segundo jefe de Montoneros, durante el encuentro Carcagno dijo que “en caso de un conflicto interno en el país entre la juventud peronista y el movimiento sindical, nosotros vamos a estar con la juventud peronista”. Esta sola definición, en conocimiento del Presidente y la ortodoxia justicialista, ponía en riesgo la continuidad y conducción el jefe del Ejército. Sería el fin de su gestión… y Juan Domingo Perón se enteró.
Perdía sospecha que la filtró Betti, por su pertenencia a la Logia Propaganda Due. Pero Gustavo Caraballo, Secretario Legal y Técnico de la Presidencia, dijo en sus memorias que el informante fue el coronel Carlos Dalla Tea y es casi una confirmación. Dalla Tea era el jefe de Inteligencia del Ejército; con el general Anaya será jefe de una brigada en Corrientes y permanecerá en el Ejército al lado de Jorge Rafael Videla (como segundo del general Santiago O. Riveros en Campo de Mayo). A estos tres detalles le falta lo más importante: fue Agregado Militar en España y hablaba con Perón en diferentes oportunidades sin el conocimiento del Embajador argentino en Madrid.
Lo indescifrable (para muchos protagonistas) es cómo Carcagno se sumergió en los desacertados consejos de Cesio (que ya venía conversando con Montoneros) y existe un grave error castrense (si se lo puede calificar para no hablar de deslealtad) en Dalla Tea al filtrar información calificada que perjudicaba a su Comandante.
También Caraballo conto en sus memorias que el 18 de noviembre de 1973 (cuatro días antes del ataque cardíaco) el coronel Cesio y los montoneros mantuvieron un encuentro. Los jefes montoneros sabían del mal momento de la salud de Perón a través de “la deslealtad profesional” del doctor Jorge Taiana (“que a Perón le quedaban seis meses de vida” contará Roberto Perdía). La reunión se realizó –según Caraballo- con el fin de “contemplar una salida conjunta entre la juventud (JP) y Fuerzas Armadas para imponer su control del gobierno”. Gustavo Caraballo, Secretario Legal y Técnico de la Presidencia, contó que Perón estaba al tanto de los encuentros reservados entre Cesio y dirigentes montoneros.
De todas maneras la sabia pituitaria de Perón percibió el traspié de Carcagno y comenzó a hablar con el general Leandro Anaya. Lo mismo sucedió con la Secretaría Militar: mientras los asesores del Comandante General aconsejaban apurar una designación para ese cargo, Perón “una tarde de mediados de noviembre”, contó el coronel Vicente Damasco, comenzó a tratar con el Jefe de Granaderos la deteriorada situación argentina y la necesidad de la formular un Proyecto Nacional. Luego de escucharlo un largo rato Perón, “me dijo: ‘Muy bien, cierre la carpeta, que vamos a hablar. Creo que encontré lo que estaba buscando. Comience a trabajar en el tema. Yo lo apoyaré en todo... lo nombraré Secretario Militar para que disponga del tiempo y medios necesarios para la tarea. Vaya pensando en su reemplazante para el Regimiento.’” ¿Quién lo informaba y dónde estaba Jorge Raúl Carcagno en todo ese tiempo?
El 26 de noviembre de 1973 el jefe del Ejército recibió otro “Informe del equipo civil de asesoramiento político” escrito por M.M (¿Mariano Montemayor?) en el que se sostiene que “en el país existe una preocupación creciente por el virtual vacío de poder que origina la incapacidad (física) del Presidente, sin hablar de una de una no descartable hipótesis de desaparición”. Y en el caso de que ocurra “se coincide en que debe emerger una figura que sirva de aglutinante para que el Movimiento Nacional no estalle en mil pedazos y para que la unión y reconstrucción nacional continúe en el marco de la legalidad. Existe una sugestiva coincidencia, en que la única figura que puede aglutinar a líneas y matices variados, como los que existen, es el Teniente General Carcagno”.
En esas horas, mientras tanto, el jefe del Ejército Carcagno se refirió al secuestro del coronel Crespo, capturado por el PRT-ERP, descartando que el arma a su cargo estuviera involucrada en la investigación del caso. Se trata de un problema policial, dijo Carcagno, en consonancia con la posición del presidente Perón sobre el fenómeno del terrorismo. La violencia, dijo el jefe militar, “está tendiendo a desaparecer”.
Semanas más tarde, el Comandante General del Ejército observa que de la lista de ascensos militares que propuso los más importantes son rechazados ante el silencio e indiferencia de Perón. En homenaje a su investidura se ve obligado a renunciar (18 de diciembre de 1973).
El matutino La Opinión del 20 de diciembre observará en una nota que Carcagno “se había convertido en una alternativa política para el caso de una sucesión”. Y la observación es acertada. Aunque en sus archivos no aparece que Carcagno convalide la conclusión periodística sus colaboradores, en varios de sus papeles de trabajo, la tenían en cuenta.
Lo sucedió Leandro Anaya “un hombre medido”, en cuya gestión (1974-1975) “se la pasó enterrando milicos” asesinados por las organizaciones terroristas, según me comentó el general Llamil Reston.
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